Tiene autismo, no habla, pero su sonrisa expresa la felicidad de pisar al calle tras 49 días encerrado

49 días. Todo ese tiempo ha estado Jaime, de trece años y con autismo severo, sin pisar la calle. «Pero si podría haberlo salido hace mucho», me diréis. Cierto, el ministerio de Sanidad permitió que las personas en circunstancias como la de mi hijo pudieran dar paseos terapéuticos en plena crisis, cuando el virus golpeaba con más virulencia. Unos paseos que fueron un salvavidas para muchas familias, pese a acabar en ocasiones en portada de los periódicos por los improperios recibidos por aquellos que desconocían la exención o no la identificaban al verlos.

No salimos, no por miedo a esas posibles miradas o palabras de reproche. Hace ya mucho tiempo que logré que todo eso no me afectara. No salimos en primer lugar porque Jaime ha estado tranquilo. A lo largo de estas semanas ha tenido media docena de episodios en los que se ha puesto muy nervioso, pero han sido estallidos muy intensos y de muy corta duración, que ya tenía previamente al confinamiento y que no suelen durar más de cinco minutos. La mayor parte del tiempo ha estado feliz, entretenido con su ipad, escuchando música, saliendo a la terraza (cerrada con una reja porque la seguridad es lo primero), dándose largos baños diarios, trabajando con su ipad, durmiendo mucho y comiendo bien.

Tampoco hemos salido antes por prudencia. Entendimos que esas salidas terapéuticas debían darse solamente si eran imprescindibles para minimizar riesgos. Si Jaime, que es dependiente de nosotros como un niño de dos o tres años, enfermase, sería imposible aislarle y todos en casa tendríamos muchas papeletas para contagiarnos. En caso de enfermar y agravarse su estado, el ingreso podría haber sido una pesadilla porque no podría haber estado solo. Y de ingresar nosotros, la situación en casa sería muy complicada. Si estamos pudiendo gestionar razonablemente bien la situación, combinando teletrabajo, niños y casa, es porque somos dos y hacemos un buen equipo.

Además, no sabíamos si salir iba a ser contraproducente de otras formas. Jaime ha pasado por dos episodios, uno este invierno y otro más intenso el otoño anterior, en los que sólo quería estar en la calle paseando. Pese a haber estado ya horas en la calle, le teníamos triste, llorando ante la puerta, insistiendo en ponerse sus zapatos y su abrigo para salir de nuevo. No sabemos el motivo que lo desencadenó entonces, pero no deseábamos por nada que aquello se repitiese.

Desde que el domingo permitieran salir a los niños, y con un horizonte visible de desescalada, pensamos que había llegado el momento de salir. Con él y con su hermana, que no exige, pero que también tenía ganas de abandonar el piso en el que ha estado encerrada tanto tiempo como su hermano. No fue el primer día, quisimos esperar a ver. Pero ayer ya cruzamos el umbral. Sin mascarilla, porque no tolera ponérsela (por personas como mi hijo no puede ser obligatoria); con mucho cuidado de que no tocase nada, porque tampoco entiende nuestras instrucciones en ese sentido; huyendo de los lugares y las horas con más afluencia de personas.

Y el premio que obtuvimos fue su sonrisa. Mi hijo no habla, pero ayer no le hizo falta para transmitirnos la felicidad que sentía, las ganas que tenía de volver a sentir el sol y el aire a pie de calle.

No sabemos cómo evolucionará a lo largo de este desconfinamiento. No podemos explicarle, no es capaz de entender, porqué estamos encerrados todos juntos; el motivo por el que sus rutinas han cambiado tanto. Solo puede confiar ciegamente en nosotros, que sabe que le cuidamos y queremos, y tener una paciencia asentada en esa confianza. Nosotros también tenemos que confiar en él.

No tenemos ni idea de lo que nos traerá el futuro próximo, pero hoy saldremos de nuevo buscando su luz.

2 comentarios

  1. Dice ser marta

    Qué bonito lo has contado.
    Que haya muchas más sonrisas cada día.
    Un abrazo

    01 mayo 2020 | 19:47

  2. Dice ser LaCestitadelBebe

    Esperemos que vaya poco a poco a mejor con sentido común pero por lo me cuentan y se ve, ya veremos si habrá vacaciones este verano.

    Besos!

    Anabel

    13 mayo 2020 | 07:09

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