De la nueva sociedad 3.0 organizada horizontalmente en red que ha enterrado la edad contemporánea. ¡Bienvenidos a la edad digital!

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La era de la polinización cruzada

 

Cada pieza es una llave. Un cuerda que conecta. Una chispa que ilumina un rincón inesperado. Un pasadizo secreto al otro lado de la montaña mágica. Lo mejor de todo: cada pieza forma parte de un sistema mayor cuya única misión es posibilitar conexiones imposibles. El Free Universal Construction Kit, un sistema de ochenta piezas, tiene un objetivo aparentemente poco importante: que los niños conecten juguetes diferentes. Las ochenta piezas del kit permiten unir piezas de LegoDuploFischertechnik o Gears, entre otros. Los sistemas de juego patentados por marcas, de repente, están conectados. Pero todavía queda una vuelta de tuerca magistral: el colectivo F.A.T (con su picante receta de cultura pop, código abierto y activismo) y SyLab no venden las piezas. Las cuelgan en Internet en formato STL con licencia libre para que cualquier persona pueda construirlas con ayuda de una impresora 3D (ellos recomiendan Makerbot).

Pensemos en la esencia del Free Universal Construction Kit. Pensemos en grande: la conexión como eje de la estrategia, el vínculo como valor añadido, lo transversal como factor multiplicador. Cada pieza es la responsable de que un sistema entero sufra una mutación creativa. El sistema ha funcionado durante siglos con la inercia del divide y vencerás. Del patenta y te enriquecerás. Del inventa en solitario y triunfarás. Pero la sociedad en red, en la era de la inteligencia colectiva y del código abierto, está dinamitando los sistemas excluyentes y las habitaciones privadas. El departamento de I+D de especialistas que no dialogan ni con la sociedad ni con otros expertos de otras disciplinas está seriamente amenazado. La revista Wired, destacaba recientemente en un artículo de su edición británica titulado Cómo descubrir el futuro la figura de los cross-pollinators en la innovación, algo así como polinizadores cruzados.

La innovación en la era del crowd, según Wired, debería estar inspirada en la función de la abeja, vital en la tarea de la polinización cruzada de ciertas plantas. El cross-pollinator sería una pieza clave de esta convulsa nueva época, un catalizador, un co-inspirador interdisciplinar. De hecho, la historia ha estado llena de polinizaciones cruzadas basadas en la serendipia (descubrir algo mientras se busca otra cosa). Piérdete y descubrirás. Alexander Fleming inventó la penicilina por casualidad cuando investigaba el cultivo de bacterias. Las famosas notas pos-it nacieron por azar. El artículo de Wired brinda algunos buenos ejemplos: «Cuando el matemático John von Neumann cruzó física e ingeniería ayudó a la ciencia informática. Su contemporáneo Buckminster Full navegó con soltura entre la ingeniería, la economía y la biología para resolver problemas de tráfico, arquitectura y diseño urbano». La economía conductual por ejemplo, surgió cuando Daniel Kahneman y Amos Tversky mezclaron psicología y economía.

 ¿Y qué innovación surgirá en esta nueva era de cross-pollinators? ¿Qué polinización generará la era de los equipos adhócratas que trabajan de forma rotativa, flexible e interdisciplinar? ¿Podríamos pensar que cada pieza del Free Universal Construction Kit es una metáfora de algo mayor? ¿Qué cada pieza podría ser una persona, una plataforma web o una puerta de un edificio que incentiva una conexión imposible? Los matices son muchos (y remezclables). Un biólogo como Juan Freire que investiga sobre arquitectura y organización de empresas es un polizinador cruzado, cierto. Pero una API abierta que permite, por ejemplo, cruzar Craiglist y Google Maps para crear Housingmaps, es un interfaz-polinizador cruzado. Y un hub físico como el MediaLab Prado donde trabajan personas multi disciplinarmente es un lugar-polinizador cruzado. Y MoveCommons, que pone en contacto a personas y colectivos con inquietudes similares, es una plataforma-polinizador cruzado. Y Kune, que facilita el trabajo digital colaborativo, es una herramienta-polinizador cruzado. Y Thingdiverse, un acervo virtual de diseños para objetos reales, es un almacén-polinizador cruzado.

Pensemos en grande. O mejor:  pensemos en pequeño. Ya sea una persona, una plataforma, una herramienta, un lugar, un ciberalmacén o un código abierto, nunca existirá la polinización cruzada sin una nueva actitud que guíe a una nueva sociedad. Reciclarse o morir. Pensar lateralmente o desaparecer. Conectar-colaborar o perder. Recuerda: tu inspiración es la abeja. Somos enjambre. ¿Qué está contenido en un humano, como escribía, Kevin Kelly en Out of control, que no emergerá hasta que estemos todos interconectados por alambres y política?

Este texto se ha publicado en Yorokobu. 

 

 

La maleta de los mapas imposibles

 

Este texto es un extracto de mi libro #24H,  que tiene forma de blog y está licenciado con Creative Commons. Ya está disponible en formato PDF interactivo, Epub, mobi (para Kindle) y en papel. La copia está liberada. Existe una sala de remezclas. Cualquier puede enriquecer (con links, textos, vídeos) #24H o este fragmento.  

A mí salón le ha crecido una maleta. Está vacía. En la etiqueta donde debería haber una dirección apenas hay una frase de Fernando Pessoa: «Viajar perder países, ser constantemente otro». Los costados de la maleta – sucia, desgastada, verdiazul- están forrados de mapas sujetos con pegamento. Mapas inexactos, oblicuos, exagerados. El verdadero tamaño de África, el mapa tipográfico de las calles de Valencia, el mapa de (metro) de la música indie española. Confieso que no tenía donde meterla: no cabía debajo de la cama ni en los armarios. Tirarla, tras las trece mudanzas de los últimos diez años, era claudicar de algo (aunque todavía no sé de qué). Por eso decidí llenarla de mis fantasmas. Mirando la maleta, la exactitud de mis mapas imposibles, saboreo un pequeño triunfo. El mapa mundial de Facebook – meras líneas, flujos, contorneando una forma – despedaza el mapamundi de Mercator que sobredimensionó el primer mundo durante siglos. La proyección de Peters me venga íntimamente del geógrafo alemán Karl Ritter (1779-1859) que concebía la tierra como un organismo vivo, los ríos como una voluntad divina y las fronteras como una inevitabilidad predefinida.

Y es que durante demasiado tiempo, los datos falsos y los verdaderos, mezclados en el cubata explosivo de la historia, formaron un laberinto insalvable. Pero fue todavía peor cuando el hombre alcanzó la plenitud de su razón y ya no quedaron rincones por cartografiar. Los «Colegios de Cartógrafos», como escribió Jorge Luis Borges, «levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él». Por eso, contemplar mi maleta me devuelve una paz incomprensible. El mapa topológico del Metro de Caracas – que desatiende la escala y la deforma para ser legible – despedaza la cartografía del Imperio. Y de alguna manera, regresa a aquella línea ténue y alegre de mapa mundi mental de los navegantes portugueses. A aquellas subjetivas cartas cartográficas que los aztecas construían con pieles, tejidos de algodón y palma.

Parece inevitable: la tecnología, las nuevas cartografías y mi maleta vacía me teletransportan al pasado idílico de los mapas inexactos. El mapa de los reinos virtuales de los vídeo juegos realizado por Information is Beatiful tiene la inocencia perfecta del disco flotante (aquel mundo incompleto) de Tales de Mileto que flotaba sobre las aguas. La representación-verdad naufraga, desaparece despedazada por el mapa pintado de las redes y señales wi fi de Oslo o por el mapa lingüístico del quechua. La infalibilidad del GPS hace aguas, desdibujada por los globos que Shai Efrati y Hagi Keysear lanzaron al aire con cámaras de fotos para retratar los secretos que la petrolera BP escondió tras la tragedia del golfo de México.

El mapa exacto ha muerto. Agoniza. El territorio respira colectivamente, libre de la dictadura de las latitudes. Aunque tal vez, nómadas de nuestro subjetivismo, lo único que sea cierto es que ya no diferenciemos el territorio de su representación, el asfalto de su ciberreflejo. Puede que el mapa – millones de mapas subjetivos – haya invadido el mundo. Tal vez sólo exista una pastosa y todopoderosa hiperrealidad que nos desgobierna. Jean Baudrillard – que murió hace no demasiado – pensaba que la realidad virtual no es ya más copia de la realidad, si no que la antecede y define: “La abstracción hoy no es ya la del mapa, el doble, el espejo o el concepto. El territorio ya no precede al mapa, ni lo sobrevive. De aquí en adelante, es el mapa el que engendra el territorio; hoy, serían las tiras de territorio las que lentamente se pudren a lo largo del mapa. Es lo real y no el mapa, cuyos escasos vestigios subsisten aquí y allí: en los desiertos que no son ya más del Imperio, sino nuestros. El desierto de lo real en sí mismo”. Siento deseos de abrir la maleta. Pero confieso que tengo miedo. No miedo de hallar arena o conchas. Miedo, simplemente, de encontrar otra maleta (vacía) del tamaño del mundo.

#82 Publicado por Boludo | Mayo 17, 2011 00:45 AM

Las navegaciones transversales, heterogéneas, oblicuas de los nuevos nómadas exploran otro espacio, otra dimensión de superposiciones. Somos, ante todo, inmigrantes del subjetivismo.

#83 Publicado por Pedro Por Su Casa, Mayo 17, 2011 01.03 AM

#acabemosconlatierra, con los Boludos, con los pretenciosos, con los intelectuales, con los doctores Honoris Causa sin curro que pierden eltiempo en este puto blog

#84 Publicado por Ya está bien | Mayo 17, 2011 01:10 AM