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Leona, Sonrisas de Bombay y Arquitectura sin Fronteras.

Soy parte de un cambio real (un proyecto de comercio justo con mujeres con de castas bajas y con discapacidad)

Por Rocío Luque, diseñadora artesanía de comercio justo Fundación Vicente Ferrer.

Este 12 de mayo se celebra el Día Mundial del Comercio Justo, iniciativa de la WFTO (Organización Mundial del Comercio Justo, por sus siglas en inglés) que reclama este movimiento como una contribución tangible a la lucha contra la pobreza, la explotación laboral y el cambio climático. El comercio justo se identifica un modelo de negocio que rescata los valores humanistas, apostando por un desarrollo sostenible.

Durante este día podremos acudir a múltiples eventos y actividades que celebran este movimiento basado en los principios éticos del comercio. Disfrutaré de estas actividades, pero no podré evitar tener mi cabeza a más de 10.000 kilómetros de distancia, concretamente en la India. Para mí este día no solamente significa una apuesta por el cambio en el tipo de consumo sino también un paso lleno de esperanza hacia el progreso y el desarrollo que asegura las necesidades de muchas vidas, entre ellas, las de más de trescientas hermosas y valientes mujeres con las que trabajo en la India rural.

El proyecto de comercio justo de la Fundación da una oportunidad a quienes sufren discriminación por partida triple: mujeres, de castas bajas y con discapacidad.

Desde hace cuatro años coopero como diseñadora de producto de artesanía en la Fundación Vicente Ferrer (FVF). Esta labor me permite pasar varios periodos en terreno para desarrollar las distintas colecciones de producto. En 2001 la FVF crearon en Anantapur los primeros talleres-residencia para mujeres sin recursos y con discapacidad de las zonas rurales del estado sureño de Andhra Pradesh, dando oportunidades a quienes sufren discriminación por partida triple: por ser mujeres, por pertenecer a castas bajas y por tener discapacidad. La iniciativa persigue que más de 320 mujeres de las zonas rurales de Anantapur consigan independencia económica, mejoren su autoestima, aprendan un oficio y sean reconocidas y valoradas en su entorno familiar y en su comunidad.

Durante mis estancias allí, trabajo mano a mano con este colectivo de mujeres, potenciando su formación profesional y realizando las primeras muestras de aquellos productos que posteriormente se pondrán a la venta.

En relación con el trabajo de diseñadora he de decir que supone un constante reto al mismo tiempo que un aprendizaje continuo. El diseño consiste en hacer una mezcla nueva e interesante de elementos conocidos para crear productos llenos de frescura y originalidad, consiste en explotar los datos reunidos a partir de una investigación y conseguir traducirlos de forma adecuada. A través de distintas actividades de producción creativa, transformamos y creamos objetos de una naturaleza muy distintiva, ya que pueden ser funcionales, utilitarios, estéticos, decorativos, artísticos, creativos, etc. En mi opinión estos productos tienden a adquirir el carácter de piezas únicas; ya que predomina en su creación la aplicación de energía humana, de la actividad física y mental de este colectivo de mujeres. Los productos se realizan con las manos, sin un carácter seriado y con la ayuda de herramientas manuales e incluso de algunos medios mecánicos o maquinaria relativamente simple.

Esta concepción e idea de los elementos y las orientaciones creativas siempre está presente en mi trabajo, pero en este caso la realidad hace que la adaptabilidad, perseverancia y la paciencia sean las herramientas más necesarias para cumplir con tus objetivos. En este caso la realidad y su dificultad están por encima de las expectativas que tengas en tu cabeza. El trabajo con una cultura completamente diferente a la tuya implica un ejercicio de reflexión y consciencia de nuestra propia cultura. Las distintas formas de entender y analizar el mundo logran cohesionarse. Construir relaciones, ya sean laborales o personales, con gente de diferentes culturas, es vital para formar comunidades diversas que sean suficientemente poderosas para alcanzar objetivos significativos. En este caso hemos logrado entender y asumir nuestras necesidades como equipo.

Como consumidora de este tipo de productos quiero subrayar la importancia de rescatar estos valores humanos y solidarios, no en un sentido caritativo o de asistencia, sino como un concepto central que potencia una economía social centrada en las personas, en el reconocimiento y la puesta en valor del trabajo y las relaciones que se establecen entre las personas, no en un sentido utilitarista sino en un sentido social de reconocimiento de “un otro”.

A modo de conclusión, lo que me resulta más importante al mismo tiempo que apasionante, es formar parte de este proyecto. Lo emocionante de este trabajo es la propia experiencia con estas mujeres, el día a día, los descubrimientos, los buenos y malos momentos, todos ellos transformados en lecciones diarias de superación y valentía. Desde el punto de vista profesional me aporta muchísimo porque aprendo que hay diferentes vías para llegar a un mismo producto.

Formar parte de un proyecto que posibilita el acceso laboral a un colectivo en dificultad, sentirte parte del empoderamiento y el aumento de autoestima y confianza que tienen las artesanas, su independencia, su legitimidad, su autonomía hace que te sientas parte de un cambio real.

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