Entradas etiquetadas como ‘Edward Steichen’

Baja gratis la colección de la primera revista que era una obra de arte en sí misma

Portadas de cuatro de los ejemplares de la revista 291 - Dominio público

Portadas de cuatro de los ejemplares de la revista 291 – Dominio público

Pocas revistas de arte pueden ser consideradas también obras de arte. La primera en conseguir la doble condición fue 291, editada entre marzo de 1915 y febrero de 1916 en Nueva York. Fueron ocho números, dos de ellos dobles, editados en gran formato, buen papel y cuidado diseño y, como era de esperar ya que se trataba de un producto de vanguardia, y un fiasco financiero.

Ahora es posible acceder a la colección completa de la publicación, que está alojada en el siempre interesante y eléctrico Ubuweb, uno de esos sites que deberían ser declarados patrimonio de la humanidad. La sección de música permite por sí sola vivir con el acompañamiento en streaming de las composiciones atonales, dodecafónicas, protoelectrónicas, vocales y locas de toda la tropa de valientes que han plantado cara al orden sonoro establecido desde comienzos del siglo XX.

Los vínculos para bajar en PDF la colección de 291 son estos:

Nº 1 (Nueva York, Marzo 1915) [PDF, 64mb]
Nº 2 (Nueva York, Abril 1915) [PDF, 45mb]
Nº 3 (Nueva York, Mayo 1915) [PDF, 47mb]
Nº 5-6 (Nueva York, Julio-Agosto 1915) [PDF, 65mb]
Nº 7-8 (Nueva York, Septiembre-Octubre 1915) [PDF, 26mb]
Nº 9 (Nueva York, Noviembre 1915) [PDF, 43mb]
Nº 10-11 (Nueva York, Diciembre 1915-Enero 1916) [PDF, 30mb]
Nº 12 (Nueva York, Febrero 1916) [PDF, 45mb]

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Lee Miller en la bañera de Hitler

Lee Miller en la bañera de Hitler © David E. Scherman

Lee Miller en la bañera de Hitler © David E. Scherman

La foto tiene dos ejes: las fatigadas botas militares que acaban de pisar el campo de concentración de Dachau y, colocado sobre el borde de la bañera, el retrato de Adolf Hitler, presidente y canciller de Alemania e ideólogo máximo del exterminio genocida.

Dispara el obturador David E. Scherman. Posa Lee Miller. Ambos viajan como fotógrafos incrustados en la 45ª División de Infantería del Séptimo Ejército de los EE UU. Él trabaja para Life y ella para Vogue. Son amantes.

La foto no tendría importancia alguna sin tener en cuenta la dirección del apartamento (Prinzenregentplatz, 27, Munich, Alemania) y, sobre todo, la condición jurídica de la estancia: es la residencia de Hitler en la ciudad donde germinó el huevo de la serpiente y el psicópata contagió a toda la nación, que le consideró, por mayoría absoluta, un avatar de Goethe.

Un elemento más para culminar la teatralidad: la fecha. Es el 30 de abril de 1945. El mismo día, en un búnker de Berlín asediado por el ejército bolchevique, Hitler se suicidó.

La imagen es una escenificación: la pareja juega cuando descubre que se ha metido a descansar, dicen que por casualidad pero yo no me lo creo, en la casa de Hitler. Se hacen fotos uno al otro, juzgan la pobreza espirirual de la porcelana de mal gusto, los paisajes de pacotilla en las paredes y las estatuillas seudo clásicas que decoran la vivienda. «Era mediocre, pero tenía todo lo necesario, incluso agua caliente», escribe Miller.

La imagen es publicada en Vogue, donde Miller había trabajado como modelo estelar años antes. Algunos consideran que se trata de una jugada incorrecta, provocadora, fuera de lugar… Poco importa ya.

Cuando Miller recibe la noticia de la muerte del Führer, anota con el desapego habitual:

«Bueno, está bien, está muerto. Nunca había estado realmente vivo para mí hasta hoy. Había sido un una máquina del mal, un monstruo, durante todos estos años, pero nunca lo consideré real hasta que visité los lugares que hizo famosos, hablé con gente que lo conoció, excavé en los chismes y comí y dormí en su casa. Entoces se convirtió en menos fabuloso y, por lo tanto más terrible, sobre todo por la evidencia de que tenía algunos hábitos casi humanos…, como un mono que te avergüenza y humilla con sus gestos, como una caricatura«.

Toma deshechada de Lee Miller en la bañera de Hitler © David E. Scherman

Toma desechada de Lee Miller en la bañera de Hitler © David E. Scherman

La página web que explota el legado fotográfico de Miller ha publicado alguna otra foto de la sesión de la bañera. No añaden nada, son simples descartes. No han aparecido, si es que existen, las tomas tantas veces mencionadas por la cultura popular de Lee desnuda o de su novio dándose también un baño.

«Me limpiaba de la suciedad de Dachau».

El pie de foto justificativo de la modelo no es más que una fábula y sigo creyendo que la foto escenifica una metáfora torpe y gruesa, que las botas están colocadas en el lugar perfecto para equilibrar la composición, que esa no era la ubicación original del retrato de Hitler, traído en última instancia para dar crédito de realidad… También pienso que la pareja tenía derecho a la travesura.

Resulta imposible aislar la foto de la bañera de Hitler de la historia de la modelo, no por melodramática menos turbadora: víctima de una violación a los siete años cometida por un amigo de la familia —con contagio de gonorrea añadido—; modelo publicitaria de algunos de los mejores fotógrafos de su tiempo, entre ellos Edward Steichen, que la retrató en 1928 en el primer anuncio de tampones en el que apareció una mujer; amante, musa y ayudante de Man Ray, con quien mantuvo una relación apasionada y loca de retroalimentación [inserto tras la entrada algunas fotos sobradamente conocidas del tándem: aunque Ray pasa por ser autor y Miller la modelo, nunca quedó claro del todo quién hizo qué y algunos sostienen que fue ella, por ejemplo, quien inventó las solarizaciones]; compañera de aventuras sexuales de Charles Chaplin y Pablo Picasso; espiada por los servicios secretos ingleses porque frecuentaba la amistad de comunistas…

Lee Miller retratada por su padre, Theodore Miller

Lee Miller retratada por su padre, Theodore Miller

Las fotos de Munich en la bañera de Hitler no fueron las primeras de Miller en una escenografía de alicatado blanco.

Años antes, en Nueva York, poco después de la violación —que no fue denunciada, al parecer, para evitar el escándalo—, su padre, Theodore Miller, un tipo que pasaba por liberal y artista, comezó a hacer fotos de la niña desnuda. La familia sostiene que se trataba de un ceremonial para devolver a la cría la autoconfianza.

Las sesiones paterno filiales prosiguieron hasta que Lee tuvo 20 años.

Una de las fotos la muestra sentada en una forzada postura, como encajada, en una pequeña bañera.

Algunas historias piden a gritos la resurrección de Sigmund Freud y Carl Jung.

Ánxel Grove

Muere Wayne Miller, fotógrafo optimista y reforestador de bosques

© Wayne Miller

© Wayne Miller

Wayne F. Miller, el gran reportero estadounidense que acaba de fallecer a los 94 años, eludió una primera cita con la muerte en 1945 en los cielos castigados de la II Guerra Mundial. Él mismo dejó pruebas con su cámara de la cita rota: en el avión del que están bajando al militar herido estaba previsto que Miller ocupase el puesto de fotógrafo pero intercambió turno con otro compañero, que resultó muerto por las defensas antiaéreas japonesas.

La vida de Miller, hijo de un médico y una enfermera nacido en Chicago en 1918, había tomado un rumbo muy determinado cuando recibió el regalo de sus padres por acabar el instituto: una cámara de fotos. Aunque intentó estudiar banca y luego artes, su ánimo le pedía ver mundo y seres humanos y todo lo dejo para alistarse como marino con la cámara a cuestas.

El patriarca de la foto moderna, Edward Steichen, reclutó al animoso reportero autodidacta para la Naval Aviation Photographic Unit, y le dió un consejo: «No me importa lo que hagas, Wayne, pero trae algo que complazca un poco a los oficiales: un portaaviones o alguien con todas las medallas… Pasa el resto de tu tiempo fotografiando a los hombres«.

La recomendación de Steichen fue tomada al pie de la letra por Miller hasta su jubilación, en 1970. Se dedicó con pasión y silencio a retratar a la humanidad: decidió dar cuenta del alma visceral de los negros de su ciudad natal, Chicago, uno de los epicentros del blues urbano, estilo musical que le apasionaba —el fotoensayo Chicago South Side 1946-1948 es una obra de referencia—, y aceptó encargos de grandes revistas para desarrollar reportajes en varios continentes. Entre 1962 y 1966 ejerció como presidente de Magnum Photos, la agencia de la que era socio desde 1958.

Consecuente, humilde y defensor del optimismo como valor y empresa fundamental («creo que tener buenos sueños es lo que ayuda a hacer buenas fotos»), Miller terminó su vida como fotógrafo profesional con la misma naturalidad impulsiva con que la había iniciado.

Durante las últimas décadas de su larga estancia en el mundo, establecido a orillas del Pacífico, participó en la fundación de Forest Landowners of California, una organización sin ánimo de lucro que se dedica a comprar terrenos de bosques degradados para reforestarlos. Sus compañeros activistas recuerdan que Miller era uno de los mejores y más rápidos replantadores.

Ánxel Grove

El fotógrafo no asimilable

Eslovaquia, 1966

Eslovaquia, 1966

Al ingeniero aeronáutico Josef Koudelka (1938), hijo de una aldea diminuta de Moravia, le gustaba bien poco su trabajo. Estudió porque tenía que hacerlo, porque la fortuna era equívoca en el inmenso teatro del comunismo demencial de Europa del Este, porque o eras obediente o el Estado te tiraba de las orejas y te marcaba a fuego el estigma de los incómodos.

Koudelka prefería hacer fotos. De adolescente había retratado a su familia y a los habitantes del micromundo moravio con una cámara de baquelita. En 1961 alguien le prestó una Rolleiflex de segunda mano. La cámara dió el tiro de gracia al título de ingeniero.

Cinco años antes, en las cómodas y bien decoradas salas del Museo de Arte Moderno de Nueva York, Edward Steichen había montado The Family of Man, la exposición fotográfica más ambiciosa jamás organizada: 503 fotografías de 273 fotógrafos de 68 países, profesionales y aficionados, famosos y desconocidos, nueve millones de visitantes, todavía viva (fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 2003)… La lista de participantes en la muestra quita el hipo.

Una pregunta distópica: ¿hubiera participado Koudelka, de estar activo, en la ambiciosa exposición sobre la humanidad?

Durante la primera mitad de los años sesenta el ingeniero aburrido de ser ingeniero se dedicó a retratar a las comunidades gitanas de Eslovaquia. El Estado quería asimilarlos, forma con que todos los Estados se refieren, en aras de la corrección semántica, al aniquilamiento de los débiles.

Bohemia, 1966

Bohemia, 1966

Expuso las fotos en Praga en 1967. Tuvieron éxito. Los comisarios políticos rotularon al autor como incómodo. Koudelka respondió abordando un tren hacia Rumanía, donde había un montón de gitanos esperando.

Al año siguiente los tanques rusos entraron en Checoslovaquia para abortar la Primavera de Praga. Las mejores fotos de la revolución aplastada las hizo Koudelka. Sacó las imágenes del país con métodos de contrabandista, sin pretender cobrar por su publicación.

En 1970 se fue de su patria y el Estado le quitó la nacionalidad. Le admitieron como refugiado en Inglaterra, le invitaron a entrar en la agencia Magnum. Aceptó el halago pero impuso condiciones: nada de encargos periodísticos. Prefería vagar por Europa, por los límites, a su propio ritmo.

A Koudelka no le gusta rendir cuentas. «Muchas de mis fotografías», ha declarado, «las hago sin mirar el objetivo. Es como si no existiera la cámara, un acto sumamente mecánico». Si no miras, no te pagan. Si no miras y no te explicas, te patean.

"Gypsies"

"Gypsies"

Acaban de reeditar Gypsies en una versión ampliada (30 fotos inéditas) con respecto a la original de 1975. Los gitanos -gracias al cielo nunca asimilados– son de Bohemia, Moravia, Eslovaquia, Rumanía, Hungría, Francia y España.

Era un libro tan difícil de encontrar como necesario. Uno de los foto-ensayos más bellos de la historia.

He leído en algún lugar que Koudelka, que tiene 73 años, vive en un humilde apartamento de Praga y se dedica, sobre todo, a ordenar sus negativos.

Teniendo en cuenta que se trata de uno de los mejores reporteros del siglo XX -ojo: reportero-emocional, no de staff, no de acreditación en el bolsillo y chaleco de Coronel Tapioca-, la situación admite seguir ejerciendo la esperanza: no todos somos asimilables.

¿Hubiera participado Koudelka en The Family of Man junto a los muy asimilables (y cojonudos) Richard Avedon, Robert Doisneau o Garry Winogrand, por citar a tres sin más ánimo que establecer extremos?

"Bohemia, 1966"

"Bohemia, 1966"

Me atrevo a soñar que, como en el caso de Magnum, se sentiría halagado pero diría que los deadline no van con él, que le gustaría dar una vuelta por alguna zona tan despoblada como olvidada antes de decidirse, que quizá pero más tarde, que por qué no nos vamos a tomar café y fumar cigarrillos…

Acaso en su fuero interno pensase que la idea de compendiar a la humanidad y su interés humano sólo podría ser aceptada viniendo de una deidad celestial, jamás de un hombre tan doliente como cualquiera.

Acaso Koudelka intentaría, con los ojos cerrados, hacer otra foto inmensa, definitiva, ciega de tan luminosa, como ésta de la izquierda. Una foto no asimilable.

Ánxel Grove