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Sexo con dinosaurios: ¿perversión o nuevo género literario?

Si pretendes describir la mente humana aparece un manicomio cimentado sobre habitaciones oscuras. Peldaños que al estilo de unas matrioska perversas descienden hacia nuevas puertas y sótanos prehistóricos. Si recordamos que la parte más profunda y primitiva de nuestra mente fue bautizada como «el cerebro reptiliano», empezaremos a comprender mejor este post.

Primero nos dijeron que los dinosaurios convivieron en su día con los humanos – películas como Cuando los dinosaurios gobernaban la tierra, El planeta de los dinosaurios, etc.-; después que los humanos podían tener sexo con ellos.

Nada de esto es cierto… ¿acaso importa?

Así, por estos sótanos medio abiertos, lugares trémulos donde el rugido se confunde con el deseo, pudo nacer un género literario capaz de dejarte tan pétreo como un huevo fósil en el desierto del Gobi: Dinosaur erotica o Erótica de dinosaurios. Un estilo surgido en la autoedición de Amazon, y en ocasiones censurado – «cómo puede incitar a la corrupción un acto imposible en la naturaleza», braman sus defensores-, pero que sigue vigente y productivo, con sus núcleos de fans dispuestos a empaparse del bestialismo fantástico -paleozoofilia, para ser exactos-, en el que aparecen Triceratops, Tiranosaurios, Velociraptores o Pterodáctilos que tienen sexo consentido o no con mujeres u hombres. «No he encontrado ningún libro gratuito en Internet, esto empieza a ser algo personal», escribió en un foro uno de sus presuntos seguidores.

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Baja gratis la colección de la primera revista que era una obra de arte en sí misma

Portadas de cuatro de los ejemplares de la revista 291 - Dominio público

Portadas de cuatro de los ejemplares de la revista 291 – Dominio público

Pocas revistas de arte pueden ser consideradas también obras de arte. La primera en conseguir la doble condición fue 291, editada entre marzo de 1915 y febrero de 1916 en Nueva York. Fueron ocho números, dos de ellos dobles, editados en gran formato, buen papel y cuidado diseño y, como era de esperar ya que se trataba de un producto de vanguardia, y un fiasco financiero.

Ahora es posible acceder a la colección completa de la publicación, que está alojada en el siempre interesante y eléctrico Ubuweb, uno de esos sites que deberían ser declarados patrimonio de la humanidad. La sección de música permite por sí sola vivir con el acompañamiento en streaming de las composiciones atonales, dodecafónicas, protoelectrónicas, vocales y locas de toda la tropa de valientes que han plantado cara al orden sonoro establecido desde comienzos del siglo XX.

Los vínculos para bajar en PDF la colección de 291 son estos:

Nº 1 (Nueva York, Marzo 1915) [PDF, 64mb]
Nº 2 (Nueva York, Abril 1915) [PDF, 45mb]
Nº 3 (Nueva York, Mayo 1915) [PDF, 47mb]
Nº 5-6 (Nueva York, Julio-Agosto 1915) [PDF, 65mb]
Nº 7-8 (Nueva York, Septiembre-Octubre 1915) [PDF, 26mb]
Nº 9 (Nueva York, Noviembre 1915) [PDF, 43mb]
Nº 10-11 (Nueva York, Diciembre 1915-Enero 1916) [PDF, 30mb]
Nº 12 (Nueva York, Febrero 1916) [PDF, 45mb]

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Fanzines que proclamaban hace 50 años el ‘software radical’ y la ‘inteligencia global’

Power to the People: The Graphic Design of the Radical Press and the Rise of the Counter-Culture, 1964–1974

Power to the People

Algunos de los dramáticos números de Internet —60 millones de blogs en WordPress, 88 millones en Tumblr, 200 millones de usuarios mensuales de Twitter…— pueden cegar la razón. Con la vanagloria habitual que ronda en los círculos de intolerantes e-apasionados —que casi siempre hurtan el dato clave: Internet sigue siendo un producto de élites privilegiadas, sólo al alcance del 34% de la población del mundo—, he leído y escuchado con frecuencia, por ejemplo, que la edición ha sido reinventada gracias a las herramientas digitales y la publicación online.

Los augures de la pax electrónica parecen haberlo parido todo y trazan una frontera histórica entre el presente online y el pasado desenchufado. Nada analógico, o casi nada, merece la pena porque ha sido superado y es casposo. Si no usas un hashtag, al parecer, suprema fórmula revolucionaria, eres un carcamal.

El libro Power to the People: The Graphic Design of the Radical Press and the Rise of the Counter-Culture, 1964–1974 (El poder para el pueblo: el diseño gráfico de la prensa radical y el nacimiento de la contracultura, 1964-1974) es una buena cura contra la altivez. Recién editado por The University of Chicago Press, el volumen [268 páginas y un PVP de 45 dólares o 29 libras esterlinas, por ahora no hay edición en la eurozona] está producido por el profesor de diseño Geoff Kaplan y tiene más de 700 reproducciones de una selección de los fanzines autoeditados hace medio siglo en la pasmosa oleada de creatividad, disidencia y conciencia que llegó de la mano de la contracultura.

Empujados por una revolución tecnológica —el adjetivo tampoco es privativo de Internet pese a que hayan casado ambos términos sin derecho a divorcio—, la de los baratos y sencillos sistemas de impresión basados en el ófset y sus derivaciones caseras, individuos y colectivos de París, San Francisco, Praga, México, Chicago y otras ciudades occidentales pusieron en la calle medios de comunicación libres, sin publicidad, de líneas editoriales valientes y basados en la lucha contra los derechos de autor —tampoco esta añeja batalla la iniciaron los hijos del 2.0, como gustan de afirmar sus más redichos portavoces—.

Eran efímeros porque no pretendían la quimera de la permanencia; locos porque no cultivaban la arrogancia de la especialización; periodísticos porque revelaban lo que estaba pasando y los medios cercanos al estatus no contaban; gratuitos (o casi) porque el dinero no entraba en la ecuación; idealistas porque sólo alimentándose de sueño se puede sobrevivir… La década que presenta el libro debe ser entendida como la edad de oro de la autoedición: nunca hubo tanto y tan suculento sobre el enlosado de las calles.

Oz número 1, febrero, 1967

Oz número 1, febrero, 1967

Algunos de los periódicos underground de los que se ocupa el libro son sobradamente conocidos. Por ejemplo, la modernísima revista australiana Oz, editada a partir de 1967 [hay un archivo en línea con algunas cubiertas digitalizadas], el San Francisco Oracle de los hippies o el furioso (con motivos sobrados) Black Panther Party Paper de los activistas negros más radicales.

Pero otras publicaciones llaman la atención por lo que suponen de lección de historia que contradice la prepotencia internetera.

Whole Earth Catalog, editado entre 1968 y 1972 reseñaba productos alternativos y herramientas, desde ropa hasta instrumental técnico o práctico, para facilitar la independencia individual: la línea editorial estaba basada en «el poder individual para definir la educación, encontrar la inspiración, constuir nuestro propio ambiente y compartir nuestras aventuras».

Radical Software apareció tres veces al año entre 1970 y 1974 (alguno de los ejemplares tenía ¡120 páginas!), se dividía en secciones como Feedback, Random Access, Hardware y Software y promovía la creación, mediante los computadores y la vídeo guerrilla, de una red de «inteligencia global».

Como ven, todo lo que está aquí hoy ya estaba aquí ayer. Quizá con una significativa diferencia: los fanzineros de los sesenta y setenta no pagaban cuota mensual a una megacorporación telefónica ni llevaban en el bolsillo un artilugio fabricado por Apple.

Ánxel Grove