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Mantener viva la esperanza para los niños de Siria después de cuatro años de guerra

Por Simon Ingram, Jefe Regional de Comunicación de UNICEF para Oriente Medio y África

Una foto de Za’atari de 2013. © UNICEF/NYHQ2013-0660/Noorani

Una foto de Za’atari de 2013. © UNICEF/NYHQ2013-0660/Noorani

Este domingo se cumplen cuatro años del inicio de la guerra de Siria. 14 millones de niños en el país y en la región se encuentran en peligro y muchos de ellos viven en tiendas de campañas en campos de refugiados como el de Zaatari.

El campamento de refugiados Zaatari se ha vuelto famoso en Jordania y en el extranjero. Recuerdo el día que empezó a funcionar, en el verano de 2012, cuando no era más que un terreno arenoso y desolado cerca de la frontera con Siria. Una violenta tormenta de polvo prácticamente impedía ver las largas hileras de tiendas de campaña que se extendían hacia el horizonte. Ese día, Zaatari ofrecía un panorama bastante miserable.

Recuerdo que hablé con algunas de las familias que acababan de cruzar la frontera. En ese momento había unas pocas docenas, pero se trataba de personas extremadamente orgullosas, llenas de ira por las nuevas circunstancias que les tocaba vivir, y convencidas de que pocas semanas o, a lo sumo, pocos meses después emprenderían el regreso a sus hogares en Siria.

Desde luego que esto no ha ocurrido, por lo menos no para los habitantes de Zaatari ni para el resto de los más de 3 millones de refugiados sirios que se encuentran dispersos en la región. Hoy en día se considera a Zaatari como la cuarta ciudad más grande de Jordania, con cerca de 80.000 habitantes.

Campo de refugiados de Za’atari hoy – calles asfaltadas y un sentido de normalidad. (c) UNICEF/Simon Ingram

Campo de refugiados de Za’atari hoy – calles asfaltadas y un sentido de normalidad. (c) UNICEF/Simon Ingram

La mayoría de las tiendas de campaña se han reemplazado por casas de contenedores que ofrecen mucha más protección contra el extremo calor del verano y el gélido frío del invierno. El campamento cuenta con un activo mercado y algunas de las calles principales han sido asfaltadas. En los restaurantes sirven kebabs bastante aceptables y se puede conseguir un corte de pelo. Alguien me dijo que incluso hay una tienda de mascotas.

Sin embargo, lo más significativo ha sido el cambio en la forma como ven su situación las personas que viven en Zaatari. Regresar pronto a sus hogares es un tema sobre el que ya muy pocos hablan. Más bien, hay una especie de resignada aceptación de este exilio forzado y de la necesidad de continuar con sus vidas de la mejor manera posible.

Mohamed, su esposa, Ferdanel, y sus cuatro hijos han vivido en Zaatari durante más de dos años. Mohamed trabaja a tiempo parcial en un negocio dedicado a la producción de baklava árabe y otros famosos dulces de Siria.

Pero su orgullo y alegría es Yenal, su hija de 12 años. Brillante y con un gran talento artístico, la niña ha pintado coloridos árboles y mariposas en las paredes del contenedor que sirve de hogar a la familia.

Yenal muestra parte de sus obras de arte. (c) UNICEF/Simon Ingram

Yenal muestra parte de sus obras de arte. (c) UNICEF/Simon Ingram

Acompañé a Mohamed y a Yenal a caminar hasta la escuela del campamento donde estudia la niña. Las escuelas solían ser lugares donde niños y niñas llenos de ira y a menudo traumatizados se desahogaban. Pero ahora existe un ambiente más tranquilo, y los niños están más preocupados por temas normales, como las tareas y los exámenes.

El director de la escuela me dijo que el cambio ha sido más notorio en los estudiantes mayores. Al principio, estos adolescentes no encontraban sentido a tomar cursos y rendir exámenes basados en programas de estudio de Jordania, que nunca serían validados en Siria. No obstante, muchos de ellos están tomando actualmente esos cursos.

Cuatro años después de que Siria se sumió en la crisis, y sin una solución a la vista, puede ser peligroso interpretar con excesivo optimismo un pequeño cambio como este. Pero con una despiadada guerra como la que se vive allí, es esencial mantener entre los niños y las niñas sirios la creencia de que no todo está perdido, de que los combates terminarán un día, y de que ellos tendrán la posibilidad de desempeñar una función importante en la construcción de una sociedad nueva y mejor tanto para sí mismos como para sus comunidades.

Conversando con Yenal, ella me contó que, cuando llegó a Jordania, estaba convencida de que ya no tenía futuro. Pero ahora que está matriculada en la escuela y que asiste con regularidad a las sesiones que ofrece un centro de actividades respaldado por UNICEF, la situación es diferente, dice.

“Hoy puedo volver a soñar en llegar a ser arquitecta”, me dijo.

 

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