¿Resolvería un análisis de ADN el misterio de los príncipes de la Torre de Londres?

Eduardo V y su hermano Ricardo de Shrewsbury, duque de York, en Los hijos de Eduardo, por Paul Delaroche.

Por Daniel Fernández de Lis (@DanielFdezdeLis), abogado y divulgador histórico tanto en el blog CuriosidadesdelaHistoria y varias revistas especializadas como en sus libros sobre temas británicos y medievales de la Península Ibérica, como son Los Plantagenet, Lo que Shakespeare no te contó sobre la Guerra de las dos Rosas, De Covadonga a Tamarón y De la Guerra a la Unificación. Actualmente está trabajando en un nuevo libro donde repasará la historia antigua y medieval de Inglaterra.

En los últimos días se ha especulado en varios medios británicos sobre la posibilidad de que el nuevo rey de Inglaterra, Carlos III, se mostrase partidario de levantar el veto que su madre Isabel II mantuvo durante todo su reinado a la posibilidad de autorizar la apertura de la urna que en Westminster contiene, supuestamente, los restos de los conocidos como los príncipes de la Torre de Londres. La suerte de estos dos jóvenes constituye uno de los mayores enigmas de la historia de Inglaterra y sigue provocando encendidos debates en el país más de cinco siglos después de los hechos que dieron origen al misterio.

Para valorar las consecuencias de esta decisión, si es que el nuevo rey la toma, es preciso conocer primero la historia de los dos protagonistas, para después tratar sobre el proceso por el que sus supuestos restos terminaron en una urna en Westminster. Para concluir, trataremos de valorar si un análisis del ADN de los restos permitiría o no resolver el misterio de los príncipes de la Torre de Londres.

La suerte de los dos hijos de Eduardo IV de Inglaterra

¿Quiénes eran los príncipes de la Torre de Londres? Se trata de los dos hijos varones del rey Eduardo IV de Inglaterra. El mayor de ellos ha pasado a la historia con el nombre de Eduardo V aunque, como veremos, nunca llegó a ser coronado como rey de Inglaterra. El más pequeño, Ricardo, era duque de York.

Eduardo IV falleció el 9 de abril de 1483. Tras su muerte, todo parecía dispuesto para la coronación del mayor de sus hijos varones, su homónimo Eduardo V. Cuando murió su padre, el joven se encontraba en Ludlow, sede de la casa del príncipe de Gales. Al recibir la noticia, Eduardo se puso en camino hacia Londres para ser coronado. Le acompañaban su tío Anthony Woodville, conde de Rivers y hermano de la madre del muchacho, Isabel Woodville, y Richard Grey, hermanastro de Eduardo como hijo del primer matrimonio de Isabel.

Cuando la comitiva de Eduardo V se encontraba en Northampton, se unió a la misma el cortejo del hermano del monarca fallecido, Ricardo de Gloucester, del que formaba parte el duque de Buckingham. Unos y otros cenaron juntos amigablemente. Gloucester y Rivers habían combatido juntos en Escocia, el segundo a las órdenes del primero, al que Rivers incluso había solicitado que arbitrara en un conflicto que le enfrentaba con un vecino suyo.

Sin embargo, cuando a la mañana siguiente volvieron a encontrarse en Stony Stratford, Gloucester hizo detener a Rivers y a Grey y se hizo cargo de la persona de su sobrino Eduardo V. Los prisioneros fueron trasladados al norte y Gloucester y Eduardo prosiguieron su camino hacia Londres.

Mucho se ha especulado sobre los motivos que llevaron a Ricardo de Gloucester, que durante el reinado de Eduardo IV había sido un leal, fiel y competente servidor de su hermano mayor, a tomar esta y otras decisiones que ahora veremos que adoptó en las semanas siguientes. Volveremos sobre este particular cuando hayamos explicado todo lo ocurrido, pero como señala con acierto Amy Licence, «aunque es relativamente sencillo narrar lo que sucedió en Inglaterra en la primavera y el verano de 1483, es muchísimo más complicado explicar las motivaciones e intenciones de los que participaron en estos acontecimientos».

Cuando las noticias de lo ocurrido en Stony Stratford llegaron a Londres, Isabel Woodville se acogió a sagrado en Westminster con sus hijas y con el hermano pequeño de Eduardo V, Ricardo de York. Y allí se encontraban cuando Gloucester y Eduardo llegaron a Londres el 4 de mayo de 1483. Cinco días después, y tras lograr que el consejo real lo designara protector del reino, Gloucester instaló a su sobrino en la Torre de Londres. Es preciso aclarar que la Torre era por entonces una de las residencias reales y que era tradición que el rey pasara en ella la noche previa a su coronación, que se había fijado para el 22 de junio, por lo que esta decisión no significa que Gloucester encarcelara a Eduardo V.

En los días siguientes, Ricardo de Gloucester tomó una serie de medidas destinadas a contrarrestar el poder que el partido de los Woodville había ostentado en los últimos tiempos del reinado de Eduardo IV. Pero como el Consejo real había decretado que cuando fuese coronado Eduardo V, que contaba por entonces doce años de edad, este tomaría el poder de manera efectiva y no había aceptado la petición de Ricardo de que le nombraran regente durante la minoría de edad de su sobrino, Gloucester sabía que sus medidas tendrían muy corto recorrido.

Esto puede explicar los acontecimientos de los siguientes días. El 13 de junio Gloucester ordenó la detención de los obispos de Ely y de York y del mejor amigo de Eduardo IV, William Hastings, acusados de traición. A los dos primeros les salvó su condición de clérigos, pero el tercero fue juzgado sumariamente, declarado culpable de conspirar contra Gloucester y ejecutado.

El 16 de junio el arzobispo de Canterbury convenció a Isabel Woodville para que permitiera que su otro hijo, Ricardo de York, se uniese a su hermano en la Torre de Londres. Al día siguiente, Gloucester suspendió la ceremonia de coronación de Eduardo V. Y el 22 de junio llegó el bombazo cuando el obispo de Bath declaró que cuando Eduardo IV contrajo matrimonio con Isabel Woodville ya estaba casado. Esto suponía que el matrimonio con Woodville era nulo y los hijos nacidos del mismo (incluido Eduardo V) eran ilegítimos y, por tanto, no podían acceder al trono.

El 24 de junio, el duque de Buckingham pronunció un encendido discurso ante los oficiales de la ciudad de Londres, representantes de la nobleza, del clero y de los Comunes en el que resaltaba que a la vista de esa situación el único descendiente legítimo de la casa de York que tenía derecho al trono era Ricardo de Gloucester. Ese mismo día, en el castillo de Pontefract, los prisioneros Rivers y Grey eran juzgados, declarados culpables y ejecutados.

El 26 de junio, una delegación de los que habían asistido al discurso de Buckingham se presentó ante la residencia de Gloucester y le ofrecieron la corona. Este aceptó, se dirigió a Westminster y se sentó en el trono. Fue coronado oficialmente el 6 de julio. Comenzaba así el reinado de quien ya era Ricardo III de Inglaterra.

¿Y qué fue de Eduardo V y de su hermano Ricardo de York? Tras la ejecución de William Hastings, los sirvientes habituales de los muchachos fueron relevados de sus tareas y se les abonó la última paga el 9 de julio de 1483. La London´s Great Chronicle relata que al menos hasta el 29 de septiembre se les vio jugando y disparando en los jardines de la Torre, pero allí se pierde su rastro y desaparecen de la Historia. Y es precisamente entonces cuando comienza el misterio y las especulaciones.

Teorías sobre el destino de los príncipes de la Torre

Vista aérea de la Torre de Londres en la actualidad (De © Hilarmont (Kempten), CC BY-SA 3.0 de, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=38250655)

Durante siglos se consideró de manera generalizada y unánime que los príncipes habían muerto en la Torre de Londres y que el responsable de su muerte era Ricardo III. Desde noviembre de 1483 las crónicas empiezan a reflejar que la creencia general es que los príncipes no volverían a ser vistos con vida. El dominico italiano Mancini, de visita en esas fechas en Londres, escribió que los príncipes fueron confinados en estancias cada vez más interiores de la Torre, que su servidumbre fue disminuyendo paulatinamente y que cuando se preguntaba a los sirvientes por Eduardo V rompían a llorar, pero que «si se deshicieron de él y de qué forma, no lo he podido descubrir». La Crowland Chronicle señala que «se extendió el rumor de que habían sufrido una muerte violenta, pero no se sabía cómo».

Un médico, el doctor Argentine, que visitaba a los príncipes con regularidad, narró cómo Eduardo V solicitaba diariamente la confesión y el perdón de los pecados, porque pensaba que iba a morir. Algo nada extraño vistos los antecedentes (que el joven debía conocer) de reyes de Inglaterra depuestos y encerrados tras perder la corona (Eduardo II, Ricardo II y Enrique VI), ninguno de los cuales sobrevivió largo tiempo en su cautiverio.

Quizás los autores que más han contribuido a asentar la imagen de que los príncipes de la Torre fueron asesinados y que el responsable de su muerte fue su tío Ricardo III han sido Tomás Moro y William Shakespeare. Gracias sobre todo a estos dos escritores, Ricardo III ha sido considerado durante siglos como el villano oficial de la historia de Inglaterra y el crimen más execrable de los que se le adjudican es el asesinato de sus dos jóvenes sobrinos, los príncipes de la Torre de Londres.

Pero a partir de mediados del siglo xx se comenzó a propagar una corriente que sostenía la inocencia de Ricardo III y hacía hincapié en la injusticia a la que había sido sometido por la propaganda vertida contra él durante más de cuatrocientos años. Se constituyeron en todo el mundo anglosajón sociedades Ricardo III dedicadas en cuerpo y alma a tratar de lavar la denostada imagen del monarca y a esgrimir teorías en defensa de su inocencia. Para ello:

  1. Se critican las fuentes que aseguraban la culpabilidad de Ricardo. Shakespeare y Moro escribieron en plena época Tudor y el primer monarca de esa dinastía, Enrique VII, subió al trono derrocando y dando muerte a Ricardo III. El derecho al trono de Enrique VII era más que dudoso y a sus sucesores les interesaba dar la imagen de que lo que hizo fue deponer a un tirano monstruoso capaz de asesinar a sus propios sobrinos. Debe tenerse en cuenta, además, que Shakespeare no era historiador sino dramaturgo (por lo que no es válido como fuente histórica) además de haber atribuido a Ricardo III otras atrocidades que no consta que cometiera o que no pudo en ningún caso cometer). En cuanto a Moro, no terminó ni publicó su biografía sobre Ricardo III que fue completada y publicada tras su muerte por fuentes poco fiables. Respecto de Mancini, estaba de paso en Inglaterra, no dominaba el idioma y dejó el país poco después de los acontecimientos que relata. Además, su obra fue encontrada en una librería francesa en 1934 y traducida del latín al inglés después en una traducción que deja bastante que desear. La Crowland Chronicle, netamente favorable a Eduardo IV y demoledora contra Ricardo III, nada dice sin embargo sobre su posible autoría de la muerte de los príncipes. Por último, el doctor Argentine había terminado formando parte del séquito de Enrique VII y era el médico de su hijo Arturo Tudor, lo que pone en duda su imparcialidad.
  2. Se esgrimen argumentos para desmontar los motivos que pudieron llevarle a asesinar a sus sobrinos. Sostienen los defensores de Ricardo III que Eduardo y su hermano habían sido declarados ilegítimos por el Parlamento y ya no constituían una amenaza para el nuevo rey. También indican que, si hubieran muerto bajo su custodia, Ricardo tuvo una inmejorable oportunidad cuando en octubre de 1483 se detectó una conspiración del duque de Buckingham con Enrique Tudor. Buckingham fue detenido, sometido a juicio y ejecutado. Para Ricardo hubiese sido muy sencillo cargarle el muerto (nunca mejor dicho) y acusarle de haber matado a sus sobrinos. Si no lo hizo, señalan, fue porque los chicos estaban todavía vivos. También argumentan que cuando Enrique VII subió al trono tras derrotar y dar muerte a Ricardo III hizo aprobar una resolución en el Parlamento acusando a este y a sus seguidores de traición e imputándole diversos delitos, pero no se mencionaba el asesinato de los príncipes, lo que es indicativo de que Ricardo no los había matado.
  3. Se sostienen teorías sobre otros posibles interesados en deshacerse de los jóvenes. El principal candidato es el propio Enrique VII. El primer Tudor era hijo de Margaret Beaufort, perteneciente a una rama (pero no la principal) de la casa de Lancaster, y de Edmund Tudor (hijo de la viuda del rey Enrique V, Catalina de Valois y de un oscuro noble galés de segunda fila, Owen Tudor). Su derecho al trono era más que dudoso y, para asentar su legitimidad, había contraído matrimonio con Isabel de York, hija de Eduardo IV y de Isabel Woodville y hermana de los príncipes de la Torre. Enrique VII había hecho revocar la resolución que declaraba la ilegitimidad del matrimonio de los padres de su esposa para apuntalar su derecho al trono. Pero si Isabel era hija legítima del rey Eduardo IV, también lo eran sus hermanos. Si estaban vivos, tenían preferencia al trono sobre Enrique VII, por lo que este estaba interesado en que desaparecieran. Hay otros candidatos que se han sugerido como posibles responsables de la muerte de los príncipes, como el duque de Buckingham (podían ser un estorbo a sus propias aspiraciones al trono antes de ser ejecutado por traición) o, incluso la madre de Enrique VII, Margaret Beaufort. En este caso, la única fuente que podría apoyar esta tesis es Helen Maurer quien, más allá de alegar que quería defender los derechos de su hijo que podían peligrar si los príncipes estaban vivos, no aporta otra prueba que las manifestaciones de George Buck, un escritor del siglo xvii que decía haber leído en un viejo manuscrito (no conservado) que el obispo de Ely y cierta condesa conspiraron para que fueran ejecutados con veneno y brujería.
  4. Hay, incluso, teorías que sostienen que los príncipes no murieron en la Torre, sino que sobrevivieron. Hacen referencia a dos pretendientes al trono que trataron de deponer a Enrique VII. El primero, Perkin Warbeck, consta que decía ser el más pequeño de los príncipes, Ricardo de York. Lo más llamativo de este personaje es que obtuvo el apoyo de importantes monarcas. En algún caso, como el de los reyes de Francia y Escocia, se puede explicar que se pusieran de su parte simplemente por tratar de erosionar al rey de Inglaterra como consecuencia de la tradicional enemistad entre sus países. Pero en otros casos, como el del emperador Maximiliano de Austria, es difícil entender el sostenido apoyo que dio al pretendiente si no fuese porque creía de buena fe que era quien decía ser y ofrecía al menos la apariencia de ser un príncipe inglés. El otro caso, el de Lambert Simnel, es menos claro. El relato que nos ha llegado (escrito en época Tudor) indica que Simnel pretendía ser el conde de Warwick (hijo de otro hermano de Eduardo IV que fue ejecutado por traición). Pero Simnel obtuvo el apoyo sin fisuras y hasta la muerte de todos los miembros de la casa de York, alguno de los cuales tenía mejor derecho al trono que el conde de Warwick (que además estaba por entonces preso en la Torre). Hay quien sostiene que los miembros de la casa de York no hubiesen apoyado al hijo de un traidor y que solo se entiende ese apoyo si Simnel hubiese sido en realidad Eduardo V, el mayor de los príncipes de la Torre de Londres.

Como se puede ver, existen argumentos y teorías para todos los gustos. Ricardo III sigue siendo el principal candidato a ser el responsable de la muerte de los príncipes. Estaban bajo su custodia, tenía motivos más que suficientes para eliminarlos y cuando empezaron los rumores sobre que habían muerto, en noviembre de 1483, pudo ponerles fin sacando a los chicos a la luz y no lo hizo. Pero no existe una prueba irrefutable que demuestre que el asesinó a los príncipes. De hecho, ni siquiera existe certeza de que fallecieran en la Torre. Pero entonces, podría preguntarse el lector, ¿qué pasa con los restos de la urna que se encuentra en Westminster?

El «descubrimiento de los restos de los príncipes de la Torre»

En el año 1674 se descubrieron durante unas obras en la Torre Blanca (lugar donde habían residido los príncipes) una serie de restos y huesos. Alguno de ellos eran humanos y parecían pertenecer a dos personas que pudieran tener la edad de los hijos de Eduardo IV cuando desaparecieron. Debe tenerse en cuenta que en esa época reinaba en Inglaterra Carlos II, que había visto como su padre Carlos I había sido depuesto y decapitado por las fuerzas parlamentarias de Oliver Cromwell. El monarca vio claro el paralelismo entre lo ocurrido a Eduardo V y lo sucedido con su padre, decidió dar por bueno que los restos eran los de los príncipes de la Torre y enterró los restos encontrados en una urna en Westminster con una inscripción donde, además de indicar que allí descansaban Eduardo V y Ricardo de York, hacía un alegato contra los usurpadores al trono que asesinaban a monarcas legítimos.

En 1933 se encargó a una comisión dirigida por el eminente profesor William Wright un estudio sobre el contenido de la urna. Hicieron constar que entre los restos se encontraron escombros y huesos de animales, pero también dos esqueletos humanos incompletos. El estudio concluyó que estos restos eran los de los príncipes de la Torre. Pero en 1955 se llevó a cabo otro estudio por un equipo de antropólogos y ortodoncistas. A diferencia del anterior, no pudo acceder a los restos, sino solo a los datos y anotaciones de Wright. Aun así, su conclusión .fue demoledora. Indicaron, entre otras deficiencias, que los autores del informe de 1933 no solo no habían podido demostrar la edad de los fallecidos, sino ni siquiera habían realizado un intento serio para determinar su sexo. Concluyeron que, con los datos del estudio de 1933, no era posible afirmar ni descartar que se tratara de los príncipes.

Y ello nos vuelve a llevar a la pregunta que encabeza este artículo.

Eduardo V (derecha) y su hermano Ricardo (izquierda), los Príncipes de la Torre, por John Everett Millais.

¿Resolvería un análisis de ADN el misterio de los príncipes de la Torre de Londres?

A partir de aquí entramos en el terreno de la especulación. Si se autorizase la exhumación de los restos contenidos en la urna de Westminster y se examinasen con los medios técnicos disponibles en la actualidad, dicho estudio permitiría determinar si los restos son humanos o no; si lo son, el sexo y la edad de las personas a quien correspondiesen, la causa de su muerte y una estimación de su antigüedad; el análisis de ADN podría, como pasó en el caso del descubrimiento de los restos del propio Ricardo III, determinar si pertenecen a miembros de la dinastía Plantagenet. No soy experto en análisis de ADN y desconozco si el estudio permitiría afinar tanto como para determinar de manera concluyente que son los restos de Eduardo V y de Ricardo de York y no simplemente si pertenecían a la familia real.

Si el estudio descartase que los restos sean humanos, que sean de personas del sexo y la edad de los príncipes o de la época en que fallecieron o determinase que su ADN no guarda relación con la dinastía Plantagenet, eso permitiría descartar que esos restos en concreto sean los de los príncipes, pero no que los chicos murieran en la Torre y los culpables se deshiciesen de sus cadáveres (hay varios relatos sobre que fueron lanzados al río o al mar). No serviría para eximir a Ricardo III de la responsabilidad por la muerte de sus sobrinos.

Si el estudio determinase que los huesos son humanos, coinciden en sexo, edad y época de fallecimiento con los de los príncipes y el ADN determinase que pertenecen a la dinastía Plantagenet (incluso que son los príncipes, lo que insisto que no sé si es posible) entonces cobraría enorme relevancia conocer la causa de su muerte (si fue violenta o no). En mi opinión, solo una conclusión demoledora, del tipo «confirmamos que los restos son los de los príncipes de la Torre, que fueron asesinados y que murieron en 1483», podría apuntalar algo más, pero tampoco definitivamente el caso contra Ricardo III. Hay que tener en cuenta que cualquier duda sobre la fecha (Ricardo murió en 1485 y desde entonces fue Enrique VII quien podía disponer de los chicos si estaban vivos) plantearía más dudas que las que resolvería. E incluso si se determinase que la muerte fue en 1483, seguirían existiendo dudas sobre si el asesino pudo ser el duque de Buckingham, que tenía acceso a la Torre y un claro interés en eliminar a rivales en sus ambiciones al trono.

En definitiva, mi opinión (que evidentemente no es más que eso, una opinión) es que un análisis de ADN podría despejar muchas dudas y ofrecer nuevas pistas y líneas de investigación, pero no resolvería de manera definitiva el enigma de los príncipes de la Torre de Londres.

Este artículo es un breve resumen de un tema muy complejo que estudio en detalle en Los Plantagenet.

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