‘Castellano’, el viaje comunero hacia la identidad de Lorenzo Silva

El escritor Lorenzo Silva, ante la estatua de Juan de Padilla en ToledoCARLOS RUÍZ B.K. (CRBK.ES)

En tiempos de brocha gorda, de exaltación y liderazgos gritones puede sorprender que irrumpa una novela (si acaso puede llamarse así) como Castellano, de Lorenzo Silva (Destino, 2021), que se cuela entre lo mejor y más exitoso del año. Lo logra con una novela diferente, a su obra anterior, pero también al género que presumiblemente podría encajar con su título y tema. Delicada y sobria, esta novela trata un tema tan complejo, espinoso y matizable como la identidad.

Afortunadamente, el escritor madrileño, ganador del Nadal y el Planeta, se aleja de tonos chillones y de la dialéctica del gurú, del líder mesiánico, para proponer al lector un viaje, imaginado o no, pero suyo y personal hacia el reencuentro con una identidad castellana con la que antes no se identificaba y que quizá no era como pensaba.

Aprovecha Silva los 500 años del final del sueño comunero, de aquel levantamiento ciudadano contra un monarca extranjero, para poner en paralelo ambos viajes. El suyo que hace al lector partícipe a través de diversos capítulos que van desde la crónica personal, el ensayo y la reflexión sobre qué es ser castellano y cuáles pueden ser sus rasgos clave. Por otra parte, el de aquellos comuneros, los Maldonado, Padilla, Bravo, Pacheco, Acuña y demás, que se levantaron por un mundo mejor contra el, por aquel entonces, monarca más poderoso del orbe.

Sin las pasiones exacerbadas, ni los discursos exagerados de quienes utilizan «la identidad como garrote«, con sobriedad castellana, Silva entreteje esos dos viajes con rigor y vigor. Brilla en pasajes recreados del pasado, donde huye en lo posible de la invención, al retratar las asambleas comuneras, el encuentro con la reina Juana, Villalar o, especialmente, a María Pacheco recordando, exiliada en Oporto, los tiempos del levantamiento diez años después de la derrota.  También lo hace en la otra parte, como cuando se abre el alma y relata sus sentimientos de hombre de letras enamorado al llegar una Barcelona de efervescencia nacionalista.

Es esta una novela histórica, moderna, que trata la historia con respeto y que, a través de ella, busca la reflexión. Se aleja Silva de convencionalismos y se acerca a apuestas contemporáneas como las que realizan escritores galos como Laurent Binet, Eric Vuillard o Pierre Michon.

Es curioso que tenga que venir un autor más conocido por su buena labor en el género policíaco a mostrar que la novela histórica española también puede innovar, pero así es. A Silva se le nota que no es novato en acercarse literariamente al pasado (El nombre de los nuestros o Carta blanca son buenos ejemplos) y que lo sabe mostrar cuando realiza acercamientos más convencionales como el relato de la batalla de Villalar.

Batalla de Villalar, de Manuel Picolo López

Con todos esos elementos construye una ficción breve y sintética. Las crónicas y reflexiones van directas al grano. El relato histórico se apoya no en el desarrollo lineal y sí en un puntillismo expresionista de grandes momentos. Logra, a pesar de ello, dotar de complejidad y textura aquellos apasionantes y trágicos hechos. Con todo ello construye una identidad castellana propia, progresista, orgullosa y comprometida. Una identidad que no quiere imponer, que simplemente busca el acompañamiento del lector. Y se agradece la ausencia de proselitismo más, el narrar contra corriente.

Contra las frecuentes ficciones históricas de aire nacionalista (no solo español, también catalán, vasco, etc), esta novela supone un acercamiento luminoso, aunque a veces amargo. La identidad como elección, pero que el autor enlaza sutil e inteligentemente con temas tan de actualidad como la España vaciada o los problemas sobre el concepto nacional que sufre este país.

La identidad líquida y tantas veces viscosa, se convierte en manos de Silva en un objeto de amor y sencillez. Que en el caso castellano conecta a Mahoma con el Quijote y los Comuneros. Que habla de progreso y de libertad. Que no busca imponerse, si no ser buscada.

Castellano es una apuesta literaria en toda regla. Diferente, honesta, directa y accesible. Quizá no entusiasme a los acérrimos seguidores del Silva más policial, ni a los más clásicos lectores de novela histórica, pero a todos les propondrá un viaje y una reflexión. Y eso, en estos tiempos, hay que ponerlo en valor.

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