Jesús Sánchez Adalid: «‘Las armas de la luz’ es un homenaje a la gente que dialoga frente a las hordas destructivas»

El conde Armengol I de Urgel, su ataque a Córdoba, el abad Oliba, la Cataluña medieval, encajada entre el reino de los francos y la Córdoba islámica… Jesús Sánchez Adalid (Villanueva de la Serena, Badajoz, 1962) regresa con una novela histórica que supone una visita a territorios, hechos y personajes de la Historia poco transitados por la ficción y, además, un viaje espiritual, un mensaje de esperanza para tiempos oscuros. Y, además, es una nueva demostración de que el escritor extremeño es una de las plumas más afiladas del género histórico nacional. El título de esta nueva novela es Las armas de la luz (HarperCollins Ibérica, 2021).

Entrevisto a uno de los grandes de la novela histórica española y desde esta, su última novela, la conversación nos lleva, partiendo de la Cataluña medieval, hacia otros derroteros, como su concepción de la novela histórica o sobre el mal ejemplo que están dando los políticos actuales.

Sánchez Adalid asegura que se sintió cautivado por la época y el ataque a Córdoba del conde Armengol como respuesta al de Almanzor a Barcelona y percibía que tenía que hacer esta novela. «Lo encontré en la Crónica de Ibn Hayyán y me dije: esto solo lo conocen los eruditos y los historiadores, los demás no».

El autor de El mozárabe llevaba años con la historia en la cabeza, trabajándola, pero la puso en suspenso en 2017 cuando estalló el procés catalán. «Corría el riesgo de parecer oportunista», confiesa, pero admite que él «quería contar esa historia» y ella era una de esas «historias que parecían estar esperando a ser contadas» y espero el «momento adecuado». Aun así, el escritor es consciente de que «un lector catalán, de Madrid o Extremadura no va a sacar las mismas conclusiones de la novela, porque todos tenemos una carga de pasado y de pensamiento».

Sánchez Adalid nos traslada a la Cataluña de entorno al año 1000 y a la peripecia de dos muchachos que serán partícipes de un momento histórico, de unos condados que buscan su lugar en el mundo, y también una mujer que tratará de liberarse de su cerrado mundo familiar. Es una historia llena de aventuras, escenarios espectaculares y conspiraciones, pero también de reflexión, de una mirada profunda y reveladora.

Las armas de la luz, cuyo título viene de la Carta a los Romanos de san Pablo, trata de ser «antídoto frente a la idea de la Edad Media como período oscuro»: «En esa época nace muchos reinos que serán semilla de los Estados modernos, de lo que llamamos Europa… En el Renacimiento ya estaba todo hecho», reflexiona el escritor.

Es precisamente el título un homenaje por los personajes que «apostaron por la luz y no por la guerra», como uno de los protagonistas, el histórico abad Oliba, «fundador de una iniciativa como las asambleas de tregua y paz, que logró que, frente a la guerra permanente en la que se vivía, existiera una paz para cultivar los campos, para que las ciudades crecieran y la cultura ganara terreno».

«Oliba no es un hombre acobardado» reflexiona el escritor, «porque es un error habitual el de considerar a los hombres pacíficos como pusilánimes. Y no es eso, es sensatez: la guerra cuando se empieza nunca se sabe lo que trae».

En el retrato que hace el autor de la Cataluña de la época, la novela muestra un territorio fronterizo, «no solo en lo físico, es como si acaba un mundo y empieza otro». «En aquellos condados se conforman territorios muy montaraces y nace una cultura de castillo en castillo, tanto es así que algún historiador vincula el nombre de Cataluña con el término Castillo, como pasa con Castilla», explica su autor.

Novela histórica «sin cartón piedra ni disfraces»

El escritor villanovense tiene clara la novela histórica que escribe y que quiere mostrar. «La novela histórica es interpretación«, asegura, «me dejo llevar por la historia, pero el trabajo de documentación no me lo quita nadie: lo que no quiero contar son historias de cartón piedra y disfraces«. 

«Hay una novela de Thomas Mann, José y sus hermanos, en la que se ve que el autor tiene muy trabajado el tiempo y el contexto, pero no deja de ser literatura; es un juego difícil el de mezclar acontecimientos históricos con imaginación«, explica Sánchez Adalid. «Si no dejamos llevarnos por la literatura, hacemos una cosa a medio camino entre ensayo y la novela, lo que se llama historia novelada, que sobreabunda en la actualidad».

Tampoco busca hacer una ficción con mensajes políticos o sociales presentes, «que las hay, con grandes anacronismos, donde cuentan cosas presentes simplemente revestidas con ropajes medievales y lo único que demuestran es un trabajo deficiente».

Sánchez Adalid reconoce que la pandemia y el confinamiento propició «extrañamente» una «ayuda inestimable» para esta novela: «Egoístamente me vino bien. Como tengo muchas ocupaciones pude estar tranquilo escribiendo y trabajando el libro. Necesitaba que tuviera unas conclusiones con sentido. He pensado en las grandes novelas como Los miserables, que mezclan acontecimientos históricos con vidas de personajes imaginados y donde aparecen las grandes preguntas de la humanidad y se llegan a conclusiones».

Porque, aunque muchos consideren la novela histórica como «escapista», este autor busca que sea útil. «Busco interpelar al lector del presente desde el pasado«, explica. «Esta situación actual está revelando una búsqueda de sentido, de espiritualidad que necesitamos más nunca. Lo necesitamos. La vida tiene un sentido misterioso y no lo vamos a encontrar, pero necesitamos buscarlo».

Y esta novela, según su creador, «es un homenaje a la gente que dialoga frente a las hordas destructivas». «¿Por qué hay tantos signos de barbarie hoy?», se pregunta Sánchez Adalid y se responde, «porque una parte de la sociedad se ha quedado huérfano de sentido, de cordura y de la espiritualidad que ha conformado al ser humano a lo largo de la historia».

Le señalo que desde los poderes tampoco se da ejemplo y el literato cree saber la razón: «Han dejado de lado el asunto general y prioritario en pos del asunto privativo. Priman sus intereses particulares. Los jóvenes que queman contenedores han salido de esas ideas del cuanto peor, mejor, del sálvese quién pueda de nuestros políticos».

Y ¿cómo se logra en una novela donde hay aventuras, donde se busca al gran público, equilibrar el entretenimiento con esos mensajes de profundidad? «Hay que empeñarse y tratar de hacerlo bien», responde. «Encadenar acontecimientos es fácil, lo difícil es que esos sucesos te lleven a algo más. Todo tiene que tener interés y funcionar y eso solo se logra con tres cosas: estructura, estructura y estructura».

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