En busca de la estrategia: el prólogo español de ‘Estrategia’ de Basil Liddel Hurt

Sir Basil Liddell Hart (foto cedida por Arzalia)

La editorial Arzalia, liderada por Ricardo Artola, lanza estos días una reedición del estudio clásico sobre estrategia militar, Estrategia de Sir Basil Liddel Hurt. Un texto asombroso que busca condensar grandes ideas sobre la estrategia buscando y analizando la historia militar. Para esta nueva edición española, ha escrito un nuevo prólogo Fernando Calvo González-Regueral, autor de Guerra civil española. Los libros que nos la contaron (Almuzara) que a continuación reproduzco en XX Siglos para celebrar de esta obra incombustible, que regresa a las librerías españolas el 22 de octubre.

Alcanzada su mayoría de edad, el siglo XXI va mostrando con nitidez el perfil de los retos estratégicos de un nuevo orden mundial, con sus oportunidades y amenazas: el cuestionamiento de la hegemonía norteamericana, un acelerado despertar de China, Europa desnortada, el resurgir de la gran Rusia, los mosaicos iberoamericano, africano, indio y, especialmente, islámico. Todo ello dentro del marco de una economía global con un pronto horizonte de nueve mil millones de bocas que alimentar; de una revolucionaria plataforma de comunicación que crece amorfa y exponencialmente, y de unos recursos naturales siempre escasos, por más que la tecnología pueda operar en favor de su sostenimiento.

De su predecesor, el siglo XX, han emergido ya unos contornos históricos netamente definidos, ora en sus pasajes más violentos, ora en sus áreas de más luminosos progresos. Dos guerras mundiales de un poder destructivo jamás visto anteriormente, conflictos coloniales, enfrentamientos civiles, revoluciones y terrorismo, más una guerra gélida cuyo siniestro legado, aunque disminuido, sigue intacto: los silos del armamento nuclear. Su última década, aun preñada de incógnitas, parecía presagiar empero un futuro en armonía: economía del bienestar, derechos civiles, espectaculares adelantos científicos y la caída de muros de ignominia.

Pero si éste ya es pasado, aquel otro es un presente que va devorando al futuro (o viceversa). El siglo XX pertenece definitivamente a la Historia; el XXI al arte de la Estrategia, justo las dos disciplinas sobre las que versa esta obra que hoy tenemos el honor de presentar y la editorial Arzalia el acierto de reeditar en español, esta vez en una cuidada traducción y con sus inolvidables planos rediseñados; con una clara vocación, y esto es lo más importante, de ofrecerla a los lectores actuales en la idea de que sea estudiada en clave contemporánea, porque los clásicos -y Estrategia es sin duda uno de los más importantes clásicos del tratadismo militar- tienen la virtud de ser siempre actuales. Sólo a nosotros compete dilucidar el mensaje que estas obras nos lanzan desde la posteridad, no meramente para nuestro regalo teórico, sino para revivir la vigencia de su legado.

De formación afrancesada y modales de dandy, la figura de sir Basil Liddell Hart sigue siendo fascinante. Porque, a diferencia de otros teóricos militares, que únicamente supieron ver en su entorno flechas sobre planos, campañas y batallas, Liddell Hart amaba la historia general y el ajedrez, se extasiaba con los adelantos de la aeronáutica y cultivaba la pasión por el ferrocarril heredada de su linaje, escribía crónicas de tenis, arte e incluso moda femenina, y sabía, en fin, entretener su ocio con el placer de la amistad. Fue, por encima de todo, un hijo de su tiempo, bien que aventajado, pudiendo resumirse su trayectoria vital en tres etapas: la brusca sacudida de la Gran Guerra; una madurez intelectual no exenta de polémica en el periodo de entreguerras, y ese largo declive en que una persona de su formación se va alejando del foro para destilar toda una acumulada sabiduría.

Uno de los mapas de esta nueva edición de Estrategia, en este caso sobre la Segunda Guerra Mundial (cedida por Arzalia)

Como millones de europeos, el joven Basil pasó sin solución de continuidad de un mundo anclado en el romanticismo decimonónico al horror de las trincheras, siendo gaseado en la batalla del Somme. Las secuelas físicas de esta experiencia lo apartarían del servicio en el ejército toda vez vuelto a un hogar que celebraba una victoria que sabía a derrota; las psicológicas, más hondas, le llevarían a escribir su primera gran obra: The Real War, una crítica feroz a fuer de razonada a la dirección de la contienda realizada por los políticos y altos mandos militares británicos. Más: toda la obra ulterior de Hart, aun bebiendo en la que él consideraba única maestra de las ciencias sociales, la Historia, vendría escrita en clave de futuro, en la inteligencia de contribuir a evitar conflictos reducidos a la fuerza bruta y devolver la guerra a sus más sutiles campos: los de la maniobra.

No es de extrañar, por tanto, que su siguiente gran éxito fuera el germen de éste que hoy prologamos, intitulado en una primera versión como The Strategy of Indirect Approach (La estrategia de la aproximación indirecta), donde el autor introducía al menos tres conceptos clave sobre la conducción de las conflagraciones, algo así como el famoso aforismo de Clausewitz: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”, una máxima que anunciaba y a la vez condesaba toda una filosofía sobre el homo bellicus. Los primeros lectores que aprovecharon las enseñanzas contenidas en este importante libro fueron, paradójicamente, los antiguos -y futuros- enemigos de su patria: así, el general Guderian, padre de la primavera panzer, que se consideró siempre discípulo del inglés, o el mítico Rommel, quien señaló que si la obra hubiera sido comprendida por las fuerzas armadas británicas se habrían ahorrado las amargas derrotas que sufrieron en la primera fase de la Segunda Guerra Mundial. Por su parte, para el norteamericano general Patton esta obra era, sencillamente, su libro de cabecera, mientras que los artífices del estado de Israel acuñaron para su autor el seudónimo que tanto le agradaba: “el capitán que enseñó a generales”. El presidente Kennedy confesó acudir a él durante la crisis de los misiles de Cuba tratando de comprender cómo obtener, si no una victoria, sí al menos una resolución que pasara por embridar las fuerzas de un enfrentamiento que podía degenerar en el holocausto nuclear.

El primer concepto de los tres que soportan el constructo intelectual de Strategy no es novedoso, si bien queda aquí al fin claramente definido, cerrando un antiguo debate: si la táctica es eminentemente militar, la estrategia se presenta como noción más escurridiza, al entremezclar los factores castrenses con los políticos, diplomáticos, económicos y aun socio-culturales, por lo que sir Basil opta por dividir el término en dos: la estrategia propiamente dicha como conducción de las operaciones combinadas en guerra; la alta o gran estrategia como dirección de una política global orientada a conseguir ciertos fines previa a una posible guerra. Ésta define misiones, traza líneas de actuación, es política de estado en acción y trata -o debe tratar- de evitar el conflicto; aquella, toda vez llegados a la confrontación, tiene por finalidad lograr la consecución de una paz provechosa, entendida como un statu quo superior al que fue quebrado con el comienzo de las hostilidades, lo que implica unos términos justos para el vencido so pena de sembrar el germen de nuevas disputas.

El segundo, éste sí totalmente original de Liddell Hart, versa sobre la idea de la “aproximación indirecta”. Empleando multitud de ejemplos históricos como hipótesis de trabajo, desde la marcha de Aníbal sobre Roma a la Blitkrieg, desde el plan Anaconda que dio la victoria a los estados del Norte en la guerra civil americana a la estrategia de la contención nuclear, el tratadista se atreve a formular una tesis que podría resumirse así: a diferencia de las ciencias, en el campo de las relaciones internacionales la distancia más corta entre dos puntos no siempre es la línea recta; antes al contrario, el enfoque elusivo nos enseña que las paces más provechosas, los mejores resultados en una conflagración, se obtienen por métodos sorpresivos, inesperados, heterodoxos, que desequilibran a un contrincante preparado para recibir el golpe por la trayectoria más esperada, directa o convencional.

Por último, el tercer concepto se trata más bien de una enumeración de principios básicos sobre los que desarrollar una estrategia de aproximación indirecta, algo así como los postulados del primer clásico de la historia militar, Sun Tzu. Con su finísima prosa, el maestro inglés alcanza en estos puntos la cima de su obra, y uno pareciera estar leyendo más que a un historiador militar a un filósofo que clama por la paz o, si la violencia es inevitable, al menos por una teoría de la contención de la fuerza: “Es esencial dirigir la guerra con la idea fija de la Paz que se desea conseguir en mente”; “El mejor general es el que logra victorias antes siquiera de plantear batalla”;  “La estrategia mejor es la que consigue los fines al menor coste posible”; “Cuanto mayor esfuerzo se derroche en una contienda, más se incrementa el riesgo de convertirla en total”; “Nunca se debe arrinconar a un adversario sin dejarle ninguna salida”; “Cuanto más se colija la voluntad de imponer una paz sólo beneficiosa para un bando, mayor la resistencia del contrario”…

Todo lo demás se encuentra condensado en estas páginas, por lo que sólo nos resta, antes de invitar al lector a sumergirse en su lectura, volver al inicio de este prólogo: ¿seremos capaces los seres humanos de comprender que en un estadio de progreso tan avanzado como el actual, donde toda creación -también, todo poder destructivo- tiene su asiento, de que la cooperación parece ser el mejor enfoque indirecto para alcanzar una paz universal y perpetua? La pregunta, hoy, parece más pertinente que nunca, habida cuenta de que dicha utopía está más cerca de ser lograda que en cualquier otro periodo histórico… o no. Es nuestro deber colectivo, en cualquier caso, ensayar respuestas guiadas por tan noble propósito.

Fernando Calvo González-Regueral

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