Fernando Martínez Laínez: «En la época de los Tercios falló la clase dirigente en España, el pueblo respondió»

Batalla de Nördlingen, óleo de Jan van der Hoecke (Royal Collection / WIKIMEDIA)

Como los regimientos que novela, Fernando Martínez Laínez avanza imparable en su trilogía de la Senda de los Tercios. Llega a su segunda entrega y centra esta nueva historia novelada en la batalla de Nördlingen (1634), en plena Guerra de los Treinta Años. Continúa Laínez con su apuesta por una narrativa histórica «alejada de la capa y espada» y que aporte «hondura histórica». Para narrar aquel colosal enfrentamiento  entre tropas imperiales y españolas y el ejército sueco y alemán el autor no ha encontrado mejor título a su novela que La batalla.

Nördlingen, una gran batalla, muy olvidada en España…

Mucho. Fue una batalla que pudo ser decisiva en la Guerra de los Treinta Años, pero como se perdió la guerra,  ya sabes lo que ocurre aquí, se olvida. Estuvo a punto de volcar toda la guerra a favor de España. Debía haber dejado más huella: fue una muestra paradigmática de lo que fue la actuación de los Tercios en combate. Y contra un enemigo tan importante como el ejército sueco, que en la época era modélico. Es la clásica batalla que pudo decantar la guerra, pero perdimos y eso fue definitivo. Desde el punto visto de táctico es la típica batalla defensiva que se sigue estudiando en las escuelas militares.

Resulta sorprendente que España participara en esa guerra, que fue uno de los grandes traumas europeos, y aquí no se le ha dado dado ninguna importancia…

Ninguna, y tuvo un papel decisivo. En definitiva, el imperio estaba totalmente destruido hasta que España intervino. La guerra no se entendía demasiado bien, porque además de lo religioso hubo muchos intereses cruzados. Al final lo que metió a España en la guerra fue que si se perdía, el camino español quedaba destruido. Y porque, al final, el único aliado que tenía España era el imperio y si desaparecía, la corona se quedaría sola. Fue una guerra que nos costó mucho dinero, como siempre, mucha gente, muchas lágrimas y sangre y, además, se perdió. No sólo aquí se ha minusvalorado el papel de España en esa guerra. Fíjate en el famoso libro de Peter H. Wilson sobre esa guerra que ha salido este año en España: apenas habla unas páginas de Nördlingen. Es el destino de los perdedores.

Eso es algo muy español. Si hubiera sido una victoria anglosajona, Nördlingen sería universal, tendría películas y cientos de novelas…

Fíjate con Balaclava y la carga de la Brigada Ligera. Fíjate la cantidad de series y películas que se podrían hacer con Nördlingen. El agujero negro de nuestra memoria es tan grande. Y cuando se hacen cosas, parecen sacadas de la Leyenda Negra y el catastrofismo.

Además de la batalla, el gran protagonista de la novela es el Cardenal-Infante…

Otro que ha pasado desapercibido y fue un personaje de la talla de Gustavo Adolfo de Suecia. Fue un gran capitán. Llegó a ser gran general rebotado, porque estaba destinado a hombre de la Iglesia. Debió ser un tipo bastante excepcional. Era lo opuesto a su hermano, el rey, que era abúlico y este demostró, siendo autodidacta y sin haber comabtido en grandes batallas, unas grandes dotes de militar y estadista. Pero como estábamos con el peor rey, con Felipe IV, a este pobre lo mataron en seguida. Yo creo que fue envenando, aunque no hay pruebas. ¿Cómo hubiera cambiado la historia de España si en vez del abúlico hubiera sido rey este hombre con talento? El factor humano es muy importante en la historia. Un rey tonto o un rey con talento marcan la historia.

Dice que Felipe IV era el peor rey. Este año hemos tenido el libro de Alfredo Alvar sobre ese rey donde no se dice precisamente eso…

No era tonto, en el sentido político, era un hombre cultivado. El Museo del Prado se lo debemos a él. Era culturalmente sensible. Pero era abúlico, no tenía energía para decidir y gobernar, y se puso en manos de validos. El Conde Duque de Olivares no era tampoco un monstruo, pero le faltaba realismo y talento político.

Esta novela es más breve y fragmentada que la primera entrega…

He intentado hacer una versión picada, sobre todo en la parte final, con la galopada de los Tercios hacia la batalla para dar una sensación de velocidad. Los primeros capítulos son casi una nebulosa y cuando se toma la decisión de ir al combate, he intentado simbolizar la acelaración de los hechos a través de la fragmentación.

Las lanzas, La batalla… ¿y qué será lo siguiente?

Querría terminar con el ocaso, con Rocroi. Pero teniendo en cuenta que tampoco fue una batalla decisiva. Los franceses la han exagerado mucho. Pero sí que fue un símbolo: a partir de ahí se acentúa la cuesta bajo que ya se presentía. No fue una batalla decisiva y no fue la tumba de los Tercios.

Después de toda la investigación, con los Tercios no queda esa idea del Cid, la de que buen guerrero si hubiera tenido buen señor…

Sí, y el caso es que la época de los Tercios hubo muy buenos generales. Fueron casi una casta guerrera propia. Pero fue el drama español, llega un momento en el que dice el Conde Duque de Olivares que ya no hay cabezas en España. No sé si era por algo demográfico, o por la española tendencia a la autoflagelación lo cierto es que del primer tercio del siglo XVII los nobles no quieren ir a combatir, las grandes familias tratan de evitar que sus hijos vayan… Hay una desmolarización de las clases altas. En esa época, las clases dirigentes eran muy importantes. Lo que fallaron fueron las clases dirigentes, el pueblo respondía.

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1 comentario

  1. Dice ser Cide Hamete

    He leído varias obras de divulgación de este autor. No conocía su faceta de novelista de ficción. Habrá que echar un vistazo a estas.

    18 diciembre 2018 | 11:38

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