La historia real tras las bacanales romanas: menos sexo salvaje, más caza de brujas política

Bacanal de los andrios, cuadro de Tiziano (WIKIPEDIA)

La persecución que el Senado de la república romana inició en el año 186 a. C. contra los ritos nocturnos conocidos como bacanales fue «la primera caza de brujas de Occidente». Eso lo explica el doctor en Historia Antigua y profesor de Patrimonio Histórico-Artística en la UNED, Pedro Ángel Fernández Vega, en su última publicación Bacanales. El mito, el sexo y la caza de brujas (Siglo XXI Editores, 2018).

Seguramente, al referirnos a la palabra bacanal, la mayoría pensamos en orgías llenas de sexo y éxtasis. Sin embargo, al adentrarnos en esta obra, encontramos religión, poder, vaivenes sociales, efectos en la situación de la mujer, represión y elementos que conectan con nuestro presente. Una realidad histórica que pasó a la posteridad sólo bajo el prisma de sus perseguidores, y esa versión fue mantenida  por cronistas cristianos y hasta por artistas renacentistas. Con Fernández Vega como guía nos adentramos en un tema tan esquivo como fascinante.

¿En qué momento empezó a sospechar que tras el relato oficial se escondía una auténtica caza de brujas del poder establecido romano contra los elementos subversivos que suponía el culto a Baco?

Esa percepción emana directamente de la lectura del pasaje amplio que Tito Livio dedica en su obra al tema. Afortunadamente, en este caso se conserva el senadoconsulto emitido por el poder romano en una inscripción en bronce, un documento jurídico objetivo. Entre líneas, y contrastando ambas informaciones, emana el posicionamiento conservador de Tito Livio contrario a la que él considera corrupción báquica, pero no deja de mostrar también su sentido crítico, pues insiste en que la persecución se decreta a partir de una única declaración poco convincente: fundada en rumores que hablan de degradación y cambios perniciosos en el culto a Baco. Se actuó sobre rumores, no sobre pruebas. Por otro lado, la investigación que se puso en marcha derivaba de una decisión previa del Senado, que estableció que los cónsules ese año no marcharan al frente, a los escenarios de inestabilidad bélica nada más ser designados, como era habitual, sino que debían perseguir las “conjuraciones intestinas” en el seno del Estado. Había ya una depuración programada por el Senado, un reordenamiento social.

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¿Qué tenían estos cultos que resultaban tan amenazadores para el Senado y las elites romanas? ¿Qué se puede establecer como cierto y como invención en esa auténtica teoría de la conspiración, en esta causa general contra estas prácticas?

El culto a Baco era ya centenario en Roma, pero tradicionalmente femenino. En la última generación, probablemente durante la Segunda Guerra Púnica, del 218 al 201 se produjeron cambios. El culto hablaba de salvación, de una esperanza tras la muerte, de felicidad ultraterrena para sus fieles, y se propagó con fuerza en una etapa de duras zozobras, de decenas de miles de legionarios caídos frente a las tropas de Aníbal, sobre todo en los primeros años de la guerra. Así que el número de fieles creció, a juzgar por la información de Livio, de manera muy intensa. Las ceremonias de iniciación se multiplicaron y ocurrió algo más: los hombres ingresaron masivamente en el culto, y se empezó a restringir su acceso, admitiendo sólo a menores de veinte años. Pero estos precisamente eran quienes estaban en edad de ingresar en el ejército. Eran los soldados de Roma. Del culto se conocía a las mujeres en éxtasis vagando enloquecidas, místicamente poseídas por Baco. Ahora hombres, y sobre todo jóvenes, la esperanza de Roma, se veían inmersos en una forma de culto poco viril y que exigía contraer un juramento sagrado de secreto al ingresar. Este juramento entraba en severo y grave conflicto con el único oficialmente reconocido y obligado para un ciudadano romano: el que debían hacer al comenzar su servicio militar, eminentemente patriótico.

Otro cambio consistió en el nuevo horario nocturno de los rituales. Se daban así todos los ingredientes para alimentar sospechas fundadas y verosímiles: nocturnidad, ocultación, promiscuidad de sexos en un culto femenino por tradición y denuncias de captación de bienes. El juramento secreto que unía a los seguidores de Baco, se entendió como conjura, y el Senado acabó interpretando, y haciendo creer, que los corruptos adoradores de Baco tramaban una conspiración.

El mito del sexo desenfrenado también formaría parte de esa conspiración, mito que luego perpetuaría el cristianismo…

Sin embargo, no estamos en condiciones de afirmar que fuera cierto, aunque tampoco de negarlo. Si fue cierto que la promiscuidad de sexos, el culto mixto, derivó en promiscuidad sexual, se atajó de manera inmediata. Por otro lado, ¿cabe pensar que las madres báquicas, aceptaran el ingreso de sus hijos en el culto si su destino inmediato fuera la corrupción moral y su oprobio como ciudadanos? El único testimonio materno se refiere a una matrona de muy alta posición social, agradecida con el dios que ha salvado a su hijo de una grave enfermedad. La posesión de los iniciados en todo caso parece haber sido no sexual, sino mística, de naturaleza religiosa, de inducción del trance a través de música y danza. Esto era la señal de haber sido elegido para la salvación final.

Los rituales entrañaban el desvelamiento de orgia, objetos sagrados. De ahí deriva el concepto de orgía, que no es otra cosa que un rito. Pues entre esos objetos se desvelaba un falo, símbolo del dios. Si a esto se añade el hecho de que los seguidores vistieran el peplo, una indumentaria griega femenina, tenemos que todo ello contribuyó sin duda a alimentar la leyenda de la corrupción de jóvenes afeminados. Y ello ocurre en un momento en que ya no sólo hay sacerdotisas sino también sacerdotes, que serán culpados de estupro. Seguramente eran simples mediadores en el ritual que favorecían el trance extático, no violadores.

Sobre la idea de corrupción moral de los fieles se legitimó la justificación para la persecución del culto decretada en el año 186 a.C. Livio rescata y fija esta teoría de la corrupción conspirativa y peligrosa para la República. Y un siglo después Juvenal dedica unos versos a los romanos de su época que viven “una continua bacanal”, hablando de prácticas homoeróticas. Con ello cristaliza el mito de las bacanales sexuales y desenfrenadas. Los autores cristianos se harán eco en parte de esas tradiciones en su posición adversa al paganismo, pero los pintores, a partir del Renacimiento -Tiziano por ejemplo-, contribuirán a fortalecer ese estereotipo al plasmarlo gráficamente.

Pedro Ángel Fernández Vega (cedida por el autor)

Frente a esa visión aperturista y asimiladora de la Roma antigua, en este caso podemos ver también un deje xenófobo en aquella civilización: el culto extranjero que pervierte las buenas costumbres romanas…

En efecto, no deja de reconocerse este culto como oriental, como una variante foránea del tradicional culto báquico, que estaba muy ampliamente extendida por el Mediterráneo helenístico desde la propia Italia a Grecia e incluso Egipto. Sin duda hubo temor a las ramificaciones y las conexiones itálicas para un culto que se estaba infiltrando en Roma con apariencia tentacular. La desconfianza se avivó en una Roma que acababa de sufrir una guerra en la que sus aliados, los itálicos del sur y los etruscos del norte la volvieron la espalda, la traicionaron y se pasaron al enemigo o flirtearon por momentos con Aníbal, el invasor cartaginés.

Pero además, el ritual religioso foráneo se relacionaba con un componente social extranjero. En la persecución fue decisiva la diversidad de sus miembros, la heterogeneidad de su procedencia social que no despreciaba a los esclavos y los mezclaba con libres, y también con ciudadanos romanos y hasta con miembros de la nobleza patricia y plebeya que formaba la clase política. También se integraban itálicos procedentes de territorios conquistados, y el culto estaba extendido por toda Italia cuando el asunto preocupó en Roma. En la capital, los aportes recientes de contingentes de esclavos en cautiverio desde ciudades griegas del sur de Italia y de otras riberas del Mediterráneo, así como de inmigrantes procedentes de otras regiones de Italia, creó un caldo de cultivo que se vio con desconfianza. Se pueden rastrear indicios de xenofobia en la persecución del año 186, sobre todo considerando la expulsión de Roma un año antes, en el 187 a.C., de 12.000 itálicos. La Urbe estaba depurando su composición.

En el libro, cuenta que, aunque quizá no sea posible cuantificar el recuento de la represión contra las bacanales, se podría hablar de miles de ejecutados y de un auténtico estado de excepción en la Península Itálica…

Al hablar de las persecuciones se menciona una cifra aproximada, que indica que la represión fue masiva y no cuantificada formalmente, una vez que los cónsules comenzaron a ejecutar una justicia sumarísima. Se mencionan “más de siete mil” implicados en Roma para una población de unos doscientos mil habitantes en ese momento. No todos fueron ejecutados, sino que se promovieron las delaciones para poder establecer sentencias capitales o penas de prisión provisional. Pero en efecto, la persecución de los presuntos traidores al Estado se amplió al territorio itálico durante los cinco años siguientes, en que los más altos magistrados, cónsules en un primer momento, y pretores después, prosiguen la persecución y la aplicación de las normas decididas por el Senado, con ayuda del ejército. El hecho de tratarse de una conjuración contra Roma permitía una intervención extraordinaria en asuntos de política interior de las ciudades itálicas. La situación era excepcional. De no ser así, ese modo de actuar se habría recibido como una injerencia autoritaria en la autonomía municipal de los territorios aliados de Italia, un incumplimiento de los acuerdos que Roma tenía contraídos con los municipios itálicos. Livio habla del gran terror que irradió desde Roma al decretarse la persecución y al animar las delaciones con recompensas.

¿Cómo se podría valorar la influencia de este proceso represivo en el futuro político de la sociedad romana?

Si alguien salió fortalecido en primera instancia fue el Senado, que conoció el informe de los cónsules a puerta cerrada y dictó medidas de excepción, convocando a la asamblea popular solo para dar a conocer las medidas adoptadas de manera excepcional. No se respetaron las cautelas democráticas que preveían la posibilidad de que los tribunos de la plebe intercedieran y arbitraran para los condenados medidas alternativas a la ejecución a través de la votación popular en comicios. En el seno de la Confederación itálica el autoritarismo de Roma dejó claro que Roma iba a erradicar cualquier estructura organizativa que pudiera comportar riesgo subversivo, aunque fuera religiosa y se arriesgara a airar a los dioses mismos.

Pero otro aspecto que se resintió sensiblemente fue la situación de la mujer. La represión permitió un reajuste del entramado social, mientras la mujer finalizó siendo la gran perdedora: las ejecuciones de las inculpadas y sentenciadas se hicieron en público, siempre que no hubiera un padre, marido o tutor con autoridad efectiva para liquidarlas discretamente en el ámbito doméstico, privado. Tras una época de avances en cuanto a la situación de la mujer, con progresos en su emancipación a partir de los descalabros demográficos y sociales ocasionados entre los varones por la guerra anibálica, la persecución de las Bacanales propició un rearme moral del rol patriarcal en el seno familiar.

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¿Se podrían establecer paralelismos con la respuesta, posterior, que el imperio romano dio ante el avance del cristianismo, que podríamos considerar que también subvertía el orden romano? ¿Por qué los unos triunfaron y los otros no?

Sin duda, la persecución de las Bacanales puede verse como un precedente de las que sufrieron los cristianos, y en ambos casos el revolucionario componente social influyó por igual. Se trataba de cultos universales, que no excluían a los individuos por su condición social o jurídica, que hermanaban a todos por igual. En todo caso, el objetivo de la persecución de las Bacanales no pudo ser el de su erradicación: el texto del senadoconsulto grabado en bronce demuestra que los tíasos o cofradías antiguos y tradicionales, los no recientes, se debían respetar, y que podrían seguir en ejercicio tíasos de no más de cinco personas, con tres mujeres y dos hombres como máximo. Esto demuestra que se temió la ira divina y que lo importante no fue la promiscuidad de sexos sino la social, la proliferación de tíasos de muchos seguidores con una estructura orgánica de sacerdotes y magistrados bien establecida, y con fondos propios: en realidad se limitó el derecho de reunión. Así que al final, las Bacanales, como el cristianismo, siguieron practicándose en pequeñas células, y por supuesto, se trataba de fe religiosa, no de congregaciones abocadas al sexo.

Su investigación se basa en poner en duda muchas de las fuentes oficiales e intentar ver lo que no se cuenta… ¿Cómo se afronta un trabajo así?

El trabajo parte de un bagaje previo de documentación bibliográfica y se asienta sobre la solvencia que añaden los estudios precedentes. El problema añadido en este caso deriva de que se trataba de un culto mistérico que amordazaba a los iniciados en los misterios con un juramento de silencio. La lectura de la documentación literaria grecolatina sobre el culto a Dionisos-Baco, nos remite a un culto de mujeres llamadas ménades o bacantes, que enloquecen víctimas de un entusiasmo místico, de una posesión divina que les anuncia su acogida por parte del dios. El mensaje está en la promesa religiosa. Hay que poner en duda por tanto una versión que aduce presuntos delitos de apropiación de bienes y haciendas, de sexo colectivo y de crímenes como el asesinato, en lo que no deja de recordar las persecuciones que durante siglos se han abierto contra religiones y sectas satanizadas. Eso es la caza de brujas. Pero también es caza de brujas, la emprendida por ejemplo por el macartismo. El Estado no duda en actuar cuando intuye un riesgo conspirativo, la presunta amenaza de enemigos

Esa idea resulta sugerente en estos tiempos actuales, donde la duda asoma siempre al interpretar las intenciones de las fuentes oficiales de información, como estamos viendo…

Así es, en efecto. El presente político obliga al ciudadano a cuestionarse sistemáticamente las verdades oficiales, y el escepticismo se adueña hoy de nuestras conciencias, o debiera hacerlo. Hoy la información fluye por múltiples canales y las versiones alternativas a la oficial se propagan rápido. En Roma, la transmisión era oral y los rumores se podían controlar de manera muy eficaz en favor de intereses definidos. La oficialización por escrito se traducía en normas y su cumplimiento estaba garantizado por métodos coercitivos directos, manu militari. No debemos olvidar que estamos ante los albores de un estado imperialista que se acaba de lanzar a la conquista del Mediterráneo –Hispania por ejemplo- tras vencer a Aníbal. El Senado se mantenía vigilante ante conatos subversivos y actuaba de manera autoritaria.

No parece ni muy lejano, ni ajeno a la información que vemos en las noticias de hoy…

Ciertamente cuando comencé a escribir este libro, en 2015, la situación no parecía ser la actual. En el momento en que la posverdad supera la labor constante de gabinetes de prensa como fabricantes de información, cuesta menos entender que se nos quiera hacer creer determinadas posiciones emanadas de un Estado que emplea sus resortes de poder para crear un pensamiento unidireccional, convergente con sus intereses momentáneos, aunque sean de naturaleza dudosa o definidamente inmoral. En nuestro país sobran los ejemplos, pero, por poner un ejemplo no nacional, estamos viendo cómo sobre determinados conflictos diplomáticos emanan posiciones oficiales distintas que legitiman cada una de las actuaciones, y en esos casos, como observadores externos, podemos intuir que aquello en lo que vivimos inmersos puede estar funcionando de manera análoga. Cuando un gobierno se debilita, el cuestionamiento de sus verdades es más eficaz y demoledor, pues su credibilidad está erosionada. Pero en gobiernos fuertes, la represión puede ser perfectamente articulada sobre verdades oficiales, y se legitima sobre el bien común. Se trata de autodefensa ante la conspiración.

¿Qué puede aprender el lector de hoy al leer y reflexionar sobre el proceso de las Bacanales?

Lamentablemente, me corresponde desmitificar un fenómeno que ha cristalizado como un paradigma libertario. Las Bacanales míticas rompían varios tabúes, el de la desnudez en público, el del sexo con otra pareja o el del sexo colectivo. Eurípides escribía en sus Bacantes que nadie que no quiera se corromperá en una bacanal. Roma vigilaba muy de cerca a sus matronas y a sus adolescentes. Si hubo transgresión moral, si hubo estupro, se frenó de manera inmediata. Los mecanismos sociales de regulación actúan muy eficazmente. Entonces y ahora. Parece que las esperanzas de dicha y de libertad deban delegarse siempre hacia una vida post mortem. En esto el mensaje báquico convergía con el cristiano. Y la religión, la fe en definitiva, devienen en el lenitivo, el remedio paliativo que le queda al simple mortal para trascender su existencia cotidiana. En una sociedad laica se prescinde de un eficaz señuelo, y el pesimismo gana terreno.

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