Si me permitís, hoy abandono (sólo en parte) el leitmotiv de este blog para hablaros de un libro que salió hace unos meses para conmemorar el primer centenario del nacimiento del escritor mexicano: Rulfo, cien años después. 23 narradores lo celebran (Huso, 2017).
Recopilados por la periodista y editora cubana Mayda Bustamante estos veintitrés relatos nacen de la obra de Juan Rulfo. Lo dice estupendamente la prologuista, la argentina Liliana Díaz Mindurry, que establece que estas ficciones-homenaje que disecciona ella y unifica con fortuna, nacen de los «murmullos brotados de la obra de Rulfo».
De esos 23 relatos, os destaco el último, creado por un compañero de profesión, Javier Velasco Oliaga (director del portal TodoLiteratura). Se titula Rulfo en llamas, y convierte al escritor en coprotagonista de una historia, donde su faceta de fotógrafo le lleva a descubrir la pizca de realidad (o de magia) que será el germen de su primera novela Pedro Páramo. Es breve, es directo, periodístico casi, aunque deje sabor a literatura, a más allá.
Así que al final, tampoco me he desviado tanto del objeto de esta bitácora. Si la literatura es vida y como tal parte de la historia, fantasear, como hace Velasco en su relato, en cómo se le pudo ocurrir la idea de Pedro Páramo es también, de alguna manera, hacer ficción histórica. Jugar con lo que sabemos, con la realidad, para avistar lo que hay más allá del dato biográfico o histórico.
Seguro que después de visitar esta veintena larga de relatos, a muchos le entrarán las ganas de volverse a colar en El Llano en llamas y Pedro Páramo.
En mi humilde opinión Rulfo es quizás el mejor escritor en lengua española de la historia, y uno de los mejores de la humanidad.
10 marzo 2018 | 12:22