Nacho Ares regresa al antiguo Egipto con ‘La hija del sol’: «Akhenatón fue una suerte de Lutero del siglo XIV a.C.»

El escritor e historiador Nacho Ares (FOTO: NIKOLAY YORDANOV)

Divulgador de la historia en radio y televisión (en Ser Historia y Cuarto Milenio), historiador, egiptólogo y novelista, Nacho Ares (León, 1970) regresa a este último campo con La hija del sol (Grijalbo, 2017). En esta, su primera novela histórica completamente ambientada (sin saltos temporales) en el Antiguo Egipto nos traslada al turbulento reinado del célebre faraón Akhenatón y su lucha contra el clero de Amón desde el punto de una mujer real: Isis, la hermana del propio monarca.

¿Qué tiene el antiguo Egipto que tanto fascina al público de todas las épocas?

Desde que nació la egiptología en 1822 con el desciframiento de los jeroglíficos por Champollion hasta hoy, todos tenemos un común denominador: la fascinación por Egipto. Se va conociendo cada vez más, pero todo sigue recubierto de un halo de misterio que llama mucho la atención al ser humano de cualquier lugar o generación. Siempre ha existido un interés mucho mayor por la cultura egipcia que por otras coetáneas como Babilonia, los asirios,… En nuestro mundo judeocristiano vemos mucho paralelos: se ha visto con Akhenatón y el mito del monoteísmo. Creamos un puente del tiempo entre nosotros y aquellos tiempos. Aunque, en realidad, ni nosotros somos monoteístas -ya que tenemos vírgenes y santos que desempeñan el papel de dioses pequeños de otros panteones-, ni en la época de Akhenatón solo se adoraba al disco solar de Atón. Pero es algo que ha quedado en el acervo cultural moderno.


Akhenatón no fue un pirado. La historiografía ha demostrado que era un tipo cabal que sabía lo que quería; una suerte de dictador como todos los faraones


Ya que citas a Akhenatón, el faraón de tu novela, hay que reconocer que aunque es una civilización de muchos siglos, dinastías y faraones, éste es uno recurrente de la ficción histórica…

No deja de ser una revolución. De la historia de 3000 años lineales de historia de Egipto, los 17 años de su reinado son un punto y aparte en muchos aspectos. Akhenatón fue una suerte de Lutero del siglo XIV a.C.: dejó de lado al poderoso clero de Amón, que era el que había servido de puente entre el pueblo y la divinidad. Con él, el Sol estaba ahí arriba y se podía dirigir a él casi personalmente. También es cierto que Akhenatón desempeñaba en su persona el papel del clero, pero era mucho más abierto.

Cuando Mika Waltari escribió Sinhué estaba condicionado por la historiografía de la época y mostraba un Akhenatón visionario, medio pirado. La historiografía ha demostrado que era un tipo cabal, sabía lo que quería, y fue una suerte de dictador, igual que el resto de los faraones. Toda su figura se había idealizado buscando puntos de conexión con nuestro presente y cultura.

Si antes lo comparabas a Lutero, el clero de Amón que combatió no tiene mucho que envidiar a la Iglesia católica del siglo XVI…

Sin duda, en el clero de Amón había corrupción y un intento de controlar la sociedad y el poder muy similar al de la Iglesia del siglo XVI. Habían alcanzado un poder muy grande. El propio padre de Akhenatón, Amenofis III, ya lo había percibido y intentaba que los cargos importantes del clero fueran afines a él.

Y entre faraones y sacerdotes, decides poner el foco de tu novela en una mujer, Isis.

Isis es un personaje que no conoce absolutamente nadie. Hay pocas menciones. En realidad desaparece cuando muere su padre, pero sabemos que tenía que estar allí. No desaparecían porque murieran, sino porque dejaban de hablar de ellos: no sabemos por qué, quizá cambió de nombre… Pero esa flexibilidad me daba la oportunidad de llevar la historia a dónde yo quería. Y sobre todo, me apetecía escribir una novela con una protagonista femenina.

De Isis hay pocas referencias, no hay retrato alguno, y las menciones han llegado muy deterioradas. Pero existió, como el 99% de los personajes que aparecen en la novela.

Entonces, ¿el Antiguo Egipto no era una sociedad machista?

En Isis vemos la importancia de la mujer en la época: podían divorciarse, comprar, heredar… Tenían derechos casi iguales a los varones, pero aun así era una sociedad muy machista. Todos los grandes cargos eran desempeñados por hombres… Cuando aparece una reina, como Hatshepsut, nos llama la atención porque era algo único. Pero, aun así, la herencia del trono se alcanzaba por línea materna, no heredabas por ser hijo del faraón, sino por ser hijo de la gran esposa del faraón. Yo quería rescatar eso: como vivían en sus palacios independientes, como podían mandar…


Mis novelas son casi arqueología-ficción


Has escrito tanto ficción, como divulgación, ¿cambias mucho la manera de trabajar cuando escribes novela de cuando haces no ficción?

No, no cambio mucho. En la novela invento diálogos, que no sé cómo eran ni cómo podía ser; ni yo ni nadie puede hasta que no inventemos una máquina del tiempo, pero la historia que cuento es absolutamente real. Y aporto aspectos singulares: Mika Waltari no lo sabía, pero ahora la historiografía sabe que el cambio de capital a Amarna se debió más a una plaga que a una visión divina. Que se embadurnó todo con la historia de la visión, pues sí. Pero también hay textos egipcios que hablan de desapariciones de localidades, no dicen por la plaga porque ellos creían que todo lo que escribían se hacía presente, pero lo dejaban caer.

Recuerdo hace muchísimos años me dio por hacer un cuento sobre el antiguo Egipto y me costó muchísimo recrear la vida cotidiana. Pero he madurado, he viajado, he estudiado mucho, y ahora me resulta muy sencillo de recrear. Tardo poco en escribirla, cuatro o cinco meses, pero es que llevo 34 años estudiando este asunto… ¡Qué viejo soy! ¡Da miedo!

Otro aspecto relevante en esta novela es la importancia de la magia…

En el antiguo Egipto la magia era el control de la naturaleza por medios sobrenaturales, la usaban para, por ejemplo, curar enfermedades, y dentro de ese concepto también estaba lo que llamamos ilusionismo. Conservamos papiros sobre los juegos de manos que hacían, que es como la magia que hace Jorge Blas ahora. Ese es un elemento que quise introducir en la novela. Meter magia, pero no tanto desde el punto de vista de lo esotérico o lo ocultista, sino del ilusionismo, que me parece más espectacular. Desde niño me ha entusiasmado el ilusionismo, soy miembro de la Sociedad Española de ilusionismo, hago cartomagia. Me encanta ¡Y por eso lie a Jorge Blas para que, con Carmen Porter, me presentara el libro en Madrid!

¿De verdad crees que a los españoles les interesa la historia?

No tienes más que ir a un kiosko y ver la cantidad de revistas que hay sobre el tema. La cantidad de libros, de podcasts, de novelas históricas… Desde los planes de enseñanza se quitan horas y contenidos de humanidades, pero la gente los reclama. Es verdad que no quieren cosas sesudas y demandan algo más ligero y mascado, pero no deja de ser prueba de que hay interés.


Los historiadores que desprecian la novela histórica son unos tristes y amargados, están apoltronados en su despacho de la universidad


Eres historiador y escribes ficción histórica, pero sabrás que muchos compañeros tuyos desprecian el género…

Sí, y son unos tristes y amargados. Eso lo dicen los que están apoltronados en su despacho de la universidad y hacen congresos endogámicos y nunca comparten nada con la sociedad. Hay otros que prefieren compartir con la sociedad la pasión de su trabajo con ensayos y con novelas. Y esta es una herramienta muy útil. En mi caso, al final siempre pongo una anotación sobre lo que es verdad, donde puede el lector ampliar documentación sobre el tema… Mis novelas son casi arqueología-ficción. Sí, hay recreación literaria en mis novelas, pero se ajustan bien a lo que sabemos.

Quizá es una herramienta útil para divulgar la historia, porque vincula el conocimiento a las emociones…

Muchas veces me preguntan por las series históricas, de ahora, tipo Isabel. Y no he visto ninguna, pero me parecen bien, todo vale. ¡Qué más da que se llevara una golilla que en ese momento que no se llevaba! Lo importante es despertar inquietudes e interés, que luego el lector se interese y busque más. No soy nada purista para esas cosas, pero tampoco digo que salga la princesa de Éboli conduciendo un Ferrari.


Los seres humanos no hemos cambiado nada, no hay nuevo bajo Atón


¿Qué suceso del antiguo Egipto sueñas con novelar?

La historia del desciframiento de los jeroglíficos de Champolion es fascinante. Iba a meterme con ella, pero se cruzó esta historia de La hija del sol. La historia de la egiptología me interesa. Esta es la primera vez que no hago una novela con saltos temporales, aunque hay algo de eso en el epílogo. Y el siguiente proyecto no tiene nada que ver, que ya lo tengo preparado. Pero son 3.000 años de historia de Egipto y me fascina. Da igual que sea el año 1350 A.C., que 1920, los seres humanos no hemos cambiado nada, no hay nada nuevo bajo Atón.

¡Buenas lecturas!

Puedes seguirme en FacebookTwitter y Goodreads.

Si te ha interesado, quizá te interese…

1 comentario

  1. Dice ser Antonio Larrosa

    ¿Martin Lutero del siglo XVI o Martin Lutero King del siglo XX?

    Clica sobre mi nombre

    21 junio 2017 | 10:22

Los comentarios están cerrados.