Kodak quiere que regreses a la película Súper-8 (pero solo si eres rico)

Prototipo de la cámara - Foto: fuseproject

Prototipo de la cámara – Foto: fuseproject

La empresa Kodak se aventura por el camino de la nostalgia que tanto frecuentan, y lo saben bien los administradores de la empresa, aquellos que pueden permitirse cualquier capricho. De ese derecho, porque encapricharse no es criticable en principio, estamos desheredados la inmensa mayoría de los demás.

La firma, que en el pasado llegó a controlar el 90% de la venta de aparatos de fotos en el mundo pero que desde 2012 no fabrica cámaras de ningún tipo, acaba de anunciar que trabaja en el desarrollo de un gadget que califican, con bastante desvergüenza, de asombroso: un tomavistas de película Súper-8, el formato de película de cine que se expandió de manera prodigiosa en la década de los años setenta del siglo pasado y con el que comenzaron a trastear muchos cineastas que ahora son estrellas. Una década y media más tarde el film dejó de producirse con normalidad —se puede encontrar, pero no en todos los mercados y siempre a precios altos—.

Con el eslogan de Super 8 Filmmaking Revival Initiative (Iniciativa para revivir la cinematografía en Súper-8), Kodak comunica al mundo que está «rehaciendo» la cámara y que en el otoño de 2016 estarán a la venta las primeras unidades.

Atención al uso de dos palabras-fuerza que suelen poner las registradoras a funcionar, revivir e iniciativa, y que permiten a los promotores de la maniobra eludir los términos negocio y venta, porque mentar el dinero en público es sucio y los poderosos dejan la pelea explícita a muerte por un billete a filipinos, afroamericanos, griegos, ancianos, yonquis y la ya casi inexistente clase media… Los ricos no hablan de dinero: lo degluten.

Imagen de promoción distribuida por Kodak

Imagen de promoción distribuida por Kodak

La cámara de Kodak costará entre 400 y 750 dólares y el revelado de los cartuchos de película entre 5o y 75. Dicen que en 2017 habrá un modelo más económico. El objeto, que se puede meter, por aspecto, en el cajón de los objetos brutos que tanto se llevan, está diseñado por el estudio fuseproject, que tampoco habla del producto como de un negocio sino que saca el kleenex: es un «homenaje al cine», dicen.

En el mercado en línea de la segunda mano pueden encontrarse tomavistas Súper-8 de calidad media por 20 dólares. Si estuvieras dispuesto a pagar lo que Kodak quiere cobrar por el suyo, podrías tener opción a comprar el mismo modelo que usó Jean-Luc Godard para rodar Sin aliento: una espléndida Beaulieu 4008ZM de 16 milímetros. O sea, una cámara, no un féretro.

Kodak ha tomado buena nota de que lo retro erotiza: en las pasadas navidades los artículos más vendidos por Amazon fueron un pack de 20 fotos instantáneas de Fuji para las cámaras Instax Mini y un giradiscos con amplificador incorporado de la gama baja de Jensen. Es decir, película analógica —la misma que dejamos morir abandonando nuestras Polaroid por los milagros digitales— y un reproductor de discos de vinilo.

Dos productos arcaicos a la cabeza del top de ventas del gigante del menudeo y Kodak, que lo sabe, tira hacia ese mercado, el de lo mono, lo cool, lo bonito, lo igual al que tenía mi padre

El padre, que quizá siga conservando alguna Polaroid y unos cuantos elepés en el altillo, no es cliente de interés. Lo jubilable es ejecutable. Esperamos media generación, reinventamos lo mismo, nos curramos un buen packaging, usamos las consignas adecuadas y a forrarse con los hijos y los nietos.

Lo que más me crispa de la maniobra de Kodak no es la monserga verbal —describen el proyecto como un nuevo «ecosistema para la película» porque han añadido al tomavistas un visor digital—, sino la cantidad de cómplices del crimen. A la campaña de la empresa, la misma que ni siquiera se planteó minimizar la bancarrota de 2012 tratando con respeto al fiel nicho de mercado de los fotógrafos analógicos y descalabró todos sus departamentos de películas y cámaras, le han aparecido buenos y reveladores aliados.

En el mismo comunicado de prensa donde anuncian el nuevo monstruo retro, difunden declaraciones de amor a los planes de Kodak los milmillonarios Steven Spielberg y Quentin Tarantino. No concedo a ninguno méritos morales —aunque creo que el primero ha dañado menos a la cultura de la humanidad que el segundo—, pero creo que a los directores vip se les debería preguntar a qué deal han llegado con la empresa —conviene anotar que los laboratorios de Kodak, pese a la bancarrota, han seguido suministrando película virgen de cine a los grandes estudios y productoras— a cambio de aparecer como copromotores de un atraco.

José Ángel González

3 comentarios

  1. Dice ser Sociólogo Astal

    Yo quiero vender por 300 euros una caja de zapatos con un agujerito delante para hacer fotos de carrete.

    07 enero 2016 | 22:48

  2. Dice ser por supuesto

    Jo, que pedazo de critica en plan izquierdista de una camara. Cualquiera se gasta 400 pavos en una consola o en un móvil, pero en una cámara te parece de ricos. Ha faltado llamarla fascista. Se diría que eres de Podemos y la cámara la presenta Cs.

    08 enero 2016 | 12:50

  3. Dice ser Jaime Gomez

    El hecho de que seas un muerto de hambre no quiere decir que las empresas no puedan crear productos y ponerles el precio que crean conveniente. Da entre risa y lástima este pseudo artículo. Querrás que te regalen las cosas. Regala tú todas tus posesiones y luego hablamos.

    08 enero 2016 | 21:41

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