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El fotógrafo de moda que quiere soñar

Sølve Sundsbø

Sølve Sundsbø

Hace unos meses dejé en el blog mi opinión sobre las fotos de moda y su progresiva carencia de ética y moralidad.

Hoy me contradigo en esta nueva entrega de la sección Xpo, que todos los jueves aprovecho para discursear sobre fotografía, al traer de visita a un contemporáneo admirable, Sølve Sundsbø.

Noruego de 38 años, establecido en Londres desde 1994, cuando encontró trabajo como ayudante de Nick Knight, Sundsbø es un alquimista y, sobre todo, es un tipo sin ínfulas que se confiesa un «trabajador de la industria de la moda que a veces, si le dejan, va un poco más allá e intenta soñar».

Con la misma llaneza habla de sus referentes. No esperen que cite a ningún post-moderno interino en un departamento de Filosofía.

A los 15 años, Sundsbø se enamoró -y no ha cambiado de opinión- de dos suecos: el maestro de la outdoor photography (fotografía de exteriores) Felix St Clair Renard, un hippie que nunca ha pisado un estudio o encendido un strobo y cuya idea de clímax emocional es un descenso libre de esquí alpino, y el ilustrador Mats Gustafson, esquemático practicante de la elegancia zen de los nórdicos.

Sølve Sundsbø

Sølve Sundsbø

Cuenta Sundsbø que la mejor lección práctica de fotografía la recibió cuando, en sus primeros días de prácticas en un diario, tuvo que hacer fotos con el visor de su Nikon roto. Las fotos a ciegas le enseñaron que la vista no es el único sentido que interviene en la ecuación y que también con los ojos cerrados se consiguen buenas fotos.

Desde entonces practica la técnica de anular las retinas incluso en los encargos que le llegan de los más repipis de su cartera de exclusivos clientes (Yves Saint Laurent, Levis, Nike, Estée Lauder, Sergio Rossi, Boucheron, Gucci Jewellery, Iceberg, Hermes, Emanuel Ungaro, Armani, Puma, Bally, Lancome, Revlon…).

Trabaje para quien trabaje, Sundsbø permite que la otra mirada, la inexplicable, entre en el juego.

Como Harry Callahan, que nunca dejó de retratar a su mujer, tengo la sensación de que Sundsbø podría prescindir de cualquiera de las muchas top models que ha tenido ante el objetivo (Scarlett Johansson, Edita Vilkeviciute, Kate Moss, Jessica Stam, Eva Herzigova…) y elegir a la primera mujer con la que se cruzara. Las fotos tendrían el mismo impacto irradiante, de un mundo exterior. La modelo, como los ojos, es un instrumento de mediación, un puente colgante sobre el barranco.

Sølve Sundsbø

Sølve Sundsbø

Motivados como estamos a creer en la pax digital como única vía, no es difícil que la primera impresión sea la de meter a este fotógrafo entre los adictos a la alteración fotográfica por medio de softwares. Sería una falsa premisa: Sundsbø, que define su trabajo como «simple», apenas utiliza el Photoshop.

La foto de la izquierda de Karen Nelson, una de sus más habituales modelos, no tiene, por ejemplo, retoques digitales. Todos los efectos son de estudio, filtrado, iluminación y positivado analógico.

«La fotografía se ha vuelto democrática: cualquier persona con una cámara digital puede tirar algo y modificarlo en Photoshop para que se vea brillante. Hay un montón de trabajo aburrido, todo perfecto«, ha señalado el autor.

Sølve Sundsbø

Sølve Sundsbø

En los últimos años, el fotógrafo que aprendió con un visor roto se ha dedicado a algunas disciplinas paralelas: el diseño de carpetas de discos para los grupos Röyksoop y Coldplay y, sobre todo, la dirección de vídeos. No dejen de ver, si no lo han visto todavía, el proyecto Fourteen Actors Creating (2010), con microvídeos de un minuto o menos de grandes actores (Bardem, Portman, Damon…) jugando a los arquetipos.

Cuando hojeen una revista de moda al descuido repasen la lista de fotógrafos. Si encuentran a un tal Sølve Sundsbø, abran la puerta y bajen por la pendiente. La travesía nunca será aburrida.

Ánxel Grove

 

Psicodelia de boutique vintage

Neil Krug - "On the Road"

Neil Krug - "On the Road"

Todo este asunto de lo vintage empieza a oler tan mal como el meconio de un recién nacido.

Neil Krug, por ejemplo. Tiene 25 años. No los suficientes para ser notable. Rimbaud sólo hubo uno.

Dado que los agentes de Krug, también saben, como usted y yo, que el único privilegio de la juventud es que puedes llevar una camiseta con el logotipo de Atari sin caerte muerto de vergüenza, pintan la dentadura del caballo regalado. Krug, nos dicen los vendedores, «tiene ojos jóvenes en un alma vieja».

Va de eso, ¿no? Puedes ser joven y jugar a mirar como un viejo, pero no se te ocurra ser viejo y mirar como un joven. Terminarás en las listas de pedófilos.

¿Cómo mira Krug? En principio, en cantidad. Se pelean por él.

Ha firmado editoriales de moda, campañas de promoción y vídeos para grupos musicales, digamos, modernos (Ladytron, DRI, Boards of Canada, White Flight…); ha montado un proyecto difuso titulado Pulp Art Book con una modelo rubia muy guapa; ha retratado a Devendra Banhart medio en pelotas -no tiene mérito, lo sé, D.B. ya nos ha enseñado sus partes tantas veces que cansa, pero lo apunto a título informativo-  y está preparando un primer largometraje, Invisible Pyramid.

Vamos, que Neil Krug no se pasará por la plaza Zuccotti de Nueva York para reclamar que le devuelvan lo que es suyo. Está ocupado acaparando.

Neil Krug - "Pulp Art Book"

Neil Krug - "Miles Davis - Blue Flame"

Los admiradores de este joven fotógrafo -«con alma antigua»- destacan que utiliza un lenguaje muy vintage (supongo que hablan del desenfoque de la mayoría de las imágenes, porque los trapitos son de boutique y las localizaciones, de producción de alto presupuesto), que prefiere las cámaras analógicas (ya te digo, como casi todos los buenos fotógrafos) y que tiene una mirada muy psicodélica.

Con la expresión mirada psicodélica deben referirse a los brutales contraluces mal resueltos, las múltiples exposiciones, la cámara lenta en los clips y la ropita de náyades que le coloca a todas sus modelos femeninas, porque lo que se entiende por psicodelia -percepción ampliada, estimulación intensa de los sentidos y salida al exterior de los elementos ocultos de la psique-, hay poquita. A no ser que poner un Winchester en manos de una chica destapada, con dos rayajos en la cara y una pluma colgando del lóbulo afecte la percepción de alguien. Lo cual es posible, no lo discuto.

Neil Krug - "Miles Davis - Blue Flame"

Neil Krug - "Miles Davis - Blue Flame"

Krug acaba de colocar en su Facebook el montaje de la derecha. Dice: «Si amas la música de Miles Davis tanto como yo, vota por mi obra de artepara que sea su próxima portada».

¿Qué le haría Miles de estar aquí? El negro boxeaba, pintaba y sabía algo de psicodelia. La presunta cubierta que propone Krug permite suponer al menos una rotura de tabique nasal.

En fin. He traído a Xpo a este chaval que ha pillado Zabriskie Point en la videoteca de papá y mamá y se ha quedado colgado, quizá pensando que Antonioni era un director italiano de segunda (de culto, dicen los vintage) del que no nos acordamos.

Mi compañera de blog no para de decirme que para elevar a los cielos a unos siempre condeno al infierno a otros. Mi compañera de blog siempre cala mis defectos. Por tanto, lo dejo aquí. Sin meterme con nadie más que con el miserable Krug y quienes aplauden su mirada. Peyote en el Kellog’s les servía yo a todos como dieta única.

Ánxel Grove

La pintora que clona a sus modelos

'Truly, madly, deeply' - Korin Faught

'Truly, madly, deeply' - Korin Faught

Se duplican, se triplican. La estadounidense Korin Faught desdobla a las personas de sus óleos para componer escenas frágiles, íntimas y atemporales.

Primero saca fotos de sus modelos, vestidas en muchas ocasiones con ropa que ella misma diseña. Después de la sesión fotográfica, manipula las imágenes en el ordenador para crear docenas de composiciones entre las que elegir la definitiva para el óleo.

En ese proceso no puede evitar copiar a las personas varias veces. Ocurre con naturalidad: una mujer se queda ensimismada en la primera escalera mientras una de sus dos gemelas se va incorporando y la tercera sube los peldaños.

'Counting Reflections' - Korin Faught

'Counting Reflections' - Korin Faught

Por si no bastara con clonar, Faught se suele valer de los reflejos del agua, los espejos o del suelo pulido para duplicar la presencia de los personajes.

Dice que se inspira en los pintores victorianos, en la escritora Virginia Woolf (que se suició tirándose al río) y la Ofelia de Hamlet para dejarse llevar por la idea romántica de morir ahogado, dejarse llevar por el agua hasta perder la vida.

Sin embargo, la introspección y la melancolía de sus obras se contradicen en cierto modo con su persona.

Faught parece segura de sí misma, es presumida, le encanta la vida fashion de Los Ángeles (su ciudad de residencia), le gustaría colaborar con diseñadores de moda, habla de pintar como «un proceso largo y tedioso» y parece divertirse más con la escenificación que con el pincel.

Quizá es víctima del mismo desdoblamiento al que somete a sus personajes. Quizá tiene una gemela que va a las inauguraciones, conceden entrevista y se va de compras mientras ella, sudorosa y obsesiva, se esconde en un sótano y se entrega sumisa a la clandestinidad eterna de los doppelgänger.

Helena Celdrán

Cuando las fotos de moda no eran grosería

Portada de Vogue, 1950

Erwin Blumenfeld - Portada de Vogue, 1950

A veces algunos de mis amigos aficionados a la fotografía hablan de fotos de moda. La conclusión suele ser unánime: hieden.

Entiendo la reacción impulsiva. En mi trabajo como periodista he tenido que soportar esos productos que ahora llaman editoriales de moda: pura y simple publicidad en un packaging grandilocuente, como de pureza existencial. Me recuerdan a las personas que entran en una estancia haciendo resonar los colgantes de bisutería que pretende pasar por joyería. Dicen: «aquí estoy, soy guay y tú no lo eres».

Los quioscos están llenos de pornografía semiótica de esta calaña (algunas mentes también, pero eso es otra historia). Fotografías de valor cero.

En el bello artículo Cómo la fotografía ha arruinado la vida de millones de mujeres, Txema Rodríguez, que además de fotógrafo es un tipo que no ha perdido el alma en el marasmo, apunta a los parásitos que han llevado las fotos de moda a un «punto grotesco» y les llama «gente que construye la imagen del otro sexo sin observarlo».

Ewing Blumenfeld

Erwin Blumenfeld

Cuando mis amigos reniegan de las fotografías de moda están sobrados de razones, lo sé.

Tendente como soy a llevar la contraria (sobre todo para no terminar hablando de lo de siempre, o sea, reduciendo el lenguaje a la primera persona del singular), suelo meterme en camisa de once varas y les hago ver que no podemos, no debemos, quedarnos en Vanity Fair Vice (por citar a los dos extremos de las revistas parasitarias de lo femenino: la casta y la grosera) o cualquiera de sus muchas hermanastras, porque no son más que basura.

Entonces les hablo de Erwin Blumenfeld (1897-1969). O mejor, porque la verbalización no hace más que añadir ruido a la pureza emocional de las fotos, les enseño a Blumenfeld.

Cada una de sus fotos es una lección de moralidad y compromiso, una epifanía, una canción.

Erwin Blumenfeld - "Wet silk"

Erwin Blumenfeld - "Wet silk", 1937

La erótica, que la hay, tangible y doliente, es de seda, nunca de la basta arpillera que envuelve los editoriales de moda de los basurales de hoy.

Blumenfeld, judió berlinés, hizo fotos desde los ocho años. Fue conductor de ambulancias en la I Guerra Mundial y desertor de la carnicería. Detenido y encarcelado, se exilió en Holanda. Buscó ganarse la vida como librero y peletero, pero en ambos oficios fracasó. En 1936 se estableció en París y conoció a Cecil Beaton, que le apadrina, le considera un hermano, le introduce en el circuito de las fotos de moda.

Blumenfeld no es un esteta de hielo: envuelve a sus modelos en gasas mojadas, las retrata bajo la óptica de la imperfección, las obliga a comulgar y comprometerse, jugar

Erwin Blumenfeld, 1939

Erwin Blumenfeld, 1939

En 1939 -no sin antes firmar el más certero de los retratos de Hitler-, convence a Lisa Fonssagrives para que se cuelgue de la Torre Eiffel.

El reportaje, que publica Vogue, es un poema a la libertad, una de las obras de arte más hermosas del siglo XX.

Cuando la fotografía de lo femenino es «parafílica», como dice Txema Rodríguez, tenemos que determinarnos en la labor crucial: «La belleza se encuentra y admira, no se construye o crea, porque sucede espontáneamente a través de quien la descubre y la muestra a otros».

Se deben romper las reglas, desde luego. Para eso fueron concebidas, para encontrar la mano que las quiebre y las reinvente para que la siguiente mano vuelva a quebrarlas. Pero nada se rompe a través de la grosería. Como un escupitajo hacia el cielo, el insulto siempre retorna.

Blumemfeld opinaba que «la belleza está en el accidente, el mal balance, el tropiezo, la sensibilidad transtornada».

Erwin Blumenfeld, 1944

Erwin Blumenfeld, 1944

Su carrera -que hoy utilizo en Xpo como referente y patrón de una ética que no considero perdida pese a la afluencia de tiburones reaccionarios en el mar revuelto de las fotos de moda- fue un ejemplo de trascendencia.

Incluso en los trabajos de encargo tensó el límite, buscó las pistas de aterrizaje, el gesto sacerdotal, el baile apócrifo que debemos trazar en el mundo lleno de nosotros.

Ánxel Grove