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PHotoEspaña 2013, pobre y sin ganas

Repasas el programa completo de PHotoEspaña 2013 [aquí está en PDF, pesa bastante] y tienes la constancia de que estás donde estás: en un país de vacas flacas y miseria gobernado por la falsa teoría de que la cultura es innecesaria. Hay una segunda conclusión, más dolorosa: estás en un país donde la imaginación está en horas bajas.

Pese a las rutilantes propagandas, que suelen estar basadas, como es norma, en la numerología —mes y medio, 74 exposiciones, 328 artistas de 42 países, etc.—, el festival de este año quizá sea uno de los más pobres de los 16 celebrados. Lo es presupuestariamente, según explicó en la presentación el presidente del certamen, Alberto Anaut, porque el grifo público está cerrado, pero también es paupérrimo en contenidos y eso no tiene nada que ver con euros: la creatividad nunca debe dejarse llevar por el paso que marcan los gobiernos, por muy jacobinos que se pongan.

La cosa empieza mal desde el planteamiento: el lema central elegido para su despedida por el comisario Gerardo Mosquera, un curator freelance, cubano y anticastrista —lo apunto como mera información—, que ordena y manda en la feria madrileña desde 2011, parece brotar de una lectura de Marcuse durante sus años universitarios en La Habana de los sesenta: Cuerpo. Eros y políticas. Es decir, novedad y riesgo cero, pese a la gracia discursiva materialista-dialéctica («el cuerpo es un campo de batalla») y a las mentiras históricas utilizadas para acomodar a conveniencia fondo y forma («podría decirse que la fotografía nació con una vocación hacia la sexualidad», frase que quedaría bien como astracanada a los postres de un convite, pero que suena a chirigota en boca de un comisario de festival público nacional).

¿Oferta? Previsible, cómoda y barata no sólo en el sentido económico. Un diálogo entre los muy quemados Edward Weston y Harry Callahan  (El, ella, ello, ¿de dónde demonios sacan estos títulos?, ¿un glosario de los restos de catálogo de la editorial Akal?); una antología de fotógrafas traída de Viena, Mujer. La vanguardia feminista de los años 70 (¿verdad que no exagero?); una selección del polaco (mediocre) Zbigniew Dlubak, Estructuras del cuerpo (¿a que no?); la colectiva Conocimiento es poder (definitivamente, no)…

No son las únicas muestras, por supuesto. Tenemos al siempre resultón František Drtikol —que, de estar vivo, pediría ser censado como vecino de Madrid: no hay año en que no lo expongan—; a la lituana Violeta Bubelytė, cuyo máximo logro fue autorretratarse desnuda en los años ochenta, lo cual presuponía un cierto grado de valentía en la URSS pero nula imaginación; al gran Emmet Gowin, Entre el intimismo y la abstracción (otra salva de aplausos por el lema); a la siempre necesaria representante de Irán, la también mediocre Shirin Neshat; para compensar y que no se ponga farruco nadie, a uno del otro lado de la trinchera, Yaakov Israel, que ganó el año pasado el premio Descubrimientos del certamen y que ya se imaginan ustedes de dónde procede (la Embajada de Israel figura entre los muchos patrocinadores de la feria), y a Rafael Sanz Lobato, para mi gusto lo mejor de la programación de PHotoEspaña 2013 —aunque la retrospectiva llega tarde: el Premio Nacional de Fotografía se lo dieron en 2011—…

¿El resto? Con todo respeto por los fotógrafos, relleno. La fotografía documental, reducida a lo meramente testimonial; la novedad, inencontrable; los retratos, orillados; la libertad y la pelea, acalladas… Sin dinero, es verdad. Pero también sin ganas.

Ánxel Grove

El fotógrafo de moda que quiere soñar

Sølve Sundsbø

Sølve Sundsbø

Hace unos meses dejé en el blog mi opinión sobre las fotos de moda y su progresiva carencia de ética y moralidad.

Hoy me contradigo en esta nueva entrega de la sección Xpo, que todos los jueves aprovecho para discursear sobre fotografía, al traer de visita a un contemporáneo admirable, Sølve Sundsbø.

Noruego de 38 años, establecido en Londres desde 1994, cuando encontró trabajo como ayudante de Nick Knight, Sundsbø es un alquimista y, sobre todo, es un tipo sin ínfulas que se confiesa un «trabajador de la industria de la moda que a veces, si le dejan, va un poco más allá e intenta soñar».

Con la misma llaneza habla de sus referentes. No esperen que cite a ningún post-moderno interino en un departamento de Filosofía.

A los 15 años, Sundsbø se enamoró -y no ha cambiado de opinión- de dos suecos: el maestro de la outdoor photography (fotografía de exteriores) Felix St Clair Renard, un hippie que nunca ha pisado un estudio o encendido un strobo y cuya idea de clímax emocional es un descenso libre de esquí alpino, y el ilustrador Mats Gustafson, esquemático practicante de la elegancia zen de los nórdicos.

Sølve Sundsbø

Sølve Sundsbø

Cuenta Sundsbø que la mejor lección práctica de fotografía la recibió cuando, en sus primeros días de prácticas en un diario, tuvo que hacer fotos con el visor de su Nikon roto. Las fotos a ciegas le enseñaron que la vista no es el único sentido que interviene en la ecuación y que también con los ojos cerrados se consiguen buenas fotos.

Desde entonces practica la técnica de anular las retinas incluso en los encargos que le llegan de los más repipis de su cartera de exclusivos clientes (Yves Saint Laurent, Levis, Nike, Estée Lauder, Sergio Rossi, Boucheron, Gucci Jewellery, Iceberg, Hermes, Emanuel Ungaro, Armani, Puma, Bally, Lancome, Revlon…).

Trabaje para quien trabaje, Sundsbø permite que la otra mirada, la inexplicable, entre en el juego.

Como Harry Callahan, que nunca dejó de retratar a su mujer, tengo la sensación de que Sundsbø podría prescindir de cualquiera de las muchas top models que ha tenido ante el objetivo (Scarlett Johansson, Edita Vilkeviciute, Kate Moss, Jessica Stam, Eva Herzigova…) y elegir a la primera mujer con la que se cruzara. Las fotos tendrían el mismo impacto irradiante, de un mundo exterior. La modelo, como los ojos, es un instrumento de mediación, un puente colgante sobre el barranco.

Sølve Sundsbø

Sølve Sundsbø

Motivados como estamos a creer en la pax digital como única vía, no es difícil que la primera impresión sea la de meter a este fotógrafo entre los adictos a la alteración fotográfica por medio de softwares. Sería una falsa premisa: Sundsbø, que define su trabajo como «simple», apenas utiliza el Photoshop.

La foto de la izquierda de Karen Nelson, una de sus más habituales modelos, no tiene, por ejemplo, retoques digitales. Todos los efectos son de estudio, filtrado, iluminación y positivado analógico.

«La fotografía se ha vuelto democrática: cualquier persona con una cámara digital puede tirar algo y modificarlo en Photoshop para que se vea brillante. Hay un montón de trabajo aburrido, todo perfecto«, ha señalado el autor.

Sølve Sundsbø

Sølve Sundsbø

En los últimos años, el fotógrafo que aprendió con un visor roto se ha dedicado a algunas disciplinas paralelas: el diseño de carpetas de discos para los grupos Röyksoop y Coldplay y, sobre todo, la dirección de vídeos. No dejen de ver, si no lo han visto todavía, el proyecto Fourteen Actors Creating (2010), con microvídeos de un minuto o menos de grandes actores (Bardem, Portman, Damon…) jugando a los arquetipos.

Cuando hojeen una revista de moda al descuido repasen la lista de fotógrafos. Si encuentran a un tal Sølve Sundsbø, abran la puerta y bajen por la pendiente. La travesía nunca será aburrida.

Ánxel Grove