Colin Firth es uno de esos actores que a mí me gustan mucho y, por tanto, me es difícil ser objetiva con lo que hace. De hecho lo he reconocido a menudo en este blog: «Esta peli me ha gustado, pero es de Fulano/Mengana que me encanta así que no soy objetiva». Y yo pensaba que no podía haber nada que hubiera hecho Colin Firth que me pareciera, así de plano, una mierda porquería. Pero estaba equivocada. Cuesta imaginarse al protagonista de El discurso del rey, Love Actually o Kingsman haciendo bodrios (y no, no me refiero a El diario de Bridget Jones). Pero resulta que sí: que el bueno de Colin también tiene un pasado feo :O
Y me diréis: «¿De qué hablas, Jess?». Pues todo empezó cuando el otro día nos quedamos sin pilas en la lamparita de leer del dormitorio grande, donde llevamos toda la cuarentena durmiendo apiñaditos los cinco que somos en mi casa (más la gata). Total que como la lamparita se quedó sin pilas dejé la tele encendida un rato antes de dormir porque los niños le tienen un poco de miedete a la oscuridad. Y ahí estaba: una cosa pseudorrefrita adolescente que… A ver cómo os lo resumo: se titulaba Un sueño para ella (en su título original: What a girl wants).
Cuando era joven, Henry (Colin) tiene un amor fugaz con una norteamericana en un viaje por Oriente y de ese amor nace una niña de la que, por circunstancias, él no ejerce como padre hasta que Daphne (la hija norteamericana en cuestión) es adolescente y se planta en casa de él. Solo que él es un reputado político y ella una adolescente muy tierna y muy loca. Es una de esas pelis que tiene épicas escenas como «el baile de las debutantes», en el que todos son unos repolludos y pomposos estirados y nuestra amiga la locatis cambia la música por algo con ritmo y los pone a todos a bailar una coreografía improvisada y perfectamente sincronizada, demostrando así a la clase alta británica que también se pueden divertir al american way.
Mira de verdá 🤦🏻♀️. No puedo. Pero en qué pensabas, Colin.
La peli, seguro que lo veis venir, tiene altos y bajos y la moraleja final es que, ante todo, «tienes que ser tú misma/o». PERO QUÉ ME ESTÁS CONTANDO, MARI. «Tienes que ser tú misma» pero a la prota me la has sacado del catálogo de Victoria’s Secret, que llega a ser una de las debutantes repolludas y me haces un Betty la fea: tienes que ser tú misma pero, si puedes ser un pibón, entonces sé un pibón. No puedo con esta hipocresía, de verdad. POR QUÉ, COLIN, POR QUÉ.
Porque si esta peli fuera de principios de los ’90, allá en la época de esplendor de nombres como Freddie Prince Jr. y su Alguien como tú, allá cuando Colin no era nadie, pues psé. Pero es de 2003. Y en 2003 Colin ya había sido el amor de Bridget, y ese mismo año era Jamie en Love Actually, y bueno, vale que a lo mejor no fue su mejos papel, ¡pero también había sido Lord Wessex en Shakespeare in Love, qué caray!
Ja, ja, ja, ja… Pobre… El verde no es su color xD
Pensé que mirando atrás, mucho más atras en su pasado, no podría ser peor. Al fin y al cabo, en sus inicios, allá a mediados de los ’80, Colin ya fue co-protagonista en buenos títulos, como Otro país con Rupert Everett. Pero la vida, amigos, que nunca deja de sorprender, y resulta que Colin también fue una suerte de Freddie Prinze Jr. en sus tiempos, pero al estilo europeo:
En 1985 -atención- protagonizó junto a Timothy Spall (a quien conocéis como Colagusano en Harry Potter) la comedia Dutch Girls (Chicas holandesas) en las que «un equipo adolescente británico de hockey sobre hierba viaja a Holanda y descubre algo más interesante que los tulipanes y los molinos: ¡mujeres muy muy sexys!».
Os dejo aquí un documento histórico:
Siempre puede ser peor.
Por qué, Colin…