Que sí, que lo conocemos todos. El de las pelis de Bourne no, el otro. Este:
Desde que amaneciera el milenio, Wahlberg se ha ido haciendo un presente constante en nuestras vidas.
En los últimos años lo hemos visto en títulos como Todo el dinero del mundo, Transformers, las dos de Ted, Max Payne o Shooter, por citar solo algunas.
Eso, claro, sin olvidar The Fighter, de 2010, con Christian Bale (que también tiene un pasado), e Infiltrados, ya de 2006, que protagonizó junto a Leonardo DiCaprio, Jack Nicholson y Matt Damon (este sí, el de Bourne), películas ambas que le valieron sendas nominaciones al Oscar: la segunda como actor y la primera como productor.
Parece mentira, por cierto, que el madurísimo Wahlberg de Infiltrados estuviera a solo cinco años del Wahlberg que Tim Burton fichó para su versión de El planeta de los simios.
Y para muchos el primer escarceo de Wahlberg con la fama fue, sin duda, Boogie Nights, de 1997 (quizás, apurando mucho, Diario de un rebelde, también con Dicaprio, del ’95). Que vamos más de veinte años desde entonces y todavía hay quien se pregunta si había truco o no en el reflejo de su pene en el espejo (¡que no, caray, que era prótesis!).
Pero no. Para cuando Mark deicidió que quería ser una estrella de cine, ya había alcanzado la fama en otra parte. Y aquí es donde quería yo llegar. Os contaré la historia:
Ahí donde lo tenéis, este actor que recientemente se subió al podio de los actores mejor pagados del mundo, a finales de los ’80, y siendo aún adolescente, era conocido en su barrio por hacer cosas del estilo tirar piedras a niñas afroamericanas al grito de «hay que matar a todos los negros». En una ocasión, al parecer, participó en una paliza a unos chicos vietnamitas. Huyendo de la policía en aquel altercado, se escondió en una tienda, en la que aprovechó la coyuntura para robar un pack de cervezas y, de paso, darle un puñetazo al dependiente -también vietnamita- y dejarlo ciego.
Mark cumplió una pequeña condena en un correccional (como habían hecho antes cuatro de sus ocho hermanos).
Después de esa experiencia, Mark dijo haber encontrado a Dios, se refugió espiritualmente en el catolicismo…
… Y comenzó entonces, durante los ’90, su nueva andadura como cantante rap, en la que se vio las caras como icono del rap blanco con Vanilla Ice, bajo el nombre de Marky Mark.
De hecho, con el grupo The Funky Bunch cosecharon un enorme éxito con el disco Music for the People y el tema Good Vibrations.
Y para finales de los ’90 se convirtió en modelo para Calvin Klein.
Cosa que le venía, por cierto, como anillo al dedo, ya que Marky Mark era conocido por dos cosas: se quitaba la camiseta en todos sus conciertos y no le importaba demasiado ir por ahí perdiendo los pantalones. Cosas de la juventud.
Es lo que tiene ser el hermano del malote de los NKOTB
27 agosto 2018 | 9:27 am