Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Los obispos vuelven a mear (con perdón) fuera del tiesto

Los obispos están, otra vez, crecidos, envalentonados y meando fuera del tiesto. La situación me parece gravísima para cualquier demócrata que se precie. La Iglesia vuelve a las andadas. Protesta contra la enseñanza de una asignatura obligatoria. acorde con la Constitución, que trata sobre los valores de tolerancia, libertad y convivencia en una socidedad democrática.

Unos recomiendan la «objeción de conciencia» contra la asignatura «Educación para la Ciudadanía» y otros hablan de darla «por imperativo legal«, fórmula utilizada por los batasunos para jurar sus cargos. Pero ninguno de ellos se digna rechazar el dinero que los colegios católicos concertados y la propia Iglesa Católica reciben – y no se por qué- del Estado aconfesional español, es decir, de los impuestos de todos los españoles.

Hasta ahora, el Gobierno de Zapatero se había mostrado asustadizo y temeroso ante cualquier resoplido de los monseñores. Y eso, me consta, le cuesta votos de muchos laicos honrados. Menos mal que la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega salió ayer al rescate del presidente Zapatero (que parece alelado, un poco gaznápiro, en cuanto oye gritar pamplinas o amenazas a los obispos) y avisó a los purpurados (y a los colegios que chupan del bote del Estado) que quien no apruebe esta asignatura no tendrá título y «que vaya a los tribunales quien no esté de acuerdo con ella».

Por su parte, El Roto también le echó ayer una mano al Gobierno, y a los ciudadanos respetuosos con los valores democráticos, con un dibujo que supera a todos los editoriales que he leído hasta ahora sobre la materia.

Creo que la vicepresidenta aún se quedó corta. En mi opinión, le faltó decir, con toda claridad, lo que no deja de ser una verdad de Perogrullo:

Si algún colegio católico, musulmán, judío o busdista concertado no cumple la Ley, se le quita el dinero, que tan graciosamente le da el Estado, y sanseacabó.

¿Acaso puede el Estado dar dinero público a presuntos delincuentes que se saltan la Ley a la torera, por mucha sotana negra o morada o turbante o kepa que lleven?

¡Qué vigencia tiene aún nuestro Cervantes!:

«Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho…»

Soy respetuoso con todas las creencias religiosas, paracientíficas o mágicas que no hagan daño a terceros. Pero me preocupa -en realidad, me alarma- la caradura que muestran hoy algunos jerarcas de la Iglesia Catolica española, tan irreverentes con las creencias legítimas de los demás y tan bravucones y antidemócratas como para amenazar con incumplir las leyes vigentes, apobadas por los representantes de los españoles.

Tengo la impresión de que han perdido el apoyo de su Espiritu Santo o de que su mismísimo Diablo les tiene engañados. No puedo comprender a qué viene ahora sacar tanto pecho y poner a prueba la paciencia de un montruo histórico español -felizmente dormido- como es el anticlericalismo. Yo creo que estos purpurados no han leído la Constitución española o, peor aún, la Historia de España y, por eso, no saben donde se están metiendo.

Me consta que hay muchos católicos muy sensatos y respetuosos con la Democracia y creo que deberían recomendar prudencia y/o disimulo a ciertos obispos anclados aún en la España negra.

Me gustó también lo que dijo la vicepresidente de la Vega:

«… no se puede objetar contra la Educación para la Ciudadanía como no se puede objetar tampoco contra las Matemáticas»

Me recuerda, con tristeza, una frase de nuestro ilustrado padre Feijóo, a finales del XVIII. Algo así como:

«Las Matemáticas y la Física son extranjeras en España»

He ahí una de las causas del atraso científico y económico de España. Y temo que se repita aquella penosa experiencia, a manos de los mismos culpables. Si dejamos que la Iglesia aplique, contra la Ley, la objeción de conciencia para que sus clientes no cursen la «Educación para la Ciudadanía«, ¿cual será el siguiente paso de los voraces e insaciables obispos trabucaires?

Si tienen algún éxito, pueden objetar contra la Fisica y la Química o contra la Literatura

¿Acaso no van las ciencias experimentales contra las creencias religiosas que atribuyen a un dios (¿diseño inteligente?) la creación del primer hombre sobre la Tierra? ¿Acaso no contradice la ciencia moderna, desde Charles Darwin hasta hoy, las teorías mágicas del creacionismo divino de Adán y Eva o del mundo en seis días?

¿Quién, si no la Iglesia, frenaba o preseguía en España el estudio de las ciencias experimentales en el siglo de las luces?

En tiempos del padre Feijóo, el primer ministro ilustrado de Carlos III, el ilustre reformador Jovellanos, fue expulsado del Gobierno, perseguido por la ¿Santa? Inquisición y encerrado en un castillo de Menorca sin derecho a papel, tinta ni pluma. El papa Pío VI (¿a quizás Pío VII?) había pedido al rey Carlos III -otro cobardica- que se librara de esos hombres que (cito de memoria) «imbuidos de una falsa ciencia llevaban a la católica España por caminos de perdición«.

Aquel rey pusilánime cedió y entregó a la España negra a uno de los hombres más insignes de aquel siglo y con ello dió una señal para frenar el progreso, retrasar nuestra civilización y ampliar la brecha que nos separaba ya de la emergente Ilustración europea.

¿Se imaginan a los obispos más rebeldes predicando contra la inclusión de Miguel Hernández o de García Marquez en la asignatura de Literatura por sus tendencias comunistas o ateas o a Mario Vargas Llosa por su liberalismo?

Me echo a temblar al pensar que mis hijos o mis futuros nietos tuvieran que volver algún día, como yo hacía de joven a escondidas, a la trastienda de la librería Fuentetaja para comprar libros prohibidos por la Iglesia.

La situación es tan preocupante que me atrevo a a pedir al maestro Fernando Savater que vuelva a publicar, aunque sea a multicopista, sus certeros artículos en los que, con enorme clarividencia, separaba el delito del pecado. Por ejemplo: ser homosexual puede ser considerado pecado por la Iglesia católica pero, según nuestras leyes, no es un delito. Y nuestros hijos tienen el derecho y el deber de saber distinguir una cosa de la otra.

¡Basta ya, por favor, de tanto lavado de cerebro eclesiástico!.

Habemus libertas. Somos ciudadanos libres. Que cada uno elija libremente, y por supuesto fuera de la escuela pública, la religión que le plazca.