Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

Los europeos del sur dicen estar menos satisfechos con su vida que los del norte

Eurostat, que como sabéis es la agencia europea de estadística, se ha sacado de la manga un nuevo índice, que lo han denominado de «satisfacción general con la vida», y que mide cuán orgullosos y felices estamos o no con nuestra existencia los europeos. Un concepto «multi-dimensional», lo llaman, que están muy relacionado con los diferentes índices de calidad de vida que el organismo viene publicando desde hace años (salud, empleo, igualdad), pero que añade una percepción más global, subjetiva y diversa de la vida.

Aquí tenéis un telegráfico resumen de la encuesta. España está por debajo de la media europea, las mujeres y los hombres dicen estar casi igual de satisfechos con su vida, los jóvenes son los más satisfechos, etc. Lo que a mí me ha llamado la atención, sin embargo, es una de las tablas que acompaña al documento de Eurostat (abajo), y que desglosa esa satisfacción por países.

Daneses, suecos y finlandeses son los más satisfechos con su vida. Ciudadanos del norte de Europa. Portugueses, griegos, españoles e italianos, ciudadanos del sur. En la escala de satisfacción, la mayoría de países del norte están por encima de 7, mientras que los del sur –salvo Malta– están entre 6 y 7 (más cerca del 6 que del 7 la mayoría de ellos). El plato estadístico está elaborado con ingredientes del 2013, es decir cuando la crisis económica en Europa había dejado atrás ya su momento más crítico, pero arrastraba consigo cinco años de incertidumbres y dificultades.

Solemos decir los sureños, para consolarnos, que los de la Europa nórdica serán más ricos, sabrán más idiomas y tendrán mejores trabajos, pero que son menos felices. Con todas las salvedades que estudios como este me suscitan (no porque no sean rigurosos, sino porque lo de tasar matemáticamente la felicidad me parece un tanto marciano), quizá ha llegado el momento de ir cambiando esta ¿percepción?

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Mantener dos sedes del PE equivale a construir un edificio del BCE cada década

Si hay un edificio comunitario que represente lo contrario de la austeridad no es, en mi opinión, la nueva sede del BCE. Puede que las dos acristaladas torres del Eurobanco –que han costado 1.200 millones de euros– sean un exceso, pero si los anticapitalistas que han encabezado las protestas contra su construcción quisieran afinar más la puntería, clamarían contra la segunda sede del Parlamento Europeo, la de Estrasburgo (la primera es Bruselas). Un brindis simbólico al pasado y un innecesario enaltecimiento de la duplicidad.

Sesión plenaria en Estrasburgo (SEEGER / EFE)

Sesión plenaria en Estrasburgo (SEEGER / EFE)

No lo digo solo yo, sino que es una reclamación histórica de la burocracia comunitaria y de algunos europarlamentarios combativos, no sé si cansados ya de viajar con sus maletas entre Bruselas y Estrasburgo unos poquitos días al mes o avergonzados del coste –en tiempo y en dinero– que supone sostener cada año este encorbatado circo ambulante (180 millones de euros, lo que viene siendo un edificio del BCE cada década, nada menos).

La campaña para establecer una sola sede del PE es antigua y acostumbra a sacar músculo del apoyo que concita entre políticos y ciudadanos, aunque a día de hoy no haya logrado aún su objetivo. Hay poderosas razones económicas, medioambientales, de eficiencia legislativa y, lo más importante, de puro sentido común. Pero corregir esta anomalía depende, en última instancia, de los Estados miembros y no del Parlamento, por lo que alcanzar la unanimidad es muy complicado.

Francia es el principal escollo para el objetivo de lograr la single seat. Para el Estado galo, tan reacio a perder su aura simbólica en la historia de la construcción europea, la sede de Estrasburgo es «innegociable», y la defienden con un argumento que pudo tener vigencia en su día, pero que ahora resulta bastante anticuado. En opinión de Francia, conservar varias sedes «preserva la Europa policéntrica y diversa que quisieron los padres fundadores». La diversidad tiene, a veces, un coste demasiado alto. A buen seguro, los padres fundadores, que sabían lo que se hacían, votarían hoy por abolirla.

Cien libros «memorables» sobre Europa que las instituciones te sugieren que leas

¡Las omnipresentes y fastidiosas listas! No sabía yo que el Parlamento Europeo viene publicando, desde 2014, una con los libros imprescindibles sobre Europa. Grata sorpresa esta de tener un índice de obras «memorables» (unas más que otras, acabáramos). No voy a decir que me he leído las 100, ni muchísimo menos, pero sí que junto a felices inclusiones (mis admirados Szymborska, Patocka o Milosz) hay ominosas exclusiones (Mazower) y algún que otro pufo (del que no diré el nombre por respeto a los ancianos).

Más hombres que mujeres, más memorias de políticos que libros de Historia y más obras ‘viejas’ que contemporáneas. Ese es el resumen. Es curioso que, mientras de las primeras décadas de la Europa común hay una abundante y variada bibliografía, del pasado reciente y del tiempo presente no abunden los ejemplos (de hecho, de 2000 a hoy solo hay tres libros y ninguno, salvo el de Perry Anderson, de verdadera enjundia).

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Autor: EFE

A pesar de todo, me encanta que las instituciones comunitarias sean conscientes de lo importante que es el pasado. Dice en la presentación de la web Martin Schulz, presidente del PE y exlibrero, de quien nació a buen seguro la iniciativa, que «en estos momentos de crisis de confianza en la idea de Europa, estoy firmemente convencido de lo importante que es reflexionar sobre el contexto histórico del proyecto, para poder planificar mejor el futuro».

Encomiable, claro que un tanto utópico. Los libros como tal no están disponibles. Solo una breve ficha de los mismos y del autor. No en todos los idiomas de la UE y ahí radica el déficit más importante de la lista no se ha contado para su elaboración con las preferencias lectoras de los ciudadanos. Yo me reconozco en este índex porque es muy académico y sobrio y un tanto enrevesado, pero he hecho la prueba de preguntar a varios amigos cuántos de los autores que no sean políticos conocen: el resultado ha sido catastrófico.

El Pensamiento cautivo es, por ejemplo, una obra maravillosa, premonitoria, etc, pero por desgracia de lectura muy minoritaria. ¿No hubiera estado mejor, quizá, ampliar un poco el espectro de libros a novelas y autores más populares? Alguna vez lo he escrito aquí, y lo vuelvo a repetir: una de las mejores formas de alimentar el espíritu europeo es a través de la literatura continental. Todas estas obras, o muchas de ellas, son magníficas, pero responden más bien a un inaccesible deseo erudito que a una común pasión razonable.

Os animo de todas maneras a fuchicar en la web un poco. Ver los autores y echar un vistazo a las biografías. ¡Hay sorpresas agradables!

Europa, Internet y el cambio social: nuevas herramientas, antiguos dilemas

Ciudadanos empoderados. Barreras de liderazgo. Narrativas personales. Francisco Polo, director en España de Change.org, maneja con soltura la jerga asociada a la participación política digital. Él lo resume en una fórmula optimista y con gancho: «Pasar de un momento a un movimiento». Change.org es lo que se conoce como una ‘historia de éxito’ en nuestro país, a pesar de (o quizá debido a) la todavía embrionaria sociedad civil española.

La relación entre Internet y el cambio social ha centrado este miércoles una nueva edición de las conversaciones que organiza el Real Instituto Elcano (en Twitter podéis repasar los momentos estelares buscando a través del hashtag #elcanotalks), que ha contado con Polo como ponente invitado, un nutrido grupo de investigadores y algún que otro periodista, como el que escribe.

Francisco Polo (izq), en un momento de su exposición (foto: @Estrella_Rafa)

Francisco Polo (izq), en un momento de su exposición (foto: @Estrella_Rafa)

Polo –que qué envidia, tiene mi misma edad– nos ha dejado titulares suculentos. Sobre las mujeres, que son las que más peticiones realizan en la plataforma y las que más victorias obtienen; sobre los políticos, a los que insta a participar más a través de este canal; sobre los españoles, que al parecer somos de los más activos en change.org. Y también sobre sí mismo: asegura que no volverá a votar en unas elecciones… hasta que el sistema político cambie (¡pues que firme la petición en su propia herramienta!).

Bromas aparte, las cuestiones que Polo esboza, y las que a su vez se le plantearon en el debate, son capitales para caminar los nuevos senderos de la política, entendida en sentido amplio. A todos nos preocupa el distanciamiento entre la clase política y la ciudadanía, y change.org, como otras plataformas que fomentan la participación en los asuntos públicos, puede contribuir a acercar ambas orillas. Los conflictos de intereses entre ciudadanos y empresas en tales plataformas, uno de los temas relevantes que salieron en la charla, o las fuentes de financiación de estas empresas (que al cabo es lo que son) no tienen que ser óbice para recelar de estos métodos (los anglosajones nos llevan años de ventaja en esto)… ni tampoco para alabarlos acríticamente, ojo.

Diréis que qué tiene esto que ver con Europa. Pues todo. Europa tiene un déficit democrático evidente (que no es nuevo, pero que se ha agravado estos últimos años). La UE debe, cuanto antes, potenciar las herramientas de interacción con sus ciudadanos. El crecimiento de instituciones hacia arriba conlleva el riesgo del alejamiento de los intereses de las personas… y no importa que este riesgo sea, llegado el momento, algo más imaginario que real, porque las percepciones en política también cuentan.

En este sentido, Vicente Rodrigo –de los siempre resueltos compañeros de CC/Europa– hizo la que para mí fue la gran pregunta de la charla: ¿Se debe privatizar la iniciativa legislativa ciudadana? Para los que no la conozcáis, esta es la fórmula desarrollada por las instituciones europeas para que los ciudadanos participen en la política europea (una especie de ILP a nivel comunitario). Se instauró en 2012 y ha sido objeto de alabanzas (ejemplo de democracia directa supranacional) y críticas (insuficiente, mero postureo) casi por igual (en este artículo del profesor Luis Bouza encontraréis un análisis muy ponderado).

Pero lo cierto es que, tres años después de su estreno, la ICE es una institución muy poco conocida entre los ciudadanos, por lo que la pregunta sobre cómo hacer para mejorarla –todos coincidimos en que la iniciativa es loable– parece muy pertinente. ¿Privatización? Francisco Polo es partidario de que «las instituciones colaboren con canales como change para ser eficaces». Entiendo que esta colaboración podría llegar a ser fértil si las instituciones ponen el sello de calidad democrático y las empresas privadas de participación la pegada (y el marketing político), ¿no?

En cualquier caso, es una vía que se puede explorar, y seguramente se explore. ¿Qué opináis vosotros? ¿Qué os parecen las nuevas formas de participación política y las herramientas digitales que promueven el cambio social? ¿Podrían usarse en combinación con las viejas herramientas ya existentes?

La atea y tolerante Europa no comulga bien con las minorías religiosas

Contrariamente a la percepción común, la hostilidad social relacionada con la religión disminuye en el mundo. Según un reciente y muy interesante estudio de Pew Research, con los últimos datos disponibles, los de 2013, los conflictos de carácter religioso decaen en todos los continentes. Se rompe así con una tendencia al alza que se había mantenido de 2006 a 2012. A pesar de este dato optimista, todavía una cuarta parte de los países albergan niveles altos de discordias de matriz religiosa.

Un cementeario judío  recientemente profanado (EFE).

Un cementeario judío recientemente profanado en Francia (EFE).

En nuestro continente sin dios, estamos –seguimos, más bien, pues es una tendencia que viene de lejos– un poco por encima de la media. La hostilidad social por motivos religiosos también disminuyó en 2013 en consonancia con el resto de regiones, si bien Pew alerta de un dato preocupante: el hostigamiento hacia las minorías, y en concreto contra los judíos, está cada vez más a la orden del día (por cierto, en esto en concreto estamos bastante peor que al otro lado del Atlántico).

Y otro dato para la reflexión: dice Pew que en aproximadamente dos tercios de los países europeos existen grupos de presión organizados que usan la fuerza y la coerción para dominar la vida pública con su particular perspectiva religiosa. Estas organizaciones se oponen a las minorías religiosas, llegando a atacar a los miembros que profesan un culto que no les agrada. En esto, la especificidad europea es triste por notable: en 30 de 45 países, un 67%, se constatan ataques de esta naturaleza, por un 38% en el resto del mundo.

Estos datos, y este estudio (aquí, en inglés, podéis leerlo completo), me llaman bastante la atención por un motivo. Tenemos la percepción, yo el primero, de que vivimos en un continente de lo más tolerante con las religiones (a pesar de los pesares) y que el odio religioso y los conflictos de orden teológico que afectan a la sociedad son cosa de otros, de bárbaros. Nada más lejos de la realidad. En algunos países como Francia, Italia y qué decir de Europa del Este, el conflicto religioso, pace Voltaire y su tolerancia, es una amenaza indisimulada.

¿Qué ha sido de la ayuda al desarrollo en nuestra Europa de la crisis?

Con el fantasma de la crisis humanitaria vagando por el patio trasero (Léase: Ucrania) y con el objetivo de seguir siendo la potencia mundial en ayuda al desarrollo, este 2015 las instituciones comunitarias celebran el Año Europeo del Desarrollo. Un compromiso loable, pero difícil de sostener en un momento en el que la resaca de la crisis se deja notar en los menguantes presupuestos.

El viernes pasado, en la sede en Madrid del Parlamento Europeo, acudí a un interesante foro sobre el tema, organizado por el propio PE y en el que además de políticos y periodistas acudieron representantes de ONG y asociaciones. ¿Conclusiones? Pues básicamente dos, que en realidad se funde en una: Europa hace más que otros actores globales por el desarrollo… pero muchísimo menos de lo que debería.

Enrique Guerrero, durante el foro del viernes ( @PE_Espana)

Enrique Guerrero, durante el foro del viernes ( @PE_Espana)

Entre estas dos visiones, pelín irreconciliables, navegó la cita: lejos queda ya el voluntarioso 0.7% del PIB dedicado a ayuda al desarrollo de regiones pobres o en transición. «Estamos en un momento de inflexión», reconoció Enrique Guerrero, eurodiputado socialdemócrata y especialista en estas cuestiones, que alertó de que «se está imponiendo una visión securitaria del desarrollo». Guerrero hizo un balance «moderadamente insatisfecho» de los objetivos del desarrollo y puso sobre la mesa el que creo que es el tema fundamental, y que fue tratado de pasada el foro: la inmigración y las fronteras.

La crisis humanitaria en el Mediterráneo, de la que Europa no debe ni puede desentenderse, es consecuencia también de esas políticas de ayuda a terceros ineficaces o insuficientes. Lo dijo una interviniente, portavoz de una ONG, con visible enfado, pero lamentablemente la palabra frontera, y todo lo que la rodea, estuvo ausente del debate.

Además, en Europa hay 125 millones de personas que viven en el umbral de la pobreza, lo que introduce un nuevo ingrediente en la coctelera del bombo de dinero que la UE destina al desarrollo. A los habituales, África y America Latina, y a las nuevas realidades, las brechas regionales y urbanas dentro de un mismo país, hay que sumar ahora la propia crisis europea, que ha transformado la realidad social del continente.

En este sentido, una curiosidad que quizá pudiera tener una lectura más seria. Durante el acto, los asistentes votamos electrónicamente sobre una serie de preguntas, obvias de responder, por otro lado. A la cuestión de quién debe ser responsable de canalizar la ayuda al desarrollo, la mayoría de los presentes, un 47%, dijimos que los Estados miembros… y un 40% que la UE. ¡Significativo resultado para tratarse de un foro europeo!

El doble rasero de la Comision: fuerte con los débiles y débil con los fuertes

Fuerte con los débiles y débil con los fuertes. Una forma de conducirse por la vida bastante mezquina que, extrapolada al ámbito político, produce monstruos como el de hoy. La Comisión ha aumentado el plazo dos años para que Francia reduzca su abultado déficit público y, además, ha decidido no hacer nada en el caso de la extraordinaria deuda pública que soportan Bélgica e Italia (de las más elevadas de la zona euro).

Matteo Renzi (EFE)

Matteo Renzi (EFE)

Lo contrario a las medidas tomadas hubiera sido que la Comisión, otrora exigente en esto de cumplir con los compromisos macroeconómicos por parte de los Estados, optara por sancionar –o amenazar con sancionar– a los malos alumnos. No se ha hecho. Han preferido apostar por esperar a las reformas y evitar el conflicto. Es decir, la Comisión ha actuado más política que económicamente. Lo que no está mal, ojo, si siempre fuera así.

Contrariamente a la draconiana austeridad que le caracteriza, la CE se ha mostrado benigna con estos países, concediendo más plazo y dando vía libre a reformas antes que sacar a relucir los objetivos del pacto de estabilidad. Un alivio para François Hollande en un momento en que Francia (bueno, Francia lleva arrastrando datos negativos de déficit desde hace más de un lustro…) está en horas bajas, y también para Italia, donde las reformas de Matteo Renzi no terminan de despegar.

Estas decisiones económicas del ejecutivo de la UE, aunque supongo que podrán ser explicadas y matizadas desde una visión posibilista, son muy complicadas de explicar a la ciudadanía (e incluyo a los medios de comunicación). Un doble rasero que castiga a los países débiles, exprimiéndoles hasta ponerles entre la espada y la pared, y relaja la presión sobre los socios potentes que lo están pasando mal… en aras, supongo, de equilibrar el poder alemán en la Unión.

La historia de un billete de marco de 1910 y el simbolismo del dinero en Europa

Tengo un billete de 1.000 marcos alemanes de 1910. Descolorido, raído. Sus enormes dimensiones se me antojan muy poco prácticas y no creo que tenga ningún valor hoy en almoneda. Su esforzado dibujo es inútilmente pretencioso y manierista, como si hubieran encargado su diseño a un dibujante obsesionado con lo sagrado y lo vegetal. Me lo regaló mi madre. A ella se lo dio mi abuela, que creo que lo heredó de su padre. Más atrás, bruma.

En una acotación del visionario Calle de sentido único, el diario que Walter Benjamin escribió entre 1924 y 1926, se lee: «En ningún lugar como en estos documentos [se refiere a los billetes de banco] se comporta ya el capitalismo ingenuamente en sacrosanta seriedad. Los inocentes niños que aquí juegan con cifras [en mi billete también los hay], las diosas que sostienen las Tablas de la Ley y los héroes maduros que envainan su espada son un mundo para sí: arquitectura para la fachada del infierno».

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Me gustaría poder desenmarañar la historia de este billete. Desde las manos de mi bisabuelo al empleado de banco que lo entregó por primera vez en una ventanilla, y de aquel a la autoridad física que decidió su emisión. En 1910 gobernaba en Alemania el káiser Guillermo II, y su obsesión imperial y guerrera impregna sin duda la retórica del documento. Este billete sobrevivió a la Gran Guerra, a la hiperinflación de la república de Weimar, cuando valdría menos que la tinta que lo imprimaba, y al nazismo. No sé cuándo se retiró de circulación y en qué condiciones salió de Alemania. Tampoco sé quién era el abajo firmante que daba al trozo de papel que ya otra cosa no es el sello de autenticidad.

Me acordé de él este martes, cuando el BCE dio a conocer el nuevo billete de 20 euros, uno de los más usados en el día a día. «Los billetes de euros afectan a la vida de todos y eso nos une aún más», dijo un complacido Mario Draghi, nuestro banquero jefe en la presentación, en la que al parecer también aludió a la inclusión de la figura mitológica de Europa, que da nombre a nuestro continente, «porque que demuestra que la región se basa en su historia común».

Pese a estas exhibiciones, los ciudadanos cada vez prestamos menos atención al relato que se nos quiere vender en el dinero, tan acostumbrados como estamos a los miles mensajes e imágenes que nos llegan por todos los lados y a las nuevas formas de pago (que nos sustraen al contacto visual con la autoridad, que no es poco). Su capacidad de seducción disminuye irremisiblemente, pese a los muchos colorines y la enumeración un tanto complaciente de las sofisticadas técnicas para evitar su falsificación. Y aunque el simbolismo del dinero será de los últimos vehículos de propaganda que se extingan en Europa, aquel ya nunca podrá igualar la seriedad que emana del billete de 1.000 marcos del II Reich.

Alemania o la nueva Atenas

Las comparaciones históricas, tratándose de un continente saturado de historia como Europa, nos ofrecen visiones cruzadas elegantes del pasado… y de nuestras preocupaciones presentes. Hace unos días, uno de mis mejores amigos, historiador especialista en protohistoria e historia antigua, me estuvo explicando el paralelismo que le venía a a la cabeza al leer sobre la deriva actual de la UE y su locomotora, Alemania. Remontándose al siglo V a. de C., a la alianzas y enemistades de la Grecia clásica, Sergio Remedios que así que llama mi amigo me puso sobre aviso de los lazos comunes entre dos épocas separadas por eones de tiempo y de política. Como él lo iba a explicar mucho mejor que yo, le animé a que escribiera un breve texto. Accedió y aquí está. Espero que lo disfrutéis porque merece la pena.

periclesLa historia nos aporta claros ejemplos de hacia dónde podemos marchar si no corregimos el rumbo a tiempo. Y la Unión Europea, como es lógico, no escapa a esta norma no escrita de las instituciones políticas creadas por la humanidad. No, no se asusten, no voy a hablar de IV Reich, ni de guerras mundiales aproximándose (eso no quiere decir que no pudiera), la historia va mucho más allá del corto siglo XX. Además como Grecia está en el foco europeo, creo conveniente buscar el paralelo en su historia. Quizá no haya cosa más apropiada que remontarnos a la mítica Atenas de Pericles para ver hacia donde se dirige Europa sino cambia su rumbo.

La UE se parece cada día más a la liga ático-délica que formaron muchas ciudades-estado griegas tras las guerras médicas (s. V a. C.). No les voy a aburrir con una clase de historia, pero creo que un breve resumen no les hará daño. Tras expulsar de Grecia a las tropas persas, los griegos viendo el excelente resultado que les proporcionó aliarse y combatir juntos, decidieron crear una confederación de ciudades para seguir luchando contra los persas y liberar a las ciudades griegas de Asia Menor, así como reconstruir económicamente unas tierras desoladas por años de guerra.

Atenas lideró esa liga, cuya sede fue la isla de Delos; y Esparta, la otra gran ciudad griega en la lucha contra los persas, decidió quedarse fuera y aislarse junto a sus aliados. Lo que en un principio constituyó una alianza beneficiosa para todos los miembros (seguridad en las rutas comerciales, unificación de pesos y medidas para facilitar ese comercio, instauración de una aportación solidaria para cubrir los gastos militares y económicos, etc…), pronto se tornó en la ley del más fuerte. Atenas paulatinamente, debido a su poder marítimo y militar, fue imponiendo sus condiciones a todos los miembros. Y poco a poco más que una liga de ciudades iguales, la confederación se tornó en una suerte de múltiples pactos bilaterales desiguales en los que Atenas siempre salía ganando. Las ciudades perdieron la libertad en muchas materias políticas y económicas, e incluso dejaron de tener la opción de abandonar la liga. Cuando la primera ciudad lo intentó, Naxos, fue brutalmente sojuzgada, y Atenas empezó también a obligar a otras polis a entrar en la confederación en contra de su voluntad. Como no podía ser de otra forma, todo acabó estallando, y cuando la guerra contra Esparta empezó, muchas ciudades acabaron traicionando a Atenas y se marcharon con su enemigo.

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Pues bien, creo que de esta historia se pueden sacar conclusiones y paralelos interesantes. Ver en Alemania a Atenas y en la UE a la liga ático-délica no me parece descabellado. El parecido llega a los niveles de que incluso la confederación encabezada por Atenas enviaba una especie de troika (episkopoi) para controlar fiscalmente a las ciudades aliadas. El problema es que ya hemos visto en que derivaron todos los abusos atenienses respecto a sus ‘socios’. ¿Conseguirá Alemania, de seguir su intransigencia, que algunos socios se lancen desesperados a los brazos de Esparta? ¿Es Esparta Rusia o lo es China? Esa ya es otra historia.

Al igual que la liga de Delos, la UE tuvo su origen en la inestabilidad y la destrucción que generó una gran guerra y se hizo con la intención de hacer algo común y beneficioso para todos, así como mantener unidos a los que previamente habían estado enfrentados. Pero en las circunstancias actuales, los miembros más desfavorecidos de la UE ven cada vez más claro que, al igual que en la liga ático-délica, la confederación responde cada vez menos a las necesidades de todos y cada vez más a los intereses del líder de la coalición. Además, Atenas se volvió tan ambiciosa que empezó a inmiscuirse en la esfera de influencia de Esparta y creyéndose más poderosa no le importó finalmente entrar en conflicto con ella. Pues bien, Alemania también parece seguir en ese camino, esperemos que cambie de rumbo a tiempo y no despierte al ‘oso ruso’ que parece empezar a desperezarse. Porque, algo que si tengo claro, es que por mucho que la UE pueda ser la liga de Delos, y Alemania represente el papel de Atenas, Merkel no es ni mucho menos Pericles.

Giacometti y la fragilidad europea

Una de las tallas de Giacometti que fotografié en la expo.

Una de las tallas de Giacometti que fotografié en la muestra.

Giacometti ejerció su arte de vanguardia, desde su mítico y casi místico taller, en la Europa de entreguerras y, sobre todo, en la Europa de después de la caída del nazismo. Sus esculturas conservan cierto espíritu arcaico, y me recuerdan a aquellos divertidos exvotos de las civilizaciones antiguas; sus bocetos a lápiz o a bolígrafo son, por su parte, nerviosos y minimalistas, y aspiran a envolver su mirada triste y perpleja del mundo.

He aparcado, como véis, el círculo de tiza podemístico, que ya empieza a cansar(me). El fin de semana visité —os animo a que lo hagáis, permanecerá hasta el 31 de mayo en Madrid— la exposición sobre Alberto Giacometti que alberga la Fundación Canal. Giacometti, ya sabéis, es el autor de esas figuras alargadas, de una rara fragilidad que las convierte paradójicamente en sólidas. Un clásico.

Si se quiere ver así, su obra es ejemplo de cómo el arte del siglo XX europeo reflejó la desolación de la guerra, la pequeñez del hombre y las tribulaciones del individuo en soledad. Puro patrimonio nuestro. Tan inestables. En la muestra de Canal no están sus esculturas más famosas ni cotizadas, pero sí un selecto puñado de aproximaciones a sus íntimos temas predilectos y alguna pequeña y leve maravilla, como podéis ver en la foto que malamente tomé.

Es curioso, el día que fui a la exposición vi mucha gente y muy interesada en Giacometti y su melancólico magnetismo. Hasta vi a lo que supuse que era un estudiante de Bellas Artes copiando a boli, en una libreta, algunos de los bocetos del suizo. A pesar de su aparente y desganada sencillez, no parece fácil llegar a imitarle.