Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

Archivo de julio, 2015

Un corto adiós

Durante casi un año, allá por el muy lejano 1965, Francia se mantuvo alejada de las instituciones europeas. Este episodio transcendental y poco recordado de la historia de la integración se conoce como la crisis de la silla vacía. Y de él, al cabo, Europa salió reforzada.

Con el compromiso de que no sean tantos los meses, y sin la alarma de llamarlo crisis, también yo voy a ausentarme por un tiempo. Será algo más que unas fugaces vacaciones y algo menos que un año sabático. Lo prometo.

Llenar el blog durante dos años de contenido (espero que interesante para todos, europeístas de corazón y euroescépticos de razón) no ha sido sencillo, pero sí grato. Haciendo repaso asumo que me ha quedado mucho por contar, explicar, denunciar o maravillarme.

Es una fuente de desazón para un perfeccionista, pero también un aliciente para regresar con más vigor. A pulir vicios y cubrir carencias dedicaré la próxima temporada hasta el regreso. Espero que para entonces aún sigáis aquí, que me ofrezcáis de nuevo la silla.

Muchas gracias por haberme leído, comentado, alabado y criticado (sobre todo lo primero y lo último: con lo primero se come, de lo segundo se aprende). Feliz agosto y hasta muy pronto.

 

 

 

 

Europa: esa vieja casa con fantasmas

El porcelánico acuerdo para un tercer rescate a Grecia ha minado de dudas el horizonte. Nunca antes, ni siquiera durante los cinco años de crisis en los que la zona euro caminó sobre el abismo, la sensación de fracaso, la decepción y la desesperanza fueron mayores. Un fantasma recorre Europa, y esta vez no se trata de una ideología, sino de un estado de ánimo.

La frustración es la nueva y única patria común de los europeos. La bandera de todos que nadie, por vergüenza, se atreve a ondear. Un sentimiento general de abatimiento recorre las salas de prensa, los periódicos, las fruterías y los timelines. Esta espiral pesimista (¿en qué lugar del mundo salvo Europa un rescate no provoca euforia sino temores, desasosiego y tristeza?) tiene un nombre: decadencia.

Juncker y Merkel, en una reciente reunión. (EFE)

Juncker y Merkel, en una reciente reunión. (EFE)

El desenlace agónico de la crisis (¿habrá más actos o habrá sido el último?, se viena a preguntar el infatigable Suanzes en una de sus extraordinarias crónicas) ha fracturado los huesos de un esqueleto ya endeble e inarmónico. Solo un proyecto en fase terminal es capaz de ofrecer niveles de absurdo tan elevados. Estados contra estados, ministros contra ministros y, mientras, una soberanía común que se deshilacha, una ilusión que retrocede varias décadas (la referencia escrita a un ‘Grexit temporal’ será desde ahora una mácula difícil de borrar).

El espectáculo bufonesco de políticos alardeando de que el acuerdo refuerza a Europa cuando la realidad es que en el último mes Europa -con su abstrusa y a la vez ineficaz forma de resolver problemas- ha perdido el remanente de credibilidad que le quedaba, es también un síntoma de decadencia. No de una decadencia spengleriana, orgánica, sino de una decadencia fruto de la tardía o nula corrección de los errores propios, de la falta absoluta de autocrítica, de la brecha entre gobernados y gobernantes y del agotamiento de los motores que condujeron al proyecto europeo al éxito en el pasado.

El nacionalismo de baja intensidad que se ha practicado estos días (así el egoísta referéndum de Tsipras o el encono insolidario de los socios nórdicos) no es la causa del desastre, sino su consecuencia. Cuando no hay voluntad de permanecer juntos (o tan solo hay una voluntad temerosa), cuando la fe originaria en el proyecto se ha perdido, lo que queda es una guerra de guerrillas, un hastío difuso, como al final de una pachanga (Eurogrupo) con dos balones. Es verdad que la UE se ha ido construyendo como resultado de la superación de distintas crisis, pero esa dinámica (esa potra histórica) no durará siempre. Y menos si todos los actores siguen prefiriendo pírricas victorias por separado que arriesgarse a superar juntos los dramas.