Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

Archivo de febrero, 2015

El doble rasero de la Comision: fuerte con los débiles y débil con los fuertes

Fuerte con los débiles y débil con los fuertes. Una forma de conducirse por la vida bastante mezquina que, extrapolada al ámbito político, produce monstruos como el de hoy. La Comisión ha aumentado el plazo dos años para que Francia reduzca su abultado déficit público y, además, ha decidido no hacer nada en el caso de la extraordinaria deuda pública que soportan Bélgica e Italia (de las más elevadas de la zona euro).

Matteo Renzi (EFE)

Matteo Renzi (EFE)

Lo contrario a las medidas tomadas hubiera sido que la Comisión, otrora exigente en esto de cumplir con los compromisos macroeconómicos por parte de los Estados, optara por sancionar –o amenazar con sancionar– a los malos alumnos. No se ha hecho. Han preferido apostar por esperar a las reformas y evitar el conflicto. Es decir, la Comisión ha actuado más política que económicamente. Lo que no está mal, ojo, si siempre fuera así.

Contrariamente a la draconiana austeridad que le caracteriza, la CE se ha mostrado benigna con estos países, concediendo más plazo y dando vía libre a reformas antes que sacar a relucir los objetivos del pacto de estabilidad. Un alivio para François Hollande en un momento en que Francia (bueno, Francia lleva arrastrando datos negativos de déficit desde hace más de un lustro…) está en horas bajas, y también para Italia, donde las reformas de Matteo Renzi no terminan de despegar.

Estas decisiones económicas del ejecutivo de la UE, aunque supongo que podrán ser explicadas y matizadas desde una visión posibilista, son muy complicadas de explicar a la ciudadanía (e incluyo a los medios de comunicación). Un doble rasero que castiga a los países débiles, exprimiéndoles hasta ponerles entre la espada y la pared, y relaja la presión sobre los socios potentes que lo están pasando mal… en aras, supongo, de equilibrar el poder alemán en la Unión.

La historia de un billete de marco de 1910 y el simbolismo del dinero en Europa

Tengo un billete de 1.000 marcos alemanes de 1910. Descolorido, raído. Sus enormes dimensiones se me antojan muy poco prácticas y no creo que tenga ningún valor hoy en almoneda. Su esforzado dibujo es inútilmente pretencioso y manierista, como si hubieran encargado su diseño a un dibujante obsesionado con lo sagrado y lo vegetal. Me lo regaló mi madre. A ella se lo dio mi abuela, que creo que lo heredó de su padre. Más atrás, bruma.

En una acotación del visionario Calle de sentido único, el diario que Walter Benjamin escribió entre 1924 y 1926, se lee: «En ningún lugar como en estos documentos [se refiere a los billetes de banco] se comporta ya el capitalismo ingenuamente en sacrosanta seriedad. Los inocentes niños que aquí juegan con cifras [en mi billete también los hay], las diosas que sostienen las Tablas de la Ley y los héroes maduros que envainan su espada son un mundo para sí: arquitectura para la fachada del infierno».

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Me gustaría poder desenmarañar la historia de este billete. Desde las manos de mi bisabuelo al empleado de banco que lo entregó por primera vez en una ventanilla, y de aquel a la autoridad física que decidió su emisión. En 1910 gobernaba en Alemania el káiser Guillermo II, y su obsesión imperial y guerrera impregna sin duda la retórica del documento. Este billete sobrevivió a la Gran Guerra, a la hiperinflación de la república de Weimar, cuando valdría menos que la tinta que lo imprimaba, y al nazismo. No sé cuándo se retiró de circulación y en qué condiciones salió de Alemania. Tampoco sé quién era el abajo firmante que daba al trozo de papel que ya otra cosa no es el sello de autenticidad.

Me acordé de él este martes, cuando el BCE dio a conocer el nuevo billete de 20 euros, uno de los más usados en el día a día. «Los billetes de euros afectan a la vida de todos y eso nos une aún más», dijo un complacido Mario Draghi, nuestro banquero jefe en la presentación, en la que al parecer también aludió a la inclusión de la figura mitológica de Europa, que da nombre a nuestro continente, «porque que demuestra que la región se basa en su historia común».

Pese a estas exhibiciones, los ciudadanos cada vez prestamos menos atención al relato que se nos quiere vender en el dinero, tan acostumbrados como estamos a los miles mensajes e imágenes que nos llegan por todos los lados y a las nuevas formas de pago (que nos sustraen al contacto visual con la autoridad, que no es poco). Su capacidad de seducción disminuye irremisiblemente, pese a los muchos colorines y la enumeración un tanto complaciente de las sofisticadas técnicas para evitar su falsificación. Y aunque el simbolismo del dinero será de los últimos vehículos de propaganda que se extingan en Europa, aquel ya nunca podrá igualar la seriedad que emana del billete de 1.000 marcos del II Reich.

Alemania o la nueva Atenas

Las comparaciones históricas, tratándose de un continente saturado de historia como Europa, nos ofrecen visiones cruzadas elegantes del pasado… y de nuestras preocupaciones presentes. Hace unos días, uno de mis mejores amigos, historiador especialista en protohistoria e historia antigua, me estuvo explicando el paralelismo que le venía a a la cabeza al leer sobre la deriva actual de la UE y su locomotora, Alemania. Remontándose al siglo V a. de C., a la alianzas y enemistades de la Grecia clásica, Sergio Remedios que así que llama mi amigo me puso sobre aviso de los lazos comunes entre dos épocas separadas por eones de tiempo y de política. Como él lo iba a explicar mucho mejor que yo, le animé a que escribiera un breve texto. Accedió y aquí está. Espero que lo disfrutéis porque merece la pena.

periclesLa historia nos aporta claros ejemplos de hacia dónde podemos marchar si no corregimos el rumbo a tiempo. Y la Unión Europea, como es lógico, no escapa a esta norma no escrita de las instituciones políticas creadas por la humanidad. No, no se asusten, no voy a hablar de IV Reich, ni de guerras mundiales aproximándose (eso no quiere decir que no pudiera), la historia va mucho más allá del corto siglo XX. Además como Grecia está en el foco europeo, creo conveniente buscar el paralelo en su historia. Quizá no haya cosa más apropiada que remontarnos a la mítica Atenas de Pericles para ver hacia donde se dirige Europa sino cambia su rumbo.

La UE se parece cada día más a la liga ático-délica que formaron muchas ciudades-estado griegas tras las guerras médicas (s. V a. C.). No les voy a aburrir con una clase de historia, pero creo que un breve resumen no les hará daño. Tras expulsar de Grecia a las tropas persas, los griegos viendo el excelente resultado que les proporcionó aliarse y combatir juntos, decidieron crear una confederación de ciudades para seguir luchando contra los persas y liberar a las ciudades griegas de Asia Menor, así como reconstruir económicamente unas tierras desoladas por años de guerra.

Atenas lideró esa liga, cuya sede fue la isla de Delos; y Esparta, la otra gran ciudad griega en la lucha contra los persas, decidió quedarse fuera y aislarse junto a sus aliados. Lo que en un principio constituyó una alianza beneficiosa para todos los miembros (seguridad en las rutas comerciales, unificación de pesos y medidas para facilitar ese comercio, instauración de una aportación solidaria para cubrir los gastos militares y económicos, etc…), pronto se tornó en la ley del más fuerte. Atenas paulatinamente, debido a su poder marítimo y militar, fue imponiendo sus condiciones a todos los miembros. Y poco a poco más que una liga de ciudades iguales, la confederación se tornó en una suerte de múltiples pactos bilaterales desiguales en los que Atenas siempre salía ganando. Las ciudades perdieron la libertad en muchas materias políticas y económicas, e incluso dejaron de tener la opción de abandonar la liga. Cuando la primera ciudad lo intentó, Naxos, fue brutalmente sojuzgada, y Atenas empezó también a obligar a otras polis a entrar en la confederación en contra de su voluntad. Como no podía ser de otra forma, todo acabó estallando, y cuando la guerra contra Esparta empezó, muchas ciudades acabaron traicionando a Atenas y se marcharon con su enemigo.

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Pues bien, creo que de esta historia se pueden sacar conclusiones y paralelos interesantes. Ver en Alemania a Atenas y en la UE a la liga ático-délica no me parece descabellado. El parecido llega a los niveles de que incluso la confederación encabezada por Atenas enviaba una especie de troika (episkopoi) para controlar fiscalmente a las ciudades aliadas. El problema es que ya hemos visto en que derivaron todos los abusos atenienses respecto a sus ‘socios’. ¿Conseguirá Alemania, de seguir su intransigencia, que algunos socios se lancen desesperados a los brazos de Esparta? ¿Es Esparta Rusia o lo es China? Esa ya es otra historia.

Al igual que la liga de Delos, la UE tuvo su origen en la inestabilidad y la destrucción que generó una gran guerra y se hizo con la intención de hacer algo común y beneficioso para todos, así como mantener unidos a los que previamente habían estado enfrentados. Pero en las circunstancias actuales, los miembros más desfavorecidos de la UE ven cada vez más claro que, al igual que en la liga ático-délica, la confederación responde cada vez menos a las necesidades de todos y cada vez más a los intereses del líder de la coalición. Además, Atenas se volvió tan ambiciosa que empezó a inmiscuirse en la esfera de influencia de Esparta y creyéndose más poderosa no le importó finalmente entrar en conflicto con ella. Pues bien, Alemania también parece seguir en ese camino, esperemos que cambie de rumbo a tiempo y no despierte al ‘oso ruso’ que parece empezar a desperezarse. Porque, algo que si tengo claro, es que por mucho que la UE pueda ser la liga de Delos, y Alemania represente el papel de Atenas, Merkel no es ni mucho menos Pericles.

Giacometti y la fragilidad europea

Una de las tallas de Giacometti que fotografié en la expo.

Una de las tallas de Giacometti que fotografié en la muestra.

Giacometti ejerció su arte de vanguardia, desde su mítico y casi místico taller, en la Europa de entreguerras y, sobre todo, en la Europa de después de la caída del nazismo. Sus esculturas conservan cierto espíritu arcaico, y me recuerdan a aquellos divertidos exvotos de las civilizaciones antiguas; sus bocetos a lápiz o a bolígrafo son, por su parte, nerviosos y minimalistas, y aspiran a envolver su mirada triste y perpleja del mundo.

He aparcado, como véis, el círculo de tiza podemístico, que ya empieza a cansar(me). El fin de semana visité —os animo a que lo hagáis, permanecerá hasta el 31 de mayo en Madrid— la exposición sobre Alberto Giacometti que alberga la Fundación Canal. Giacometti, ya sabéis, es el autor de esas figuras alargadas, de una rara fragilidad que las convierte paradójicamente en sólidas. Un clásico.

Si se quiere ver así, su obra es ejemplo de cómo el arte del siglo XX europeo reflejó la desolación de la guerra, la pequeñez del hombre y las tribulaciones del individuo en soledad. Puro patrimonio nuestro. Tan inestables. En la muestra de Canal no están sus esculturas más famosas ni cotizadas, pero sí un selecto puñado de aproximaciones a sus íntimos temas predilectos y alguna pequeña y leve maravilla, como podéis ver en la foto que malamente tomé.

Es curioso, el día que fui a la exposición vi mucha gente y muy interesada en Giacometti y su melancólico magnetismo. Hasta vi a lo que supuse que era un estudiante de Bellas Artes copiando a boli, en una libreta, algunos de los bocetos del suizo. A pesar de su aparente y desganada sencillez, no parece fácil llegar a imitarle.

 

El efímero europeísmo de Podemos

Hasta yo estoy un poco hasta el gorro de Podemos, pero hay momentos en que la ubre da demasiada leche como para mantenerse apático. Vaya por delante que este será el último post sobre ellos que escriba hasta las elecciones de marzo. Primero, porque creo que tanta elevación a los altares (para el elogio o para el sacrificio, tanto da) no es positiva para nadie, y segundo porque como escribía Savater el otro día, cualquiera puede ser hoy politólogo, otra cosa más difícil es ser filósofo de la política…

Creo que esta vez el post tiene una justificación europeísta bastante elevada. Digamos que la más elevada que puede haber. Si en verdad debiera establecerse una regla de oro para las elecciones europeas, esta debería ser la de que ningún candidato puede, una vez ha sido elegido para el Parlamento Europeo, dejar sus funciones en mitad de la legislatura (o incluso peor: ni a un año de haber empezado esta) para labrarse un futuro en la política nacional.

Pablo Echenique, el último eurodiputado de Podemos en anunciar que se presenta en España. (EFE)

Pablo Echenique, el último eurodiputado de Podemos en anunciar que se presenta en España. (EFE)

Cierto es que se suele acusar, con bastante acierto, sobre todo en el pasado, a los políticos de usar Bruselas y Estrasburgo como cementerio de elefantes. Pero también es igual de sancionable, creo yo, cuando el Europarlamento es utilizado de trampolín, de forma descarada, para regresar allí de donde en realidad nunca quisiste moverte. Bruselas como un pañuelo de usar y tirar, bien para el jubiloso retiro tras años en la cúspide, bien como indisimulado pasaporte hacia la ansiada fama interna.

Es una falta de respeto a los votantes que haya políticos que presuman de europeísmo, de querer ser elegidos para hacer cosas por Europa, y que a la mínima oportunidad cojan el avión de vuelta a su país para no regresar allá más que de visita… y casi por obligación. Así está sucediendo con los cinco eurodiputados de Podemos que fueron elegidos en mayo del año pasado. Del quinteto inicial, y tras las sucesivas postulaciones a diferentes cargos en España, tan solo Lola Sánchez seguirá a buen seguro como eurodiputada. El resto, Pablo Iglesias incluido, habrán dejado un rastro efímero en la bancada del Grupo de la Izquierda Unitaria al que pertenecen.

No hay que pecar de ingenuos. El programa de Podemos para las Europeas de 2014 era muy poco Europeo, y su lectura, tal vez única lectura posible, había que hacerla (se hizo) en clave nacional (instrumental). Pero visto lo visto, creo que es preciso recordar que sus representantes fueron elegidos para un mandato de cinco años en un parlamento supranacional con cada vez más atribuciones legislativas y desde el cual podrían luchar la mar de bien, si ellos quisieran, contra las políticas de austeridad que son la norma en el continente. Mejor altavoz para su reivindicación, creo yo, no tendrían.

(Hasta que la clase política, los medios de comunicación y los ciudadanos no asumamos que aspirar a europarlamentario es la aspiración más alta, mucho más que soñar con un cargo nacional, que existe en política, estaremos equivocando el tiro).

¿Cómo seguir siendo europeísta si Grecia sale del euro y de la Unión Europea?

La posibilidad no es tan remota: existe. Y como tal, la pregunta sobre cómo seguir creyendo en nuestro proyecto al día siguiente es legítima. Aunque, claro, desesperanzadora. Si Grecia sale del euro más allá de quién tenga la responsabilidad última del fracaso, aunque, es una opinión particular, el fracaso sería sobre todo de quien guarda celosamente los triunfos en medio de la partida los europeístas lo tendremos bastante más complicado para defender nuestro credo.

Celebración de la victoria de Syriza en las elecciones Griegas (EFE)

Celebración de la victoria de Syriza en las elecciones Griegas (EFE)

Simplificar los argumentos que Grecia pague sus deudas vs. toda la culpa es de la troika no ayuda en nada, como se está viendo estos días de negociaciones menos diplomáticas de lo que todos quisieran. Más allá de las implicaciones económicas, legales, políticas, relativas a los tratados y al funcionamiento de los bancos, las instituciones, etc, todas ampliamente comentadas ya, lo fundamental es, creo, el abismo narrativo que produciría el abandono de Grecia.

Y no porque Grecia represente los valores simbólicos de la democracia y blablaba (basta con leer algunos de los libros del Kaplan viajero para darse cuenta que Grecia lleva viviendo de las rentas, en la mente de los ilustrados europeos, desde hace un par de siglos), sino porque si cae Grecia con ella caerá el principal argumento para sostener el proyecto europeo: la solidaridad entre los Estados y sus ciudadanos.

Leo en Twitter que hay quien se preocupa por los hijos, por la pedagogía. Por cómo les explicarán, cuando toque, que forman parte de una unidad que dejó despeñarse hacia el abismo a uno de sus miembros.  No es un tema menor. Hasta hace muy poquito, incluso hasta hoy, la UE es una historia de éxito. Pueden contarse fracasos, exageraciones, autoengaños, pero hasta los más críticos aciertan a encontrar bondades. Ese es el mayor activo, como se dice hoy, con el que cuenta Europa. Si se arrincona a Grecia, habrá que asumir un coste mayor: perder para la causa a las nuevas generaciones.

Varoufakis: modales arrogantes y propuestas realistas. ¿De qué va su «modesta» idea para superar la crisis?

El carismático Yanis Varoufakis, el economista rock-star con pose de perdonavidas que se ha echado Grecia sobre su ancha espalda, ha entrado como elefante en cacharrería en el circo europeo. Con maneras que rozan lo arrogante y un discurso demoledor, blindado, Varoufakis y su aura de prestigioso profesor (está por ver que en política también lo sea) es el arma con el que Syriza pretende ablandar el puño y desviar el rumbo de los acreedores de la troika.

Hace unos días, en un perfil apresurado que escribí para el periódico, mencioné de pasada un artículo fundamental para conocer sus ideas. A Modest Proposal for Resolving the  Eurozone Crisis es un texto académico firmado por Varoufakis y por otros dos economistas de corte keynesiano, Stuart Holland y James K. Galbraith. En sus 15 páginas están las claves del pensamiento económico del ministro de Finanzas de Syriza en relación a la Unión Europa y la superación de la crisis.

Varoufakis, en segundo plano, durante su comentada rueda de prensa con el jefe del Eurogrupo.

Varoufakis, en segundo plano, durante su comentada rueda de prensa con el jefe del Eurogrupo. (EFE)

Básicamente, la idea de Varoufakis and co. es la de sanar al enfermo europeo con una serie de intervenciones complejas pero poco invasivas, algo así como operar al sistema financiero por artroscopia, sin modificar tratados, sin contravenir las leyes y sin aspirar a un programa de máximos tan engañoso como poco realista. A este realismo ellos lo llaman modestia. El debate europeo sobre la salida de la crisis, dicen, ha sido monopolizado por falsos dilemas: estabilidad vs. crecimiento, austeridad vs. estímulos; soberanía nacional vs. federalismo, etc.

Falsos dilemas que solo hacen que poner palos en las ruedas y dificultan un cambio de perspectiva. Europa, aseguran, debe descentralizarse y aspirar a una revolución tranquila: usar las instituciones existentes de forma diferente. ¿Cómo? Pues otorgando al BCE, al BEI y a los mecanismos de estabilidad y financiación nuevas atribuciones. Programas limitados de conversión de parte de la deuda soberana, un fuerte programa de inversiones financiado a través de bonos del BEI, soluciones bancarias personalizadas, entidad por entidad, y, por último, lo que llaman un Programa Solidario de Emergencia Social.

Frente a posiciones maximalistas, por lo general irreconciliables (¿para qué aspirar a una Unión Bancaria si se pueden ir dando pasos efectivos a problemas actuales y que además suscitan más consenso?), lo que buscan los economistas es una actualización de las normas internas de la UE, aquellas que precisamente la hacen injusta, pero sin desembocar en una revolución legal que alargaría el proceso ad infinitum.

PS. Casualidades de Internet, en el estupendo blog Agenda Pública de eldiario.es José Moisés Martín hace, mejor y más extenso, lo mismo que he hecho yo. Aquí está, por si queréis completar lo leído.

PS2. Sooner or later, para desengrasar un poco…

Podemos y la engañosa ilusión de haber pasado a la Historia antes de hacerla

Hay una diferencia enorme entre estar haciendo historia y creer que ya se ha pasado a ella. Lo primero es movimiento afirmativo, incompleto, probable pero no seguro; lo segundo, un pecado de hybris. El sábado, en la Puerta del Sol, la vanguardia de Podemos volvió a repetir algo que cualquiera con oído atento les habrá escuchado ya más de una vez: «Esta foto se va a ver en todos los libros de texto». Algo parecido dijeron allá por octubre en Vista Alegre, durante su mitin fundacional. Y antes, incluso, cuando su inesperado éxito en las Europeas. «Esta campaña electoral se estudiará en las facultades», proclamaron entonces los líderes-profesores.

Errejón, durante el el mitin en Sol del sábado (EFE).

Errejón, durante el el mitin del sábado (EFE).

Esta vana creencia que afirma haber pasado a la Historia incluso antes de haber hecho historia no es nueva. Pasó también durante el 15-M. Recuerdo que poco después, muy poco después, de aquellas jornadas ya se anunciaban exposiciones antológicas con los lemas más coreados. Tampoco faltaron documentales de factura rápida que querían proyectar un sentido definitivo de acontecimientos todavía recientes, todavía inflamados de actualidad, y por lo tanto oscuros al análisis sereno.

Quizá esta urgencia por pasar a la Historia constituya un acto de reafirmación grupal, una manera de ejercer la autoconfianza profiláctica («si finalmente no ganamos no importará, ya hicimos historia antes»); o quizá, también, es un signo más de los tiempos, donde las palabras pesan cada vez menos y la sucesión fulminante de acontecimientos obliga a levantar acta notarial a cada paso. O al cabo, por último, es tan solo una exaltación verbal fruto de la conjunción del lenguaje mediático (que es un Moloch insaciable) con la formación teórica, mandarina y universitaria, de sus líderes (tanto de Podemos como del 15-M).

Sé que esta es una reflexión marginal, que esta semana los titulares de la prensa van por otro lado. Los medios se han contagiado un tanto acríticamente de la grandilocuencia de Podemos y de su retórica maximalista. Supongo que es legítimo (y rentable): al fin de al cabo, crean o no crean en ellos, vender, venden y dar visitas, dan. Pero precisamente por eso quería alejarme un poco de lugares comunes y poner el foco en una parte pequeña del fenómeno, la más triunfalista, pero que entre tanto discurso mejor o peor trabado pasa desapercibida. Pasar la Historia, los que nos hemos formado como historiadores lo sabemos bien, es muy complicado, y casi nunca depende de las ganas de uno, sino de la voluntad de los otros. Además, es un arma de doble filo: puede que se pase a los manuales –o a lo que sea que en el futuro usen los estudiantes– como lo contrario por lo que quisiste ser recordado.