Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

Archivo de octubre, 2013

Europa y el crimen: el continente más pacífico en la era menos violenta

Es una afirmación a menudo repetida y muy poco o nada cuestionada: el siglo XX fue el más violento de la historia humana. Y, si tomamos como referencia Europa, con sus dos guerras civiles continentales, no sólo el más violento, sino el más sangriento y el más horrible. Como corolario de ese pasado aún reciente, nuestra época seguiría siendo igual de violenta, algo que cualquier periodista, acostumbrado por su profesión a tratar con hechos de naturaleza desagradable, suscribiría sin dudarlo.

Steven Pinker (http://stevenpinker.com/)

Steven Pinker (http://stevenpinker.com/)

Hoy os traigo una visión alternativa: la del psicólogo evolutivo Steven Pinker. Del Instinto del lenguaje a La tabla rasa, este profesor de Harvard ha ido demoliendo con cada nuevo libro los dogmas académicos más estúpidos de las últimas décadas, lo que le ha convertido en chivo expiatorio de feministas de género, integristas religiosos, defensores de la posmodernidad y neomarxistas varios. Aunque es uno de los pensadores más influyentes, en España sus argumentos intelectuales, más allá de los impíos círculos del naturalismo y la tercera cultura, suelen desdeñarse olímpicamente. Somos más de las banalidades de Zizek y compañía, qué le vamos a hacer.

En su último libro, Los ángeles que llevamos dentro (Paidos, 2012), Pinker dispara: «Quizá estemos viviendo la era más pacífica de nuestra especie». Y luego, en algo más de 900 páginas, se encarga de explicar los porqués. Trufando estadísticas con teorías sociológicas clásicas (fundamentalmente, las del proceso de civilización, de Norbert Elias) y explicaciones éticas más modernas (como las de los círculos morales en expansión, de Peter Singer), Pinker trata de comprender las circunstancias que iluminan esta «nueva paz», como él la llama, caracterizada por «considerables reducciones en los niveles de violencia» (crímenes en general, guerras, genocidio y terrorismo).

La región menos violenta del mundo

Pinker defiende el libre comercio, el Estado centralizado y la democracia liberal —así como la herencia del humanismo de la Ilustración— como los factores claves para la disminución de la violencia desde la edad media a la actualidad. No lo oculta y lo razona. Se puede cuestionar sus argumentos, y ya lo han hecho, pero descalificarlo a priori como una especie de neocon, etnocéntrico y racista científico —como también se ha hecho— es algo inaceptable.

violencia

Respecto a Europa, que es lo que aquí importa (perdonad por la parrafada previa, pero la consideraba importante para llegar a este punto), Pinker asegura que constituye «la región menos violenta del mundo actual» (la tasa de homicidios es la más baja de todo el planeta). Y va más allá: cuestiona que el pasado siglo fuera el más violento (hubo más muertes violentas, cierto, pero también había más personas, lo que disminuía significativamente las probabilidades de ser víctima de la violencia).

«A medida que Europa se fue volviendo más urbana, cosmopolita, comercial, industrializada y secular, resultó también cada vez más segura», escribe Pinker cuando analiza la historia de nuestro continente en los últimos siglos. Una verdad contraintuitiva si se quiere, pero que convenientemente explicada puede ayudarnos a desmitificar de una vez el pasado y a soportar con un poco más de optimismo (racional, por supuesto) el presente.

Las tesis de Pinker no solo son iluminadoras para los historiadores, sino también para los periodistas y, por qué no, para los ciudadanos en general. Cuando, cada vez con más frecuencia, escucho los oscuros vaticinios de ‘algo va a pasar’, ‘esto va a estallar’, etc, pienso en que, si no pasa, y es probable que no termine pasando, no es porque seamos unos conformistas subyugados por fuerzas invisibles, sino por las razones que él bien expone: aumento de la empatía, deslegitimación de la concepción romántica (y moralista) de la violencia, etc. Os aconsejoque le echéis un vistazo y que me digáis qué os parece.

Lo raro es que Felipe González no tuviera aún una fundación política… todos la tienen

Felipe González es el primer expresidente español en dar nombre a una fundación, lo que lejos de ser un agudo ataque de egolatría (aunque algo de eso puede haber), viene a cubrir un vacío anómalo si aplicamos la socorrida escala europea. Desde Margaret Thatcher a Mário Soares, prácticamente todos los líderes del siglo XX —independientemente de su peso histórico— tienen su propia fundación o instituto.

Felipe González, durante un mitin.

Felipe González, durante un mitin.

No todos, claro, albergan la misma ambición. Los hay que son auténticas máquinas de generar ideología para los partidos a los que sirven (la Fundación Ebert para los socialdemócratas alemanes o el Instituto Konrad Adenauer, para los democratacristianos) y otros que son poco más que templos consagrados a la hagiografía minuciosa del susodicho.

En el caso de González parece que la fundación tendrá una intención mixta. El texto del BOE que recoge sus fines dice: «El estudio y puesta a disposición del archivo documental, bibliográfico, fotográfico y audiovisual de la trayectoria personal, profesional, política e institucional de don Felipe González Márquez». Y añade que todo está destinado a: «El impulso de actuaciones que desarrollen los valores relacionados con la democracia y las libertades, el bienestar material y su distribución, la investigación, desarrollo e innovación en el marco de gobernanza global«.

Así pues parece que la fundación que ha preparado el exlíder socialista estará en principio más cerca de la de De Gaspieri o el mencionado Soares que de las de Margaret Thatcher o Charles de Gaulle, más personalistas y menos enfocadas a la creación y difusión de pensamiento. Con todo, habrá que observar cuando esté en funcionamiento qué utilidad tiene para los investigadores y si puede servir como think tank para el PSOE, ahora que se está procediendo al desmontaje ordenado de Ideas.

Para completar un poco el asunto, he preparado una breve ficha de algunas de las fundaciones europeas patrocinadas por expolíticos, algunos vivos, aunque la mayoría muertos ya. Es un recorrido un tanto decimonónico por la historia casi presente, pero la memoria lo agradece si se se lee con las debidas precauciones.

(Pinchar sobre cada nombre en mayúscula para acceder a su página en Internet).

FRIEDRICH EBERT STIFTUNG

Es la fundación de estudios que nutre de ideología a la ya no tan poderosa SPD, la histórica formación socialdemócrata alemana. Le da nombre el que fuera el primer canciller de la república de Weimar, Friedich Ebert, socialista y obrero. La fundación es, creo, la primera de este tipo que se constituyó en Europa (decídme si me equivoco). Está muy extendida y tiene tentáculos en muchos países, incluido España (incluso hay web oficial en español de la misma). El prestigio de sus estudios y análisis es muy alto, al nivel del de los grandes think tanks europeos.

FONDAZIONE DE GASPIERI

Así se llama el centro de estudios italiano en honor del que fuera el fundador de la Democracia Cristiana y gran protagonista de la vida política en la posguerra del país. La fundación es un tanque de ideas englobado en el Centro de Estudios del Partido Popular Europeo. Su ideario y acción gira alrededor de tres polos: el europeísmo, el atlantismo y el mundo Meditarráneo. Sus armas, profundizar en el estudio de la cultura política y cívica contemporáneas. Además de organizar coloquios y mesas redondas sobre asuntos propiamente europeos, publica estudios y monografías sobre economía, globalización, política internacional, etc.

THE GORBACHEV FOUNDATION

Se subtitula ‘Fundación internacional para los estudios socio-económicos y políticos’. Fue creada por el propio expresidente de la URSS en 1991. Es un centro de estudios muy completo, con un edificio impresionante, con salas de lectura para investigadores, centro de convenciones, etc. El contenido, artículos en inglés y ruso sobre relaciones internacionales e historias (estudios sobre historial oral, federalismo, choque y diálogo de civilizaciones, etc) y una buena muestra de la producción bibliográfica sobre Gorbachov y su tiempo.

FUNDAÇAO MÁRIO SOARES

El socialista Mário Soares presidió Portugal durante una década. Ahora, con casi noventa años, preside la fundación que lleva su nombre, que fue fundada cuando aún era presidente de la república. La institución, que lleva la etiqueta de ‘Centro de investigación y formación para una cultura de paz’, consta de un archivo y una biblioteca para investigadores, ambos localizados en Lisboa. Además de promocionar la casa museo de Soares y recordar su biografía política, la fundación se encarga de realizar cursos, seminarios, conferencias así como actividades editoriales varias. También convoca un premio. ¿Los temas? Política internacional, medioambiente, globalización, etc.

KONRAD ADENAUER STIFTUNG

Es el think tank asociado a la CDU alemana, el partido democratacristiano. Tiene su cuartel central en Bonn, antigua capital de la Alemania Occidental. La fundación data de los años sesenta del siglo XX y recibe su nombre del que fuera canciller del país en la Guerra Fría. Como la Ebert, este centro de estudios tiene repartido por el mundo más de 100 sedes y oficinas que se encargan, sobre todo, de proveer educación superior en relaciones internacionales. Como curiosidad, su web es la única entre las fundaciones reseñadas que no incorpora información sobre el político que le da nombre.

MARGARET THATCHER FOUNDATION

Una fundación radicalmente diferente a la anterior, con vocación puramente de archivo y memoria (documentos, vídeos, discursos) de la política conservadora británica fallecida este mismo año 2013. El aspecto de la fundación es serio, pero apologético. Desconozco si los documentos históricos que se pueden consultar son todos los generados durante los años de su mandato como primera ministra o si los más comprometidos no están puestos a disposición de los investigadores. Esta fundación no es un think tank ni un advocacy tank, y tampoco es un centro de estudios que ofrezca becas a jóvenes estudiantes.

 INSTITUT FRANÇOIS MITTERRAND

Aunque el toque personalista está muy presente, como en el caso anterior, la fundación Mitterrand es un proyecto más ambicioso que el de la Margaret Thatcher foundation. Fue creada en 1996, tras la muerte de propio expresidente socialista francés. Su vocación es científica y se proyecta como un centro de estudios para conocer la historia de nuestro tiempo. Como otras fundaciones, sobre todo las alemanas, tiene una vocación internacionalista. Otorga un premio anual y expende carnés de amigos de la fundación. Su actual presidente es el ministro Hubert Védrine. En Francia existe también otra fundación muy parecida dedicada al expresidente De Gaulle.

Europa y sus ‘poderes blandos’: socialdemocracia, fútbol y crisis

Lo que sigue es una reflexión sobre lo que debió de ser una interesante conversación europea. En un reciente viaje a China, varios políticos y empresarios de la UE se reunieron con otros tantos políticos y empresarios del gigante asiático. Hablaron, como es de rigor, de la crisis del viejo continente, lo que indefectiblemente derivó en un debate —casi de civilización— sobre cómo superarla. En un momento, un representante chino le espetó a otro europeo: ¿sabéis cuál es vuestro problema con el Estado de bienestar? Que es demasiado grande.

La pregunta, de la que que desconozco —una pena— la respuesta, me hizo pensar. Europa es un producto de márketing democrático, el primer actor posmoderno. Europa vende prosperidad, paz, una cierta justicia ciudadana, valores ilustrados y todo el resto de extras simbólicos que se suelen asociar con el rostro amable de la modernidad. Los europeos nos sentimos orgullosos de nuestras conquistas, las proclamamos a la menor oportunidad y nos indignamos tanto si las devalúan como si las violan.

Lovesick Man (Georg Grosz), 1916

Lovesick Man (Georg Grosz), 1916

Son nuestros particulares ‘soft powers’, por recurrir al viejo y ya muy sobado concepto de Joseph Nye. Europa, además, no tiene otros. No tiene ejército, que sería el poder duro, pero tampoco tiene Hollywood, que sería el blando; la alta cultura está muy bien, pero no se puede seducir a medio mundo a base de filarmónicas. ¿Qué queda? Pues la socialdemocracia, el fútbol y la crisis. La primera está en descomposición; el fútbol (esto es, la exitosa Champions League) y la crisis gozan de una salud envidiable.

Sobre el fútbol y su eufórico poder aglutinante no me extenderé (¡no pretendo hurtarle lectores al bueno de @raulnash!), pero lo de la crisis como ‘poder blando’ merece unos párrafos más. Si existe una característica íntimamente nuestra, una identidad pegajosa que no podremos esquivar jamás, es la de vivir en una crisis perpetua. Aquel actualísimo artículo de Fernando Savater, El mito de la crisis, escrito en los años ochenta:

[…] La crisis se sustantiviza, se naturaliza; adquiere poderes mágicos contra los que no pueden luchar los ciudadanos de a pie. Por una parte, la crisis obtiene un rango de catástrofe natural, de la que nadie es responsable; por otra, se presenta como fruto de una conspiración diabólica, regida por eminencias en la sombra dotadas de poderes incalculables […].

La crisis es uno de los rasgos europeos que más influyen fuera de sus fronteras. El resto del mundo nos mira y piensa que  hemos pactado protagonizar alguna forma reactualizada de mito clásico, que vivimos en un palacio de hielo que se va poco a poco derritiendo y que nuestra obligación es mantenerlo en pie a soplos. Una imagen que contrasta con la proyección feliz y eterna del modo de vida americano, que tiene mucho de tesón personal, pero también de optimismo desmesurado.

En cambio, el modo de vida europeo, lo que se percibe fuera del continente, es una sociedad mansa, que teme más perder lo que tiene que luchar por lo que pueda faltarle; unos ciudadanos acomplejados por el presente y temerosos del futuro. Quizá ahí radique el significado del incómodo juicio del chino sobre nuestro Estado de bienestar: parad, europeos, de importunarnos con vuestras tribulaciones; recortad, por favor, haced lo que sea, pero dejad de una vez de vendernos modelos en crisis permanente.

 

Curiosidades del último Eurobarómetro: la fe en China, los Estados ganan terreno y los hombres son más optimistas

Hace unos días se publicó la segunda parte del Eurobarómetro A un año de las elecciones europeas, la encuesta encargada por el Parlamento Europeo que analiza la percepción que los ciudadanos tienen de cuestiones relacionadas con el estado de la unión, como las reacciones ante la crisis económica, el papel del euro, la reforma del sistema bancario o las prioridades del presupuesto de la UE.

De cada uno de los puntos –he mencionado solo algunos– saldría material suficiente para publicar un post jugoso, pero soy consciente de que las estadísticas alejan. Es una apreciación personal, pero desde hace ya tiempo tengo la sensación de que las estadísticas más que aportar una visión simplificada del mundo lo oscurecen todavía más. Y creo que no soy el único.

Aún así, y como esto es un blog sobre Europa y la naturaleza de Europa, exagerando un poco, es en un 90% estadística, comentaré los aspectos que más me han llamado la atención, que son tres: la confianza en el ascenso imparable de China, el empate entre los gobiernos nacionales y la UE en relación con la eficacia para afrontar la crisis y el mayor optimismo –no sé si será el término apropiado– paneuropeo de los hombres en comparación con las mujeres.

El ascenso imparable de China

china

En el horizonte de 2025, los europeos tienen clara una cosa: China. Tres de cada cuatro ciudadanos (un 73%) cree que el país asiático será para entonces la primera potencia económica. Un 51% considera que será EE UU y solo un 24% piensa que ese título será para la UE. Los franceses (un 80%), los alemanes (también un 80%) y los daneses (un 90%) son los que más confían en China. España está en la media (un 73%) con relación a la superioridad económica china para dentro de una década, pero por debajo de la media (un 15%) en la creencia en las posibilidades de Europa de regir el contexto económico futuro.

Los gobiernos nacionales casi igualan a la UE

banderas

Otra conclusión estadística que me ha llamado la atención es la que se refiere a qué actor está en mejores condiciones para responder eficazmente a la crisis económica y sus consecuencias. El resultado de esta pregunta es un casi empate entre los que consideran que son los Estados los mejor preparados para afrontar este desafío y los que creen que es el conjunto de la UE: en el primer caso es un 21%; en el segundo, un 22%. Hace un año la diferencia era de 3 puntos porcentuales a favor de las instituciones comunitarias (23%) y en detrimento de los Estados (20%).

Los hombres, más conformes con Europa

trabajadores

Una de las constantes estadísticas más curiosas (no sé en qué medida relevante) es la que muestra un mayor porcentaje de satisfacción con la UE entre los hombres que entre las mujeres. Así, un 52% de los europeos son favorables a que se tomen medidas coordinadas frente a la crisis (por un 49% de las europeas). Además, un 42% de los hombres están satisfechos con los presupuestos europeos, si bien esta visión positiva de las cuentas comunitarias no llega al 40% entre las mujeres (un 37%). Además, la percepción de que el euro ha atenuado los efectos nocivos de la crisis también es mayor entre europeos (un 41% frente a un 35%).

La Unión Europea mira a Transnistria: así es el país que no existe

El siglo XX no ha acabado en Transnistria. Las imponentes estatuas de Lenin se mantienen en pie, relucientes. El Soviet Supremo sigue siendo el órgano oficial del Gobierno y la imaginería soviética, desprovista del terror eso sí, continúa presidiendo el paisaje de este estrecho territorio situado entre Moldavia –país del que se independizó en 1992 tras una breve guerra– y Ucrania.

Transnistria sería como cualquier otro Estado soberano del mundo –tiene su propio escudo, su himno nacional, su bandera y acuña moneda– salvo por una detallito menor: ningún miembro de la comunidad internacional reconoce su existencia como país. Ni siquiera Rusia. Solo lo hacen, y no es mucho, varios territorios igualmente invisibles, que juntos forman una peculiar alianza, informalmente conocida como la Commonwealth of Unrecognized States.

Puesto fronterizo en Transnistria Credit Image: © Amos Chapple/zReportage.com via ZUMA Press

Puesto fronterizo en Transnistria Credit Image: © Amos Chapple/zReportage.com via ZUMA Press

Pero Transnistria, que depende económica y militarmente de Rusia, es un tema jugoso para este blog: la frontera Este de Europa está cada vez más cerca de los transnistrios, y en las conversaciones internacionales a cinco bandas que tratan desde hace años de solventar un conflicto territorial espinoso (repleto de intereses cruzados) la UE está cada vez más implicada.

El principal problema de los casi 700.000 transnistrios (étnicamente heterogéneos, pero de mayoría rumana) no es el formol del tiempo, sino su casi ruina económica. Una tasa de paro exorbitante (según Nicu Popescu, investigador del European Council on Foreign Relations, la población empleada no llega al 25%), una industria obsoleta (en Transnistria se asentaba la mayor parte de la producción de acero soviético de Moldavia) y un sector servicios raquítico e infradesarrollado.

A esto hay que sumar la existencia de un complejo monopolístico de negocios, denominado Sheriff, que lo controla casi todo: el negocio del gas ruso, las líneas telefónicas y hasta el deporte (el reluciente estadio de fútbol de la capital, Tiraspol, lleva el nombre de la empresa, como se muestra este interesantísimo documental de la BBC de hace unos años).

Transnistria, y he aquí lo peor de todo, es un agujero negro de corrupción, de lavado de dinero del crimen organizado y del comercio ilegal de armas (su armamento obsoleto, como plasmó Jordi Mumbrú en un reportaje para La Vanguardia, se cotiza alto en las guerras africanas). Si a esto se le suma un Estado de derecho raquítico, con maneras autoritarias y violaciones habituales de los derechos humanos –ver este artículo del think tank FRIDE– el panorama resultante es bastante desolador.

Pugna estratégica entre Europa y Rusia

Pese a su irrelevancia internacional, su pobreza y su falta de recursos para progresar sin la ayuda de terceros ( el 14º ejército ruso sigue en su territorio), Transnistria está en el centro de un rompecabezas geoestratégico que tanto Rusia como la UE observan con preocupación. En juego está uno de los últimos restos de la desmembración de la URSS y una zona de fricción entre la expansión europea hacia el Este y la histórica influencia rusa.

La bandera oficial de Transnistria, con la hoz y el martillo soviéticos (WIKIPEDIA)

La bandera oficial de Transnistria, con la hoz y el martillo soviéticos (WIKIPEDIA)

Desde que Transnistria se convirtió de facto en un territorio independiente, la UE ha estado presente, con el estatus de observadora, en las conversaciones que tratan de resolver el conflicto (la última reunión tuvo lugar precisamente en Bruselas) y evitar una posible, aunque es verdad que poco probable, vuelta a las armas (como se explica en el artículo de Popescu y Leonid Litra del ECFR ya referido)

Con el crecimiento hacia el Este, y significativamente con la incorporación de Rumanía como Estado miembro, Bruselas ha ido poco a poco interesándose más por el devenir de Transnistria. La crisis económica en la UE y el mayor influjo económico y diplomático ruso en la zona son factores que han atenuado el interés europeo, pero pese a todo, las instituciones comunitarias y los gobiernos nacionales –en especial el de la alemana Angela Merkel– siguen muy interesados sentar las bases de un futuro acuerdo.

Además, algo muy importante para el statu quo en la zona está a punto de suceder. En noviembre, la UE y Moldavia firmarán un acuerdo de libre comercio y circulación. Un compromiso que acerca cada vez más a esta pequeña exrepública soviética –pobre, lejos aún de cumplir los requisitos de entrada al club europeo– a occidente, y que preocupa en Moscú.

Los rusos piensan que cuando el tratado entre en vigor (lo que está previsto que suceda en 2014) haya un aluvión de solicitudes de pasaportes  moldavos por parte de los ciudadanos transnistrios. Además, en reacción a este histórico acuerdo que extiende cada vez más la zona de influencia europea, el Gobierno de Tiraspol ha decretado unilateralmente nuevas delimitaciones fronterizas con el estado vecino y hermano.

Quizá pronto, los medios de comunicación occidentales empiecen a incluir en su agenda Transnistria.

 

PARA SABER MÁS:

Si tenéis curiosidad y queréis saber más de Transnistria, os dejo varios enlaces y una recomendación de lectura. Lo primero es este informado y ameno artículo de mi amigo Diego González en su estupendo blog Fronteras. Por otro lado, el libro Una educación siberiana (Salamandra, 2009). Una novela de tintes autobiográficos que relata la severa vida cotidiana en Transnistria de un joven descendiente de una familia de urcas, comunidad de bandidos, díscola y violenta, que Stalin acabó deportando de Siberia a esta región entonces llamada Besarabia. Por supuesto, también están los enlaces que salpican el texto, aunque estos conducen a artículos más académicos que aquí ya he ido tratando de simplificar y resumir.

Mitterrand y su grito final en la historia europea: «¡El nacionalismo es la guerra!»

Mitterrand, el cínico. Mitterrand, el maquiavélico. La grandeur es un concepto vaporoso que esconde una peligrosa dosis de engaño (¡y de autoengaño!). Pero se añora lo que no se tiene, y ningún presidente francés desde Tonton —como le llamaba el pueblo— ha logrado ser bendecido por ella. Mitterrand —el amoral, el estadista— se llevó a la tumba el secreto de su naturaleza huidiza. Hace ya casi 20 años.

Hoy, otro François, también socialista, habita el Eliseo. Un hombre de aspecto tímidamente profesoral, apocado, un Jack Lemmon de la política. Nada que ver con el aura nobiliaria del viejo monarca republicano, que mentía como un bellaco, lo sabías, y aún así te lo creías. O eso dicen, yo no tenía uso de razón entonces. Desde hace unos años, para cubrir este vacío no sé si puramente simbólico, la sociedad francesa —y sus gobernantes, a la izquierda y a la derecha— se vienen dando a una celebración sin igual del pasado mitterrandiano.

Mitterrand y Kohl, de la mano en Verdún, en 1984. (http://iconicphotos.wordpress.com)

Mitterrand y Kohl, de la mano en Verdún, en 1984. (http://iconicphotos.wordpress.com)

Exposiciones, conmemoraciones y libros, nuevos libros, por si los que se publicaron tras su muerte, que podrían llenar la megalomaníaca Biblioteca Nacional, empeño personal suyo, no bastaran. Pero en fin, aquí y aquí tenéis estupendas informaciones sobre este revival presidencialista (incomprensible para nosotros, que odiamos con la misma inquina a todos los inquilinos pasados de La Moncloa). Y más: aquí tenéis un magnífico y extenso análisis del cubo de Rubik que fueron los 14 años de Gobierno —y sus asuntos— de Tonton: su hija secreta, su cáncer (también secreto), sus negocios turbios, Vichy, Ruanda, el Rainbow Warrior. Todo aquello.

Lo que quiero es recordar al Mitterrand europeo. Por varias razones. Porque, por un lado, una personalidad política tan pragmática como la suya siempre conservó intacta su fe europeísta (si bien atemperada por su calculada frialdad, que nunca le abandonó). Y porque, por otro lado, volver a sus sobrecogedoras actuaciones europeas nos devuelve la ilusión congnitiva de que efectivamente, en su caso, los gobernantes de antes eran mejores.

Thatcher, Havel y Andreotti han fallecido hace poco. El excanciller Helmut Kohl, su gran amigo alemán y compañero de andanzas, es un anciano de 83 años en silla de ruedas. Todos ellos están ya, o van en camino, de ingresar en la Historia, el lugar favorito de Mitterrand en vida. Europa muta. Los dirigentes de hoy tienen que lidiar con los cabos sueltos del pasado dejados por estos hombres y mujeres de Estado —concepto en desuso, quizá moralizado—, etcétera, etcétera.

Y ya he llegado donde quería desde el principio, cuando empecé a pensar en este post. 17 de enero de 1995. Un Mitterrand agonizante (moriría justo un año después) habla por última vez ante el Parlamento Europeo. Un discurso pasional, que todavía emociona porque condensa medio siglo de historia del continente y contiene graves advertencias para el futuro. Hoy, y sin nostalgia pero con cierta reverencia, no está de más volver a recordar que «el nacionalismo es la guerra».

Las caras de la ultraderecha en la Unión Europea (II): de Timo Soini a Gábor Vona

Post reincidente dedicado a los líderes de la ultraderecha europea. En el primero incluí a los dirigentes con más presencia mediática, de partidos más influyentes y de países que son pesos pesados dentro de la UE. Ahora traigo a rostros más desconocidos, sobre todo en España, pero tan decisivos o más en sus respectivos países que los anteriores. Este segundo grupo presenta características menos homogéneas, aunque la cercanía generacional, la amplia presencia parlamentaria y el elevado carisma están también presentes.

TIMO SOINI (Verdaderos finlandeses, Finlandia)

Timo Soini

Su especialidad es introducir palos en las ruedas para tratar de impedir los rescates financieros de países socios con problemas. Desde que su partido, los Verdaderos finlandeses, entrara en 2011 como tercera fuerza en el Parlamento, Timo Soini se ha convertido en un defensor a ultranza de la austeridad y un crítico inclemente de los países del ‘cinturón del ajo’, entre los que se encuentra España. Soini (Rauna, 1962), militar con rango de cabo, con estudios de ciencias sociales y larga trayectoria política en su país, combina un estilo desenfadado con un verbo radical y abiertamente xenófobo. Es católico y durante dos años perteneció a la corte de euroescépticos que habitó (y habita aún) el Europarlamento. Durante años militó en el Partido Rural Finlandés. Cuando este se disolvió Soini y un grupo de fieles fundaron los Verdaderos finlandeses sobre la base de un nacionalismo excluyente e insolidario.

CORNELIU VADIM TUDOR (Gran Rumanía, Rumanía)

Corneliu Tudor

De todos los reseñados, Tudor es el líder ultraderechista de mayor edad (nació en 1949 en Bucarest). Hasta este pasado julio fue el jefe indiscutible de un partido profundamente tradicional y filonazi asentado en Rumanía desde hace varias décadas. Tudor, que ejerció de poetrastro cantando las gestas desmesuradas y ridículas de Ceaucescu, ha devenido en un xenófobo y un antisemita en la más pura tradición del fascismo de entreguerras. De familia trabajadora, sociólogo de carrera, este defensor de la causa rumana más allá de sus fronteras tiene en un mismo altar a dios y a la patria. Fue comunista antes que neofascista (en su caso los extremos sí se tocan) y senador en su país. Es, además, miembro de la Eurocámara, como otros muchos dirigentes de extrema derecha del continente.

KRISTIAN THULESEN DAHL (Partido del Pueblo Danés, Dinamarca)

dahl

Dahl comparte la misma obsesión que otros muchos dirigentes afines de extrema derecha del norte de Europa: la religión musulmana y sus practicantes. Nacido en Brædstrup en 1966, Dahl es un licenciado en Derecho, con varios másters, y fue cofundador del partido del que es presidente desde 2012. Aunque el Partido del Pueblo Danés ha sufrido una leve pérdida de apoyo, sigue siendo la tercera fuerza política en el país. Su caballo de batalla es el muticulturalismo y sus pilares la monarquía, la Iglesia y la familia. El discurso de Dahl es proteccionista respecto a la herencia cultural danesa y, pese a que presenta modos menos rudos que el otros dirigentes de su cuerda, también hace apología del aislacionismo respecto a la Unión Europea.

GÁBOR VONA (Movimiento por una Hungría mejor, Hungría)

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Jobbik, como se conoce al Movimiento por una Hungría mejor, es la tercera fuerza política del país. Fundado hace una década, su auge tiene menos que ver con la crisis económica que con razones puramente racistas. El líder y principal ideológo del partido es Gávor Vona (Gyöngyös, 1978), un político joven, académicamente preparado –es licenciado en Historia y Psicología y fue profesor durante un periodo breve de tiempo– y con una imagen moderna a la que acompaña una actitud netamente provocadora. En 2010, durante la sesión inaugural del Parlamento, Vona vistió una camiseta de la Guardia Húngara, una fuerza paramilitar de corte fascista, como explica el blog Crónicas húngaras, prohibida tanto por el Gobierno del país como por Estrasburgo. En las entrevistas, como en esta para un medio ruso, Vona saca a relucir su ideario antiimperialista y anticapitalista. Jobbik, más que otros partidos hermanos en el continente, no oculta su antisemitismo (acusan a los judíos de estar detrás de la especulación inmobiliaria en el país) ni su profundo odio hacia los gitanos.

Las caras de la ultraderecha en la Unión Europea (I): De Marine Le Pen a Nick Griffin

Todos, o casi todos, son hombres. Todos, o casi todos, tienen formación universitaria. Todos, o casi todos, pertenecen a la misma generación (en sentido ortegiano, al menos).  Los rostros de la extrema derecha europea, ese mal sueño recurrente, comparten una serie de características personales que, unidas a las semejanzas ideológicas –ultranacionalismo, xenofobia, antieuropeísmo– conforman un estereotipo muy reconocible.

Las diferencias entre ellos, que también existen, se resumen en cómo instrumentalizan el populismo, a quiénes convierten en chivos expiatorios (a veces son gitanos, otras musulmanes y algunas más judíos) y cuál es su posición en el espectro del pensamiento económico (estatistas, anticapitalistas o neoliberales).

He partido la baraja en dos. Para hoy he reunido a cinco líderes de ultraderecha de países cercanos o de peso reconocible dentro de la UE. No he buceado en una bibliografía extensa y ofrezco información fácilmente accesible en español o inglés. Se trata de una labor de recopilación y acumulación –gracias, Google, por ofrecerme un simulacro de sabiduría– que permite ver en perspectiva qué conexiones biográficas existen entre ellos.

El próxima día, en un post continuación de este, traeré a otros cinco líderes de partidos ultras, con representación parlamentaria (por eso no he incluido a ninguno de España o Portugal, países que no son obviamente ajenos a estos movimientos), de estados del Este y del Norte de Europa.

NIKOLAOS MIJALOLIAKOS (Amanecer dorado, Grecia)

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Actualmente en prisión, como el resto de la cúpula, el líder del partido neonazi Amanecer Dorado –una formación extremista a la vieja usanza, con escuadrones de matones callejeros y que realiza una interesada labor social de base en los barrios pobres para captar miembros– es un viejo conocido de la política griega. Nació en Atenas en 1957. Se involucró en la órbita derechista siendo poco más que un adolescente. Se radicalizó tras la invasión turca de Chipre y llegó a pasar varias temporadas en prisión, así como en el Ejército. Tras un par de tentativas previas, ingresó en Amanecer dorado en la década de 1980 y ahora, cuando el partido ha llegado al Parlamento griego, es su máximo líder. A Mijaloliakos, agresivo estética y físicamente, le gusta escribir poesía y también libros de ensayo con títulos que dejan tan poco a la imaginación como Una Gran Grecia en una Europa libre.

MARINE LE PEN (Frente Nacional, Francia)

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Marine Le Pen es hija y sucesora de su padre, Jean-Marie Le Pen, al frente del partido que ha monopolizado la extrema derecha en Francia desde los años 80 del siglo pasado. Nacida en Neuilly-sur-Seine en 1968, Le Pen es de formación abogada y tiene un perfil menos abrupto que el de su progenitor. Le Pen junior accedió a la presidencia del Frente Nacional en 2011. Su discurso, igual de nacionalista antielitista y racista que el de Jean-Marie, se sustenta en una puesta en escena más moderna, aunque los viejos temas –regreso al franco, proteccionismo, antiamericanismo– están siempre presentes. Es eurodiputada desde 2009 y en los últimos tiempos ha estrechado lazos con políticos ultras de países vecinos, como el holandés Geert Wilders. Sus bazas pasan por que Francia salga del espacio Schengen y de la OTAN, organizar referéndums para casi todo, una salida agrupada del Euro, luchar contra la islamización, cortar lazos con el FMI y una «ciudadanía por puntos» (con la que los inmigrantes no saldrían muy bien parados).

NICK GRIFFIN (BNP, Reino Unido)

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Tiene un perfil en Twitter y una doble licenciatura –Historia y Derecho– por Cambridge. Nick Griffin nació en Londres en 1959. Como Mijaloliakos, pasó por prisión, en su caso por incitación al odio racial por publicar material negacionista. Eso ocurrió en 1998, y desde entonces ha moderado sus opiniones, aunque su pasado como editor de revistas de extrema derecha y su presente como eurófobo furibundo no son cartas de presentación muy amables. Como Marine Le Pen, Griffin es eurodiputado desde las elecciones de 2009. Como a otros líderes de extrema derecha, a este atildado británico se le atribuyen dotes cameleónicasasí hablaba de él la BBC hace 12 años– y un afinado olfato para renovar los anquilosados modos de su partido.

GEERT WILDERS (PVV, Holanda)

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No posee un carisma tan apabullante como el que atesoraba el ambiguo Pim Fortuyn, pero su pelo rubio ondulado, su sonrisa permanente y su estilo desenfadado a lo amo del universo le bastan para recaudar votos entre los descontentos del multiculturalismo holandés. Su imagen está entre las más acabadas del neopopulismo europeo: un tipo con una retórica política primaria, liberal en lo económico y que se envuelve a conveniencia en la bandera de la libertad de expresión. Nació en 1963. Transitó por varios partidos de la extrema derecha hasta que en 2004 fundó, por desavenencias con su antiguo partido, el PVV, una formación que hoy cuenta con 15 representantes en el Parlamento. Su discurso antieuropeo y sus soflamas islamófobas (convenientemente lanzadas desde su cuenta de Twitter) han calado hondo. Las encuestas vaticinan que su partido duplicará la presencia en la Cámara.

HEINZ CHRISTIAN STRACHE (FPO, Austria)

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Se le conoce entre sus seguidores austríacos como «la esperanza azul» (por su color de ojos y el color corporativo de su partido). Strache, nacido en 1969 y odontólogo de profesión, es un político que, como Wilders o Le Pen, usan un disfraz de masas para lanzar mensajes profundamente xenófobos y antiislamistas. Su ascenso en Austria se ha visto en los últimos años favorecido por el vacío creado tras la muerte en 2008 de Jorg Heider, durante años el perfil más desafiante de la extrema derecha en Europa. Desde ese mismo año, Strache es el líder del FPO en el Parlamento del país, donde es la tercera fuerza política, y su presidente en Viena, donde el Partido de la Libertad de Austria es la segunda formación con mayor número de representantes.

Europa, pasiva y callada frente a los drones

Los drones son baratos, asépticos y letales. EE UU lo sabe; la UE parece que no del todo. Desde hace unos años, Obama los viene usando con una ligereza y opacidad inéditas –más de 3.400 muertos, según Micah Zenko, experto del Council on Foreign Relations– en su guerra posmoderna y asimétrica contra el terrorismo. La historia de esta tecnología militar se remonta al siglo XX (en este documentado post del blog de Hernán Zin podréis leer un estupendo resumen), pero no ha sido hasta esta segunda década del XXI cuando los drones han adquirido el estatus de arma de guerra decisiva.

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No sé si como nuevo paradigma bélico o simplemente como ingenio mortífero, el desarrollo de la tecnología robótica para fines militares preocupa a todos, desde Estados e instituciones internacionales hasta juristas y ciudadanos. Así, el relator de la ONU Christof Heyns, en su Informe sobre las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, expone los riesgos de su proliferación, que van desde la «normalización de los conflictos armados» (por la distancia física y psicológica del atacante) a la «violación de la soberanía de los Estados».

Para especialistas en derecho como Pilar Pozo Serrano el debate sobre los drones implica tomar partido acerca de si su uso (especialmente por parte de EE UU) contraviene los principios de proporcionalidad y distinción, pilares del Derecho Internacional Humanitario. Conceptos en parte difusos como el de «ataques selectivos», «combatientes ilegítimos» o «legítima defensa» son claves. Urge una regulación transparente y conforme a derecho, recuerda Heyns en su informe, para evitar que el uso de drones de combate «no socave la capacidad del ordenamiento jurídico para preservar un orden mundial mínimo».

La opinión pública, mayoritariamente en contra

Europa está hecha un lío con los drones. Por una parte, está comenzando tímidamente a desarrollar tecnología robótica (tanto para uso militar como civil). En este informe técnico del Instituto Español de Estudios Estratégicos se detalla ampliamente: drones, minidrones, microdones; para control medioambiental y para control de incendios; seguridad pública y seguridad privada. «Las decisiones que se tomen al respecto en los próximos tres años», escribe en él Fernando Ruiz Domínguez, subinspector del Cuerpo Nacional de Policía, «marcarán el resultado para la UE durante al menos la siguiente década».

Por otra parte, la UE no oculta las diferencias importantes –legales y éticas– con EE UU sobre el uso de drones, sobre todo en lo relacionado con las ejecuciones extrajudiciales. Europa quiere una legislación más restrictiva, acorde con lo que desea la ONU, mientras que EE UU, pese a los movimientos anunciados en mayo por Obama en política de defensa, continúa justificando su uso en función de unos requisitos absolutamente unilaterales.

Algunos países de la UE –Reino Unido y Francia, entre ellos– están desarrollando individualmente tecnología militar robótica. Otros, están en vías de hacerlo. Pero más allá, no existe una posición común dentro de la UE, ni respecto a cómo deben usarse –como escribe Anthony Dworkin en un informe para el European Council on Foreign Relations– ni respecto a qué exigirle, en materia de legislación, a la Administración Obama.

Por último, 0tro factor agrava la situación todavía más. Los ciudadanos europeos, salvo los británicos, no quieren ni oír hablar de drones. Según una reciente encuesta de Pew Research, un 74% de españoles, un 63% de franceses y un 59% de alemanes dicen estar totalmente en contra de los ataques con esta clase de armas. Si a esto se añade que buena parte de la información secreta que EE UU maneja para localizar sus objetivos proviene de los servicios de inteligencia europeos, el resultado es un «silencio molesto», como escribe Dworkin, seguido de una «sospechosa y curiosa pasividad» de países e instituciones.

PD: La literatura académica sobre drones es ingente y sobrepasa de largo mi capacidad de asimilación. A los informes oficiales de la ONU se suman los artículos especializados de juristas, ingenieros e investigadores en RR II. Si queréis saber más, además de los hipervínculos de este texto, podéis acudir a la página web del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado. Allí, el pasado mes de mayo, tuvo lugar una mesa redonda de expertos en la que se debatió sobre las implicaciones tanto militares como filosóficas y tecnológicas de este tipo de armas. Lamentablemente, las actas del encuentro aún no están publicadas, pero espero que lo estén en breve.

‘Euroscuranto’: una guía útil para comprender el lenguaje propio de la UE

Unos, más o menos despectivamente, lo llaman euroscuranto. Otros, con una actitud más benévola, eurojerga. En la UE hay 23 lenguas oficiales, pero todas tienen un propósito en común: hacer frente a la complejidad conceptual de las normativas y tratados con precisión y, al mismo tiempo, sin que el resultado sea enrevesadamente complicado. No siempre lo consiguen.

No pienso que la UE hable a propósito un lenguaje propio para iniciados, un mentalés malignamente destinado a no ser comprendido por los ciudadanos. Si se ha llegado a esta situación, en la que las propias instituciones europeas reconocen que «a menudo se usan palabras que pueden ser muy confusas», ha sido por acumulación, como casi todo en la Unión Europea.

Dos jóvenes leen el periódico (GTres)

Dos jóvenes leen el periódico (GTres)

La propia página web institucional de la UE tiene un apartado concreto denominado Recursos para editores y redactores que contiene desde una guía en «lenguaje sencillo» de términos comunitarios, un glosario un poco más profundo y especializado hasta un tesauro multilingüe con vocabulario técnico de política, derecho y economía: codecisión, subsidiaridad, flexiseguridad, opting out, método abierto de coordinación… tecnicismos que ya nunca más asustarán a los profanos.

Pero lo que más me llama la atención en este esfuerzo de la UE por ser comprendida y hacerse comprensible es un documento destinado al personal de la Comisión Europea y titulado Cómo escribir con claridad. Dieciséis páginas con recomendaciones para que los funcionarios elaboren informes transparentes. De los consejos propuestos no hay ninguno que no pueda ser aplicado a otras profesiones, sin ir más lejos a la de periodista: piense en el lector, medite antes de escribir, escriba ByS (Breve y Sencillo) y otras perogrulladas que con demasiada frecuencia se olvidan.

El diccionario propio de la UE es muy completo e incluye definiciones curiosas de términos que a priori nacieron como una forma más o menos velada de crítica hacia las mismas instituciones. Van varios ejemplos:

– Déficit democrático: El déficit democrático es un concepto que, principalmente, recoge la idea de que la Unión Europea y sus organismos sufren una falta de legitimidad democrática y que resultan inaccesibles al ciudadano debido a la complejidad de su funcionamiento.

– Eurócrata: Esta palabra, formada a partir de «burócrata», hace referencia a los miles de ciudadanos de la UE que trabajan para las instituciones europeas (Parlamento, Consejo, Comisión, etc.).

– «Bruselas ha decidido…»: En los medios de comunicación se habla a menudo de «Bruselas» para referirse a las instituciones de la UE, la mayoría de las cuales están situadas en dicha ciudad. Las normas de la UE son propuestas por la Comisión Europea pero son el Consejo de la Unión Europea (ministros de los gobiernos nacionales) y el Parlamento Europeo (elegido por los ciudadanos) quienes debaten, modifican y, en definitiva, deciden aprobar o no estas propuestas.

– Euroescéptico: Término utilizado a menudo para referirse a una persona opuesta a la integración europea o que muestra escepticismo con respecto a la UE y sus objetivos.