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La historia de un billete de marco de 1910 y el simbolismo del dinero en Europa

Tengo un billete de 1.000 marcos alemanes de 1910. Descolorido, raído. Sus enormes dimensiones se me antojan muy poco prácticas y no creo que tenga ningún valor hoy en almoneda. Su esforzado dibujo es inútilmente pretencioso y manierista, como si hubieran encargado su diseño a un dibujante obsesionado con lo sagrado y lo vegetal. Me lo regaló mi madre. A ella se lo dio mi abuela, que creo que lo heredó de su padre. Más atrás, bruma.

En una acotación del visionario Calle de sentido único, el diario que Walter Benjamin escribió entre 1924 y 1926, se lee: «En ningún lugar como en estos documentos [se refiere a los billetes de banco] se comporta ya el capitalismo ingenuamente en sacrosanta seriedad. Los inocentes niños que aquí juegan con cifras [en mi billete también los hay], las diosas que sostienen las Tablas de la Ley y los héroes maduros que envainan su espada son un mundo para sí: arquitectura para la fachada del infierno».

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Me gustaría poder desenmarañar la historia de este billete. Desde las manos de mi bisabuelo al empleado de banco que lo entregó por primera vez en una ventanilla, y de aquel a la autoridad física que decidió su emisión. En 1910 gobernaba en Alemania el káiser Guillermo II, y su obsesión imperial y guerrera impregna sin duda la retórica del documento. Este billete sobrevivió a la Gran Guerra, a la hiperinflación de la república de Weimar, cuando valdría menos que la tinta que lo imprimaba, y al nazismo. No sé cuándo se retiró de circulación y en qué condiciones salió de Alemania. Tampoco sé quién era el abajo firmante que daba al trozo de papel que ya otra cosa no es el sello de autenticidad.

Me acordé de él este martes, cuando el BCE dio a conocer el nuevo billete de 20 euros, uno de los más usados en el día a día. «Los billetes de euros afectan a la vida de todos y eso nos une aún más», dijo un complacido Mario Draghi, nuestro banquero jefe en la presentación, en la que al parecer también aludió a la inclusión de la figura mitológica de Europa, que da nombre a nuestro continente, «porque que demuestra que la región se basa en su historia común».

Pese a estas exhibiciones, los ciudadanos cada vez prestamos menos atención al relato que se nos quiere vender en el dinero, tan acostumbrados como estamos a los miles mensajes e imágenes que nos llegan por todos los lados y a las nuevas formas de pago (que nos sustraen al contacto visual con la autoridad, que no es poco). Su capacidad de seducción disminuye irremisiblemente, pese a los muchos colorines y la enumeración un tanto complaciente de las sofisticadas técnicas para evitar su falsificación. Y aunque el simbolismo del dinero será de los últimos vehículos de propaganda que se extingan en Europa, aquel ya nunca podrá igualar la seriedad que emana del billete de 1.000 marcos del II Reich.

4 comentarios

  1. Dice ser Antonio Larrosa

    Los que convierten papel en dinero y lo prestan a otros , los entrampan y los convierten en sus exclavos ya que hunden la economía del pais endeudado .

    Clica sobre mi nombre

    25 febrero 2015 | 11:39

  2. Dice ser khaleesi

    La hiperinflación que sufrió Alemania en la República de Weimar hizo que los billetes sirvieran de poco, usándose para jugar los niños (literalmente): http://momentosdelpasado.blogspot.com/2014/09/fotografias-historicas-que-no.html

    25 febrero 2015 | 11:56

  3. Dice ser Dardo

    La historia es muy sencilla.

    En Alemania el dinero valía tan poco que en España se vendían chocolatinas envueltas en esos billetes de marcos alemanes.

    Después Alemania declaró la deuda con terceros países como ilegal, no pagó su deuda y pudo prosperar… cómo ha cambiado el cuento para que ahora ellos exijan a los demás que pierdan hasta la camisa para pagarles a ellos….

    25 febrero 2015 | 12:04

  4. Dice ser Pelus

    Qué artículo más curioso e interesante. Los billetes no tienen más valor que el que le confiere la confianza que genera la institución que lo fabrica. A menor confianza que de el estado que avale el valor ficticio que se le da al billete (o moneda), menos valdrá este independientemente de lo que marque su valor.

    25 febrero 2015 | 20:50

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