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Los votantes de Podemos, los más pesimistas sobre la Unión Europea

En lo económico, pesimistas; en lo europeo, también. Los votantes de Podemos son, según el último informe de Pew Research para Europa, los que dibujan un presente y un futuro más oscuros para la UE y España. En esta nueva encuesta de la empresa estadounidense destaca que la «fe en el proyecto europeo» se reaviva tras años de caída en picado y que, al mismo tiempo, el ascenso de partidos euroscépticos (Movimiento Cinco Estrellas en Italia) o ‘no tradicionales’ (ahí meten a Podemos) es considerado un hecho positivo para una amplia mayoría de ciudadanos.

Parece que la confianza en el proyecto europeo gana puntos en todos los países sondeados (Reino Unido, Francia, España, Italia, Alemania y Polonia), si bien, económicamente la creencia mayoritaria sigue siendo que la situación es mala o muy mala. Las diferencias entre países, como en pasadas encuestas, siguen siendo muy grandes. Así, el enorme optimismo económico de Alemania contrasta con el pesimismo total de Italia. Curiosamente, son los españoles los que consideran, en mayor medida, que la economía mejorará en los 12 meses próximos.

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Además, y como viene siendo habitual en estos sondeos de Pew, el euro sigue como una creencia fuerte entre los ciudadanos (tanto en España, como en Alemania y Francia el deseo de permanecer en la moneda única supera el 70%, y solo en Italia está por debajo del 55%). Eso sí, al contrario que en pasadas ediciones del informe, en este de la primavera de 2015 no se tiene en cuenta Grecia, lo que por otro lado hubiera sido de desear.

Pero volviendo al principio, y en clave nacional, llama la atención que en todos los países encuestados (salvo en Francia), el surgimiento y el auge de formaciones euroscépticas o lo que Pew llama ‘no tradicionales’ se contemple como bueno para una amplia mayoría. Es muy complicado generalizar, pero que en Reino Unido el auge de formaciones como el UKIP sea considerado positivo debería mover a la reflexión. Lo mismo para el caso polaco y la Nueva Derecha y también para el alemán y el minoritario Alternativa para Alemania.

En España, quizá el dato más relevante es que Podemos se confirma como el partido favorito para los escépticos y pesimistas con la UE en España. En una comparativa post 24-M con otros cuatro partidos (PSOE, PP y Ciudadanos) los votantes de la formación de Pablo Iglesias son los que peor ven la situación económica (un 95% cree que es mala), los que más pesimistas son respecto a que la economía mejorará en el próximo año (un 34% lo cree) y los que tienen una visión menos favorable de la Unión en su conjunto. Eso sí, y aunque raspado, los votantes de Podemos prefieren el euro a una hipotética vuelta a la moneda nacional.

NOTA: Aquí, en inglés, podéis leer el informe, del que este post es un resumen.

El efímero europeísmo de Podemos

Hasta yo estoy un poco hasta el gorro de Podemos, pero hay momentos en que la ubre da demasiada leche como para mantenerse apático. Vaya por delante que este será el último post sobre ellos que escriba hasta las elecciones de marzo. Primero, porque creo que tanta elevación a los altares (para el elogio o para el sacrificio, tanto da) no es positiva para nadie, y segundo porque como escribía Savater el otro día, cualquiera puede ser hoy politólogo, otra cosa más difícil es ser filósofo de la política…

Creo que esta vez el post tiene una justificación europeísta bastante elevada. Digamos que la más elevada que puede haber. Si en verdad debiera establecerse una regla de oro para las elecciones europeas, esta debería ser la de que ningún candidato puede, una vez ha sido elegido para el Parlamento Europeo, dejar sus funciones en mitad de la legislatura (o incluso peor: ni a un año de haber empezado esta) para labrarse un futuro en la política nacional.

Pablo Echenique, el último eurodiputado de Podemos en anunciar que se presenta en España. (EFE)

Pablo Echenique, el último eurodiputado de Podemos en anunciar que se presenta en España. (EFE)

Cierto es que se suele acusar, con bastante acierto, sobre todo en el pasado, a los políticos de usar Bruselas y Estrasburgo como cementerio de elefantes. Pero también es igual de sancionable, creo yo, cuando el Europarlamento es utilizado de trampolín, de forma descarada, para regresar allí de donde en realidad nunca quisiste moverte. Bruselas como un pañuelo de usar y tirar, bien para el jubiloso retiro tras años en la cúspide, bien como indisimulado pasaporte hacia la ansiada fama interna.

Es una falta de respeto a los votantes que haya políticos que presuman de europeísmo, de querer ser elegidos para hacer cosas por Europa, y que a la mínima oportunidad cojan el avión de vuelta a su país para no regresar allá más que de visita… y casi por obligación. Así está sucediendo con los cinco eurodiputados de Podemos que fueron elegidos en mayo del año pasado. Del quinteto inicial, y tras las sucesivas postulaciones a diferentes cargos en España, tan solo Lola Sánchez seguirá a buen seguro como eurodiputada. El resto, Pablo Iglesias incluido, habrán dejado un rastro efímero en la bancada del Grupo de la Izquierda Unitaria al que pertenecen.

No hay que pecar de ingenuos. El programa de Podemos para las Europeas de 2014 era muy poco Europeo, y su lectura, tal vez única lectura posible, había que hacerla (se hizo) en clave nacional (instrumental). Pero visto lo visto, creo que es preciso recordar que sus representantes fueron elegidos para un mandato de cinco años en un parlamento supranacional con cada vez más atribuciones legislativas y desde el cual podrían luchar la mar de bien, si ellos quisieran, contra las políticas de austeridad que son la norma en el continente. Mejor altavoz para su reivindicación, creo yo, no tendrían.

(Hasta que la clase política, los medios de comunicación y los ciudadanos no asumamos que aspirar a europarlamentario es la aspiración más alta, mucho más que soñar con un cargo nacional, que existe en política, estaremos equivocando el tiro).

Podemos y la engañosa ilusión de haber pasado a la Historia antes de hacerla

Hay una diferencia enorme entre estar haciendo historia y creer que ya se ha pasado a ella. Lo primero es movimiento afirmativo, incompleto, probable pero no seguro; lo segundo, un pecado de hybris. El sábado, en la Puerta del Sol, la vanguardia de Podemos volvió a repetir algo que cualquiera con oído atento les habrá escuchado ya más de una vez: «Esta foto se va a ver en todos los libros de texto». Algo parecido dijeron allá por octubre en Vista Alegre, durante su mitin fundacional. Y antes, incluso, cuando su inesperado éxito en las Europeas. «Esta campaña electoral se estudiará en las facultades», proclamaron entonces los líderes-profesores.

Errejón, durante el el mitin en Sol del sábado (EFE).

Errejón, durante el el mitin del sábado (EFE).

Esta vana creencia que afirma haber pasado a la Historia incluso antes de haber hecho historia no es nueva. Pasó también durante el 15-M. Recuerdo que poco después, muy poco después, de aquellas jornadas ya se anunciaban exposiciones antológicas con los lemas más coreados. Tampoco faltaron documentales de factura rápida que querían proyectar un sentido definitivo de acontecimientos todavía recientes, todavía inflamados de actualidad, y por lo tanto oscuros al análisis sereno.

Quizá esta urgencia por pasar a la Historia constituya un acto de reafirmación grupal, una manera de ejercer la autoconfianza profiláctica («si finalmente no ganamos no importará, ya hicimos historia antes»); o quizá, también, es un signo más de los tiempos, donde las palabras pesan cada vez menos y la sucesión fulminante de acontecimientos obliga a levantar acta notarial a cada paso. O al cabo, por último, es tan solo una exaltación verbal fruto de la conjunción del lenguaje mediático (que es un Moloch insaciable) con la formación teórica, mandarina y universitaria, de sus líderes (tanto de Podemos como del 15-M).

Sé que esta es una reflexión marginal, que esta semana los titulares de la prensa van por otro lado. Los medios se han contagiado un tanto acríticamente de la grandilocuencia de Podemos y de su retórica maximalista. Supongo que es legítimo (y rentable): al fin de al cabo, crean o no crean en ellos, vender, venden y dar visitas, dan. Pero precisamente por eso quería alejarme un poco de lugares comunes y poner el foco en una parte pequeña del fenómeno, la más triunfalista, pero que entre tanto discurso mejor o peor trabado pasa desapercibida. Pasar la Historia, los que nos hemos formado como historiadores lo sabemos bien, es muy complicado, y casi nunca depende de las ganas de uno, sino de la voluntad de los otros. Además, es un arma de doble filo: puede que se pase a los manuales –o a lo que sea que en el futuro usen los estudiantes– como lo contrario por lo que quisiste ser recordado.

Una mañana con Podemos: entre los círculos amateur y los mítines profesionales

Ni Europa salió mucho ni parece que a los que estaban allí les importara demasiado. Una vaga referencia a Merkel, aplausos, algún grito de aprobación y asunto zanjado. Asumo, pues, que tengo pocos argumentos para justificarme escribir una vez más sobre Podemos. La razón, perdonad, es un acto que celebró en mi barrio la formación —en breve ya partido— y por el que me di una vuelta el sábado por la mañana. El círculo de Podemos Hortaleza era el organizador. E Iñigo Errejón la estrella invitada junto a un poeta, un médico y una profesora, que le precedieron en el turno de palabra con desigual desempeño.

Entrada al parque, con globos de Podemos.  (NS)

Entrada al parque, con globos de Podemos. (NS)

Llegué con bastante tiempo de adelanto, y me senté a esperar a las puertas del recinto donde iba a desarrollarse la función. Un lugar histórico aunque muy degradado: el foro neoclásico del parque Isabel Clara Eugenia, jardín que conoció seguro tiempos mejores (fue un antigua quinta ducal cuando el barrio aún no era Madrid y ha sufrido varias remodelaciones, que no le han devuelto su antiguo esplendor) y que ahora sirve a los skaters para practicar sus trucos y a los grafiteros, empeñados en embellecer con una nueva policromía las pocas columnas que quedan en pie.

El ambiente era cordial, casi familiar. La gente se conocía y se saludaba como haría en un mercadillo o en las fiestas patronales de un pueblo. A la entrada, globos con los colores de Podemos y una mesita con merchandising clásico de chapas y camisetas. Familias, gente en bicicleta, niños en patinete y pandas de amigos. También viejecitos ensimismados a esa hora de la mañana, preguntando que qué pasaba y que por qué a ellos no les daban los trípticos que iban repartiendo los voluntarios y que yo sí cogí. Ya dentro, y mientras esperaba que todo aquello empezara, las conversaciones giraban invariablemente sobre tres asuntos: el ébola, las tarjetas de Caja Madrid y el pederasta, vecino del barrio. De fondo, el hilo musical de Bunbury competía con los pajaritos bajo un cielo sucio que amenazaba lluvia.

Me sorprendió lo perfectamente organizado que estaba todo sin que diera la sensación de artificiosidad. Un escenario pequeño y modesto, pero bien visible desde cualquier punto del parque. Sillas para las personas mayores, servicio de guardería y un cuerpo de voluntarios empeñados en darte toda la información del mundo sobre asuntos muy concretos que afectan al distrito, como la situación del Hospital Ramón y Cajal o la carencia de infraestructuras: nada de sermones ideológicos sobre lo divino y lo humano: problemas y dificultades a las que una familia con dos hijos o un matrimonio de jubilados se enfrentan cada día. Una proximidad que se agradece, pero que no tuvo luego continuidad en algunas de las intervenciones, en exceso grandilocuentes y plúmbeas.

El acto de Podemos, un poco antes de que diera comienzo (NS)

El acto de Podemos en el parque de Isabel Clara Eugenia, un poco antes de que diera comienzo (NS)

Y ahí quería llegar. No sé cómo serán las reuniones de los llamados Círculos de este protopartido, su nivel de consenso o su virtud para crear lazos entre personas que tienen aspiraciones similares. Lo cierto es que en el acto del otro día se apreciaban perfectamente dos niveles. Uno, amateur, vecinal o como queráis decirlo, compuesto de gente preocupada y  comprometida, pero ajena a la escenificación política habitual. De los tres ponentes, dos de ellos —el médico y la profesora: sobre el poeta mejor no hablo, porque madre mía— respondían a esta descripción. Ambos hablaron correctamente, sus discursos fueron muy aplaudidos, pero era evidente que carecían de la oratoria profesional tan cara a los políticos.

El otro nivel era el representado por Íñigo Errejón, que habló mucho y muy bien, marcando los silencios para recibir aplausos, repitiendo conceptos y expresiones para que se fijaran en la memoria de los oyentes y organizando el discurso en torno a unas pocas ideas sencillas, como la casta, el miedo y el pueblo. Yo no sé cómo fueron aquellos mítines del PSOE de la Transición, pero escuchando a Errejón —y pese al redentorismo que a veces aflora— no creo que su pose y sus maneras se diferencien mucho de aquel Felipe González, aunque esta sea una comparación que seguro que a ninguno de los dos agradaría demasiado.

Es esta especie de cisma, larvado y no resuelto, entre su base popular cultivada en cientos de reuniones en los barrios y las plazas, y sus dirigentes mediáticos, lo quieran o no productos académicos de laboratorio, lo que más me llamó la atención del otro día. El amateurismo de unos frente a la profesionalización mandarina de otros. Y de esa escisión, y no de otra cosa, dan cuenta las informaciones que documentan las tensiones internas entre los dirigentes profesionales y las asambleas populares. Por lo demás, el acto acabó con unas preguntas anónimas sacadas de una caja que los ponentes contestaban como bien podían, otro poemita del vate y las voces agudas de los niños que llevaban ya allí revoloteando sus buenas dos horas.