Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

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La Europa ilustrada contra la religiosa: un debate antiguo eclipsado por la economía

Inspirándose en la herencia cultural, religiosa y humanista de Europa, a partir de la cual se han desarrollado los valores universales de los derechos inviolables e inalienables de la persona humana, la democracia, la igualdad, la libertad y el Estado de Derecho.

Así, de esta forma tan cuidadosamente rimbombante, empezaba la malograda Constitución Europea. Hoy este párrafo, y el profuso debate que suscitó, están casi olvidados. Las urgencias del presente, en especial las urgencias económicas, han relegado el recuerdo del mito del origen hasta que navegemos por aguas menos turbulentos.

En realidad, este preámbulo es exactamente el mismo que rige hoy para El Tratado de Lisboa, el texto que en 2009 vino a remendar el vacío dejado por el fracaso del intento de Constitución y las aportaciones previas del Tratado de la Unión. Algunos no os acordaréis. Yo sí, porque estaba en la universidad y tenía el suficiente tiempo libre para dedicarme a leer/sonrojarme/indignarme con las posiciones de unos y otros (de los hunos y los otros).

El Sueño de la Razón, de Goya (Nelson-Atkins Museum of Art)

El Sueño de la Razón, de Goya (Nelson-Atkins Museum of Art)

Los primeros, defensores de una herencia cristiana de Europa (en España los sectores de la Iglesia católica, el Partido Popular y los medios de comunicación afines, dizque liberales), argumentaban que la mención a la herencia cristiana del continente era cuasi sagrada. Por otro lado, estaban aquellos –por lo general intelectuales liberales y defensores del Estado laico– que defendían que la raíz cultural más importante del patrimonio de Europa era la Ilustración y sus consecuencias en todos los órdenes humanos.

Finalmente, el texto ratificado no satisfizo a ninguno. ‘Cristiana’ se sustituyó por un término más inclusivo como ‘religiosa’ y ‘laica’ por otro también más difuso como ‘humanista’. Además, no se plasmó ninguna referencia explícita a la Ilustración, la Marca Europa, por decirlo en el lenguaje de hoy, el gran movimiento moderno que sacó a los europeos, poco a poco, kantianamente, de la minoría de edad.

Que Europa haya dejado de preguntarse sobre sus orígenes es a la vez bueno y malo. Bueno porque se libera de ese fetichismo melancólico, tan provinciano, que obsesiona a todos los nacionalismos. Malo porque en algún momento tendremos que volver a revisar el pasado y surgirán nuevas cuestiones sobre estos aparcados olvidos y quizá ya no estemos intelectualmente tan preparados para revisar lejanas querellas.

Pero esperemos que el debate de ideas vuelva, y para entonces, haríamos bien en tener en cuenta, y en entender en toda su dimensión trágica y cómica, este apotegma nihilista, como todos lus suyos, de Emile Cioran. Lo leí hace muchísimo en el Aciago demiurgo, creo, y todavía lo recuerdo literalmente: «Mis preferencias: la edad de las cavernas y el Siglo de las Luces. Pero no olvido que las grutas han desembocado en la Historia y los salones en la guillotina.»

Europa y el crimen: el continente más pacífico en la era menos violenta

Es una afirmación a menudo repetida y muy poco o nada cuestionada: el siglo XX fue el más violento de la historia humana. Y, si tomamos como referencia Europa, con sus dos guerras civiles continentales, no sólo el más violento, sino el más sangriento y el más horrible. Como corolario de ese pasado aún reciente, nuestra época seguiría siendo igual de violenta, algo que cualquier periodista, acostumbrado por su profesión a tratar con hechos de naturaleza desagradable, suscribiría sin dudarlo.

Steven Pinker (http://stevenpinker.com/)

Steven Pinker (http://stevenpinker.com/)

Hoy os traigo una visión alternativa: la del psicólogo evolutivo Steven Pinker. Del Instinto del lenguaje a La tabla rasa, este profesor de Harvard ha ido demoliendo con cada nuevo libro los dogmas académicos más estúpidos de las últimas décadas, lo que le ha convertido en chivo expiatorio de feministas de género, integristas religiosos, defensores de la posmodernidad y neomarxistas varios. Aunque es uno de los pensadores más influyentes, en España sus argumentos intelectuales, más allá de los impíos círculos del naturalismo y la tercera cultura, suelen desdeñarse olímpicamente. Somos más de las banalidades de Zizek y compañía, qué le vamos a hacer.

En su último libro, Los ángeles que llevamos dentro (Paidos, 2012), Pinker dispara: «Quizá estemos viviendo la era más pacífica de nuestra especie». Y luego, en algo más de 900 páginas, se encarga de explicar los porqués. Trufando estadísticas con teorías sociológicas clásicas (fundamentalmente, las del proceso de civilización, de Norbert Elias) y explicaciones éticas más modernas (como las de los círculos morales en expansión, de Peter Singer), Pinker trata de comprender las circunstancias que iluminan esta «nueva paz», como él la llama, caracterizada por «considerables reducciones en los niveles de violencia» (crímenes en general, guerras, genocidio y terrorismo).

La región menos violenta del mundo

Pinker defiende el libre comercio, el Estado centralizado y la democracia liberal —así como la herencia del humanismo de la Ilustración— como los factores claves para la disminución de la violencia desde la edad media a la actualidad. No lo oculta y lo razona. Se puede cuestionar sus argumentos, y ya lo han hecho, pero descalificarlo a priori como una especie de neocon, etnocéntrico y racista científico —como también se ha hecho— es algo inaceptable.

violencia

Respecto a Europa, que es lo que aquí importa (perdonad por la parrafada previa, pero la consideraba importante para llegar a este punto), Pinker asegura que constituye «la región menos violenta del mundo actual» (la tasa de homicidios es la más baja de todo el planeta). Y va más allá: cuestiona que el pasado siglo fuera el más violento (hubo más muertes violentas, cierto, pero también había más personas, lo que disminuía significativamente las probabilidades de ser víctima de la violencia).

«A medida que Europa se fue volviendo más urbana, cosmopolita, comercial, industrializada y secular, resultó también cada vez más segura», escribe Pinker cuando analiza la historia de nuestro continente en los últimos siglos. Una verdad contraintuitiva si se quiere, pero que convenientemente explicada puede ayudarnos a desmitificar de una vez el pasado y a soportar con un poco más de optimismo (racional, por supuesto) el presente.

Las tesis de Pinker no solo son iluminadoras para los historiadores, sino también para los periodistas y, por qué no, para los ciudadanos en general. Cuando, cada vez con más frecuencia, escucho los oscuros vaticinios de ‘algo va a pasar’, ‘esto va a estallar’, etc, pienso en que, si no pasa, y es probable que no termine pasando, no es porque seamos unos conformistas subyugados por fuerzas invisibles, sino por las razones que él bien expone: aumento de la empatía, deslegitimación de la concepción romántica (y moralista) de la violencia, etc. Os aconsejoque le echéis un vistazo y que me digáis qué os parece.