Archivo de la categoría ‘Cine clásico’

‘El cebo’, 60 años de un clásico atípico con asesino de niñas

En blanco y negro

Basta con decir «película con asesino de niñas» para que a cualquier amante del cine le venga a la memoria M, el vampiro de Düsseldorf, la obra maestra de 1931 dirigida por Fritz Lang, uno de los mejores directores de la historia del cine. Es lo que tiene ser pionero en tratar un tema nuevo o desde un punto de vista innovador. O en ser el primero en tratarlo de manera magistral.

Pero inmediatamente a la excepcional obra protagonizada por Peter Lorre le debería seguir la imagen de El cebo (1958). Una inusual perversión del cuento de Caperucita Roja con un lobo feroz aficionado a engatusar niñas rubias con trufas de chocolate y burdos trucos de farándula. Pequeñas inocentes que luego aparecerían muertas en los bosques, en lugares cercanos a las carreteras de los idílicos parajes suizos.

El cebo 1958

( ©Divisa red )

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El bebé de Rosemary cumple 50 años, ‘La semilla del diablo’

Encuadres

Un joven matrimonio, un actor sin suerte (John Cassavetes ) y una ama de casa (Mia Farrow), se instalan en su nuevo apartamento de Nueva York haciendo caso omiso de los chismes que se cuentan sobre satanismo y sacrificio de recién nacidos que ocurrieron en ese mismo edificio.

Solo era el punto de partida del best-seller de Ira Levin publicado en 1967 y que el productor y director William Castle se había empeñado en trasladar a imágenes. Pero uno de los mandamases de Paramount Pictures, Robert Evans, prefirió confiar en un joven, brillante, raro y egocéntrico director polaco, un enfant terrible que había sorprendido con absorbentes historias dotadas de una fuerte y original carga psicológica como Repulsión (1965) o Cul-de-sac (1966), o con una delirante parodia del género de terror, El baile de los vampiros (1967).

La semilla del diablo

( ©Paramount Pictures )

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‘Vértigo’, 60 años de una irresistible obsesión

Encuadres

Madeleine y Judy. A ambas las interpretó la misma actriz, Kim Novak. De hecho eran el mismo personaje en Vértigo y representaban una retorcida dualidad, la de la mujer real y la mujer soñada.

La trama creó también a un protagonista masculino con el que el público pudiera identificarse fácilmente. Vulnerable, íntegro, de apariencia normal y corriente, con marcadas limitaciones y debilidades. Y pocos actores más adecuados para este tipo de personaje, cercano, simpático pero atormentado, que James Stewart. Aquí un expolicía, Scottie, que padece acrofobia (miedo a las alturas) y que sin poderlo remediar también quedaba encadenado a una extraña fijación hacia una mujer, hacia Madeleine, la mujer soñada.

Vértigo 1958

( ©Sony / Universal )

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60 años de ‘Sed de mal’ y su magistral plano secuencia

En blanco y negro

Nada más empezar, poco más de tres minutos que dejaron boquiabiertos a los críticos y cinéfilos más exigentes. Es el famoso plano secuencia que abre Sed de mal (Touch of Evil, 1958) de Orson Welles, desde el plano detalle de unas manos preparando un explosivo para colocarlo en el interior del maletero de un coche hasta la explosión final, una vez que el conductor, un empresario norteamericano, y su acompañante, una cabaretera, han cruzado la frontera de México con Estados Unidos. Y de fondo, la música con toques de jazz de Henry Mancini.

Cine negro, muy negro, y rodado naturalmente también en blanco y negro con una fotografía barroca e inspirada en el expresionismo alemán (captada por Russell Metty) que acentuaba los contrastes luminosos y lo grotesco de sus personajes. No era una película de Dreyer, pero el tratamiento de la luz y las tinieblas estaban a la par con su trasfondo, el enfrentamiento entre la integridad y la corrupción. El primer concepto representado por Mike Vargas (Charlton Heston), un influyente agente antidrogas del gobierno mexicano, y el segundo por el capitán de policía estadounidense Hank Quinlan (encarnado por el propio Welles).

Sed de mal (Touch of Evil)

( ©Universal )

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Buscando la luz y la sombra, 50 años del fallecimiento de Dreyer

En blanco y negro

«Creo en los placeres de la carne y en la soledad irremediable del alma». Y en que el cine es arte. La primera frase se corresponde con una de las frases de Gertrud (1964) y la segunda con la visión profundamente artística que tenía el propio Carl Theodor Dreyer de la obra cinematográfica. La conmemoración de su fallecimiento, el 20 de marzo de 1968, a los 79 años, en Copenhague solo debe servir de mera excusa para recordar a uno de los grandes maestros indiscutibles del «séptimo arte».

Era muy consciente de que una película requería del trabajo de mucha gente, pero era un artista el que debía imponer su visión creativa. Periodista aventurero, también crítico de cine y escritor, una de las mejores y más agudas apreciaciones que se han dicho sobre Dreyer es que su aportación fue similar a la de la filosofía o la mística. Está considerado el padre del cine europeo y su obra inspiró a otros grandes cineastas como Ingmar Bergman, Robert Bresson, Andrei Tarkovski e incluso al austríaco Michael Haneke o a su compatriota danés Lars Von Trier. Pese a que figura entre los mejores directores de toda la historia, algunas de sus películas más destacadas no fueron recibidas durante su estreno, ni siquiera en los festivales especializados, con el mismo consenso de elogios que se le dedican desde hace décadas.

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90 años de una obra maestra, ‘Y el mundo marcha’

En blanco y negro

John Sims se trasladó a Nueva York dispuesto a cumplir sus sueños, pero en la gran metrópoli era simplemente uno más de «las siete millones de personas que creen que el mundo depende de ellos». En el trabajo también se desvaneció perdido en otro número, el 137 sin destacar entre el resto de contables de la empresa para la que trabajaba. Ni siquiera el haber nacido en una fecha señalada, el 4 de julio en Estados Unidos, parecía que llamara al fortunio. Eso sí, la vida quiso obsequiarle al menos trayéndole pronto un amor a primera vista, a Mary, que muy pronto se convertiría en su esposa.

El golpe definitivo al sueño americano, y a todos los sueños, lo dio King Vidor hace 90 años con Y el mundo marcha (The Crowd, 1928). El nacimiento, la infancia, la muerte de un ser muy próximo, las ansias de juventud, el trabajo, el amor, los hijos. Todo el espectáculo de la vida, alegre o trágico, condensado en esta obra extraordinaria.

Cine en blanco y negro, y cine mudo, y sin embargo igual de vigente hoy en día con millares de millones de individuos intentando ser alguien, sobresalir de entre la «multitud» (la que alude directamente el título, «the Crowd». original) en sus facetas personales, laborables o artísticas, mostrándose únicos por su manera de vestir, por el perfume que usan, por sus aficiones, manifestando que son una voz y una alma que existe a través de las redes sociales, Twitter, Facebook, Instagram o las que lleguen.

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80 años de ‘La fiera de mi niña’, cuando la comedia era pura dinamita

En blanco y negro

Pongamos que uno debe elegir, ¿prefieres que tu obra sea un rotundo éxito comercial, que dé suculentos beneficios inmediatos, aunque poco después quede olvidada o, por el contrario, que sea un fracaso pero con el tiempo se califique como una obra maestra, venerada y de referencia por colegas y expertos?

Los autores de La fiera de mi niña (Bringing Up Baby, 1938) lo tenían claro. En ese escenario de Hollywood de a finales de los años 30, buscaban sobre todo la atención del público. Sin embargo, fue un quebradero de cabeza. Un bluff sin paliativos. No es que los espectadores le dieran la espalda, es que ni tan siquiera estaban allí para verla. Disgustados por la mala recepción en taquilla, los estudios RKO apartaron a su director, Howard Hawks (uno de los más grandes de la historia del cine) del siguiente proyecto, la película de aventuras Gunga Din («Aprendí la lección. Nunca más haré una película en la que todos sus personajes estén chiflados» llegaría a decir después, más o menos, Hawks). Para Katharine Hepburn, nada acostumbrada a hacer comedia, coincidió en un momento en el que fue calificada de «veneno para la taquilla; y Cary Grant, bueno, salió algo mejor parado.

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Las películas preferidas de Guillermo del Toro

Cinefilia

Este viernes 16 de febrero se estrena en nuestras pantallas La forma del agua de un Guillermo del Toro que puede hacer historia si el próximo 4 de marzo gana el Óscar como mejor director. Su película es la más nominada con 13 candidaturas.

Guillermo del Toro

( ©GTRESONLINE )

Los otros compatriotas suyos que lo han conseguido son Alfonso Cuarón por Gravity (2013) y Alejandro González Iñárritu en dos ocasiones, consecutivas, por Birdman (2014) y El renacido (2015). Está siendo la década de los cineastas mexicanos, al menos en cuanto a las estatuillas de Hollywood se refiere.

Guillermo del Toro es, además de un gran apasionado del cine fantástico y los monstruos, un devorador compulsivo de cine, y de obras maestras. Horror, poesía, cuentos, infancia, pesadillas… su lista de preferidas probablemente sería interminable, pero limitaremos la selección a los títulos que más ha destacado, sea a petición de un artículo de Sight and Sound o de la imprescindible e impecable colección de películas que lanza en Blu-ray y DVD la distribuidora Criterion.

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¡Gracias Mankiewicz! Por ‘Eva al desnudo’ o ‘La huella’…

Cápsulas de cine

La última película que dirigió fue en 1972, La huella (Sleuth), un malicioso juego del gato y el ratón entre un presuntuoso escritor de novelas de intriga (Laurence Olivier) y el amante de su mujer, un peluquero (Michael Caine). No era coincidencia que eligiera la adaptación de una obra teatral, de Anthony Shaffer, o que uno de sus dos únicos protagonistas fuera un escritor. Joseph Leo Mankiewicz, procedente de una familia de judíos berlineses pero nacido en 1909 en Pensilvania, siempre concibió el cine como imagen y palabra. Tanto el teatro como el cine expresionista alemán de los años veinte marcaron su vocación.

Director y guionista, cuando se retiró lo hizo motivado porque sentía que ya no encajaba en el cine, que no se concedía la suficiente atención a los guiones y diálogos, que Hollywood o el público parecía más interesado en la acción y un envoltorio bonito o con abundantes efectos especiales que en las palabras que también tanto amaba. Y si eso era a inicios de los 70. ¿Qué pensaría ahora?

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‘Atrapado en el tiempo’ cumple 25 años

Encuadres

El tiempo pasa volando. Aunque no tanto para el protagonista de la conocida comedia que dirigió Harold Ramis, el meteorólogo de una cadena de televisión llamado Phil que estuvo reviviendo el mismo día, el Día de la Marmota, un 2 de febrero, en los mismos escenarios, con los mismos personajes, aprisionado en un bucle temporal en la pequeña población de Punxsutawney, Pennsylvania.

Divertidísima fue en su momento y las veces que la he vuelto a revisar me sigue resultando igual de tronchante y especial. Phil topándose con un amigo pelma del instituto que quiere venderle un seguro, Phil pisando un charco, Phil ayudando a esas ancianitas a cambiar la rueda pinchada de su vehículo… Phil agobiado, Phil intentando sacar el máximo provecho personal de esa repetitiva situación, Phil destrozando su despertador, Phil dispuesto a poner fin a su vida, Phil intentando acabar de una vez por todas con la marmota, Phil intentando ligar con Rita (Andie MacDowell), Phil intentando aprovechar el tiempo para mejorar como presentador o aprendiendo a tocar el piano. Phil, resumiendo, en un día a día que se repite y en el fondo siempre solo.

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