90 años de una obra maestra, ‘Y el mundo marcha’

En blanco y negro

John Sims se trasladó a Nueva York dispuesto a cumplir sus sueños, pero en la gran metrópoli era simplemente uno más de «las siete millones de personas que creen que el mundo depende de ellos». En el trabajo también se desvaneció perdido en otro número, el 137 sin destacar entre el resto de contables de la empresa para la que trabajaba. Ni siquiera el haber nacido en una fecha señalada, el 4 de julio en Estados Unidos, parecía que llamara al fortunio. Eso sí, la vida quiso obsequiarle al menos trayéndole pronto un amor a primera vista, a Mary, que muy pronto se convertiría en su esposa.

El golpe definitivo al sueño americano, y a todos los sueños, lo dio King Vidor hace 90 años con Y el mundo marcha (The Crowd, 1928). El nacimiento, la infancia, la muerte de un ser muy próximo, las ansias de juventud, el trabajo, el amor, los hijos. Todo el espectáculo de la vida, alegre o trágico, condensado en esta obra extraordinaria.

Cine en blanco y negro, y cine mudo, y sin embargo igual de vigente hoy en día con millares de millones de individuos intentando ser alguien, sobresalir de entre la «multitud» (la que alude directamente el título, «the Crowd». original) en sus facetas personales, laborables o artísticas, mostrándose únicos por su manera de vestir, por el perfume que usan, por sus aficiones, manifestando que son una voz y una alma que existe a través de las redes sociales, Twitter, Facebook, Instagram o las que lleguen.

Y el mundo marcha (The Crowd, 1928)

( ©MGM )

Y el mundo marcha merecería estar en un pedestal, en la memoria de todo cinéfilo solo por contener una de las escenas más dolorosas de toda la historia del cine. Ocurre después de cierto hecho fatídico, con Sims en la calle y de noche, yendo a contracorriente del ir y venir cotidiano del gentío, como queriendo parar el tiempo, hacer partícipe de su inabarcable desconsuelo a todos los que se cruzan con él. Pero el mundo, la vida, la multitud no se detiene.

Más adelante, cuando todo parezca irremediablemente perdido, los sueños condenados al fracaso más absoluto, el telón se cerraba con un necesario resquicio para la esperanza, aunque no fuera el gran «final feliz» que el productor y mandamás de la Metro Goldwyn Mayer, Louis B. Mayer, hubiera deseado.

Por su temática, King Vidor quiso contar con rostros muy poco conocidos para interpretar a la pareja protagonista. Eleanor Boardman era una actriz que había participado en más de veinte películas, pero estaba lejos del estatus de estrella (y a Vidor le gustó tanto que acabó siendo su segunda mujer). El caso de James Murray, otorgándole el papel de John Sims, fue más contundente. Era un extra del montón. Después seguiría interviniendo en otras películas, algunas con papeles muy breves y sin acreditar. Pero, ironías de la vida, la realidad le condujo a un destino más fatídico que el vivido por su personaje.

El mismo director se lo encontraría pocos años después ejerciendo la mendicidad en plena calle. Conmovido, le ofreció el papel protagonista de su nuevo proyecto, El pan nuestro de cada día (Our Daily Bread, 1934), pero Murray lo rechazó. Estaba ya demasiado entregado a su afición, la bebida. Alcohólico, solo y sin un centavo, terminó apareciendo ahogado en el río Hudson a los 35 años (era en 1936). Vidor quiso honrar el triste relato escribiendo un guion, The Actor, igualmente gafado porque nunca llegó a materializarse en celuloide.

Y el mundo marcha (The Crowd, 1928)

( ©MGM )

Llegó a los cines norteamericanos el 3 de marzo de 1928 (en España el 29 de diciembre), fue un éxito de público y sobre todo de crítica, y obtuvo dos nominaciones a los Óscar, a la mejor película y dirección. Tampoco faltó algún representante de la decencia y moralidad quejándose porque mostrara escenas en un espacio tan íntimo y concerniente a la privacidad como es el cuarto de baño (es la primera producción de Hollywood, de la que se tiene constancia, que «abrió» las puertas del baño al espectador).

En 1960, un periodista le preguntó al inconformista y vanguardista director francés Jean-Luc Godard su opinión sobre el porqué nadie hacía películas sobre gente ordinaria. Esta fue su respuesta: «¿Por qué hacer un remake de Y el mundo marcha? La película ya ha sido hecha».

Ese mismo año se estrenaba otra obra maestra, El apartamento de Billy Wilder, con C.C. Baxter (Jack Lemmon) otro simple individuo y un número más intentando desprenderse de su mediocridad y ascender. Las oficinas de la empresa de seguros para la que trabajaba era igualmente un genial decorado, impersonal, gris, claustrofóbico, deprimente. Una guarida abarrotada de mesas todas iguales, e inspirada en la película de Vidor.

 

2 comentarios

  1. Dice ser Ana

    Una película simplemente maravillosa, para la que no han pasado los años ( paradójicamente, quizás sea más «actual» ahora que cuando se rodó) porque trata temas universales y atemporales.
    Los actores son fantásticos y el que la película sea muda no les resta ni un ápice de talento, al contrario, hay que ver cómo transmiten.
    Lástima que el público aborregado, acostumbrado al «fast food» cinematográfico, desconozca la existencia de esta delicia, o de conocerla, la rechace por ser muda y en glorioso B/N.

    19 marzo 2018 | 08:27

  2. Dice ser gordas

    Los actores son fantásticos y el que la película sea muda no les resta ni un ápice de talento, al contrario, hay que ver cómo transmiten.

    04 abril 2018 | 22:17

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