Arquitectación Arquitectación

Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

Archivo de la categoría ‘Construcción’

Arquitectos: a dos vueltas de foulard de ser trabajadores normales

Os voy a contar algo que no mucha gente sabe sobre los arquitectos. Esos tipos oscuros y distantes a los que uno desea apretarles un poco el foulard a ver sí se les aclara la voz, no son los únicos que ostentan el título, hay muchos otros, tan arquitectos como los primeros, que son verdaderos trabajadores del sector y hasta el momento el trabajador del sector de la arquitectura no ha gozado de ninguno de los derechos que están establecidos para los trabajadores en general.

Decir ésto en un momento en que nombrar el ladrillo remueve inquinas  y efervescentes odios puede parecer temerario, pero si aguantas un par de párrafos, intentaré explicarme mejor.

Para ser trabajador y proletario no hay que estar de grasa hasta la sobaquina

Mientras que en la mayoría de sectores, los operarios y trabajadores gozan de una legislación que los protege ante los abusos que puedan sufrir, en nuestro sector, el de los ratones de pantalla de ordenador, el de los titulados medios y superiores ejerciendo de delineantes a precio de emprendedor, obligados a ser falsos autónomos y a pagarse su cotización a la seguridad social, sin vacaciones pagadas, sin paro, sin indemnización de ningún tipo, ha tenido como protección legislativa un agujero negro del tamaño de la fosa Mariana.

Tengo que decir aquí que he conocido de todo. Arquitectos con estudio que daban a sus empleados la mayor de las ventajas laborales, los que les obligaban a ser autónomos de manera ficticia, los que a mitad  de camino utilizaban este sistema pero pagaban vacaciones  o les mantenían el sueldo cuando no había trabajo, los que cobraban una comisión a los aparejadores que contrataban sobre sus honorarios cuando había honorarios fijados, los que incluso les cobraban a estos una parte de los gastos del estudio, pero sin darles un duro de la parte del proyecto que generaba estos gastos y por supuesto los que con toda la cara del mundo han explotado a los que debían ser compañeros y se convirtieron en mera mano de obra de alta cualificación a precio de mercadillo.

El mundo, amigos, es diverso y no necesariamente maravilloso. Somos de mil raleas y de otras tantas situaciones y la vida, mientras estamos ocupados en sentirnos honestos, nos va llevando a lugares en los que nunca quisimos estar. No los disculpo, pero intento explicarlos.

Ayer, leía con alegría -aunque con el habitual y gruñón escepticismo- que en el año 2013, tras años de que la construcción fuese el motor de este país, los arquitectos asalariados iban a tener por fin un convenio laboral al que acogerse. Tras la alegría inicial, lamenté profundamente que haya sido tan tarde y que solo cuando los convenios, tras las ultimas reformas laborales, son casi papel mojado hayamos sido considerados como trabajadores en lugar de como personal privilegiado.

Y es que por mucho que hayamos estado subidos al carro, sólo uno de cada veinte ha llevado en algún momento las riendas, el resto nos hemos limitado a no caernos en los bandazos del camino y no hemos podido siquiera sujetarlas mientras el cochero en su pescante se sacaba un moco a placer.

Ojalá que a partir de ahora, al menos algún compañero disponga de una protección en su trabajo, al menos igual a la del resto, ¿será pedir mucho?

Nota del arquitectador: Junto a nosotros, compartiendo jornadas de trabajo han operado trabajadores del sector de la construcción con convenios en vigor y alto índice de irregularidades en su forma laboral, es por ésto que las dudas superan a la sorpresa y la alegría, aunque intento con todas mis fuerzas creer que ésta es una buena noticia. Aleluya. Ea.
Nada, no me sale.

¿Pensamos en nuestros perros y gatos al diseñar la casa?

Soy, además y por encima de lo que dice en la presentación de este blog, muchas otras cosas y una de ellas es , quiza de las primeras sin duda , un gran amante de los animales, por lo que convivo con dos cánidos y dos felinos. En un piso, ¿quién dijo miedo?
Cada día más, los animales de compañía pasan a formar parte de nuestra vida y por supuesto de nuestro hogar, aunque les obligamos a adaptarse -o eso creemos- a nuestras arquitecturas sin tener en cuenta ninguna de sus necesidades, lo cual nos lleva a algunos errores y problemas de convivencia, pues mientras los perros son capaces de cambiar esas costumbres y necesidades, los felinos se mantendrán en su naturaleza individualista y harán que seamos nosotros los que cambiemos nuestros hábitos.

Casa pensada tambien para gatos de Asahi Kasei

Durante una temporada mi gata tuvo algún que otro problema de comportamiento que se solucionó al consultar a una especialista en etología felina. Ésta, comenzó por pedirme un plano de la casa en el que detallase las costumbres y hábitos de los dos felinos y de los otros miembros de la familia. Mientras lo hacía, comprendí perfectamente cuales eran las necesidades de mi gata y porqué no podía satisfacerlas debidamente. En ésto, también la arquitectura tuvo mucho que ver. Bueno, la arquitectura y que el gato es un mafioso con botines de dos colores que goza con el sufrimiento ajeno y no la permitía la intimidad que las almas puras requerimos en el escusado.
En una de las últimas reformas que he diseñado y dirigido habitan tres gatos y un perro. Todos ellos han impuesto sus condicionantes en la obra. El perro, de raza pequeña y activa, ha condicionado el diseño de la barandilla de la escalera de tal modo que no pudiese caerse por la parte inferior de la misma, haciendo que los cables horizontales que la forman sean más tupidos en la zona baja que en el resto de la misma. Los gatos, gozan de la capacidad de acceder a lugares que el resto no podemos, lo que ayudado por la gran altura de la que se disponía en la casa, ha hecho que tanto los dueños como yo pensáramos en colocarles una red de pasarelas y accesos a las zonas más altas que se conviertan en un verdadero recorrido a ojos de los mininos, lo que Le Corbusier llamó una promenade o paseo desde el que descubrir la vivienda. Aún lo tenemos en mente y ya llegará el momento de que se construya, sin duda.
Esta entrada, que nace justo después de que la compañera bloguera Melisa Tuya, hiciese esta entrada sobre la clásica gatera, es también consecuencia de la gran satisfacción que da pensar en que algunas de las soluciones que uno propone durante el trabajo diario ayudan a la mejor vida de nuestros clientes y sus familias, incluyendo como no puede ser de otra manera, a nuestros amigos peludos, que quiero recordaros en estos días de irresponsables y miserables abandonos, que son uno más de la tribu.

¿Conoces la teoría de las tres arquitecturas?

Despues de un intenso careo entre mis allegados, exceptuando aquellos que comparten profesión conmigo, he llegado a una conclusión que, casi sin darme cuenta, ha derivado en una nueva, veraniega e innovadora clasificación de las arquitecturas. Olvidaos de estilos, de órdenes, de tendencias y de autores. Las arquitecturas conocidas hasta la fecha son tres. Y no hay más.

Amosanda,¡ ¿vas a comparar con esos cubos sin ventanas?!

Amosanda,¡ ¿vas a comparar con esos cubos sin ventanas?!

1.-La arquitectura de los arquitectos: Es moderna, de líneas puras o curvas imposibles, esconde las ventanas en cubos o las desordena en cajas , huye de la simetría y luce por sí sola lo mismo en Tel-aviv que en Santa María del Majano, sorprende por no estar vista con anterioridad y por no volver a ser vista jamás, no tiene patrones y no busca ser repetida. Museos, ayuntamientos y centros culturales.  La gente que conozco no la entiende y eso empieza a tocarle las narices. Cuando les pregunto por ella enarcan las cejas respetuosamente al principio y cuando les muestro cierta sintonía con su escepticismo apócrifo, se sueltan y recitan una cantinela de epítetos malsonantes sobre edificio y arquitecto que rápidamente deriva en lo que todos sabemos: antes sí que se hacían cosas bonitas.

2.-La arquitectura de antes, que sí que era bonita: Aquí cabe prácticamente todo lo que tenga más de un siglo. Desde los romanos hasta Gaudí, la arquitectura era un lecho de arte, un reducto vacacional de las musas, un balneario donde el talento tomaba las aguas y dejaba los posos de su maravilla hecho edificio. Además da igual que hablemos de castillos, palacios o casas de labranza, antes se construía mejor. Lo que se dice la polla con cebolla (1).

3.-El montón de estiércol que hacéis los arquitectos de ahora: Ésto, según he podido deducir con cierta dificultad porque mis entrevistados estaban echando ya espumarajos y algunos incluso tenían temblores, son las viviendas de los barrios periféricos que sufren -más que viven- todos ellos. Es un cajón de sastre en el que han caído todos los aprovechamientos, edificabilidades y normas urbanísticas. Es el pecado original que nos va a perseguir durante decenios.

Con este panorama en mente, he decidido que ésto no puede resolverse en un único post. Tengo que defenderme -como arquitecto- y tengo que explicar esta verdad absoluta -como ciudadano- y no creo que pueda hacerse en unas líneas, aunque no puedo por menos que intentarlo. Tendrás que estar atento a esta pantalla en el futuro próximo. En cualquier caso, sufrido lector, vete aprendiendo esta clasificación de la arquitectura y grabándotela a fuego que en breve hago examen sorpresa. El que avisa, es avisador.

(1) Nota del arquitectador: Que sepáis que la gallina nueva, medianamente crecida, que no pone huevos o que hace poco tiempo que ha empezado a ponerlos, guisada con cebolla es una de las sencillas delicatessen que hasta Chicote pondera, no vayáis a pensar malamente.

Seguridad y salud en las obras: ¿algo más que papel?

De todas las cosas que hay que hacer al comenzar una obra -aaaaleluyahh- hay una que odio por encima de todas: el momento «estosiemprelohacemosasí» con que nos responden cuando pedimos a aquellos que van a realizar la ejecución de la misma los papeles correspondientes: plan de seguridad, plan de prevención de riesgos, libro de subcontratación, etc.

Hay, eso es cierto, un sinfín de documentos y justificaciones burocráticas que cumplimentar antes de poder poner siquiera la caseta de obra y ahí está el problema. Cada documento, cada trámite es considerado por todos los agentes que participamos, simplemente eso: un trámite. Y es muy difícil luchar contra esa inercia que lleva a repetir una y otra vez el mismo corta y pega cambiando apenas el título y poco más, hasta que los planes de seguridad -por ejemplo- se convierten en verdaderos pastiches reiterados mil veces y nunca leídos hasta que un coordinador de seguridad un poco más interesado en hacer el trabajo lo mejor posible se dedica a leerlos y descubrir que pillarse los dedos con la tapa de una tanqueta no debería aparecer entre los riesgos de una obra -¡De dónde habrán copiado ésto, dioses!- o que sería difícil en una obra de saneamiento ser arrollado por esa cosechadora que aparece en el veinte por ciento de las páginas del documento, o el más habitual catálogo de maquinaria desde el atornillador eléctrico hasta la grúa torre sobre raíles en obras donde apenas se va a alicatar unos vestuarios.

Cuando coincide, gracias a la confluencia de los astros, que ese tipo que se relee los documentos antes de aprobarlos es un profesional serio, sucede que todos, absolutamente todos los agentes participantes, incluido aquel que le ha contratado y que solo quiere que la constructora empiece cuanto antes la obra, le ven como el enemigo público número uno por aquello de ser «un pijotero» y pretender que los documentos establecidos para la mejor prevención de los accidentes se hagan para este fin y no solo para cumplir el expediente.

Esto es de las pocas, poquísimas cosas que no han cambiado en los últimos veinte años. Y yo me pregunto en qué momento de la vida, alguien en lugar de inventarse leyes absurdas que no conducen a nada se concentrará en hacer que la ingente cantidad de papel en que se ha convertido el inicio de la ejecución de una obra sea verdaderamente útil en lugar de un océano de papel e impresos.

¿Seré un romántico?

Nota del arquitectador: Este post ha sido escrito entre madre, suegra, suegro, sobrinas, mujer, cuñada, dos perros, y un cuñado tocando a la guitarra «soy currante» de Luis Aguilé, una de esas ventajas de marcharse de vacaciones. Os juro que han corrido verdadero riesgo de que un portátil aterrizase sobre ellos, quizá debería añadirlo entre los riesgos previsibles y no evitables de mi próximo plan de seguridad.

Cubiertas de teja bien mantenidas con la mitad de tejas

Uno de los elementos que más problemas nos dan en los edificios son las cubiertas. Esa gotera pertinaz que nadie sabe de donde viene, pero que parece decidida a quedarse y obliga a actuaciones sin fin en su búsqueda, captura y eliminación.

De ésto se suele echar la culpa en gran medida a la proliferación de cubiertas planas que llegaron con los nuevos materiales que lo permitían y que son poco habituales en las arquitecturas vernáculas de nuestras latitudes, pero yo opino que tiene mucha más importancia el poco o nulo mantenimiento que le hacemos a nuestras edificaciones y la ausencia absoluta de un mantenimiento preventivo, amén de las chapuzas que como las meigas, haberlas las hay.

Traigo hoy un ejemplo de arquitectura tradicional que goza de la particularidad de que su sistema es específico de determinadas zonas y que conlleva un mantenimiento periódico, esa costumbre ancestral que hemos perdido como perdimos la cola prensil, y que tanta falta nos haría. El mantenimiento, claro.

Estoy hablando de la cubierta de teja a la segoviana, que tiene la particularidad de estar compuesta solo por las tejas canales (las puestas con la canal hacia arriba) y carecer de las tejas cobijas (las colocadas con la canal hacia abajo) y en las que de manera misteriosa, casi mágica, no entra el agua. Esto es así debido a que bajo la teja se extendía una capa de barro arcilloso de gran consistencia y capacidad impermeabilizante por donde el agua podía discurrir si se colaba entre las tejas.

Manolo, te has quedado corto con el pedido de tejas y mira lo que se me ha ocurrido para que no se note mucho

Un sistema tradicional de determinadas zonas de la península (hay algunos casos fuera de Segovia) que poseían terrenos arcillosos y que exigía un mantenimiento cuidadoso y una vigilancia de la cubierta para que las tejas permaneciesen en su lugar y que el barro inferior no recibiese torrentes que hiciesen que se llegase a saturar la arcilla y filtrar a la zona inferior. En aquellas épocas se era muy consciente de que la vida de la cubierta era la vida de la vivienda y cuidaban mucho el mantenimiento correcto de la misma.

Es cierto que hoy, con mejores materiales y medios la durabilidad de los elementos y sistemas es mayor. No olvidemos que el mito de las duraderas y confortables casas de mampostería era solo para los que, por dinero o por que en su zona había piedra a capazos, se lo podían permitir y son millones las casas tradicionales que cuando se quedan vacias se echan a perder en muy pocos años. Tan importante es el mantenimiento y cuidado periódico de nuestras casas como el hecho de que utilicen determinados sistemas modernos o tradicionales de construcción. Nada es eterno.

Nota del arquitectador: Siempre me ha gustado mucho este sistema de construcción, igual que otros que utilizan el barro incluso en cubiertas planas, como sucede en los pueblos de la Alpujarra.

 

 

 

 

 

Las verdaderas zonas comunes de los edificios

Podríamos hacer un listado de los utensilios, aparatejos y adminículos que existen en toda vivienda y que se utilizan una o ninguna vez a lo largo del año. Yo, os confieso algunos de los míos:

-Tengo una lijadora, por la que babee durante mucho tiempo en mis paseos a esas grandes superficies de bricolaje.

-Tengo un juego de mancuernas que compré en un momento en que pensé que podría aparentar tener veinte años de nuevo.

-Tengo una cámara de fotos que un día fue la niña de mis ojos y a la que le pongo los cuernos con la camarilla del móvil. No se lo digáis.

-Tengo una licuadora. O eso creo, yo juro que la compré, pero hace años que ni siquiera la veo.

-Tengo un exprimidor. Hace años que no lo uso por no hacerle un feo a la licuadora.

-Tengo una máquina de taladrar que hace más de veinticinco años le regalamos a mi padre y que hoy es casi un objeto fetiche en mi armario de herramienta. Esta sí que la uso, pero tampoco como para llegar a amortizarla.

-Tengo un bici de carretera y otra de montaña. Si hubiese bicis de desierto, de selva y de altiplano, yo tendría una de cada. Faltaba más.

-Tengo unos cuantos chismes más que no voy a contaros porque rozan lo que yo considero la indignidad humana, entre ellos un banco de abdominales. Bajo la cabeza y humillo.

-De la sandwichera hablamos otro día.

La mayoría de estos chismes los tienen también mis vecinos, distintos modelos, distinta época de compra, pero el mismo uso, siempre lejos de la amortización económica del cacharro. Y mi pregunta es la siguiente: ¿No sería más lógico tener en las comunidades de vecinos una zona común donde -ya pensaremos cómo, no empecéis a ver los problemas- cada uno pudiese hacer uso del cacharro en cuestión? Dotación del edificio. Elementos comunes. ¿os suena?

¿No merece la pena bajar a hacer la colada por encontrar a la adorable Penny?

Para nosotros, posesivos habitantes de la piel de Toro, que resolvemos a mandobles la propiedad privada, el tener un elemento de uso comunitario supone que la mitad de los usuarios lo utilizaría mal, con poco cuidado y la otra mitad lo perdería o simplemente lo pondría en su inventario particular. Es posible, sin embargo no nos creamos el centro del universo y meditemos un poco lo que sucede en otros lugares del planeta.

¿Acaso no estamos acostumbrados a ver cómo en edificios de centroeuropa o al otro lado del charco la gente no tiene lavadora o secadora y bajan al sótano una o dos veces a la semana a hacer la colada?

-«¡Yo tengo dos hijos, hago dieciséis coladas semanales!», «¡Pues yo no me fío de que el del tercero devuelva la taladradora sin llevarse las brocas!», «¡Sí hombre, lo que nos faltaba, ya está aquí el comunismo!»… y así hasta unos 46.000.000 de argumentos que se nos ocurrirán.

Sin embargo, todos estamos de acuerdo -casi todos- en que los edificios tengan piscina, jardín, gimnasio y sala de reuniones para la comunidad. Todos elementos muy necesarios e imprescindibles en algún momento de la vida, y sin embargo no utilizamos los mismos argumentos para ellos, que para todas esas otras cosas que pueden usarse de manera muy esporádica y puntual.

Y todo ello podría hacerse, os lo puedo asegurar, con buena voluntad y un sistema punitivo razonable. Partiendo desde luego del diseño del edificio que estableciese unas zonas comunes que tuviesen el espacio y la ubicación necesaria para determinados elementos que hoy son de uso esporádico particular y podrían pasar a ser de uso comunitario.

Si el dinero que todos los vecinos de un bloque de viviendas de, digamos, 120 viviendas se han gastado en taladradoras, lavadoras, secadoras y mancuernas se utilizase en comprar y mantener diez unidades de cada uno de esos elementos y en organizar un turno de uso, el resto se podría gastar seguramente en pagar el correcto mantenimiento del edificio durante al menos uno o dos años más. ¿Ah, que tampoco hacemos un mantenimiento muy fino, precisamente?

¡Cómo sois! No gano para posts con vosotros.

Nota del arquitectador: Se me olvidaba, tengo una atornilladora eléctrica que una vez le deje a mi mejor amigo. Me la devolvió con la batería colgando y el mango partido. Pero yo creo que lo hizo solo por daros la razón y llevarme la contraria. En fin, habrá que seguir educando a nuestros hijos para que algún día entiendan de verdad lo que supone vivir en comunidad.

La habitación de invitados o cómo arruinar un espacio y una buena amistad

Este fin de semana de comienzo de verano he sido invitado de unos grandes anfitriones. Ellos, como todo buen anfitrión, han puesto su casa a disposición de los advenedizos Gorrónez que hemos dado buena cuenta de sus viandas, disfrutado del confort de sus instalaciones y degustado sus fermentados y destilados con fruición. Esto ha hecho que recuerde algo que escribí en otro tiempo:

Medir la arquitectura residencial en tiempo es una práctica poco habitual, pero que personalmente creo que da un enfoque muy pragmático a lo que va a ser nuestra casa. Un criterio de proporcionalidad entre cantidad y calidad de espacio y tiempo que vamos a pasar en él.

Aquí, habrá quien piense que su cónyuge pasa demasiado tiempo en el baño, y que con estos criterios, su contrario/a, construiría un baño quitando espacio a la cocina y al dormitorio y se dejaría sus buenos denarios en mármoles, espejos y lozas que hiciesen de tan íntimos momentos, un placer de dioses.
Pues no seré yo quien lo niegue, pero sin llegar a eso nos encontramos a menudo con casos en los que la visión directa de la medida tiempo ofrece un catálogo de incongruentes alegrías que nos permitimos en el diseño de nuestra vivienda y que a largo plazo genera espacios vacíos de vida y llenos de trastos o simplemente metros cuadrados sin uso definido, cuando en nuestros quehaceres mundanos precisamos de esos metros y no podemos disponer de ellos.
Me estoy refiriendo a dos elementos, que en las viviendas de 60-100 m2 que podemos habitar (en el mejor de los casos) son, a mi modo de ver, un lujo absurdo y un derroche de metros cuadrados  que no podemos permitirnos: el recibidor y la habitación de invitados.

Reconozco que si el primero me altera los biorritmos e incluso los algoritmos, cuando estoy buscando infructuosamente los metros para que el cliente pueda colocar una nevera como es debido, el segundo hace que me salten las alarmas, tics nerviosos en el párpado y una incontinencia verbal irrefrenable.

 

Os juro por Akhenaton que no he encontrado una foto más apropiada. ¡Lo que me costó decirle que precisaba la habitación para meter trastos!

 

Y es que medido en tiempo, ese famoso dormitorio de invitados, es en el mejor de los casos utilizado un fin de semana cada dos años, lo que supone 2/730= 0.0027 = 0,27% del tiempo de uso, sin embargo, no es descabellado encontrar un dormitorio de 10m2 en una casa de 60 cuyo único uso es ese, es decir 10/60= 16,67% del espacio utilizado en una habitación que no usamos.

Desde mi punto de vista, justificar el 16% del espacio requeriría un 16% del tiempo de uso (o al menos aproximarnos) y eso supone que tener invitados 58 días al año, es decir, dos meses.Y yo comprendo que queráis agasajar a vuestros invitados, pero es que una cama hinchable colocada en un salón que tuviese 10m2 más del que tiene vuestro hogar, es perfectamente asumible, me parece, cuando el uso va a ser tan limitado, y las ventajas de 10 m2 más de casa son, queridos míos, inenarrables.

Nota del arquitectador: El día que tengáis durante 58 días invitado a alguien en casa habréis de asumir que ya dejó de ser invitado y vive allí, por lo que habréis de comunicarle por escrito que ha de participar en los gastos de manutención, comunidad, limpieza y demás. Mano de santo para volver a disponer de esa maldita habitación de invitados y poder seguir acumulando trastos.

¿Quien ganó más dinero durante el boom inmobiliario?

-Que les….(1)….., que han ganado mucho antes.

Ésto, mis sufridos lectores, lo oímos todos los días los que hemos vivido -y aspiramos a seguir haciéndolo- de profesiones relacionadas con la construcción. No voy a desmontar este mito tan difundido y que tanto nos gusta a todos utilizar en según que conversaciones, pero al menos, para que alguien no os calle en alguna tertulia de bar os ofrezco aquí algunas reflexiones sobre quien ha ganado más pasta con la burbuja y quien, a pesar de lo que se pueda considerar, no ha ganado tanto como se piensa:

A espuertas, oiga, estos de las obras se lo llevan a espuertas

-Trabajadores no titulados: Indudablemente los sueldos en construcción subieron durante la burbuja, en algunos oficios muy por encima de lo que ganaba un titulado medio o superior con responsabilidades en la obra, pero lo mejor de todo no era eso, sino la continuidad que los trabajadores han tenido en un sector que se ha caracterizado siempre por la temporalidad y la precariedad. Lamentablemente no se ha sabido aprovechar la bonanza para generar un modelo de trabajo más estable ¿como hacerlo si el sector en sí mismo no lo es? En definitiva han ganado más y han tenido mayor continuidad en su trabajo. No han trabajado más horas y si lo han hecho las han cobrado.

-Trabajadores titulados asalariados: Arquitectos y aparejadores a sueldo en empresas. Efectivamente los sueldos subieron, pero estaban bastante acotados. El problema de este segmento de trabajadores no es el sueldo, que os aseguro que se ganaban sudando tinta aún en el caso del más caro de todos ellos, el problema real fueron las jornadas interminables de 10-12 horas mínimo todos los días y muchos fines de semana, con el añadido de que la responsabilidad se ha personalizado en ellos a nivel interno en las empresas y se hace difícil dormir, mantener una relación o incluso sacar tiempo para rozar a la pareja en tiempo, forma y manera satisfactoria. Moraleja: Se ha ganado más dinero bruto aunque ganando menos por m2 o unidad de vivienda . Se han trabajado muchas más horas de lo que dice ningún convenio y en virtud de ellos han salido más trabajos adelante. Este segmento no cobra las horas extraordinarias jamás. Más responsabilidad adquirida a un precio unitario menor.

-Profesionales liberales titulados por cuenta propia: Casi siempre los arquitectos y aparejadores que han firmado la dirección de obra. Es un caso curioso este. Es verdad que han ganado dinero en virtud de que el trabajo creció tanto que aún a costa de trabajar muchísimas horas, noches y fines de semana se han sacado todas las obras de este país adelante, -no es moco de pavo-  sin embargo el precio de su trabajo bajó sensiblemente, como consecuencia sobre todo de la anulación de las tarifas de honorarios y la mayor competencia del sector, hasta llegar a unos precios verdaderamente ridículos. En cambio la responsabilidad de éstos ha subido durante los últimos años de manera exponencial en virtud de las nuevas normativas y la mayor tendencia a denunciar de los propietarios a veces por cosas ridículas. (2)

-Las constructoras: No han ganado un porcentaje mayor, puesto que el precio de construcción -no de venta- no ha subido proporcionalmente al precio de venta. Sí es cierto que ha habido mucho, muchísimo trabajo y por ello, las grandes empresas, y las pequeñas han ganado más por el hecho de trabajar más, lo cual me parece totalmente lícito por otra parte.

-Las promotoras: Han ganado exponencialmente mucho más que en una época normal. Sobre todo aquellos que han podido comprar suelo a precios anteriores a la burbuja y han vendido en plena efervescencia. Ganar mucho más por hacer lo mismo. Me lo pido para la próxima.

-Los propietarios del suelo: Han pasado en la mayoría de las ocasiones de tener un erial a poseer el codiciado objeto de deseo sobre el que edificar la ambición de unos, el hogar de otros y el medio de trabajo de muchos. Una verdadera plusvalía de la nada al infinito. El becerro de oro. Sí hubiese plagas bíblicas de oferta ya les habría caído una docena. Han ganado lo que jamás pensaron sin hacer más que vender algo que no usaban.

-Los ayuntamientos: Mis queridos amigos, así por encima el ayuntamiento se lleva un 4-5% en tasas y licencias sobre el precio estimado de ejecución. En fin, según los lugares por una chocita de 80 m2 se ha podido llevar perfectamente alrededor de unos 6000 euretes tirando por lo bajo. Además hay que contar con que en los convenios el 10% del suelo con aprovechamiento lucrativo es para los consistorios. Ahí lo llevas regidor, que hay que pagar el museo del macramé y la estatua al contribuyente desconocido. Han ganado mucho más de lo que pensaron por cumplir con su obligación de gestionar licencias. Eso sí los ayuntamientos somos todos. El último que apague la luz.

-Los notarios y registradores: Han trabajado mucho más y han ganado mucho más pues ellos SÍ QUE TIENEN TARIFAS DE HONORARIOS y según dicen nuestro próceres para ellos no cuenta la ley de competitividad. Y está bien que así sea pues son de los individuos más competentes de nuestra sociedad. Con un numero reducidísimo han conseguido poner a uno de los suyos en la silla de la Moncloa. Algo tendrán.

-Paco, pon otra caña hombre, que ya está el arquitectaleches llorando

No me quejo en absoluto, en realidad no conozco a ninguno de los anteriores que lo haga excepto a los ayuntamientos que hablan de «burbuja» cuando acuñaron la palabra «boom» y a algunos otros que por lo general no pertenecen al sector. En este sector, hoy por hoy, nadie tiene tiempo de quejarse. Bastante ocupados están en «reinventarse». ¿No os he hablado del verbo reinventarse, aún? Uy, de eso tenemos que hablar, pero por hoy vamos a dejarlo, no me calentéis, no me calentéis….

 

Notas del Arquitectador:

(1)Aquí viene algo sobre hacerte pertenecer a una ciudad bíblica famosa junto con Gomorra por sus pecados contra la carne que fue asolada por la furia divina en día malo del creador.

(2)Vengo de un juicio de un tipo que pretendía que le cambiaran una bañera que tenía una arañazo, dos años después de su entrega, en cuyo momento por cierto, el arañazo no estaba. Esperpento convertido en rutina a juzgar por lo que he visto en la sala de vistas.

Valga la rebuznancia.

O la repugnancia.

En el juzgado, lo he visto en el juzgado.

 

Las típicas anécdotas de obra (II)

Durante una de las obras en las que fui jefe de obra, el arquitecto proyectista trajo a de visita a algunos de los integrantes de su estudio: jóvenes arquitectos en prácticas. Durante la comida, en la que el aparejador estuvo extrañamente callado, estuve charlando con uno de ellos con cuyo padre, también arquitecto, había coincidido yo años antes en una obra. Mientras llevaba de nuevo a la caseta al aparejador, éste me confesó que él también había trabajado con el padre del chaval pero que no había continuado la relación laboral pues había llegado a tener un affaire con la esposa del otro y madre del mozo. Tras un silencio incómodo le pregunté:

-¿Hace mucho de eso?

Se volvió a mí y con aire lánguido me soltó:

-Más o menos la edad del chaval.

Nunca más volvimos a hablar de ello.

—————0O0—————

 

Durante un periodo de tiempo muy corto participé en una obra en sustitución de otro compañero que se había marchado de la empresa en la que trabajábamos. El encargado, un hombre pequeño y rechoncho, era extraordinariamente amable conmigo y siempre estaba dispuesto a ayudarme en mi trabajo.

Una mañana en la que llegué más temprano que de costumbre, descubrí la agenda del encargado encima de la mesa. Al abrirla ví que llevaba un peculiar diario con todos los «errores» y «faltas» que a su juicio había cometido el compañero al que yo sustituía, con una peculiar narración del tipo «…hoy el señor fulano ha llegado a las 9,30, no sé en que estará pensando este hombre, aún no ha encargado el cemento que le pedí la semana pasada…, luego vendrán las reclamaciones….»

El día que abandoné aquella obra sentí una extraña y placentera liberación.

—————0O0—————

A diferencia de los hermanos Grimm, todas mis historias son rigurosamente ciertas y el que las cuenta aún vive.

En aquella misma obra, teníamos un cerrajero peculiar al que llamábamos «el presupuesto» porque todas las frases las terminaba con un sonoro «por supuesto» y todos los tajos con un presupuesto adicional que se sacaba de la manga. Uno de sus cerrajeros era un chaval magrebí bastante trabajador. Durante un par de días dejé de verle y cuando le pregunté a su encargado a que tajo le había mandado, éste me llevó aparte y me dijo que el muchacho hacía el Ramadán y me dejó entrever que tenía que esconderse a ratos en el sótano pues estaba hambriento y cansado. Nunca me atreví a preguntarle si bajaba al sótano a comer o a dormir, lo cierto es que me alegré de no tenerle en el andamio cansado y mal alimentado.

—————0O0—————

Hice una obra bastante singular aunque de pequeño tamaño a la que le tengo mucho cariño, en la que contábamos con un par de oficiales jóvenes muy espabilados. Uno de ellos había tenido un accidente en una ocasión durante la construcción de un famoso edificio que no destaca por su verticalidad. Me contó que durante la fase de postensado uno de los cables que están a una tensión brutal se soltó dando un monumental latigazo por el aire. El muchacho, vio como todos los compañeros le miraban aterrorizados y se miró hacia el pecho comprobando que el cable le había atravesado muy cerca del corazón, de lado a lado. La velocidad del cable había cauterizado la herida por el calor del rozamiento y tuvieron que cortarle el cable por delante y por detrás del pecho, llegando al hospital con un metro de cable de acero a modo de lanza atravesándole.
El muchacho me contaba muy serio que mientras entraba al hospital caminando por su propio pie, la gente se desmayaba a un lado y otro del pasillo.

Los médicos le consiguieron sacar el cable que milagrosamente no había tocado ningún órgano vital. Si hay ángeles de la guardia, no me cabe duda de que el chico tenía uno de los buenos.

-¡Vaya suerte que tuviste ese día! – se me ocurrió decirle.

Hombre, si crees que el que un cable te atraviese el pecho es tener suerte, pues sí- me dijo tranquilamente.

Una gran lección.

Nota del arquitectador : Cuento esta historia, que no viví en primera persona, por que he visto fotografías que el equipo médico hizo en su momento, que atestiguan su veracidad, además de ser verdaderamente espeluznantes.

—————0O0—————

He oído durante mucho tiempo historias de sexo en las obras. Me las han contado de todos los colores: con las vecinas de los bloques colindantes, con las chicas que limpian la obra al final de ésta, con la dueña del piso que reclama por una gotera y cuando vas a resolverle la humedad resulta que ……

La verdad, la única verdad que puedo afirmar es que habiendo estado muchas veces en todas esas situaciones, JAMÁS, pero JAMÁS DE LOS JAMASES he tenido siquiera la sospecha o la duda razonable de que una buena señora guapa o fea, gorda o delgada se me estuviera insinuando levemente. Pero ni de lejos, óigame usted, ni de lejos.

Y ahora que me adorna el aura de la madurez y ya esperaba cumplir mi asignatura pendiente, van y se acaban las obras…

Cagüen.

 

 

 

Una iglesia «volando» sobre el terreno

Si Goscinny y Uderzo decían de los romanos que estaban locos, no quiero ni pensar lo que dirían de estos estadounidenses que para la restauración de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, un cenáculo de solo 112 años, organizan el lío necesario para no tener que tocar ni un ladrillo de algo que tiene el mismo valor arquitectónico que la casa de mi abuela. Lo digo porque la casa de mi abuela tiene aproximadamente la misma edad, pero más allá del valor de la construcción tradicional de adobe con la que mi bisabuelo debió construirla, no tiene ningún mérito.

Que no venga el tornado, por todos los dioses

Que no venga el tornado, por todos los dioses

Está claro que quizá nosotros en Europa vemos estas cosas desde otra perspectiva, porque tenemos un patrimonio arquitectonico de incalculable valor fruto de una historia de más de doscientos años, que ciertamente al otro lado del charco, no tienen.

Eso sí, como alarde de técnica y de capacidad constructiva y económica el asunto es de tener en cuenta y ofrece unas imágenes impactantes, aunque no debemos dejarnos impresionar demasiado, recalces y soportaciones temporales de edificios históricos hace tiempo que se llevan haciendo, no de la manera tan espectacular que nos aporta la visión de que todo el edificio esté sobre el andamiaje a la vez, pero sí de forma parcial más contenida.

Eso sí, como alarde de técnica y de capacidad constructiva y económica el asunto es de tener en cuenta y ofrece unas imágenes impactantes, aunque no debemos dejarnos impresionar demasiado, recalces y soportaciones temporales de edificios históricos hace tiempo que se llevan haciendo, no de la manera tan espectacular que nos aporta la visión de que todo el edificio esté sobre el andamiaje a la vez, pero sí de forma parcial más contenida.

En todo caso me parece interesante y un poco metafórico: el hombre sosteniendo en sus manos la casa  de Dios.

Como siempre.