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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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De la arquitectura oral al juicio anal

En la obra se habla mucho. De más.

Nuestros cinco de segundos de gloria están a la vuelta de la esquina y todo el mundo quiere soltar la cojofrase. El axioma definitivo. Twiter se dio cuenta de esto y se está forrando.

Pero en arquitectura no podemos permitirnos semejante dispendio. Mi amigo y socio lo expresa muy bien:

La arquitectura que empieza de manera oral, suele terminal de manera anal.

Y es que cuando hay que explicar a otro lo que se debe hacer de manera verbal, lo mejor, lo único posible para evitar errores es plasmarlo con un dibujo en un papel en blanco. De ahí que tantas veces vemos al arquitecto llegar con su cuadernillo de esa marca que todos conocemos y su lapicerillo -regala un portaminas a un arquitecto y lo tienes entretenido una temporada, hasta que se le acabe la mina- dibujando cosas con y sin sentido por toda la obra.

Cualquier momento es bueno para soltar la mano

Cualquier momento es bueno para soltar la mano

Tengo tendencia a hablar mucho. Por eso en las obras hablo poco. A estas alturas conozco el valor de los silencios y el riesgo de todo lo que digas y no escribas. Aquel juego del teléfono escacharrado se ha perfeccionado mucho en el mundo laboral y no es de buena educación llevar permanentemente una grabadora -ya sabeis que a nadie le gusta escuchar luego su propia voz- así que no queda más remedio que dibujar muy claramente aquello que hay que hacer, por muy sencillo, simple  o incluso insultante que pueda parecer al interlocutor. Siempre es mejor que no tenga que interpretar nada.

Cuando el de enfrente, que tiene generalmente un interés opuesto al del que diseña el proyecto, se dedica a interpretar, puede surgir el problema que finalmente y tras muchas peleas y discusiones, nos lleve a comprender el significado del título de este post, cosa que no deseo a nadie.

Personalmente siempre me ha gustado dibujar y escribir, de hecho esto lo escribí hace algún lustro que otro:

Si hay algo que me produce un escalofrío de placer desde que era un chaval es un papel en blanco.

Me gusta la página derecha de los cuadernos. Virgen, sólida. Incólume.
Cuando, en el colegio había que volver la página, para escribir por detrás, la sensación era desalentadora. Esa página, traslucía los garabatos inversos que, a la vuelta, ya no parecían tan atrayentes, y más bien se convertían en sucios renglones que estropeaban el manto blanco del papel sin contar.
Ahora, ya mayorcito, -por no decirme a mí mismo algo más hiriente- me sigue encantando ese papel en blanco. Un montón de diez o veinte folios. Ordenados. Esperando que yo deslice mi mano sobre ellos para quitarles un polvo inexistente y los mancille con ideas, dibujos, notas, proyectos.

¿Veis como hablamos de más? Menudo ladrillo de viernes os lleváis hoy, majetes.

Nota del arquitectador: Viene todo esto a que he recordado que tengo a las premiadas del concurso sin dibujo. Queridas, os tengo en mis oraciones pero estos días primaverales distraen mi atención constantemente y mi productividad baja de manera notable. Que si una minifalda por aquí, que si un ataque de alergia por allá, que si tengo los ojos llorosos y enrojecidos y la nariz como una berenjena. Pero tranquilas estoy en ello. Os recompensaré debidamente.

 

Sobre gustos y colores hay mucho escrito, pero hay que leerlo

En la vida de todo arquitecto hay un momento en el que unos amigos le encargan una reforma. Es un momento difícil. La posibilidad de que la amistad se vea dañada flota siempre sobre la mente de uno, pero esos amigos no lo ven, ellos ven su casa reformada, tus render a todo color y las posteriores reuniones en el precioso salón de doble altura mientras cuentan lo bien que fue todo durante la obra.

Durante el proceso, llega inevitablemente el momento en el que recibes su llamada:

My Friend: -Hemos estado mirado pinturas.

Arquitectador: Escalofrío.

MF: Hay un tono de la marca Cobardines que se llama Aire fresco del norte de la isla Tortuga, según sales a la derecha, que nos gusta mucho como quedaría arriba.

Tú crees que tu silencio es lo suficientemente elocuente, pero no.

MF: Estoy pensando en que aquí no hay techo separado para pintar de blanco y el resto en el otro color, y en la zona abuhardillada es todo lo mismo, techo y pared….

A: Cuidado amigo, te estás perdiendo…… -crees haber pronunciado con un hilo de voz, aunque de tu boca no ha salido ningún sonido.

MF: En fin que hemos estado estudiando tendencias en color.

Aquí tu oyes claramente la música de psicosis y desearías estar en la ducha y sentir el frío acero clavándose una y otra vez en tus libros de teoría del color.

MF: Para ver que se pone ahora en los sitios guay.

Todo está perdido….tanto esfuerzo….

MF: Se lleva el rollo zen, relax, paz.

A:…ay..

MF: Paredes limpias, claras, luminosas.

A: Se lleva…¿se lleva ?….¿SE LLLEVAAAA?- consigues decir.

MF: Paredes limpias, claras, luminosas. Así es Miguel. Todo es tendencia. Hasta los inodoros. Tú crees que te gusta una cosa, pero es porque te la meten hasta que te acostumbras.

A: A mi sí que me la estás metiendo- esto tampoco se ha oído, pero es que tampoco querías pronunciarlo.

A: De verdad las paredes no van a ser blancas?-sollozas como una nenaza.

MF: Yo el blanco nuclear lo veo como a medio terminar,….blanco blanco es como no sé, muy color escayola…. -ahora es cuando va a decirlo-…si al menos fuese un blanco roto.

Ya está. Lo ha dicho. El puto blanco roto. ¿Qué demontres será eso del blanco roto?. En la vida hay que tener el valor para ser coherente, si quieres un blando, ¿porque romperlo? ¿no tenemos testiculina suficiente para pintar de blanco? Claro que no, yo había visto su salón, ese salmón caguetilla, las señales estaban ahí ¿Cómo no me di cuenta?

A: Trucaré las fotos con Photoshop.

MF: Eso me parece bien, ves? Ya vamos poniéndonos de acuerdo, además, estoy seguro de que la mayoría de la gente no sabría distinguirlo del blanco- una luz al final del túnel. O un cachondo moviendo una linterna, aún no lo sé.

A: Entonces ¿es blanco?.

MF: Para ti sí, quedarán bien tus fotos -ah, bandido, estás torturándome por puro placer.

A: La capacidad destructiva de las «tendencias»…-comienzas.-

MF: No te engañes, tu estás rodeado.

A:Esta conversación ….¿la puedo convertir en un post?.

MF: Por supuesto, aunque ya sé que será terriblemente tergiversada.

A: Pero mucho más divertida. Sólo os pido que cumpláis con vuestra palabra y yo no note que no es blanco, el blanco no se lleva nunca y se lleva siempre y los detalles son los que dan la personalidad, ladrillo, cerchas, puerta baño…..

MF: Ya te digo que tu verás blanco.

A: Ok, lo grabo.

MF: Entonces del color de la planta de abajo no hablamos. Infartas.

A: Di. Venga….¿malva? ¿celeste?…..oh, cielos….¿verde?.

MF: Verde menta. Clarito.

A: Llama al 112.

MF: Tipo pijama de hospital o así.

A: No me encuentro bien. Lo veo todo negro. O peor: verde.

MF: Y el techo en Rosita claro, para contrastar, ¿qué te parece?-Hijosdeputa, asesinos de arquitectos.

MF: Bueno, ahora cualquier cosa que te diga te parecerá mejor, ¿verdad?, la realidad es que abajo no lo tenemos claro, pero habíamos valorado otro «blanco» parecido a la madera de abajo…..¿te has muerto?, me he pasado, lo sabía, lo del verde-hospital, ha sido cruel.

A:…¿blanco parecido a madera?-consigues soltar- ¿se parecen el feo de los Calatrava y Brad Pitt?.

MF:  ¿Un aire ya tienen, no?.

Me rindo.

Nota del arquitectador: Lejos de la broma y el chascarrillo, os diré que al contrario de lo que se suele decir, sobre colores y sobre gustos, sí que hay mucho escrito, pero claro, hay que leerlo.

 

¡Que mal se construye en España!

Se habla mucho sobre «lo mal que se construye en España», hacemos verdaderas disertaciones desde nuestra experiencia personal o simplemente desde la sensación que crece a cada asentimiento de cabeza de nuestro interlocutor, sobre lo chapuceros y tenazas que somos en nuestro trabajo y en como ha ido empeorando la profesionalidad de nuestro sector y «lo bien que se hacían las cosas antes».

Imagen de una obra de rehabilitación

Imagen de una obra de rehabilitación

Antes de que en una de esas tertulias de barra tan nuestras, alguien se levante para dejarnos en evidencia, os quiero dar algunos datos desde mi experiencia, que siendo humilde, es bastante opuesta a esta sensación general. Me explico:

-En los último 20 años se ha pasado de una formación generalista en la construcción -como en casi todos los sectores- a una especialización, que ha hecho que los profesionales del tajo hayan ganado en conocimiento de su trabajo, aunque han perdido en «cintura», en esa ibérica habilidad para solucionar entuertos con imaginación y pocos recursos. Os recuerdo que en este país hubo una receta de tortilla sin huevo en tiempos relativamente recientes.

-Las exigencias normativas han hecho que los sistemas constructivos incorporen nuevas exigencias que mejoran significativamente la habitabilidad y las condiciones de las viviendas, que es el uso del que solemos echar pestes.

-Los sistemas constructivos y los materiales han mejorado tanto en los últimos años que el salto cualitativo en nuestros edificios ha sido exponencial tanto en acabados como en confort. Baste ver una ventana de hace veinte años y la peor de las ventanas de ahora.

El número de técnicos, inspectores y controles ha aumentado de manera exponencial. Si hace veinte años era frecuente que un tajo se diese por bueno con el mero hecho de estar terminado, hoy ha de pasar por numerosos filtros y comprobaciones.

Si damos estas premisas por ciertas, ¿que ha pasado para que la sensación de que somos poco más que un Pepe Gotera se acreciente entre gran parte de la población?. Tengo algunas teorías :

La exigencia del usuario ha crecido de manera notable. La población que venía de viviendas rurales a las ciudades tenía un nivel de exigencia mínimo. En el año 60 del siglo pasado el hecho de vivir en un lugar donde el agua llegase hasta la vivienda con la fuerza necesaria, tener un baño en el interior de la casa o luz eléctrica en la vivienda, era casi un lujo. Difícilmente iban a ponerle pegas a aquella vivienda que compraron en las afueras de una gran ciudad.

La tristemente celebre publicidad que se ha hecho para vender un piso ha hecho muchísimo daño. He visto -como diría aquel replicante- cosas que vuestros ojos no creerían, viviendas a 20 km de la ciudad que decían encontrarse en el centro, he leído folletos donde decían que no oiríamos a nuestros vecinos, he escuchado anuncios que contaban como el azulejo cocido era un acabado de lujo, y he disfrutado alicatados hasta el techo y «rodapiel» en todas las habitaciones como si fuesen trajes de Armani para nuestra casa. Yo solo espero que los hijos de los que idearon estas cuñas publicitarias sean hoy arquitectos. Pobres criaturas.

-Inquilinos por el mundo también ha hecho lo suyo. Ni lo normal, ni siquiera lo bueno es noticia. La noticia, el titular, está en ese edificio que algún cabestro construyó sobre un vertedero y ahora tiene más grietas que la cara de Darth Vader. De ahí a la normalidad hay un mundo, pero tristemente eso crea sensaciones.

-Somos españoles. Lo hacemos todo mal. Eso nos encanta decirlo. ¡Por el amor de Dios, si estabamos esperando llegar a cuartos de final -de lo que fuese- con el hacha levantada! Es extensible a todo, el antichauvinismo contradictorio de siempre. Spain is diferent y en la frase siguiente, como en España en ningún sitio. Olé. Arsa.

Y por supuesto la autocrítica. Es absolutamente cierto que hay problemas endémicos en nuestras viviendas que no hemos podido solucionar desde hace mucho tiempo. Quiero escribiros algún monográfico sobre el tema, pero me la vais a liar, que os conozco:

¿Como os explico que esos suelos de madera que calificamos de lujo, están vivos y se mueven y merman y crecen y crujen y se retuercen?

¿Como convenzo a mi cliente de que la madera en la meseta castellana es un suicidio?

¿Como le explico a la señora Juani, sin picarle toda la casa, -señora esas croquetas que está haciendo deben estar de muerte- de que los olores de su vecina al cocinar no tenemos ni puñetera idea de por donde se le meten, que hemos sellado todo con kriptonita pero sigue oliendo a sardina en su armario?

¿Con que cara le digo que hemos hecho dos tabiques y puesto aislante acustico en su dormitorio, pero que cuando llegue la Yenifer -la hija del del cuarto, oigame como le ha empollinao la chica a la Maruja, que hace nada le estabamos trenzando coletas- a las siete de la mañana, clavando los tacones, va a despertarle y a dinamitarle el sueño?

¿Que postura pongo para que me crea cuando le digo que esa gotera es condensación  que le llega el moho al bigote del abuelo, que se le está poniendo verde?

¿Como puedo quedarme serio explicándole a esta gente que el hierro de su estructura dilata y no hemos sabido solucionar sus problemas de fisuración sin emplear juntas que le subiesen el precio de su casa un diez por ciento?

¿En que momento no supimos plantarnos y sentarnos hasta solucionar ese problema que se repite una y otra vez en todas las obras?

No tengo las respuestas. No todas. Tengo muchas justificaciones, pero le escuche a una clienta una vez que en la vida hay dos tipos de personas: los «esques» y los «hayques» y no me gustaría acabar perteneciendo a los primeros, aunque os aseguro que todos tenemos muchos esques para responder a estas preguntas. Por mi parte no me queda más que hacer análisis de conciencia y aseguraros para vuestra tranquilidad que hoy, disponemos de más formación, medios y conocimientos, aunque hay muchos, muchos, muchos asuntos en los que hay que mejorar. No solo los técnicos, desde el ultimo peón hasta el propio propietario.

Pero esa es otra historia y os envenenaré con ella otro día.

 

 

 

 

Arquitectura y onanismo, no es lo mismo

Durante una visita que recibimos en una obra, nos encontrábamos varios técnicos frente a la fachada esperando al arquitecto de la misma. Uno de los allí presentes, un maño, técnico de calidad de un gran valor profesional, uno de esos hombres de valía, serio y cabal, empezó a hablar de la fachada, alabándola:

-…es potente la imagen que proyecta ese mármol  con ese color sonrosado y esas vetas, que se podría decir que simulan venas, o vasos capilares.….como una piel….

todos mirábamos la fachada absortos, de brazos cruzados

– ….vamos ¡como un pene……! – soltó sin pensárselo.

A la sorpresa general, se unió la carcajada del tipo, que pensé que se iba a morir de la risa, y tras él, todos los demás.
Creo que fue mi primer -y único- contacto con las fachadas orgánicas. Pero el hombre y la arquitectura avanzan y a lo largo de los años he encontrado obras que no solo por su aspecto sino por su composición material o por su funcionamiento, estaban inspiradas en estructuras de origen vegetal o incluso animal o construidas con elementos que, siendo perecederos y cambiantes por su naturaleza orgánica, debidamente tratados ofrecen algunas características interesantes por sus comportamientos bioclimáticos, aislantes o simplemente de integración en el paisaje.

Como sabéis no suelo traer aquí muchas obras – en riguroso cumplimiento de que el blog no se convierta en esas paginas chulas de los dominicales del papel couché más glamouroso- pero en este caso quiero mostraros un edificio que por su sencillez formal, por el material elegido y por la habilidosa mezcolanza entre la construcción tradicional del lugar y las formas más innovadoras merece un lugar entre esas arquitecturas de tipo orgánico de las que hablo.

Se trata de una vivienda en la ciudad holandesa de Zoetermeer realizada por el arquitecto Arjen Reas en la que las fachadas y la cubierta están recubiertas en hierba seca natural y el sencillo volumen y la continuidad de cubierta y muros lo convierten en uno de esos elementos tan bien resueltos que dan envidia y en los que el tratamiento de los huecos con esa manera de rasgar de arriba a abajo todos los elementos de la casa, son simple y llanamente geniales.

No hace falta más.

Ni curvas imposibles, ni jerseys de cuello alto, ni haber nacido en la más profunda Persia.

Chúpate esa, Zaha.

 

Foto cortesía Arjen Reas ®keeshageman

Foto cortesía Arjen Reas ®keeshageman

 

Foto cortesía Arjen Reas ®keeshageman

Foto cortesía Arjen Reas ®keeshageman

Nota del arquitectador: No estoy seguro de que haber escogido la paja como material del día y la anécdota introductoria sean la combinación más adecuada. De hecho el adjetivo introductorio no es una erección afortunada. ¿que se dice elección? ¿seguro? No me suena.

Carta a un estudiante de arquitectura (o cualquier otra cosa)

Querido hijo:

Sé que no lo eres, pero como seguramente serás el hijo de alguien, que también querrá -como querría yo- lo mejor para sus hijos, me permito dirigirme a ti  para contarte algo que solo descubrirás dentro de un par de décadas por ti mismo y quizá entonces desearás que alguien te lo hubiese contado.

En los próximos meses o años, vas a terminar tus estudios y vas a salir al mercado laboral. Has sufrido y te has dejado los ojos y parte de la juventud delante de un ordenador, dibujando e ideando hasta que tu materia gris se fundió en una suerte de jugo de tomate vital que casi te hace ahogarte y tirar la toalla, has aguantado como tus amigos se iban de fiesta mientras tu tenías una entrega o un examen dos días más tarde. Aquella chica o chico se enroscó en la lengua de tu mejor amigo/a el día que tu no pudiste salir. No pasa nada. Todo sea por un sueño, por un objetivo: ser arquitecto. O cualquier otra cosa.

«ya solo me quedan dos asignaturas, casi estoy listo para empezar a trabajar»
 

Tu carrera laboral va a empezar en lo más duro del invierno y te aseguro que ningún lobo huargo va a acompañarte ni defenderte. Aquí no hay enanos de buen corazón y tu título no te asegura ni siquiera un trabajo. Aunque…te lo van a ofrecer, no te quepa duda, como me lo ofrecieron a mí en su día, allá por el año 91 del siglo pasado -lo peor de esta frase es que es verdad- y querrán convencerte de lo mucho y bueno que será para ti echar más horas que un reloj, del salto cualitativo que supondrá dibujar y hacer entregas para concursos hasta esas horas de la noche en las que las putas y los búhos se mueren de sueño, y solo sus hijos están despiertos intentando que termines ese plano a tiempo. Sí, sí, los hijos de los búhos.

Te van a ofrecer ochocientos euros y que te hagas autónomo para poder cobrarlos. No te van a decir que eso te va a costar no tener vacaciones pagadas y que cada mes soltarás cerca de trescientos lereles para después no tener ni paro, solo para que seas legal. Pero, ay amigo, es que tu no tienes experiencia, tu tienes que ir de la mano, tu necesitas foguearte, tu tienes miedo a lo desconocido. Sin embargo esa entrega de la que depende el concurso, estará en tus manos y será TU responsabilidad, no te quepa duda. Nadie te va a regalar esos ochocientos motivos para que acuñes un sordo rencor que el día menos pensado te convierta en bloguero y te haga escribir cartas a futuros compañeros.

Puedes ganar ochocientos euros. Tendrás que hacerlo seguramente. No te va a quedar más remedio según parece, pero escúchame bien: que no sea por tus conocimientos, que no sea con el esfuerzo de tus últimos seis u ocho años, que no sea por lo que tu sabes y que vale bastante más de lo que crees, que no sea por tu valor como aparejador, como arquitecto, como médico, como investigador, como fontanero, como electricista o como técnico de lavadoras. Todos estos trabajos, los hace cualquiera, después de todo solo son lineas en un plano, solo es una receta en un papel, solo es soldar una tubería. Pero hay que saber hacerlo, y aprenderlo te ha costado mucho esfuerzo, como para derrocharlo en esos hijos de cien búhos nocturnos.

Y no te engañes. Necesitas experiencia, sí, necesitas jugar minutos de partido, sí. Pero no regalarlos, porque si tu los regalas, nadie va a poder cobrarlos por lo que valen nunca. Y sí no vas poder cobrar por tu conocimiento y saber lo que vale, es mejor cobrar menos, que hay que comer, pero por otras cosas que no necesiten años y mil noches de insomnio para poder conseguirlos.
Be a búho my friend. No me seas tu también un hijo de la noche.

Nota del arquitectador: Y tu dirás…¡si este pollo afirma haber descargado un camión en su primer día de trabajo!…Pues por eso, piltrafilla, por eso.

 

 

Si Le Corbusier hubiese tenido un martillo

Pienso yo que si Le Corbusier hubiese tenido que picar piedra o servir baguettes recalentadas para ganarse el brioche -perdón, el pan- tal vez hoy la arquitectura que conocemos hubiese ido por otros derroteros, aunque yo creo que no, que hubiese seguido el mismo camino pero más tarde. En todo caso, estaríamos en otro lugar histórico y haríamos determinadas cosas de forma diferente. Pero me cuesta trabajo pensar que se hubiese convertido en un personaje anodino y sin nada que aportar, en el Brutus de Popeye, en el Mac Meck del Corsario de Hierro o el Goliath del Capitán Trueno. No, el Corbu, no.

Digo esto porque a diario, dentro y fuera de las obras, me encuentro individuos que nacieron de madre y padre como cualquiera, que fueron a la escuela y jugaron al balón  o a las muñecas, o a «tu la llevas» y en algún momento de su vida, alguien les dio un martillo y los puso a practicar. Estas feroces criaturas, que derivan con frecuencia en seres vociferantes y que llevan a gala llegar al final del día con las neuronas justas, agotadas, exhaustas, son exactamente igual que cualquiera de nosotros. Podríamos ser uno de ellos o aún  peor, tu amigo, tu hermano o tu vecino ya es uno de ellos.

Es de temer cuando entre sus manos cae una maza, una piqueta o un martillo, pero lo verdaderamente terrible es cuando, pasados unos años, llega a la conclusión de que lo maneja con la pericia de Thor y es capaz de ejecutar filigranas en el aire y golpear en el punto preciso, como un buen cirujano.

Yo, salgo por la mañana de casa siempre temeroso. En una obra mía puede haber uno de estos y no haberlo detectado. Que el espíritu del Corbu no lo permita.

Lo importante es que os centréis en dos reflexiones, viendo los siguientes videos:

No se hacen obras sin que alguien que sepa salir del metro sin preguntar, esté pendiente de lo que se hace. Bueno, bueno, si el tipo en cuestión tiene algún conocimiento de construcción me haréis feliz. Si además el tío fuese aparejador o arquitecto es que se me saltarían las lagrimas.

-Fijaos, aún con burradas por el camino, como se sostienen las cosas, empecinadas, obstinadas en seguir en su lugar. Y es que hay que ser muy burro para que algo se caiga, pero recordad, cada vez que leemos una noticia en la que se cae un edificio o parte de él, alguien estaba haciendo una obra, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, ni a técnico ni  a enteradillo alguno.

 

Nota del arquitectador: Anda, no seáis membrillos, no juguéis con la maza. El Corbu no lo hubiese hecho. O por lo menos así no.

Las típicas anécdotas de obra (I)

He tenido la suerte de conocer en las obras personajes excepcionales en los últimos veintidós años. Siempre – mis allegados lo sufren con estoica paciencia- refiero como aquel ferralla-filósofo, de nombre Arcadio, con el que tenía largas conversaciones en la búsqueda del ungüento amarillo que arreglase el mundo y pertinaz desobediente a la hora de ponerse el casco, me decía mientras se lo ponía de mala gana al recordárselo yo:

-¿Cascos? ¿cascos?….armas, Miguel, ¡armas y munición es lo que necesitamos!

El abuelo cebolleta, siempre supe que yo acabaría así.

………………………………

En una ocasión, mi compañera Virginia, entró pálida en la caseta con un libro de un filósofo alemán que soltó sobre mi mesa como si quemase, diciéndome con ironía  «lo he encontrado en la obra». Finalmente, a ultima hora de la tarde, un muchacho joven, un escayolista entró en la caseta para ver si habíamos encontrado un libro.
-…mmm, no sé, voy a ver – le dije, mientras hurgaba distraídamente en las estanterías donde reposaban, planos, papeles desordenados y carpetas polvorientas- ¿de que autor?
-De Schopenhauer-me dijo.
Le miré fijamente, abrí el cajón de mi escritorio y le ofrecí el libro. El chico dio las gracias y se marchó y aún hoy, me pregunto que habrá sido de él.

………………………………

En aquella misma obra, en la que yo actuaba como jefe de obra y a la que llegue a mitad del proceso como nuevo contratado en la empresa, pues mi antecesor se había despedido, los problemas con la arquitecta de la dirección facultativa habían sido frecuentes. El segundo día de visita y tras tratar algún que otro problemilla que venía de atrás y que conseguimos resolver, la arquitecta, le preguntó a mí jefe, delante mío, donde me habían encontrado:
-Por un anuncio en la farola* – me adelante.
Me miró, se echo a reír y no volvimos a tener problemas en toda la obra. No más de los normales, quiero decir.

………………………………

Aquella obra dio para mucho. Una mañana, el encargado de los albañiles entró furibundo en la caseta agitando los brazos por que la ayudante de obra, mi secuaz, una muchacha de apenas veinte años, le había mandado a tomar por donde amargan los pepinos en mitad del patio, donde todo el mundo pudo oírla bien. Me costo media mañana calmar los ánimos  Ahora puede parecer mentira, pero hasta hace no mucho, el que una mujer entrase a una obra a dar órdenes era para muchos comulgar con hogazas de ocho kilos. Tanto más si era una veinteañera. En numerosas ocasiones me vino muy bien el carácter de la chica, que hoy, además de buena amiga, es una gran profesional de la construcción. Cierto que no debió decirlo así, pero también es verdad que gracias a que lo dijo un día, no necesito decirlo nunca más.

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En otra ocasión, siendo yo ayudante de obra, el jefe de obra con el que trabajaba recibió a uno de los subcontratistas que venía -como siempre- a intentar subir sus precios pues afirmaba perder dinero. Mi jefe, un hombre grandote y bonachón como él solo, se levantó, miró por la ventana de la caseta y le pregunto al otro, un albaceteño rojizo y pachón:
-Oye, ese Mercedes de ahí, el que has dejado en mi plaza, pedazo de cabrón, es tuyo, ¿verdad?, pues a pedir más dinero se viene con otro coche
Y le echó de la caseta con cajas destempladas.

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En esa obra, teníamos un administrativo borrachín al que nos habían enviado en castigo para que el jefe supremo no lo viese más (palabras textuales) y cuando había visita de la alta jerarquía teníamos que esconderlo y no dejar que se fuese al bar y volviese dando tumbos. Le habían ofrecido una terapia desintoxicadora en una clínica especializada pagada por la empresa. No quiso pues decía que allí le iban a cambiar la sangre.

(continuará…..)

*La farola es una publicación que suelen vender mendigos y gente necesitada en semáforos o a la puerta de los centros comerciales.

Si te pasara la ITV el dueño de un taller mecánico…

El hecho cierto es que yo no querría que los inspectores que pasasen la ITV de mi coche, fuesen dueños o amigos de talleres mecánicos. El conflicto de intereses estaría servido y las sospechas de que las incidencias en la inspección serían abundantes estarían más que justificadas.

Durante los últimos años, he realizado -al igual que la mayoría de mis compañeros- decenas de inspecciones técnicas de edificios y hemos tenido que competir con aquellos que ofrecían el resultado del informe a precios ridículos, por debajo incluso de los costes de visado, desplazamientos, seguro de responsabilidad civil o incluso lo ofrecían gratis. Sí, has leído bien, gratis.

mmm… esa cornisa no me gusta nada, amigo….

Obviamente el resultado de estas inspecciones gratuitas era negativo y la ITE venía de la mano de una empresa de reformasque realizaba las obras y que con el caramelo de ahorrarte el informe realizaban reparaciones en fachadas y cubiertas de los edificios. Vas a pasar la ITV y te dicen que tienes el carburador hecho cisco y ellos mismos se ofrecen a arreglartelo. Oye, pero esos manguitos te van a fallar en cualquier momento, y la junta de la trócola no pensarás llevarla así. Tu verás, pero la junta de la culata tiene una pinta horrible y con esa cara de pichón no creo que sepas cambiarla tu solo. Anda alma de cántaro, pasa por recepción que te preparamos la nota, si va a ser un momentito, no te va a doler.

Cuando, muy despacio para que no te desangres, te van sacando el puñal, ya casi no te acuerdas de aquel tipo gris que vino a ofrecerte una ITE por unos euros y que no venía con un señor detrás que se ofrecía a hacerte la obra. El caso es que luego, durante la obra, no lo volviste a ver y por allí no apareció ningún técnico a dirigir los trabajos, solo aquel tipo con un móvil que venía cada dos días a primera hora de la mañana y luego desaparecía. Eso sí, luego te dieron un certificado de idoneidad de las obras firmado por alguien que -en el mejor de los casos- pasó por allí tres minutos después de terminar las obras.

Me duele especialmente este post por una razón. Los técnicos que firman esos dictámenes a la sombra de una empresa constructora son compañeros, son arquitectos, aparejadores y tienen que comer, pero entran en un conflicto de intereses que éticamente no debemos aceptar jamás y ojalá los propietarios lo comprendiesen así, al igual que lo comprenderían si hablásemos de su coche.

Nota del arquitectador: Recomiendo a propietarios que contraten sus obras con el asesoramiento de un técnico independiente que les apoye en su control. Este dinero -se lo demuestro cuando quieran- se lo van a ahorrar en las dos primeras gestiones que haga el compañero al que contraten.

 

 

¿Hay igualdad entre arquitectas y arquitectos?

Hoy, que tenemos por bandera que nuestra sociedad occidental es prácticamente igualitaria (?), leo que Martha Thorne, directora ejecutiva del Premio Pritzker 2005, ha solicitado a través de una iniciativa del portal change.org que Denise Scott Brown sea reconocida como coganadora del Premio Pritzker , que le fue concedido a su marido Robert Venturi en 1991.

Desde mi experiencia personal traigo aquí lo que escribí hace algún tiempo:

En los últimos veinte años trabajando en construcción, he podido coincidir en mi trabajo con muchas mujeres, como subordinado, de igual a igual y como responsable de ellas.

Parece que hoy las distancias se reducen, pero me sigue sorprendiendo que en nuestro sector, presumiendo como presume de estar en la vanguardia de muchos de los avances de la sociedad, el papel de la mujer como arquitecta aún esté muy lejos de la igualdad.
Y lo digo por los datos. Es mayoría el número de mujeres en las matriculas universitarias y en las escuelas de arquitectura, pero las mujeres que verdaderamente llegan a ganar premios o a realizar grandes proyectos bajo su firma siguen siendo muy escasas.
la cuota se reduce a mínimos si pienso en las que no lo hacen como parte de una pareja hombre-mujer, sino que titularizan su trabajo en solitario. Apenas puedo recordar algunos nombres y dudo que los que no versados en estas lides sepan mencionar a más de dos de ascendencia no iraní, y casi todas, por cierto, empezaron compartiendo estudio con un hombre.

Y si nos remontamos más allá del siglo XX no seria fácil encontrar algún caso de mujer en solitario que realizase trabajos en arquitectura. Y si lo hizo, no ha trascendido.
Tras toda esta exposición, no me cabe más que pensar que si bien el número de arquitectas debe ser igual o incluso superior al de hombres, los que dirigen y eligen aún son hombres. Y la arquitectura, una vez más, no es sino un reflejo de lo que tenemos alrededor.

Buscando fotos con la etiqueta «obrera de la construcción» me sale esto. Para que veamos que no solo entre los profesionales titulados hay discriminación.

Nota del arquitectador: Cuando me matriculé por primera vez en la Escuela de Arquitectura Técnica, en mi aula eramos noventa y seis hombres y cuatro mujeres. Cuatro años más tarde al salir de allí con aquel trozo de papel las matriculas de primer curso eran mayoritariamente de genero femenino. Y efectivamente en la vida profesional, eso se notó unos años más tarde. Otra cosa es el género que llega a los puestos de representación y control en empresas y estudios, que a día de hoy sigue siendo prioritariamente masculino. Es un hecho.

El 15M y la arquitectura

En estos días de procesiones y sensaciones de grupo, que son en realidad lo que hay detrás de la Semana Santa, he recordado este post que escribí hace algunos meses:

Está en el lenguaje del arquitecto el decir a todas horas que trabajamos para crear un mundo mejor. Que desarrollamos nuestra labor para ayudar a las personas a vivir en entornos mejorados y enfocados a la sostenibilidad, la eficiencia, etc,etc, bla,bla,bla
Escuché en una conferencia a Rafael de la Hoz decir que los arquitectos debemos aprender, que no podemos cambiar el mundo por el hecho de serlo, que debemos realizar nuestro trabajo de la manera más profesional posible, sin pensar en que nuestra obra ostenta la responsabilidad de sostener el futuro. Casi me levanto, subo al estrado y le beso en la frente.

En la histórica acampada del 15M en la puerta del sol, una edificación sirvió para la centralización de la información a la gente que lo requería. Su forma de bóveda de medio punto, sus materiales-viejos palets reciclados- y la agilidad y protocolo con que era montado y desmontado, hacía pensar que algunos de estos indignados, con sus conocimientos de arquitectura habían realizado una pieza digna de mencionarse en revistas especializadas y ser objeto de estudio y análisis. Pero, he aquí que los hados volvieron a hacer de las suyas e iluminaron a un estudiante de Ciencias Ambientales, (¡¡anatema, anatema¡¡¡) que fue el que lo diseñó.Viene todo ésto para decir, que afortunadamente, los que allí estaban, eran estudiantes de todas las ciencias reconocidas, trabajadores de todos los sectores industriales, comerciales, administrativos y que en aquella marea humana podíamos encontrar la fuerza colectiva de la unión de todos y perdía valor la presunción de conocimiento por el hecho de ser, tal o cual cosa.En resumen: allí, no había arquitectos, empresarios, autónomos, parados, economistas, panaderos, zapateros (uy, perdón), allí simplemente se arremolinaron en torno a su indignación, muchos CIUDADANOS.

Nota del arquitectador: Como siempre que es verdaderamente necesario, el ser humano, se asocia y colabora para el bien procomún. Está en nuestro código genético. Me gusta mirar estas piezas surgidas del trabajo conjunto y terminadas unos segundos antes de que el gen de la individualidad se apodere de nosotros. Sabemos que el escorpión pica a la rana a mitad de camino cuando vadean el río, pero….que precioso navegar tenían hasta ese momento.