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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

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¡Que mal se construye en España!

Se habla mucho sobre «lo mal que se construye en España», hacemos verdaderas disertaciones desde nuestra experiencia personal o simplemente desde la sensación que crece a cada asentimiento de cabeza de nuestro interlocutor, sobre lo chapuceros y tenazas que somos en nuestro trabajo y en como ha ido empeorando la profesionalidad de nuestro sector y «lo bien que se hacían las cosas antes».

Imagen de una obra de rehabilitación

Imagen de una obra de rehabilitación

Antes de que en una de esas tertulias de barra tan nuestras, alguien se levante para dejarnos en evidencia, os quiero dar algunos datos desde mi experiencia, que siendo humilde, es bastante opuesta a esta sensación general. Me explico:

-En los último 20 años se ha pasado de una formación generalista en la construcción -como en casi todos los sectores- a una especialización, que ha hecho que los profesionales del tajo hayan ganado en conocimiento de su trabajo, aunque han perdido en «cintura», en esa ibérica habilidad para solucionar entuertos con imaginación y pocos recursos. Os recuerdo que en este país hubo una receta de tortilla sin huevo en tiempos relativamente recientes.

-Las exigencias normativas han hecho que los sistemas constructivos incorporen nuevas exigencias que mejoran significativamente la habitabilidad y las condiciones de las viviendas, que es el uso del que solemos echar pestes.

-Los sistemas constructivos y los materiales han mejorado tanto en los últimos años que el salto cualitativo en nuestros edificios ha sido exponencial tanto en acabados como en confort. Baste ver una ventana de hace veinte años y la peor de las ventanas de ahora.

El número de técnicos, inspectores y controles ha aumentado de manera exponencial. Si hace veinte años era frecuente que un tajo se diese por bueno con el mero hecho de estar terminado, hoy ha de pasar por numerosos filtros y comprobaciones.

Si damos estas premisas por ciertas, ¿que ha pasado para que la sensación de que somos poco más que un Pepe Gotera se acreciente entre gran parte de la población?. Tengo algunas teorías :

La exigencia del usuario ha crecido de manera notable. La población que venía de viviendas rurales a las ciudades tenía un nivel de exigencia mínimo. En el año 60 del siglo pasado el hecho de vivir en un lugar donde el agua llegase hasta la vivienda con la fuerza necesaria, tener un baño en el interior de la casa o luz eléctrica en la vivienda, era casi un lujo. Difícilmente iban a ponerle pegas a aquella vivienda que compraron en las afueras de una gran ciudad.

La tristemente celebre publicidad que se ha hecho para vender un piso ha hecho muchísimo daño. He visto -como diría aquel replicante- cosas que vuestros ojos no creerían, viviendas a 20 km de la ciudad que decían encontrarse en el centro, he leído folletos donde decían que no oiríamos a nuestros vecinos, he escuchado anuncios que contaban como el azulejo cocido era un acabado de lujo, y he disfrutado alicatados hasta el techo y «rodapiel» en todas las habitaciones como si fuesen trajes de Armani para nuestra casa. Yo solo espero que los hijos de los que idearon estas cuñas publicitarias sean hoy arquitectos. Pobres criaturas.

-Inquilinos por el mundo también ha hecho lo suyo. Ni lo normal, ni siquiera lo bueno es noticia. La noticia, el titular, está en ese edificio que algún cabestro construyó sobre un vertedero y ahora tiene más grietas que la cara de Darth Vader. De ahí a la normalidad hay un mundo, pero tristemente eso crea sensaciones.

-Somos españoles. Lo hacemos todo mal. Eso nos encanta decirlo. ¡Por el amor de Dios, si estabamos esperando llegar a cuartos de final -de lo que fuese- con el hacha levantada! Es extensible a todo, el antichauvinismo contradictorio de siempre. Spain is diferent y en la frase siguiente, como en España en ningún sitio. Olé. Arsa.

Y por supuesto la autocrítica. Es absolutamente cierto que hay problemas endémicos en nuestras viviendas que no hemos podido solucionar desde hace mucho tiempo. Quiero escribiros algún monográfico sobre el tema, pero me la vais a liar, que os conozco:

¿Como os explico que esos suelos de madera que calificamos de lujo, están vivos y se mueven y merman y crecen y crujen y se retuercen?

¿Como convenzo a mi cliente de que la madera en la meseta castellana es un suicidio?

¿Como le explico a la señora Juani, sin picarle toda la casa, -señora esas croquetas que está haciendo deben estar de muerte- de que los olores de su vecina al cocinar no tenemos ni puñetera idea de por donde se le meten, que hemos sellado todo con kriptonita pero sigue oliendo a sardina en su armario?

¿Con que cara le digo que hemos hecho dos tabiques y puesto aislante acustico en su dormitorio, pero que cuando llegue la Yenifer -la hija del del cuarto, oigame como le ha empollinao la chica a la Maruja, que hace nada le estabamos trenzando coletas- a las siete de la mañana, clavando los tacones, va a despertarle y a dinamitarle el sueño?

¿Que postura pongo para que me crea cuando le digo que esa gotera es condensación  que le llega el moho al bigote del abuelo, que se le está poniendo verde?

¿Como puedo quedarme serio explicándole a esta gente que el hierro de su estructura dilata y no hemos sabido solucionar sus problemas de fisuración sin emplear juntas que le subiesen el precio de su casa un diez por ciento?

¿En que momento no supimos plantarnos y sentarnos hasta solucionar ese problema que se repite una y otra vez en todas las obras?

No tengo las respuestas. No todas. Tengo muchas justificaciones, pero le escuche a una clienta una vez que en la vida hay dos tipos de personas: los «esques» y los «hayques» y no me gustaría acabar perteneciendo a los primeros, aunque os aseguro que todos tenemos muchos esques para responder a estas preguntas. Por mi parte no me queda más que hacer análisis de conciencia y aseguraros para vuestra tranquilidad que hoy, disponemos de más formación, medios y conocimientos, aunque hay muchos, muchos, muchos asuntos en los que hay que mejorar. No solo los técnicos, desde el ultimo peón hasta el propio propietario.

Pero esa es otra historia y os envenenaré con ella otro día.