Ya sabemos demasiadas cosas de Westworld para que un episodio como Kiksuya (S02E08) resulte interesante. Llegados a este punto donde todas las tramas se encaminan hacia el final de temporada, la historia de Akecheta, pese a su conmovedor lirismo, no aporta nada nuevo.
La toma de conciencia fue el tema fundamental de la primera temporada, y las historias de Maeve y Dolores ya narraron con profundidad la lucha de los anfitriones por lograr su libertad renunciando por el camino a lo que más quieren (Dolores) o abrazando una humanidad que duele (Maeve).
Lo más revelador de la segunda temporada ha sido conocer cuáles eran los verdaderos designios del parque: un proyecto beta para decodificar las motivaciones de los visitantes con el fin de crear copias digitales humanas y prolongar la vida eternamente.
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Parece que todos los pasos están medidos en un juego de tronos que implica la consecución de una nueva gallina de los huevos de oro.
Está producida por la BBC y firmada por Jed Mercurio, uno de los creadores televisivos más relevantes de la actualidad. Pero, sobre todo, Line of Duty es la serie policíaca más trepidante que he visto nunca. Una obra maestra del thriller policial que consigue apasionarnos frente a la televisión gracias a su capacidad para situarnos al borde del infarto. Y ahora está en Netflix.
No sé vosotros, pero a estas alturas del año ya estoy un poco cansada y deseando coger vacaciones. En cuanto empieza el calor me apetece ver series ligeras, de las que entretienen sin exigir demasiado esfuerzo mental.
Hace 20 años. Da vértigo. Pero desde que Carrie, Samantha, Charlotte y Miranda empezaron a tomar cosmopolitans mientras hablaban de sexo, citas, amor, desamor y vida, la imagen de la mujer en televisión ha cambiado para siempre.
Atención, spoilers. 