Hay pocas series que me han hecho disfrutar tanto como Los Soprano, aunque tengo que admitir que me costó varios intentos adentrarme en su mundo. Y eso que tenía la marca David Chase que, para un espíritu cicelyano como el mío, es mentar al mago de la pequeña pantalla (sin exagerar nada).
Uno de los aspectos fundamentales que hace tan especial a Los Soprano es su humor sutil, gamberro, inteligente y, a veces, violento, así como la mirada irónica y las referencias a las películas como El Padrino, Uno de los nuestros y Scarface, por no hablar de ese mundo onírico tan divertido y surrealista que nos entusiasmó en Doctor en Alaska. Pero, sobre todo, es la capacidad que tiene su creador para hacernos cómplices de las andanzas de su protagonista, Tony Soprano, sin que, en el fondo, le juzguemos duramente.