Cuando se estrenó This Is Us las redes sociales comenzaron a llenarse de apelativos como «gran drama», «obra maestra», «maravilla sin parangón» y lo cierto es que a mí el piloto me dejó bastante fría. Reconocí en ella todos los clichés de las series melodramáticas que había visto desde mi infancia como La casa de la pradera o Autopista hacia el cielo, donde se apela a los sentimientos de una manera muy convencional, los personajes son estereotipos con patas y se usan recursos como un ser querido que se pone enfermo y/o está al borde de la muerte o peleas familiares que al final se resuelven de una manera edulcorada gracias a la bondad de sus protagonistas.
This Is Us conoce los recursos del melodrama y los emplea muy bien, pero con ciertas cualidades como su estructura o su banda sonora que la convierten en un producto mejor acabado. Sin embargo, como sus antecesoras, sigue al cien por cien las características de su género: es lacrimógena y todos los personajes (además de algo planos) poseen un gran corazón y se desviven por sus seres queridos. ¿Resulta previsible? Sí. ¿Sigue funcionando y enganchando a las grandes audiencias? Por supuesto.
No nos engañemos: This Is Us no es una serie de HBO o AMC. No es un drama complejo y narrativamente sofisticado. Es una serie de NBC para un público generalista. Y es droga. Porque a pesar de verle las costuras y reconocer la intención de hacernos llorar, no puedes evitar que se te haga un nudo en la garganta donde ellos quieren. El melodrama sigue funcionando.