Entradas etiquetadas como ‘Estados Unidos’

El grupo de música de soldados estadounidenses que usa Pink Floyd como arma

Parecen un viejo sueño hippie o un experimento del MK-ULTRA con LSD. Tres soldados abandonados a su suerte en un bosque en territorio enemigo y, en vez de preparar el escuadrón de la muerte, sacan sus guitarras y se ponen a cantar Pink Floyd. «How I wish, how I wish you were here, we’re just two lost souls…»

Pertenecen a la banda de campaña de los Estados Unidos, una unidad que se hace llamar The Six-String Soldiers. Boinas verdes de la música, y que les gusta tocar el Wish You Were Here del citado grupo. Interpretan (claro está) sobre todo country y bluegrass, aunque también se atreven con los Beatles. El grupo se formó en 2014, y han actuado en numerosos sitios y junto artistas de renombre. Fue en 2016 cuando publicaron su primer álbum, I’ve Been There. En 2019 tienen pensado publicar el segundo. Su música, sin embargo, cumple una función menos hippie y bien alejada del ideario de Pink Floyd. Realizan giras por los Estados Unidos y el extranjero para reclutar soldados. Un arma propagandística.


El idioma secreto de los vagabundos del ferrocarril

El Oeste es la promesa. Saltan al tren en marcha. Candado roto, oxígeno. Arañan vagones. La navaja deja su firma en el óxido. El cubículo es estrecho y frío, como el útero de una vieja embarazada de pobres. Destino de trabajador vagabundo, olvidarán su antiguo nombre allí.

Siempre en marcha, tragan polvo, correcaminos implumes. El pitido de la locomotora se cuela a través de la puerta abierta y la noche es negra, resbaladiza, y los llama. Veloces estepas sin horizonte que se repiten como en un purgatorio. Un rayo pintor. Espinas. Reino de sapos venenosos. Nueva estación. Policías. Silbatos. Perros. Silencio de ardillas. Retoman la marcha.

Mañana, muchachos, llegaremos a Dallas, Portland, Reno, Burns… La promesa, el Oeste, es la mirada de un coyote taciturno que desaparece tras un guiño de ojos. Entonces, al día siguiente, el claustro metálico los expulsará en la vía y nacerán cansados, dolidos, derrotados. Serán bautizados de nuevo en el Jordán de las piedras, tendrán el nombre de un huérfano y éste será el de Hobo.

Destino: Viajar por la nada siendo nada y todo por casi nada.

Así fue su vida. Así quisieron renacer.

Llevaban años recorriendo el país de esta forma mal llamada aventurera. Puede que fueran los primeros parásitos del recién nacido ferrocarril. Fue durante la Gran Depresión, sin embargo, el crack del 29 y la ola de desempleo que dividió los Estados Unidos, cuando su número aumentó hasta los centenares de miles de andrajosos caminantes, merodeadores sin suerte, y no eran negros, centroamericanos o sirios, como hoy, solo hobos, así los llamaban: americanos blancos sin rumbo y techo.

Hobo saltando a un tren de mercancías. 1935.

Hobo saltando a un tren de mercancías. 1935.

Los hobos eran el ejército insomne del nuevo rey vagabundo: el trabajador empobrecido, el currante itinerante que usaba el tren para aparecer y desaparecer cual conejo tísico de una chistera rota.

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Así eran los inmigrantes detenidos en la Isla Ellis (Nueva York)

La memoria es frágil. Parece un disco duro con una carga de tres tristes gigas. Los Estados Unidos no son una excepción en este proceso de olvido mecánico. La inmigración que tantos temen lleva cruzando mares y desiertos desde los tiempos homéricos (y mucho antes). Personas de diversos orígenes y costumbres exóticas llegaron a países que les parecieron también exóticos, donde fueron capaces de integrarse con el tiempo y aportar riqueza y nuevas ideas a la nación que los cobijó.

Las fotografías amateur de Augustus Sherman nos recuerdan este devenir sufriente y silencioso que parece eterno para esta raza de simios caminantes que representamos. Mucho antes de que dijéramos «globalización», y de que los humanos de las distintas partes del mundo fueran cada vez más iguales, hubo una pequeña isla llamada Ellis que, entre 1892 y 1954, sirvió de centro de detención para los migrantes pobres que esperaban poder cruzar a Nueva York como paso franco hacia los Estados Unidos. Por allí, sin ir más lejos, pudo colarse la familia del actual presidente, Donald Trump. Durante esa época sortearon la aduana unos 12 millones de pasajeros. Se estima que solo un 2% fue deportado.

En las fotografías de Sherman, que fue Jefe de Registro de la Isla entre 1892 y 1925, podemos ver los rostros y vestidos tradicionales de los recién llegados, muchos de los cuales no sabían hablar inglés y parecían salidos de las zonas más profundas de los Urales. La mayoría de ellos tuvieron que esperar en este centro de detención para ser desparasitados y registrados legalmente, hasta conseguir dinero, un billete de partida o algún familiar que los viniera a recoger.

En estas fotografías únicas podemos observar la diversidad y multiculturalidad que un día fue capaz de acoger una nación -entonces poderosa y llena de confianza– que hoy tiende a reclamar una homogeneidad neurótica y expela un miedo contagioso hacia el diferente por sus poros mediáticos.

Pastor rumano. Augustus Sherman. New York Public Library.

Pastor rumano. Augustus Sherman. New York Public Library.

Polizón alemán. Augustus Sherman. New York Public Library.

Polizón alemán. Augustus Sherman. New York Public Library.

Mujeres rumanas. Augustus Sherman. New York Public Library.

Mujeres rumanas. Augustus Sherman. New York Public Library.

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El museo que prueba que los Estados Unidos participaron en el golpe de Chile

Exposición 'Secretos de Estado'. Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Santiago de Chile. ©Daniel Barahona

Exposición ‘Secretos de Estado’. Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Santiago de Chile. ©Daniel Barahona

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Si observas la fotografía de estos papeles estadounidenses aparecerán ante ti negros tachones que parecen murciélagos. Pero estos borrones censores, negros como la noche en la que los detenidos serán lanzados desde un helicóptero al mar, no ocultan por más tiempo el crimen que creyeron casi perfecto.

No han conseguido vencer a la esperanza de que un día podríamos atravesar su opacidad militar. Ahora lucen diáfanos en un museo chileno dedicado a los derechos humanos: son tinta fresca.

Esta es una sala de arte llena de objetos extraños: informes, órdenes y contra órdenes, reportes presidenciales, memorandos, cables, conversaciones filtradas, secretos de estado que fueron después rumores, y ahora un material documental que es un dictamen y un reconocimiento; todo después de que en 1998, el presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, anunciara que iba desclasificar miles de archivos relacionados con Chile.

El lugar en el que está expuesto es descrito como una galería de la memoria: un espacio en el que incluso poder escuchar -al menos dentro de una ficción telefónica que se reproduce al descolgar un falso teléfono-, al presidente estadounidense Richard Nixon hablando con su asesor de seguridad, Henry Kissinger, admitiendo la ayuda indispensable en el crimen: el derrocamiento del presidente electo Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, y la emergencia de una dictadura del exterminio- 2298 ejecutados y 1209 detenidos desaparecidos-, a cargo del general Augusto Pinochet.

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El arte fumable de Tony Greenhand

Tony Greenhand (mano verde) tenía un don que aún no había encontrado su espacio natural. Dominaba una técnica considerada ilegal en casi todos los países del mundo: es el campeón mundial liando porros- joint rolling, llaman a este nuevo rodeo en los Estados Unidos, o creative rolling, para ser más exactos-, de hecho, hace algo más: crea esculturas fumables, como le gusta decir. Canutos artísticos, en lengua llana. Su arte liable era ilegal y poco reconocido hasta hace solo unos años.

Entonces se legalizó la marihuana en Oregon y en otros estados para los ciudadanos mayores de 21 años, por referendo popular, y la sustancia despertó todo el poder de la mercadotecnia y de las competiciones que tanto adoran los americanos, ya sea tratándose de los rodeos, de las langostas y cangrejos, y ahora, claro está, de la marihuana. Esto conectó con el hiperespacio de Instagram (tiene casi 300.000 seguidores), que hace famosos a los individuos por leyes que aún no han sido resueltas por los científicos cuánticos. Y así nacen las estrellas de la nueva industria verde americana que solo unos años antes habrían terminado frente a un tribunal.

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¿Comida basura recubierta de cristales Swarovski?

'Alot of Spam' y 'Wakeup Call' - Jonathan Stein - Fotos: gallerybiba.com

‘Alot of Spam’ y ‘Wakeup Call’ – Jonathan Stein – Fotos: gallerybiba.com

«Vivimos en un mundo bling donde brillante significa mejor y una deslumbrante superficie puede enmascarar lo que sea que está podrido por dentro o cargado de grasas saturadas tapona arterias».

Aunque las palabras del escultor Jonathan Stein (Nueva York – EE UU, 1978) son duras, el artista no habla desde su torre de marfil, se considera «un hijo de los medios de comunicación de masas y un esclavo parcial de los anuncios» con una «mórbida curiosidad por el consumismo y su constantemente fascinante atractivo».

Una lata de fiambre de cerdo Spam o unas patatas fritas de McDonald’s son preciados trofeos en esculturas que superan en tamaño al original. Así como el pop art certificó que el objeto ordinario e industrial también era arte, Stein, con sorna, transforma comida basura en tesoros fulgurantes.

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Cuando los vestidos se hacían con sacos de comida

Libro de patrones para hacer vestidos con 'feedsacks'

Libro de patrones para hacer vestidos con ‘feedsacks’

¿Y si no pudiéramos comprar ropa? ¿Habría manera de salir del paso con lo que tuviéramos en casa sin sacrificar ningún textil del hogar? Repasando mentalmente, no hay materiales aprovechables. En la cocina, el plástico domina el envasado de los productos, con alguna concesión al vidrio. Atrás quedan otros que —por su coste en comparación con el nefasto plástico— ya forman parte de la arqueología del consumo, por ejemplo, la tela.

En los EE UU la cultura del derroche llegó tras la II Guerra Mundial como un cataclismo, borrando del panorama doméstico la reutilización y el aprovechamiento de lo que tenemos a mano. Por suerte la tendencia está cambiando, los tiempos ya no son bollantes y nos enfrentamos al mayor reto medioambiental de nuestra historia: reciclar vuelve a estar de moda y muy a propósito del revival se rescatan del olvido los recursos que empleaban nuestros abuelos.

Almacenar el cereal en sacos es casi tan viejo como la invención del textil. Los granjeros guardaban el grano en bolsas de tela cosidas a mano y con señas de identidad para diferenciarlas de cosechas vecinas. Cuando los Estados Unidos fueron industrializándose y afloraba el comercio desde el campo a las grandes ciudades, los sacos —llamados feedsacks, sacos de alimento— fueron el contenedor ideal para el transporte de productos secos.

Así llegaron de forma masiva a los hogares para transformarse en el siglo XX en un material que sacó de muchos aprietos a las familias, sobre todo en los años treinta (tras la Gran Depresión) y a principios de los cuarenta (durante la II Guerra Mundial), cuando en los EE UU había racionamiento de textiles.

Mujeres con vestidos hechos con tela de sacos

Mujeres con vestidos hechos con tela de sacos

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Comida rápida, bodegones y posados renacentistas

'Jorrit' - Rebecca Rütten

‘Jorrit’ – Rebecca Rütten

La composición cuidada, el empeño por transmitir sensualidad a través del detalle, las expresiones beatíficas de los modelos… Rebecca Rütten (Colonia – Alemania, 1991) admira el «erotismo» y el «carisma» de la pintura renacentista tardía y se recrea con el lujo de los bodegones flamencos y holandeses.

Al contrario de lo que pueda sugerir nada más verlas, las imágenes de Contemporary Pieces (Piezas contemporáneas) no son parodias, el tono humorístico es secundario. El proyecto de la artista alemana es sobre todo una reflexión sobre la calidad de los alimentos, el precio de comer bien o la comodidad de llevarse a la boca algo tan procesado como carente de nutrientes.

'Tacobell' - Rebecca Rütten

‘Tacobell’ – Rebecca Rütten

Fotografía naturalezas muertas de bollería industrial o retrata a jóvenes (amigos y conocidos a los que pidió colaborar) ataviados sólo con telas de colores oscuros, sujetando en actitud mística un monstruoso bocadillo o una porción de pizza grasienta. «Me gusta que mis amigos lleven en estas fotos tatuajes y piercings, subraya el concepto de que son hijos de la edad moderna, criados en una América cambiante, a menudo definida por la cultura del fast food«. «Muchos de ellos tratan de evitar la comida rápida», dice refiriéndose a los mismos que posan. «La comida se vuelve un objeto no comestible y pierde su valor».

'Giovanni' - Rebecca Rütten

‘Giovanni’ – Rebecca Rütten

Aprovechando su contacto con los EE UU —estudió un semestre en California y ahora vive en Nueva York—, Rütten mezcla los clásicos europeos con una realidad actual: en los Estados Unidos, y cada vez en más países, resulta caro comer de modo saludable y la comida rápida se presenta como la única opción cuando tu sueldo es miserable.

Es acertado hablar de un problema de tinte económico y social, pero Rütten se deja llevar por visiones reduccionistas y aborda el problema de modo parcial. Los Estados Unidos son una entelequia de más de 316 millones de personas y poco tiene en común —en cuanto a precios y acceso a alimentos frescos, por ejemplo— la situación de Nueva York con la de San Diego, Albuquerque o Kansas City.

Es conveniente añadir a la balanza otros factores, como el desconocimiento a la hora de cocinar o la falta de ejercicio físico. Que la tasa de obesidad en el país sea ya de más de un 36% (según datos de la OCDE) demuestra la dificultad de atajar un problema que afecta a todos los países desarrollados, incluido España, donde la tasa es de un 26%. La comida basura es sólo un síntoma.

Helena Celdrán

'Donuts' - Rebecca Rütten

‘Donuts’ – Rebecca Rütten

'Thea' - Rebecca Rütten

‘Thea’ – Rebecca Rütten

'Evan' - Rebecca Rütten

‘Evan’ – Rebecca Rütten