¿Se llevan bien los artistas plásticos y las portadas de discos?

El primer disco con portada de la historia © Alex Steinweiss - Taschen

El primer disco con portada de la historia © Alex Steinweiss – Taschen

Las carpetas discográficas son uno de los grandes soportes para el arte del siglo XX. Más agradecidas, por aquello del tamaño, cuando se trata de vinilos y en trance de desaparición física dado el avance de la música comercializada en forma de archivo de ordenador, líquida y sin forma, siguen siendo una carnada visual dificil de evitar cuando se trata de diseños imaginativos, valientes, procaces, rebeldes o complementarios hasta la perfección con la música que envuelven.

Las cubiertas de discos han tenido, en realidad, un muy pequeño recorrido: el primer disco de la historia envuelto tal como lo conocemos es el de la imagen de arriba. Fue editado en 1940 y, como una parábola, ha tenido más duración el diseño, que fue el primer paso para la jubilación de las groseras bolsas de estraza, que la música: una omitible selección de éxitos, Smash Song Hits, de Richard Rodgers y Lorenz Hart, interpretados por la Imperial Orchestra.

El diseñador fue un pionero, un muchacho de 23 años enamorado del cartelismo europeo de vanguardia, el modernismo y el art decó: Alex Steinweiss, el inventor de las portadas de discos.

Seis portadas diseñadas por Steinweiss © Alex Steinweiss - Taschen

Seis portadas diseñadas por Steinweiss © Alex Steinweiss – Taschen

Cuando murió en 2011, a los 94 años y tras diseñar miles de portadas, Steinweiss llevaba años retirado. En 1948, en el momento en que el vinilo sustituyó a la laca y se estandarizó el formato de los discos de 33 revoluciones por minuto, fue el primero en llamar al soporte long play (LP, larga duración) y también el primero en hacer una cubierta específica para el producto.

El canon del diseñador se mantuvo hasta 1989, cuando el disco compacto (CD) empezó a comer terreno al vinilo Dejó el negocio de la música cuando tenía 55 años, cuando la foto se volvió más importante que el dibujo y porque se sentía cada vez más fuera de juego con el avance del rock and roll. Se dedicó entonces a la pintura y la cerámica, instalado en un cómodo retiro en Florida hasta que le llegó la muerte.

Me sirve el caso de este loco valiente —se encargó él mismo y sin permiso de manipular la marquesina del teatro que aparece en el primer disco que facturó— para proponer un incruento debate sobre una situación bastante común: las cubiertas diseñadas por artistas plásticos de renombre que en algunas ocasiones incluso aparecen con carácter tipográfico tan notable como los autores de la música.

La pregunta es, en suma: ¿se llevan bien los artistas con las portadas de discos o, al contrario, sólo añaden un valor añadido, una marca para que el producto despache con más ímpetu?

Veamos unos cuantos ejemplos.

Dos discos con cubiertas de la Factoría Warhol

Dos discos con cubiertas de la Factoría Warhol

De la Factoría de Andy Warhol, padrino hip de Nueva York a partir de 1965 y todavía hoy llorado pese a que se dedicó al vampirismo del genio ajeno y a la copia mediante un ejército precarizado de ayudantes a los que pagaba con brown sugar y otras ilegales pero deliciosas divisas, salieron un par de elepés mitológicos en un lapso de cuatro años. Ambos, no podía ser de otra manera, son avatares de falos.

The Velvet Underground & Nico (1967) lucía la firma del artista en un tamaño desmesurado, sobre todo teniendo en cuenta que no fue él quien produjo el disco —como consta en la carpeta—, sino el dotado Tom Wilson. Sticky Fingers, de los Rolling Stones, tampoco tiene intervención del albino: es una foto tomada por Billy Name, uno de los protégés esclavizados.

Pese a lo tenebroso del proceso de explotación y adjudicación no por acatada por las partes menos lacerante, las portadas funcionan, sobre todo la segunda, que es una metáfora perfecta de la música licenciosa y grasienta de la mejor época de los Rolling Stones.

De la primera sólo llaman la atención la resonancia universal —¿conocen a alguien que no tenga una prenda o accesorio con la banana?— y el papelón en el que un capricho de Warhol metió a la discográfica MGM: al artista quería que el plátano fuese plástico y se despegara de la carpeta —«pele despacio y verá», advertía un mensaje chapero en el reverso—.

La cuestión técnica era compleja porque no había maquinaria para hacer algo así en aquel tiempo. MGM decidió tirarse a la piscina y construir un artilugio, en el convencimiento de que el nombre de Warhol agrandaría las ventas, pero el disco, que pasó desapercibido por su rudeza incorrecta en tiempos de hippismo, solo vendió unos pocos miles de copias. Ahora hay millones que afirman con evidente falsedad haberlo escuchado y disfrutado en 1967.

Patti Smith posa a lo Sinatra para Mapplethorpes

Patti Smith posa a lo Sinatra para Mapplethorpe

En 1975 el fotógrafo Robert Mapplethorpe, todavía un chiquillo que solo tenía calderilla en los bolsillos, dijo a la cantante y poeta Patti Smith que posase «a lo Sinatra» apoyada en una pared blanca. Afuera, en la ciudad dislocada de Nueva York, el viejo mundo se hacía pedazos.

La foto, tomada con una vieja Polaroid y solo con luz natural, fue el prólogo de Horses, el disco de début que convirtió a Smith en una diosa andrógina e incorrecta que orinaba en éxtasis al menos una vez en cada concierto. Fue también la mejor foto que hizo Mapplethorpe en su sobrevalorada carrera.

La discográfica quiso manipular la imagen porque entendía que era demasiado old fashioned, pero Smith, que por entonces todavía tenía criterio, se negó en redondo.

Dos discos con portadas 'arty' de Sonic Youth

Dos discos con portadas ‘arty’ de Sonic Youth

Herederos de la brutalidad de la Velvet Undergound y también neoyorquinos de residencia, Sonic Youth eligieron para uno de sus mejores discos, Daydream Nation (1988) una de las pinturas de la serie Kerze, del radical alemán Gerhard Ritcher.

Para otro disco de seis años más tarde, Sonic Nurse, acudieron a la obra del estadounidense Richard Prince, el gran apropiacionista al que no importa perder los juicios por plagio porque vende las obras por varias veces la cuantía de las indemnizaciones. Uno de los cuadros de la serie de Prince sobre enfermeras está entre los más caros de la historia en subastas de artistas vivos, con 8,5 millones de dólares de precio de venta.

Como ha aprendido algunos trucos para hacer caja con el arte moderno, la bajista de Sonic Youth, Kim Gordon ha empezado a hacer pinitos: sus cuadros son de llorar pero se exponen y venden en galerías de alta sociedad.

Banksy en una portada de Blur

Banksy en una portada de Blur

El casi siempre desprendido y radical Banksy hizo la portada para el disco Think Tank (2003), acaso el último audible de la banda Blur, nave nodriza del britpop, aquel invento de promotores que aún se rompían la cabeza con la pregunta: ¿cómo inventamos a los nuevos Beatles?

Banksy trabajó cobrando porque, según dijo, necesitaba el dinero. La razón es buena, pero quedó algo maltrecha cuando la pieza original fue vendida, en una subasta en 2007 y de manera anónima, por 75.000 libras. Especulación, se llama el asunto.

Hirst y los Red Hot Chilli Peppers

Hirst y los Red Hot Chilli Peppers

Los Red Hot Chilli Peppers ya eran unos losers en decadencia en 2011. Quizá la circunstancia explique que entregasen la cubierta del álbum I’m With You a Damien Hirst, uno de los artistas —aunque él, debemos entender que con sinceridad, se define como «empresario»— menos queridos del planeta, aunque le da igual mientras siga siendo el más querido entre los jeques de los emiratos y los milmillonarios rusos.

El cantante del grupo, Anthony Kields, el hombre de los eternos pectorales al aire, demostró toda su altura intelectual al explicar así la elección artística: «Es una imagen. Es arte. Nosotros no le dimos un significado pero está claramente abierto a la interpretación».

Gaga se lía con Koons

Gaga se lía con Koons

Dos monstruos se aliaron en 2013 en Artpop: la cantante y compositora Lady Gaga y el artista Jeff Koons. Las fortunas los hermanan, él es el creador vivo más rico del planeta y ella, aunque tiene raptos de inteligencia, es bastante dada a la tontería con su pop banal, que, como suele ir de sobrada, considera trascendente.

«Los mensajes de ARTPOP son más conceptuales, sobre lo que trata y ha tratado el arte y la cultura pop a través del tiempo», declaró la cantante sobre el disco. Koons se limitaba, mientras tanto, a hinchar otra pelota de goma.

New Order y el bodegón de Fantin-Latour

New Order y el bodegón de Fantin-Latour

Para el álbum Power, Corruption and Lies (1983), el segundo de la banda New Order, reencarnación de Joy Division, el diseñador de confianza del grupo, Peter Saville, barajaba una imagen del Renacimiento que contrapunteara el título del disco (Poder, corrupción y mentiras), tomado de una obra conceptual de Gerhard Ritcher —sí, el mismo que tanto gusta a Sonic Youth—.

Sin embargo, durante una visita a la National Gallery de Londres a Saville le gustó especialmente el cuadro A Basket of Roses del francés Henri Fantin-Latour (1836-1904), un amigo de impresionistas que prefirió mantenerse fuera de las sinergias del movimiento y seguir un camino personal cercano al naturalismo. Compró una postal con una imagen del óleo y negoció los derechos con el museo.

Saville, uno de los grandes diseñadores de cubiertas de discos de las últimas décadas —en su web hay una completa galería cronológica— simplemente añadió una barra de código de color en una de las esquinas del diseño, una de sus marcas de autor —la otra es la crónica impuntualidad con que llega a las reuniones o citas de trabajo—.

Un Dalí para un disco pésimo

Un Dalí para un disco pésimo

Sobre esta aberración ya escribí en el blo, en la entrada Salvador Dalí: discografía completa. Voy a repetirme:

Es el disco que utilizaría como condena para mi peor enemigo.

Jackie Gleason (1916-1987) fue inolvidable sólo una vez: cuando interpretó al Gordo de Minnesota en El buscavidas (Robert Rossen, 1961).

Entre sus muchas deficiencias estaba la mood music, ese estilo de mandolinas espaciales que esperas escuchar en una pizzería vacía en la que entras, te sientas y pides algo pese a la seguridad de que te estás condenando a una digestión pesada. No exagero: escuchen (si son capaces).

Lonesome Echo (1955), el atentado, me sirve de coartada para tratar una de las facetas menos aireadas de Salvador Dalí (1904-1989), que hizo de todo, especialmente si reportaba beneficios. También productos musicales.

El diseño para la cubierta del disco de Gleason, por ejemplo.

Poco que añadir. Los protagonistas se movían por razones similares: Gleason, la carencia de vergüenza, y Dalí, como siempre, la desvergüenza de buscar dólares sin importar dónde o cómo.

Robert Rauschenberg hace arte para los Talking Heads

Robert Rauschenberg hace arte para los Talking Heads

Desde su debut en 1977, los Talking Heads —uno de los grupos más innovadores de la hornada neoyorquina de finales de los años setenta— se mostraron imparables y prolíficos, pero su quinto disco, Speaking in Tongues (1983), fue problemático.

La producción tardó tres años en buena parte a causa del complejo packaging diseñado por el artista Robert Rauschenberg, un conceptualista cuyo gran sentido del humor le convirtió en uno de creadores más libertarios e iconoclastas de los EE UU.

El líder del grupo, David Byrne, bien educado y siempre amigo de mostrar su olfato arty, se enamoró de la obra del visionario Rauschenberg durante la inauguración de una exposición en la exclusiva galería Leo Castelli y le ofreció allí mismo el diseño de la portada. El artista aceptó con la condición de que le permitieran hacer «algo diferente».

El estuche de plástico transparente de la edición limitada del álbum, contenía tres collages en el interior, uno por cada color primario. Solamente haciendo girar el elepé y los collages plásticos se podía ver, de modo intermitente, la portada al completo.

La portada de Sigur Ros censurada por Google

La portada de Sigur Rós censurada por Google

Para su quinto disco, Með suð í eyrum við spilum endalaust (Con un pitido en nuestros oídos podemos tocar infinitamente, 2008), los islandeses Sigur Rós usaron una foto de tres personas desnudas y de espaldas cruzando una carretera en un ambiente luminoso, veraniego y vivificante.

El autor de la imagen, Ryan McGinley, es un experto en mostrar, mediante la explotación de la «espontaneidad orquestada», la forma de vida hedonista y poco más de skaters, músicos, artistas urbanos y jóvenes inquietos y de buenas familias estadounidenses.

La portada no pasó por los filtros morales de Google y los culos de McGinley fueron apartados durante años de las búsquedas.

Auerbach en un disco de Japan

Auerbach en un disco de Japan

En una declaración de buen gusto, el grupo Japan del sinuoso e inteligente David Sylvian eligió como obituario —el disco se editó en junio de 1983, seis meses después de la seperación efectiva del grupo— un retrato pintado por el mejor artista inglés vivo, Frank Auerbach, el solitario creador de cuadros en carne viva que trabaja cada día pese a los 86 años y rechaza toda gloria —«soy una bestia en una madriguera y no deseo ser invadido. Me molestan las citas, me niego a ver a nadie excepto a mis cuidadores»—, porque le basta con «acechar al mundo con nuevos monstruos».

El disco de despedida de Japan, un directo titulado Oil on Canvas (Óleo sobre lienzo), gana en dinamismo y tactilidad al ser escuchado mientras se viaja por el mundo de atormentados impastos de Auerbach.

Bowie e Iggy Pop se ponen berlineses

Bowie e Iggy Pop se ponen berlineses

Otros exquisitos guiños figuran en los álbumes The Idiot (Iggy Pop) y Heroes (David Bowie), ambos editados en 1977, mientras el par de artistas gozaba del retiro berlinés del que nacería una época de música fría, ambiental y afilada.

El primero, producido por Bowie, que convirtió a su colega en una mutación de James Brown y Kraftwerk, presentaba una foto —no tomada por Bowie, como se suele pensar, sino por Andy Kent— de Iggy imitando al personaje Rocairol del pintor Erick Heckel, cofundador del grupo expresionista Die Brücke, al que ambos músicos-turistas descubrieron en Alemania.

Para Heroes, con una inquietante e inolvidable imagen de portada de Masoyoshi Sukita, Bowie se encargó de imitar otra obra de Heckel, un retrato grabado sobre madera. El resultado satisfizo tanto a Bowie que dibujó a mano alzada una copia de la foto en 1978. Con la misma imagen en mente realizó un cierre de círculo brillante en su penúltimo disco antes de morir, The Next Day (2013), donde confesó por primera vez, entre líneas pero de manera clara — el título tachado, la cara tapada por un rectángulo, algunas referencias en las letras—, que estaba gravemente enfermo.

Bowie, artístico hasta el final

Bowie, artístico hasta el final

Hasta aquí la somera galería sobre la alianza entre artístistas plásticos y envoltorios de música. La relación no es ni exhaustiva ni integral, desde luego. Son solamente chispazos, raspaduras sobre la superficie de las canciones.

Sigo con la misma duda: ¿se llevan bien los artistas digamos profesionales con las portadas de discos o son más efectivos los diseñadores gráficos enamorados de su trabajo y de la música, como el inventor Steinweiss? No lo tengo nada claro, pero me gustaría conocer otras opiniones.

Jose Ángel González

1 comentario

  1. Dice ser Sociólogo Astral

    Yo aporto sobre este tema que el mítico disco Oxygene de JEAN-MICHEL JARRE fue inspirado por un cuadro de un pintor frances llamado MICHEL GRANJER. La esposa de JEAN-MICHEL, CHARLOTTE RAMPLING, le regaló una pintura de este pintor donde se veia a la tierra desgarrada que le faltaba un trozo de carne y una calavera debajo. JEAN-MICHEL quedó tan impresionado de esta visión que le inspiró las músicas ecologistas del album Oxygene. en este caso el arte plástico de la portada inspiró a la obra musical que habia dentro y que fue muy importante para la historia de la música.

    16 enero 2017 | 16:49

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