Los Rolling Stones y Patti Smith hacen ‘monumentos’ de sus ‘momentos’

'Sticky Fingers' (The Rolling Stones, 1971) y 'Horses' (Patti Smith, 1975)

‘Sticky Fingers’ (The Rolling Stones, 1971) y ‘Horses’ (Patti Smith, 1975)

Casi en conexión los Rolling Stones y Patti Smith, ese par de joint ventures que deberían disfrutar de la jubilación —merecida, sin duda, han cotizado—, han decidido conducir en retroceso.

Los primeros, cuya salud musical es delicada —las transfusiones de sangre y el personal coaching retrasan el deterioro biológico, pero no el creativo— desde, digamos con benevolencia, It’s Only Rock ‘N Roll (1974), reeditan Sticky Fingers (1971) —lo tocaron íntegro en una actuación sorpresa en Los Ángeles, gran cementerio de elefantes—.

El grupo califica el disco en el material promocional de la reedición como «el mejor del grupo» y alguna prensa musical repite el entrecomillado con sumiso respeto. Anoto que estoy de acuerdo en parte: es un tremendo álbum, ardiente y sucio —incluso cumplen una antigua aspiración por vez primera: parecer negros (Can’t Your Hear Me Knocking), pero no mejor que el siguiente disco, el lóbrego (por la heroína consumida) y disparatado (por el alcohol) Exile on Main St. (1972), que grabaron en un château de la costa francesa que había sido cuartel de las SS durante el nazismo.

La señora Smith, que ni siquiera tiene a estas alturas salud musical atribuible y ejerce de embajadora pleniponteciaria de los viejos tiempos, se esmera mientras tanto en clonar en directo Horses, el álbum con el que debutó en 1975 y no sólo el mejor de su carrera, sino el único que no ha criado moho y no merece, como los demás de una discografía con más angosturas que lucidez, residir en el cubo de plásticos y envases.

Descarte de la sesión de fotos de promoción de 'Sticky Fingers'. Foto: © Peter Webb. Patti Smith retratada en 1976. Foto: © Robert Mapplethorpe

Descarte de la sesión de fotos de promoción de ‘Sticky Fingers’. Foto: © Peter Webb. Patti Smith retratada en 1976. Foto: © Robert Mapplethorpe

Es elocuente que regresen al momento de mayor hermosura: todos elegimos la mejor foto, aunque sea de un tiempo atrás, para los perfiles sociales.

En los años de Sticky Fingers y Horses, separados por solamente cuatro que parecen eones dada la velocidad estrepitosa de la década de los setenta, la mejor para el rock, la única en la que valía la pena el equilibrismo sin red, esta pandilla tenía algo nuevo que contar. Aunque estetas, les redimían el vigor y el hambre. No eran material para connoisseurs, no sentaban cátedra, no pretendían ser artistas totales, maldecían la permanencia y querían ser instantáneos.

Ahora, como diría Simon Reynolds desean que el «acontecimiento se vuelva permanente, sujeto a la repetición interminable», buscan, además de mantener el saldo, que el momento se convierta en monumento, cuando sabemos que el único destino que merecen los monumentos es la hoguera.

Las seis personas que aparecen en las dos imágenes de arriba suman hoy algo más de 400 años —Mick Jagger, Keith Richards y Charlie Watts son septuagenarios, Smith cumple este año 69—. No hay nada malo en hacerse viejo: lo melodrámatico es seguir mascando el mismo chicle cuando la goma tiene la textura de un neumático. «Envejecer no es nada; lo terrible es seguir sintiéndose joven», escribió Oscar Wilde. «Si quieres vivir largamente, vive viejo», añadía el músico Erik Satie.

No es chocante que los Rolling Stones y Patti Smith dirijan una academia de preservación de la cuarta edad. Sucede lo mismo que con los osos en el occidente de Asturias: el turismo osero y el turismo roquero son refrescantes —y un fértil negocio— si las opciones alternativas son las mascotas domésticas o la música neoloungue.

Dado este predominio de las actitudes preservacionistas a lo largo y a lo ancho de la cultura, no es para sorprenderse que haya surgido una industria del patrimonio del rock (…) Cuando Huyssen pregunta retóricamente: “¿Por qué estamos construyendo museos como si no hubiera un mañana?”, pienso si la respuesta no será que ya no podemos imaginar el mañana.

En el libro Retromanía, Reynolds desmenuza las consecuencias de esta época «blanda y esponjosa» en que todo está al alcance de todos —ese es el sueño, al menos, porque la realidad es que YouTube está cargado de basura y la Wikipedia sigue sin hacerle sombra a la Encyclopædia Britannica—.

El e-mundo promete inmortalidad y los Rolling Stones y Patti Smith, que son suficientemente sagaces para no creerlo, quieren que nietos, padres y abuelos pasen por caja. Otra vez. En loop y sin desórdenes, venerando como dóciles fieles los monumentos funerarios.

Jose Ángel González

4 comentarios

  1. Dice ser eh?

    Pues no acabo de entender el post, no sé si es bueno o malo venerar como dóciles fieles los monumentos funerarios. Por cierto que si pones la frase en la pesa digital revienta. Qué espesura por Odín.
    No ´se si bebí demasiado ayer o fuisteis vosotros.
    Por lo demás encantado con la reedición de sticky fingers y de Horses, dos discazos del copón. Del nivel de Coney Island Baby, Lou Reed, sin duda.
    Por cierto cuánto lo echo de menos, Y a JJ Cale , qué triste.

    Acabar diciendo que está volviendo todo el mundo , desde The Water Boys hasta Chris Spedding, para gustos varios.

    08 junio 2015 | 19:20

  2. Dice ser Plath

    En serio que el único álbum de Patti Smith que merece la pena es Horses? En qué mundo vives, para afirmar eso? Deduzco que tus gustos musicales son algo poco refinados.

    08 junio 2015 | 20:21

  3. Dice ser Verdad

    Bastardo el que osa hablar gratuitamente de Patti Smith; una de las grandes artistas de siempre. Ignorante el que escribe no sabiendo escribir.

    09 junio 2015 | 12:38

  4. Dice ser bruno

    por un lado alabas esos álbumes y por el otro criticas a los artistas que los reeditan. Sticky fingers es un excelente álbum, de Patti smith no sé nada, sólo conozco «Downtown Train» por Rod Stewart, mucho después supe que la había compuesto ella.
    Qué importancia tienen las edades? No coincido con Oscar Wilde, el hecho de que una persona mayor se sienta joven me parece positivo antes que censurable. No sé porqué lo ha dicho Wilde y tampoco es el dueño de la verdad. Ni los rolling Stones ni patti están en su juventud ni siquiera en la mejor parte de su edad madura, todos lo sabemos. Y qué?
    No sé nada de «horses», no opino, «Sticky fingers» merece ser reeditado y vuelto a escuchar o descubierto por los más jóvenes, en particular por la falta de música de calidad realmente destacable en los últimos tiempos. En un supuesto futuro museo del rock los rolling Stones tienen su sitio asegurado como Joe cocker, Tina Turner y muchos otros.

    24 junio 2015 | 06:27

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