Si no os habéis enterado todavía de que Pasión de gavilanes ha vuelto… Bueno, iba a deciros que vivís en un guindo, pero probablemente si ya aborrecíais su primera parte os importará tres cucumis que esté ahí otra vez. Pero vayamos por partes:
Pasión de gavilanes vino a revivir el género culebrón, que había sido tan ampliamente explotado a principios de los noventa en nuestro país y que fue, poco a poco, quedando relegado a un segundo plano para ser sustituido por… Bueno, también por culebrones, pero adolescentes y estadounidenses, al principio (Melrose place, Sensación de vivir) y patrios, después (Compañeros, Al salir de clase).
Así que cuando, en 2003, se estrenó Pasión de gavilanes en Telecinco, el revuelo fue, además de enorme, probablemente también un poco inesperado. ¿La clave de su éxito? Pues podréis oír muchas teorías, pero una de las que tenía más peso entre las seguidoras de la telenovela era clara: los protagonistas masculinos. Entre ellos, claro, el personaje de Juan Reyes, a quien daba vida Mario Cimarro.
Me está sorprendiendo muchísimo, a raíz de haber publicado últimamente un par de post sobre protagonistas de Melrose Place (sobre Billy y sobre Allison, concretamente) que muchas/os lectoras/es me comentan que en su casa les dejaban ver Sensación de vivir, pero no Melrose Place porque la primera era adecuada para «gente muy joven» pero la segunda era «demasiado adulta». Yo, claro, como lo veía con mi prima mayor pues mayormente a los adultos les importaba un pito lo que mi prima me pusiera mientras estuviera entretenida. Ay, lo que era crecer en los ’80/’90.
En fin, que me desvío: ha habido petición popular. Hablemos de Jake.
Ojo, que lo mismo lo que no recordabais era que salía Carlos Sobera con más o menos la edad que vosotros tenéis ahora xD Ah, mon amie, c’est la vie…
En fin, que en esta súper novedosa producción de Boca-boca que vio la luz por primera vez en septiembre del ’97, coincidiendo con el arranque del curso escolar, hubo mucho personajes entrañables y muchas grandes estrellas que se hicieron un hueco en el cine y el teatro (Víctor Clavijo, Elsa Pataki, Sergio Peris-Mencheta). Pero había, como en todas partes, un prota absoluto y una prota principal, porque eran los integrantes de la trama amorosa favorita del público, y esos no eran otros que Silvia (Lucía Jiménez) e Íñigo, interpretado por Mariano Alameda, a quien nos traemos hoy al blog y que, como tú, como yo y como todos, ha cambiado mucho en estos más de 20 años 🙂
A mi maromi, que es un hombre de gustos exquisitos, como es evidente (ehem), siempre le ha gustado Linda Fiorentino.
El otro día les pusimos a los peques Men in black, sobre todo por el mayor, porque ahora le ha dado por las pelis de aliens en todas sus formas y propuestas, siempre que no sean de miedo. También sucedió que cuando les comenté que «a papá le gusta mucho esta actriz» el mayor soltó un «¡Eso no puede ser! ¡Solo tienes que gustarle tú!», a lo que siguió una seria charla sobre que las personas no somos propiedades y que papá es libre, como yo, como él y como cualquiera, de que le guste quien le de la gana.
Pero, volviendo a Linda, se preguntaba mi maromi qué habrá sido de ella, que parece desaparecida de la escena pública. Y la Jessy responde 🙂 Lee el resto de la entrada »
Cuenta la leyenda que un día iba un productor (Joseph McGinty Nichol) andando por ahí, tranquilamente, comiéndose un helao, cuando de repente vio aparecer por la esquina unos brazos descomunales y, pegado a ellos, a un chavalín resultón. El productor se enamoró de aquellos bíceps y dijo: «los haré protagonistas de una serie». Y así fue como Ben McKenzie se hizo con el papel de Ryan Atwood en The O.C.
Bueno, vale que tampoco eran tan exagerados los brazos, pero es que Ben es chiquitín, u know.
The O.C. estuvo en antena 4 temporadas, entre 2003 y 2007, y así resumidamente nos contaba la historia de Ryan, un chico procedente de una familia «complicada», delincuente juvenil que parece destinado a ser muy malote pero con buen corazón. Y yo es que me vais a perdonar que estas historias me caaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaansan a más no poder. Joder, como si tener buen corazón pudiera justificar que hagas lo que te de la santa gana. Pues igual si te dedicas a andar por ahí haciendo la puñeta a la gente, tan tan buen corazón lo mismo no tienes. Ah, sí, y que a Ryan lo acoge una familia de pijos.
Para que lo sepáis, este adolescente tenía 25 años cuando empezó la serie…
¿Os acordáis de Dawson crece? Yo, os lo confieso, nunca terminé de entender dónde exactamente residía el encanto de esta serie para tener el alcance que tuvo. Personalmente, no lo veía más original que otros muchos melodramas adolescentes de la época. O puede ser que su protagonista, James Van Der Beek (Dawson en la serie), al contrario que al resto del mundo, a mí nunca terminara de entrarme por el ojo, qué sé yo.
Os voy a refrescar un pelín la memoria: Dawson crece se emitió desde 1998 hasta 2003, y repartió más de 120 episodios entre seis temporadas.
James alcanzó la fama con ella, cuando tenía 21 añitos, y, a pesar de algunos títulos de peli bien avenidas, como Las reglas del juego o Juego de campeones, a sus 42 continúa siendo carne de series. Lee el resto de la entrada »
Yo os voy a decir la verdad: ya sé que este chico en los ’90 era un crack terrible, que trabajó con Almodóvar en un icono del cine patrio como es Carne Trémula.
Y que hasta estuvo nominado a un Goya a mejor actor en el ’96 por Tranvía a la Malvarrosa. Pero yo, si me acuerdo de él, es porque quede hasta la coronilla de verlo en la carpeta de mi prima.
Nunca hemos compartido gustos, la verdad.
Total que, nacido en Roma en el ’75, y nieto del consagrado Paco Rabal y de Asunción Balaguer, su carrera prometía ser arrolladora, pero después de Mare largo, del ’98, algo cambió. ¿Qué fue de Liberto? Lee el resto de la entrada »
¿Sabéis? Este año se cumplen 35 desde que Johnny Depp apareciera por primera vez en la pantalla. Se estrenó (seguro que muchos lo sabéis y, los que no, tal vez esto os sorprenda) en Pesadilla en Elm Street, en la primera de ellas, estrenada un 31 de octubre de 1985. El buen Johnny era el guapete que se quedaba dormido en la cama con los auriculares puestos, y una mano tenebrosa aparecía en medio del colchón y lo arrastraba a los infiernos. Esa escena fue la culpable de que yo durmiera en un extremo del colchón (y no en el centro) hasta los catorce años. Maniática que es una.
Brrrr… Me muero del repelús. A ver qué tal duermo hoy.
En los años inmediatamente posteriores, Johnny participó en varias series de TV y en la icónica Platoon para poco después de su estreno, en el año 1990, caer en el que fue su primer gran papel, de la mano del genial Tim Burton, que le catapultaría a la fama internacional y a un lugar destacado en el universo de Hollywood: Eduardo Manostijeras.
Desde entonces Johnny ha demostrado, en muchas ocasiones, su facilidad para la transmutación. Y no hablo solo de los personajes intensamente caracterizados, claro: algunos actores siempre son ellos, y ves sus películas y no ves al personaje que interpretan, solo ves al mismo actor en una historia diferente (no estoy pensando en nadie, ehemnicholascageehem), pero Johnny nunca es Johnny, y basta comparar ¿A quién ama Gilbert Grape? y La novena puerta, entre las que solo hay seis años, para darse cuenta de ello.
Sin embargo, si hay algo que caracteriza a Depp, es su entusiasmo por los buenos disfraces. Cierto es que ser el actor fetiche de Tim Burton facilita esto, pero no por ello hay que quitarle mérito. Depp es, de largo, la estrella internacional más veces transformada y reconocida de la alfombra roja. Y hoy, solo por diversión, os traemos sus quince mejores caracterizaciones en estos casi 30 años, desde que se disfrazara por primera vez. ¿Echáis de menos alguna? ¡Empezamos! Lee el resto de la entrada »
Los ’90 dejaron muchas cosas que querríamos olvidar, como las cazadoras de Vanilla Ice o el corte de pelo a lo bacenilla. Pero trajeron consigo también muchas otras cosas buenas, como el primer restaurante chino de mi pueblo, los libros de Leo-Leo y a un jovencísimo y guapérrimo Christian Slater.
El otro día preguntaba yo en facebook por películas malas, y alguien dijo que Amor a quemarropa. Y de las cuatro matás que estábamos allí debatiendo no hubo nadie (menos una pero esa dice que Interstellar es una mierda así que no podemos fiarnos de su criterio) que pudiera confirmarlo o rebatirlo, porque no recordamos la peli. Solo recordamos que nos gustaba porque salía Chris Slater. Ay, Chris.
Pasa tanto que es casi imposible contar cuántas veces lo hemos visto: de pronto una producción reúne a un puñado de actores y actrices hasta entonces desconocidos y, de manera más o menos imprevisible (porque no deja de haber un factor lotería), esa producción se convierte en un fenómeno fan «sin precedentes» (que siempre es sin precedentes, aunque todas lo sean). Y, después del fenómeno fan, ese elenco que llegó del subsuelo a las estrellas en tiempo récord, cae en el olvido casi a la misma velocidad. Porque los personajes son tan conocidos trascienden al actor, y eso, para la carrera, es lo peor.
Confieso que a mí no me gustaba Dylan, lo siento. Yo era, si acaso, más de Brandon, aunque quien realmente me tiraba era David. Maniática que es una, ya ves.
La cosa es que, tras terminar la serie, ya en el nuevo milenio (el último episodio vio la luz en 2000), y a excepción de Shannen Doherty (que volvió a conquistar la fama con otro personaje, el de Prue en Embrujadas), los demás miembros del reparto principal cargaron con el estigma de sus personajes de Sensación de vivir para siempre jamás. Ninguno volvió a tener un papel de tanto reconocimiento y Dylan, pobrecito, pues no fue menos que los demás.
Luke Perry había empezado su andadura televisiva haciendo anuncios, como muchas otras estrellas, y su primer papel recurrente en una serie fue como Kenny en Another World, en el ’89. Solo un año antes de que le llegara su gran oportunidad para ser Dylan McKay.
Desde que dejara Beverly Hills 90210, ha estado involucrado como actor en casi 70 proyectos, ninguno de ellos de gran repercusión salvo el último, que será estrenado este año. Lee el resto de la entrada »
