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El ingrediente que falta en las recetas del G20

Por María SolanMaría Solanasas 

Desde que tuvo lugar en Washington la primera Cumbre, en noviembre de 2008, para abordar la más grave crisis económica de las últimas décadas, durante varios años el G20 prestó escasa o nula atención a la igualdad de género como un elemento de la ecuación para superar la crisis. Y eso a pesar de que, como vienen señalando numerosas organizaciones internacionales e informes, la desigualdad de género constituye un freno al crecimiento económico global.

Foto de grupo del G20 en Turquía (2015).

Foto de grupo del G20 en Turquía (2015).

Casi cuatro años después, en junio de 2012, la Cumbre celebrada en Los Cabos (México) incluyó en su declaración final, por primera vez, la referencia al papel de las mujeres en la recuperación, subrayando la importancia de la plena participación económica y social de las mujeres, así como la necesidad de ampliar sus oportunidades económicas, destacando 2 compromisos (de un total de 180): la eliminación de las barreras que existen, y el avance de la igualdad de género en todas las áreas, incluidos los salarios. Cumbres posteriores como la de San Petesburgo (Rusia) en 2013, Brisbane (Australia) en 2014, o Antayla (Turquía) en 2015 han reiterado este compromiso con el empoderamiento económico de las mujeres como elemento esencial para la recuperación económica global.

Siendo un tema clave, ha sido necesario sin embargo un mecanismo informal para recordar al G20 su importancia económica: en septiembre de 2015 se constituía el W20 (Women 20), un nuevo “grupo de interacción” del G20 (como se conoce a los seis grupos que existen actualmente y que trasladan recomendaciones políticas al G20: el Business 20  (B20) –de la comunidad empresarial-; Civil Society 20 (C20) –de la sociedad civil-; L20 -de las organizaciones sindicales-; Y20 – de la Juventud-; y T20 –de los think tanks-). Impulsado por Turquía, y con el apoyo de ONU Mujeres, el W20 pretende promover el empoderamiento económico de las mujeres y su papel en la toma de decisiones económicas y financieras, así como hacer seguimiento de los compromisos del G20 en materia de igualdad de género. El W20 aspira a ser un instrumento que mantenga vivos esos compromisos, en particular el relativo a la reducción de la brecha de participación en la población activa hasta un 25% en 2025 (hoy, frente a dos tercios de hombres en la población activa, hay sólo un 50% de mujeres). Las organizaciones internacionales estiman que esta meta, por sí misma, impulsaría la incorporación de más de 100 millones de mujeres a la fuerza de trabajo mundial.

Como señala ONU Mujeres, “el W20 tiene el potencial de influir en la gobernanza económica, y promover un crecimiento económico inclusivo de un modo más intenso del que ha sido posible hasta ahora en el G20”. Un potencial que será necesario alentar.

El W20 apenas ha echado a andar, celebrando su primera cumbre el pasado mes de octubre. Pero su mandato es claro: contribuir a alcanzar los compromisos del G20 sobre “la plena participación económica y social de las mujeres” (Los Cabos 2012); “la educación e inclusión financiera de las mujeres” (San Petesburgo 2013); y la “reducción de la brecha en la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo” (Brisbane 2014, y también Antayla en noviembre de 2015).

El G20 está formado por 19 países (incluido España, con el estatus de miembro invitado permanente) más la Unión Europea, que representan el 85% del PIB global, el 80% del comercio mundial, y a dos tercios de la población del planeta. Sus decisiones y recetas son esenciales para lograr la recuperación económica global y un crecimiento sostenible, robusto e inclusivo. Para ello, conviene que no olviden incluir en sus recetas la igualdad de género. Es un ingrediente imprescindible. Y el W20 se ocupará de recordarlo.

María Solanas es Coordinadora de Proyectos en el Real Instituto Elcano. Privilegiada en los afectos, feliz madre de una hija feliz.

¿75 años más de brecha salarial?

Por Marisa Kohan Marisa Kohan

Cuando mis hijos lleguen a la edad de jubilación (los más pequeños no han cumplido aún los cuatro años) las mujeres seguirán cobrando sueldos inferiores a sus colegas varones por desempeñar el mismo trabajo. Y no estamos hablando sólo de España, porque es una tendencia generalizada en prácticamente todos los países del mundo. Según destaca Oxfam Intermón en un informe, la brecha salarial entre hombres y mujeres tardará, al menos, 75 años en desaparecer. Este dato coincide con la estimación de la Unión Europea, que recientemente valoró en unas siete décadas el final de esta discriminación salarial.

Imagen de una escuela en India. (C) Oxfam Intermón

Imagen de una escuela en India. (C) Oxfam Intermón

Así que, aparentemente, hay consenso en dos cosas: que la discriminación salarial entre hombres y mujeres se está reduciendo y que el ritmo de los avances es tan extremadamente lento que tardaremos aún unas generaciones en conseguirlo, de continuar la tendencia actual.
¿Pero cómo se justifica que a igual trabajo unos cobren más y otros menos en función de su sexo?

Le pregunté a mi hijo mayor (11 años) que si él tuviera una empresa y contratara personal, si pagaría menos a las mujeres por algún motivo. Me miró con la misma cara que si yo me hubiera convertido en un extraterrestre con antenas verdes y me contestó: ‘¿Por qué iba yo a hacer eso? Claro que no’. Entonces le pregunté: ¿qué crees que se puede hacer para solucionar esto? ‘Creo que los presidentes tienen que echarle ganas y hacer leyes que controlen a las empresas. También habría que echar a los jefes o dueños que hagan eso. En clase hablamos de estos temas y yo no entiendo porqué alguien puede pagar menos a una mujer que a un hombre’.

Creo que en esa respuesta están todas las claves. En su informe, Oxfam reclama al G20, es decir, a los presidentes y líderes políticos que tomen cartas en el asunto de la discriminación contra las mujeres, tal como prometieron en su reunión de México en 2012. Sin embargo, la agenda de la próxima reunión que tendrá lugar en Australia a finales de años, apenas recoge compromisos sobre este tema. Los líderes parecen tener poca memoria y olvidan de una a otra reunión los temas que habían considerado prioritarios.

Sin embargo, el punto que me parece más importante de su respuesta es el que habla de la escuela. Una educación en valores y sin discriminaciones ni clichés, creará hombres y mujeres que consideren la discriminación como algo anacrónico o venido de otro planeta. Y es ahí donde está la clave. Si mis hijos (todos varones) son educados en un entorno y en una escuela con fuertes valores en ciudadanía, integración e igualdad, ellos mismos serán motor de cambio y no sería preciso esperar otros 75 años para ver desaparecer la discriminación contra las mujeres. Porque la discriminación salarial es tan sólo la puntita de un gigantesco iceberg que abarca la práctica totalidad de los ámbitos de la vida de la mujer desde que nace: derechos sociales, civiles, reproductivos, económicos…

Educación, educación, educación. No hay mejor respuesta contra la discriminación hacia las mujeres. Y cambiar el modelo de liderazgo mundial antes de que pasen 75 años.

Marisa Kohan es periodista, madre y trabaja en Oxfam Intermón.