Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

Sobre cómo no conseguir una acreditación de prensa en el Congo (2)

Continúa de la entrada anterior…

Antes de dejarnos marchar con la promesa de que apenas llegue la autorización de Kinshasa nos contactará por teléfono, Gertrude me lanza varias preguntas sobre la situación del país. Como no podía ser de otra manera, mis respuestas son todas positivas. “En los años que llevo viniendo al Congo he visto grande mejorías. Este país prosperara por minutos”. Sólo me falta decir que hay momentos en los que no sé si estoy en la República Democrática del Congo o en Suiza.

– Espero su llamada Mamá Gertrude, necesito ese permiso, no me falle – le digo y el vuelvo a coger la mano, aunque en esta ocasión no se la beso.

Salimos del despacho de la primera planta. Paredes descascaradas, sillas de patas oxidadas, baldosas resquebrajadas, tambaleantes. En el interior de una habitación – donde se entregan los certificados de buena conducta para los pasaportes – un hombre enjuto, calvo, toma notas en un cuaderno de lo que va diciendo una señora mayor a la que acompaña un joven que, por el parecido físico, debe ser su hijo. El resto de los presentes escucha indiferente.

Entre el desorden y el polvo destacan las pilas de carpetas que crecen desde la baldosas, se inclinan y se apoyan contra las paredes. Legajos de criminales que por el color amarillento de las hojas no pueden más que estar cumpliendo alguna condena divina. El único ordenador de la policía secreta de Bukavu – tan secreta que todo el mundo sabe dónde queda – es el que Gertrude tiene en su oficina. Lo demás, esmerada caligrafía.

Entre mordidas

Hace tiempo que aprendí que si al recorrer un edificio público del Congo muestras cierta vacilación, preocupación o debilidad, entonces puedes empezar a escuchar en tu imaginación la música de los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente. Estás a punto de ser perseguido, cazado y devorado a dentelladas (sí, las famosas mordidas). Es como si los funcionarios olieran la sangre de la potencial víctima y no pudieran evitar el instinto natural de lanzarse sobre ella.

Selemani entrega un par de billetes de 500 francos congoleños al empleado de andar flemático y respuestas monosilábicas que nos recibió una hora antes y a una joven funcionaria de la policía secreta que se inventa no sé que historia sobre el uniforme escolar de su hijo. Esquiva a tres espontáneos más que piden su parte de lo que ellos consideran su botín y yo mi presupuesto de rodaje, y se detiene en seco frente a la salida.

Hasta el conserje – con su sombrerillo triangular a lo Mobutu, sus ojos vidriosos y su aliento a cerveza Primus – se siente con derecho a un regalo. A cambio de abrirnos la puerta y dejarnos volver a la calle quiere mi gorro (ya las gafas de sol me las robaron tres días antes rodando en la prisión Central de Bukavu).

Los pequeños mobutu

De regreso al hotel la policía de tráfico nos detiene en tres rotondas distintas. Nos asaltan los agentes de amarillo acerca de los cuales ya escribí en este blog: los pequeños mobutu de Bukavu. Hoy van a la yugular, no se andan con argucias ni excusas, quieren dinero.

Hoy, finalmente caemos en la cuenta, es sábado, día en el que todo aquel que detenta cierto poder parece desesperado por conseguir una mordida, un soborno, para salir a cenar con la familia, irse de putas, emborracharse (o las tres cosas al mismo tiempo). De allí esta suerte de presión colectiva sobre los recursos ajenos.

En la última de las rotondas en la que nos detiene la policía para pedirnos otra vez los papeles del coche, un hombre golpea con premura la ventanilla. Es Leonard, el empleado de Migraciones que lleva cinco días persiguiéndonos por la ciudad. Sostiene que de nada nos servirá el permiso de filmación del ANR si no pasamos por su oficina a registrarnos también.

En realidad, el permiso original para filmar lo otorgaba la Radio y Televisión pública. Después lo empezó a dar la ANR. Y ahora Migraciones se quiere sumar también. Una suerte de lucha entre instituciones a ver quién saca más dinero a los extranjeros. La primera vez que Leonard nos abordó en la calle intenté razonar con él:

– Son 150 dólares del visado. Otros 10 dólares por registrarnos en la frontera. Y 75 dólares más en la policía secreta. Si desplumáis de esta forma a cada muzungu que pasa por aquí nunca va a venir el turismo. Y con el lago y los gorilas, Bukavu tiene un gran potencial turístico.

Leonard me mira. Piensa. Por un instante acarició la esperanza de que claudique y admita que tengo razón y que el obstinado pillaje al que tantos congoleños están dedicados a tiempo completo no es más que una forma de suicidio colectivo.

– Tengo la comunicación oficial en mi oficina. Dice que cada extranjero tiene que registrarse en el departamento de inmigración. Son 30 dólares.

Todo se arregla con dinero

Nos deshacemos del último policía corrupto del día y de Leonard, al que prometemos que el lunes iremos a ver a su despacho, y seguimos camino al hotel en esta nublada tarde de sábado. Nos invade cierta tristeza. Duele descubrir un país sin reglas, sin pacto social, como el Congo, en el que se malgastan tantos esfuerzos y recursos en la labor diaria por engañar al otro, por timarlo, por quitarle lo que tiene. Esfuerzos y recursos que deberían ser destinados a luchar contra la miseria generalizada que aquí impera.

En la penumbra de la recepción, con una cerveza Primus de por medio, debatimos sobre si debemos a o no ir a la minas ya que carecemos de permiso de rodaje. Evaluamos riesgos, posibles complicaciones. Al final nos decimos que sí, que debemos ir. En el peor de los casos, si nos detiene el ejército o la policía secreta, no necesitaremos más que dinero para poder abrirnos camino.

10 comentarios

  1. En estos momentos estoy en Uganda. La foto que ilustra este post es justamente de las acreditaciones de prensa que sí dan en esta parte del mundo. Tardaron apenas 20 minutos en entregármela, mientras que la del Congo la sigo esperando… Saludos, HZ

    13 septiembre 2010 | 07:27

  2. Dice ser Carme

    Una verdadera lástima…al final, habéis marchado de Congo sin la acreditación.

    Pero te diré una cosa Hernán: con esta frase:

    «Hace tiempo que aprendí que si al recorrer un edificio público del Congo muestras cierta vacilación, preocupación o debilidad, entonces puedes empezar a escuchar en tu imaginación la música de los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente» me has arrancado mis primeras carcajadas de esta mañana de lunes 13 de septiembre :-)) me la voy a copiar!!! (con adaptaciones)

    13 septiembre 2010 | 08:16

  3. Dice ser Abogado Malaga

    Vaya, es una pena..siento que no consiguiéseis la acreditación.
    Es muy triste ver cómo aún existen países en los que ocurren cosas como éstas. Ojalá algún dia se haga algo por erradicar esa miseria de la que nos hablas.
    Un saludo y gracias por compartirlo con nosotros.

    13 septiembre 2010 | 10:50

  4. Dice ser Eva

    Es triste que aun pasen estas cosas… pero es la realidad y a nadie parece importarle.. excepto a los que nos interesamos por estos paises.
    Enfin espero que en Uganda no sea mas de lo mismo… Muy buen post.

    Un saludo
    Eva

    13 septiembre 2010 | 12:43

  5. Dice ser alberto

    me acordaste de este libro: http://www.bloodriver.co.uk/

    13 septiembre 2010 | 14:19

  6. Dice ser Catalina

    Mis deseos de que no tengais problemas en las minas, aunque se pueda arreglar con dinero no me fiaría mucho. Nunca se sabe que puede pasar, no obstante mucha suerte. Valor sí que teneis.

    13 septiembre 2010 | 15:54

  7. Dice ser maria carmen

    que triste realidad, supera la ficción 🙁

    13 septiembre 2010 | 17:20

  8. Desafortunadamente ese es el presente de África. ¿Su futuro? Negro, negrísimo.

    14 septiembre 2010 | 11:45

  9. Dice ser Perroflauta

    Sin duda esos paises estarían mucho mejor siendo colonia europea, pero ya se sabe, los occidentales somos taaaaaan malos. Mejor están así, ellos a su aire, de morida en mordida, eso si que es civilización y no el salvajismo de la metrópoli.

    14 septiembre 2010 | 13:16

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