Sobre los peligros de jugar con la historia

Imagen de Jordy Meow en Pixabay

En estos tiempos en los que nos movemos entre la Reconquista, la Leyenda Negra, la Guerra Civil y la memoria histórica (o la falta de ella), las polémicas en torno a la Conquista de América y demás visiones historicistas marcadas por agendas políticas de lo más modernas (o no) resulta una lectura imprescindible volver al libro Juegos peligrosos. Usos y abusos de la historia, de la historiadora canadiense Margaret McMillan. Aunque escrito originalmente en 2008 (llegó por primera vez a España en 2010), este pequeño libro parece haber sido escrito ayer por la tarde.

Esta historiadora, autora de obras tan reseñables como su estudio sobre la conferencia de Paz tras la Primera Guerra Mundial París, 1919, repasa en este librito breve y de lectura veloz pero profunda, los principales abusos y distorsiones que se hacen con la historia: la historia como moda, como consuelo, como propiedad, sus manipulaciones por parte de nacionalismos e ideologías identitarias varias, las facturas de la historia y sus conflictos.

La mirada de McMillan es directa y global. Sus ejemplos salpican todos los continentes y todas las posturas. No deja fuera «abusos perdonables», como a veces ocurre en las sociedades bien pensantes: la autora apunta tanto a quienes abusan por causas más correctas como las minorías étnicas castigadas como para grandes nacionalismos.

«Podemos aprender de la historia», escribe McMillan,»pero también engañarnos a nosotros mismos cuando buscamos selectivamente pruebas en el pasado para justificar lo que ya hemos decidido hacer». La visión de McMillan funciona como una buena vacuna: aunque respeta y dignifica el interés por la historia y el tratar de servirnos de ella como guía, también muestra como no puede ser un catecismo («obsesionarse con los horrores del pasado como el Holocausto o la esclavitud puede dejar a la gente sin recursos para enfrentarse a problemas de aquí y ahora«). Es una visión pausada y crítica, pero no exenta de realismo, como cuando dice que la historia y el reconocimiento de crímenes del pasado pueden servir para la «reconciliación», pero también pueden «matar, como una medicina demasiado fuerte». No hay blancos y negros en esta ciencia blanda que es la Historia, como en la vida.

Para los españoles que tenemos a veces esa conciencia de caso único en el mundo, sobre nuestra extraña y compleja relación con nuestro pasado, este libro nos demuestra que la relación con el pasado siempre es problemática y en todas las sociedades provoca debates y luchas más o menos enconadas.

Una lectura necesaria en los tiempos que corren. Una vacuna contra el uso y el abuso manipulador de la historia en el discurso político y social.

¡Buenas lecturas!

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