Juliana González-Rivera: «El turista busca ver reducido el mundo a un parque temático»

Juliana González-Rivera (cedida por Alianza)

Antoine de Saint-Exupéry, bajo un cielo estrellado en el desierto, dijo haber «sentido de golpe el viaje». Al leer esa frase, la periodista, profesora y escritora Juliana González-Rivera comprendió una sensación que ella había sentido varias veces. De ese fogonazo de claridad nació el libro que acaba de presentar en España, La invención del viaje. La historia de los relatos que cuentan el mundo (Alianza, 2019).

Especialista en literatura de viaje -«leer literatura de viaje y viajar es casi una filosofía o una religión para mí», asegura- quiso «compaginar los viajes con la información» -no en vano es Doctora y profesora de periodismo- porque veía que los considerados «primeros informadores o periodistas fueron viajeros: Heródoto, Marco Polo, Colón…» Lo hace en una obra de espíritu libre donde busca captar y rescatar las esencias del viaje auténtico y, de paso, forma una historia de los relatos de viajeros que contaron el mundo para los demás y la influencia que tuvieron en los que vinieron detrás.

«Todo viajero es un modelo de hombre libre, de ser admirado, de aventurero«, afirma la escritora, «su relato es un motor por los que le siguen». «Pienso en ese ejemplar del libro de Marco Polo anotado por Colón que está en Sevilla. Para Colón fue como una Lonely Planet hoy. Darwin no habría llegado las Galápagos si no hubiera leído a Humboldt, y éste lo hizo gracias a Cook. Siempre hay alguien que empuja al camino».

Pero lo importante del libro no es solo eso. «El libro habla del espíritu del viaje, es una historia del sentido de viajar en todas las épocas«, explica su autora: «Cómo evoluciona una necesidad, una búsqueda de la libertad, que todos podemos comprender porque todos hemos experimentado una partido o un regreso…»

Se refiere a la autora al viajero, no al turista. Porque la autora hace hincapié en las diferencias, aunque confiese que «siempre caemos en esa terminología y, al final, parecemos un poco pedantes; todos somos turistas, yo también quiero serlo a veces». Sin embargo la diferencia resulta obvia. «El viajero lleva una mirada propia, intenta dialogar y comprender allá donde va; el turista está hablando consigo mismo, con sus iguales, con sus fotos. Para ir a un Marriot de Tailandia, no tendría que salir de Madrid porque aquí hay uno prácticamente igual. Suena muy radical, pero no, es que son totalmente distintos: el turismo es una acción, el viaje, una mirada».

Esa diferencia cobra aún más sentido en esta sociedad marcada por lo digital y las redes sociales, «donde parece que lo importante es hacer que lo has visto, más que verlo». «Parece que el mundo digital hace que ver que el viaje no es necesario, que con la realidad aumentada parece que estás allí. Pero el viaje es mucho más: es una filosofía del entendimiento, el comprender por contacto, establecer un diálogo, un instrumento para activar la imaginación y la curiosidad».

En cambio, «el turismo favorece una visión incompleta y sesgada del mundo, favorece la incomprensión, porque el turista compara con su hogar. El turismo favorece los parques temáticos: fíjate, muchos pueblos en España y Europa se han convertido en parques temáticos medievales. El turista busca ver reducido el mundo a un parque temático. Mi Medellín parece que se ha reducido a un narco tour, pero ahí no hay búsqueda de comprensión de lo que ocurrió».

Pregunto a Juliana González-Rivera si lo que me cuenta en estos tiempos de turismo masivo, donde los ciudadanos de Europa se desplazan y visitan lugares más que nunca, no ha evitado que los nacionalismos resurjan en todo el continente. «No es cierto que con la globalización el mundo sea más abierto, sino todo lo contrario«, me responde. «El primer mundo va a hacer turismo a países de los que sus habitantes huyen. El viaje sí cura del nacionalismo, porque el viajero es cosmopolita, no tiene una bandera para envolverse, termina siendo un ciudadano del mundo. Ya no considera bárbaros a los otros por distintos, sino que los ve también como hijos de la razón».

Por último, le recuerdo que en La invención de viaje califica a la literatura de viajes como un «género exhausto» y le recuerdo que, en España, un libro como La España vacía de Sergio del Molino ha marcado la agenda política. «Hay literaturas de viajes muy distintas», me asegura, «el libro de Sergio es un ensayo experimental que usa el viaje como metodología de comprensión. Es la mejor literatura de viajes hoy: como Leviatán o la ballena, de Philip Hoare, o El hambre, de Martín Caparrós, aunque él nos mataría si lo llamáramos así. Pero cuando digo que el género está exhausto lo digo porque se está identificando con un mal llamado periodismo de viaje, que es básicamente el texto de alguien al que han pagado para decir qué bonito es tu hotel y cuyo destinatario son turistas que pasan por un lugar sin ver».

Cuatro grandes escritores de viajes en la historia…

Heródoto. «Es el padre del periodismo, tuvo afán de reporterismo mucho antes de que nadie usara ese término. Fue el primero que partió para comprobar si lo que otros le habían contado era verdad».

Marco Polo. «Tengo una especie de enamoramiento con él, en mis clases siempre lo enseño. Es el paradigma de hombre curioso. En su momento nadie se creyó El libro de las Maravillas, y con el tiempo se confirmaron muchas de las cosas que contaba».

Stendhal. «Puede que sus novelas no parezcan de viajes, pero construyó su discurso como viajero. No se entiende sin sus viajes, sus enamoramientos de Milán y Roma. No hay mayor privilegio que la elección consciente de la vida; el verdadero viaje nos invita a todos a que seamos héroes».

Humboldt. «Cumple dos vertientes de la literatura de viajes, es la bisagra entre el viaje de la razón, el de los instrumentos para medir el mundo, y el del viaje por placer. Tenía que subir al Teide por el placer del ascenso».

¡Buenas lecturas y viajes!

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