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Una ‘playlist’ con las 336 canciones que Springsteen menciona en su autobiografía

Cubierta de 'Born to Run', la autobiografía de Bruce Springsteen - Foto: Random House Mondadori

Cubierta de ‘Born to Run’, la autobiografía de Bruce Springsteen – Foto: Random House Mondadori

En la autobiografía Born to Run, que convierte al venerado bardo Bruce Springsteen en best seller también en literatura —la beatificación llega en un buen momento: en lo musical, la pobreza del cantante y compositor va cuesta abajo desde hace años—, el músico vuelve a confirmar el auto de fe roquista que nadie pone en duda y que puede resumirse en una obviedad irrebatible: Elvis Presley fue el cuerpo, Bob Dylan fue el cerebro, el soul fue el sexo y el Boss agitó la coctelera.

Nacido en un buen momento, quizá el mejor (1949), para crecer con la educación sulfurosa del rock and roll y todo su linaje, oficial o bastardo, el Boss menciona en el libro 336 canciones. Todas están en una lista de reproducción que acaba de colgar la plataforma de streaming musical Spotify.

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El olvidado Tom Wilson, productor (negro y ‘bon vivant’) de Dylan, la Velvet, Zappa, Nico…

Una docena de discos producidos por Tom Wilson

Una docena de discos producidos por Tom Wilson

No es un desatino afirmar que una vida entera podría sobrellevarse con la compañía única de estos doce discos. Son en apariencia de muy distinto espíritu: el Bob Dylan mata infieles de The Times They are A-changin’, quizá el único disco soviet del cantante; las simas desoladas de White Light/White Heat, la obra más negra de The Velvet Underground;  la melancolía urbana de una pareja de universitarios ilustrados, Wednesday Morning, 3 AM, de Simon & Garfunkel; la patafísica del primer disco de The Soft Machine; el jazz astral de Sun Ra; la demencia de Freak Out!, debut de The Mothers of Invention, vehículo de Frank Zappa; la tristeza helada de Chelsea Girl, de Nico; en fin, el single con la mejor canción de todos los tiempos, Like a Rolling Stone

Sólo hay una circunstancia que enlaza la docena de álbumes: todos fueron producidos por la misma persona, Tom Wilson (1931-1978), un negro nacido en Texas, licenciado cum laude en Economía en Harvard, conquistador, bohemio, cultivado, conservador —votaba por los republicanos— y bon vivant.

En los años cincuenta, convencido de que ejercer la economía no era lo suyo, montó por su cuenta en Boston la discográfica de jazz Transition, donde tuteló las grabaciones de 22 álbumes de músicos jóvenes y vanguardistas como Sun Ra y Cecil Taylor —a quien descubrió y produjo en el inolvidable Jazz Advance—.

Las grandes discográficas de Nueva York no pasaron por alto el ojo y las dotes de Wilson y fue contratado como productor freelance. Aunque entre 1965 y 1968  hizo historia ayudando a llevar a término música diferente, rebelde y nueva de folk, pop y rock de vanguardia, Wilson murió en el olvido y prematuramente de un ataque al corazón a los 47 años.

Tom Wilson

Tom Wilson

Pese al tamaño y trascendencia de las obras que produjo [en esta web dedicada al personaje hay una discografía exhaustiva] y a los halagos de los músicos a quienes prestó servicio —John Cale, el más avanzado musicalmente de los miembros de la Velvet Underground, declaró que fue el «mejor productor» y consejero con el que trabajó el grupo y Zappa le consideraba «prodigioso» a la hora de leer la intención de la música con la que trabajaba—, Wilson permanece en un inmerecido segundo plano frente a los grandes magos del sonido de la época (Phil Spector, Brian Wilson, Berry Gordy…).

Entiendo que hay dos motivos para la omisión. Primero, se trataba de un negro trabajando para músicos blancos en un tiempo en que el pop y el rock estaban fuertemente segregados. Segundo, no era un productor intervencionista que gustase de dejar su impronta en la música. Al contrario, prefería poner sus dones al servicio del producto, asesorando sobre posibilidades, advirtiendo fallos y sugiriendo mejoras, orientando antes que mandando.

Era tal el respeto que mostraba por las canciones y los intérpretes que algunas crónicas malintencionadas le presentan como un tipo despreocupado que consumía buena parte del tiempo en la cabina del estudio hablando por teléfono con sus muchas noviasera un conquistador nato de gran atractivo: medía 1,90, siempre vestía impecablemente y tenía el don de la palabra— mientras los músicos lidiaban con el trabajo al otro lado del cristal.

Tom Wilson y Bob Dylan en el estudio, 1965

Tom Wilson y Bob Dylan en el estudio, 1965

La leyenda negra queda desmontada repasando los detalles de la relación de Wilson con el más famoso de sus clientes, Bob Dylan, a quien produjo desde el segundo álbum (The Freewheelin’ Bob Dylan, 1963) hasta el single Like a Rolling Stone (1965). Contratado por la discográfica Columbia —fue el primer productor negro en trabajar para la empresa—, Wilson nunca ocultó que no le gustaba demasiado la música de Dylan: «No me gustaba la música folk. Venía de grabar a Sun Ra y John Coltrane y el folk me parecía música de tontos y aquel chico tocaba como un tonto… Pero entonces escuché las letras«.

Aunque Wilson produjo los dos siguientes discos del cantautor bajo la fórmula canónica de voz, guitarra y armónica, en Bringing It All Back Home (1965) logró que grabase por primera vez con un grupo eléctrico («siempre pensé que Dylan podía ser el Ray Charles blanco»), en un giro que cambió para siempre la historia del rock, añadiendo tensión galvánica y sexual a la altura literaria de Dylan. La vuelta de tuerca fue perfeccionada en Like a Rolling Stone, la canción más importante de la historia, donde el añadido del órgano Hammond que pone cortinaje y cimiento a la saga rabiosa que Dylan grita fue una decisión personal de Wilson, que propuso la contratación del multiinstrumentista Al Kooper.

Tom Wilson y Nico durante la grabación de "Chelsea Girl"

Tom Wilson y Nico durante la grabación de «Chelsea Girl»

En mayo de este año la industria musical estadounidense oficiará otra de las ceremonias anuales de elevación de luminarias al Rock and Roll Hall of Fame, esa especie de museo de cera donde se honra a los músicos y otros implicados en el rock por su condición de cajas registradores. Entre los nueve nuevos miembros de la necrópolis hay dos manejadores-productores: Brian Epstein, el muy sagaz agente que hizo de los Beatles el producto más rentable de la música pop —a veces con malas artes, como ocultar los pecados privados de los miembros de la banda— y Andrew Loog Oldham, el artero vendedor de los Rolling Stones como grupo peligroso cuando sus integrantes eran niños pijos. Tom Wilson, que, a diferencia de los dos anteriores, jamás manipuló a sus protegidos, no aparece entre los centenares de figuras de toda calaña del museo. Otra vez lo han olvidado.

Ánxel Grove

Muere Junior Murvin, el cantante reggae de «Policías y ladrones»

Aunque no sean ustedes capaces de alcanzar ese falseto que suena a voz de arcángel, hagan el favor de intentar acompañar la plegaria del cantante:

Police and thieves in the streets
Fighting the nation with their guns and ammunition
Police and thieves in the streets
Scaring the nation with their guns and ammunition

From Genesis to Revelations,
What the next generation will be, hear me

All the crimes committed, day by day
No-one tries to stop it in any way
All the peace makers turned war officers
Hear when I say

La canción es de 1976, pero sigue latiendo y bombeando justa rabia como una crónica en presente de indicativo de la creciente y bárbara realidad de la todos somos testigos:

Policías y ladrones en las calles
Luchando contra el pueblo con sus armas y munición
Policías y ladrones en las calles
Asustando al pueblo con sus armas y munición

Desde el Génesis a las Revelaciones,
Así sucederá en la próxima generación, escucha

Cada uno de los crimenes que se cometen día tras día
Nadie hace nada por detenerlos
Todos los pacifistas se han convertido en guerreros
Escucha lo que te digo

Junior Murvin (1946-2013)

Junior Murvin (1946-2013)

Junior Murvin, el cantante y cocompositor de Police and Thieves, acaba de morir a los 67 años en un hospital de Port Antonio, la villa de la costa noroeste de Jamaica donde había crecido. Cuando de adolescente escuchaba por la radio la voz de Curtis Mayfield —otro falseto caído del cielo— soñaba con escenarios y micrófonos, pero el pragmatismo le empujó a estudiar mecánica para intentar ganarse la vida.

El momento milagroso llegó en 1976, cuando Murvin fue admitido bajo la tutela del más sideral de los músicos de la isla caribeña, Lee Scratch Perry. En una tarde de marihuana y juegos de dub en el estudio, la pieza quedó lista para ser prensada. Fue editada como maxisingle y arrasó en todos los garitos de baile interminable de Jamaica, sensibles a la atroz guerra de pandillas y policías corruptos y de gatillo fácil que asolaba el país en aquel momento.

En 1977, un grupo blancos, The Clash, tuvo el atrevimiento de versionar Police and Thieves en su álbum de debut. No les quedó mal del todo y demostró que en el ambiente racista del punk británico —supremacistas sajones hasta el tuétano— también había modestia y ganas de abrirse hacia sensibilidades lejanas.

Murvin siguió grabando canciones llenas de elocuencia y belleza. Nunca llegó a ser un primera fila del terreno preñado de genios del reggae, pero tampoco merecía tanto olvido. Su muerte, derivada de complicaciones de la diabetes que padecía, apenas ha merecido media docena de obituari0s en los medios.

Dejo abajo algunos temas más del cantante del falseto celeste que describió, con tanta precisión como Karl Marx, la binaria división del mundo en que nos han colocado los policías y los ladrones.

Ánxel Grove