James Franco se abrió una cuenta en Twitter y la red enloqueció (bueno, quizá esté exagerando un pelín; pero interés sí despertó) y ahora dice que lo deja, «que las redes sociales se han acabado» para él por presiones de «las empresas con la que trabaja», y la noticia la recogen la mayoría de las agencias. Tener o no tener twitter se ha convertido en una noticia en sí misma.
Yo seguía a Franco, pero he de confesar que, tras los Oscar, donde sí se curró algunas fotos chulas y algún que otro vídeo, le perdí un poco la pista. Como bien dice este actor polifacético y futuro profesor universitario, las redes sociales consumen gran cantidad de tiempo, y por el batiburrillo de tuits que asaltan la pantalla a cada minuto es difícil procesar la información y retener las anécdotas curiosas, por lo que ahora mismo no sabría decir si la pérdida de los 140 caracteres de Franco suponen o no una gran pérdida.
Sí lo serían dejar de recibir los tuits de Stephen Fry, que además de hablar de lo suyo, te mantiene al día de lo que se cuece en la Gran Bretaña, o los de Kevin Pollak, Álex de la Iglesia o Sánchez Arévalo, que, además de prolíficos, son interesantes, por poner ejemplos de twitteros famosos.
En cualquier caso, yo en esto de twitter estoy en fase alfa, todavía con posibilidad de mucho desarrollo, porque me queda mucho por aprender, así que si tenéis la pista de algún nombre interesante del que merezca la pena convertirse en follower, soy toda dedos.