Hoy por fin sale a la venta la última entrega de la trilogía Millenium de Stieg Larsson, ‘La reina en el palacio de las corrientes de aire’. Confieso que yo soy una de las miles de personas enganchadas a las aventuras de Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist, así que me espera un fin de semana muy literario y poco cinematográfico.

Hace unos días, con motivo de la celebración de la Feria del Libro de Madrid, leí un interesante artículo (no recuerdo dónde) que atribuía el éxito de la trilogía al gran personaje que Larsson había creado con Lisbeth Salander. Sin duda una heroína original, atípica y controvertida.

Y creo que tiene mucha razón. A veces un personaje trasciende mucho más allá de la novela en la que se mueve y se convierte por sí mismo en la insignia del autor y quizá de toda su obra. Son nombres que tienen vida propia, que aglutinan un conjunto de cualidades y defectos con los que es muy fácil identificarse en algún momento. Son personajes complejos, contradictorios, en definitiva, muy humanos.

Con el cine pasa exactamente lo mismo, con la diferencia de que si el personaje está bien construido y bien interpretado queda irreparablemente unido al rostro del actor que le da vida. Y a su vez, el actor queda marcado para siempre por su personaje. El cine, además, le da una segunda oportunidad a ciertos personajes literarios que pasaron desapercibidos en las páginas de un libro; pero que crecen y se consolidan en la gran pantalla.

¿Quién no recuerda el personaje de Atticus Finch de ‘Matar a un ruiseñor’? ¿Y a Doc Boone, el entrañable médico borrachín de ‘La diligencia’? ¿Cuántas veces no se ha pensado en Elsa Lanchester y su impecable Miss Plimsoll de ‘Testigo de cargo’ como la mejor enfermera del cine? ¿Quién no piensa en Don Corleone cuando se habla de la mafia? Hay tantos…

Y vosotros, ¿qué personaje cinematográfico recordáis especialmente?