Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

Entradas etiquetadas como ‘periodismo amarillo’

Periodismo carroñero e inmundo en El Mundo

¿Vuelve ETA al 11-M? Sólo la rabia y la vergüenza profesional me obligan a actualizar hoy este blog, que tengo medio abandonado por la crisis, y porque tengo la cabeza en otros asuntos de distinta envergadura. Sin embargo, hoy no puedo remediar dar un grito de S.O.S a mis colegas por la vergüenza que supone para los periodistas el tipo de periodismo amarillo, carroñero e inmundo que practica, a veces, como hoy en su portada, el diario El Mundo. ¡Qué asco!

Hoy me he enfrentado a la miserable portada de Pedro Jota como simple lector, no como viejo periodista. Y he recordado -no sin rubor- lo que muchos lectores nos dicen a menudo:

«Si sobre este asunto, que yo conozco muy bien, los periodistas informan tan mal, ¿qué será de todo aquello que no conozco y leo en los periódicos?»

Con portadas como la de hoy en El Mundo sobre el «caso Bono» y «la mochila de Vallecas» -plagada de insinuaciones torticeras, falsedades a medias, mala fe y ánimo de engañar a su fieles- no me extraña que los periodistas hayamos ganado peor fama que los pianistas de un burdel.

Algunos lectores de este blog pueden recordar el escándalo judicial y político que rodeó al mal llamado «caso Bono» y que debió llamarse «Caso juez Hidalgo«. También pueden recordar por qué el PP y El Mundo hicieron el montaje falso sobre el comisario Rodolfo Ruiz en el «caso Bono«: querían ligarlo a la «mochila de Vallecas» para echarle una mano al desvergonzado trío Pinocho (Aznar, Acebes y Zaplana) que atribuía la masacre del 11-M a ETA.

Ahí van algunos enlaces de este blog sobre el caso:

A veces, hay Justicia. ¿Despedirán ahora al estrafalario juez Hidalgo?

29 Junio 07

Los policias, condenados por el juez Hidalgo por la presunta detención ilegal del dos angelitos del PP -pillados in fraganti palo en mano-, han sido absueltos por el Tribunal Supremo.

El Supremo «desbarata» o «legitima». ¡Vaya papo el de Pedro Jeta!

30 Junio 07

¿Se comerá Hidalgo el turrón siendo aún juez en ejercicio? Copio y pego aquí el comentario de urgencia que hice ayer para que no se nos olvide la jeta que tiene el estrafalario…

Mesquida defiende a los policías del «caso Bono» (¿caso Hidalgo?)

09 Noviembre 06

Joan Mesquida, director general de la Policía y de la Guardia Civil, defendió ayer en el Congreso a los tres policías que fueron condenados por una extraña sentencia del juez Hidalgo…

La mochila de Vallecas golpea a Losantos y a la COPE

29 Junio 08

Los obispos españoles deben andar temblando con las penas del Infierno que les esperan por sus reiterados pecados de omisión. la verdad es que los dueños de la pecaminosa cadena COPE no…

Caso Bono/caso Hidalgo: La fiscalía pide repetir el juicio

17 Julio 06

Con un par de días de retraso, he leído hoy en La Razón, del sábado 15 de julio, una información sobre el recurso de la Fiscalía del Tribunal Supremo contra la sentencia que condenó a…

El PP lleva al Congreso los recortes de Pedro Jota

19 Abril 06

Después de haber concluido la instrucción del juez del Olmo, ETA y el 11-M vuelven a mandar en la primera página de El Mundo con este titular: El PP presenta al ministro Rubalcaba 215…

Periodismo basura para creyentes y/o incautos

18 Abril 07

La portada de El Mundo de hoy merece un marco para ser colgada en la vieja cárcel de papel de «La Codorniz». Todos los diarios de referencia del mundo mandan hoy en sus primeras pî..

Adivinanza:¿Que diario entrevista a Felipe o a Rajoy?

05 Agosto 07

El semanario británico The Economist dedica esta semana un comentario a la «racha de Zapatero» del que El País recoge unos parráfos en su revista de prensa: — Adivinanza facilona: …

«Caso Bono/Caso Hidalgo»: recurrida la sentencia «estrafalaria»

23 Junio 06

El Mundo ha dedicado páginas y páginas a la sentencia del Juez Hidalgo (ex policía de la Brigada Político-Social del franquismo) contra tres policías por el “Caso Bono”. Como se…

Vuelve la mochila del 11-M. Se acabó el verano.

01 Septiembre 06

Así me he quedado yo –como el recuperado cuadro “El grito” de Munch, pariente del presidente de 20 minutos- al enfrentarme esta mañana con la prensa de pago nacional. Por…

La foto que no vió el juez Hidalgo y la «mochila de Vallecas»

20 Mayo 06

Esta es la foto del intento de agresión de los dos angelitos del PP contra el ministro Bono que seguramente el juez Hidalgo no pudo ver antes de firmar su sentencia «extrafalaria»(recurrida…

Paralelismos entre el «Caso Bono» y el 11-M.

13 Octubre 06

La anécdota del desfile (Zapatero no se sentó al paso de la bandera norteamericana) sirve de ilustración en la portada de El Mundo. Este es su primer titular como pie de foto: Aplausos a…

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El comisario Rodolfo Ruiz fue absuelto por el Tribunal Supremo de todas aquellas acusaciones falsas. Pero, ya se sabe, calumnia que algo queda. Su carrera fue arruinada y su familia, extremadamente dolorida. A Pedro J. Ramírez no le ha pasado nada. Son costumbres españolas.

Suma y sigue…

¡Basura! ¡Más basura! o los límites de la libertad

Cuando leo a Mario Vargas Llosa nunca me voy de vacío. Dedicado a mis tomateras, cuando menos me atacaba el polen, anteayer se me pasó este artículo suyo, tan magistral como discutible, publicado en la página noble de El País. Una colega me lo ha recomendado. Creo que merece reflexión y debate y lamento que ni hoy ni mañana voy a estar disponible para ambos menesteres. Cuando regrese de París (donde se presenta la nueva web www.20minutes.fr) volveré a leerlo y, si me atrevo, a discutirlo.

La civilización del espectáculo

MARIO VARGAS LLOSA en El País 03/06/2007.

En algún momento, en la segunda mitad del siglo XX, el periodismo de las sociedades abiertas de Occidente empezó a relegar discretamente a un segundo plano las que habían sido sus funciones principales -informar, opinar y criticar- para privilegiar otra que hasta entonces había sido secundaria: divertir. Nadie lo planeó y ningún órgano de prensa imaginó que esta sutil alteración de las prioridades del periodismo entrañaría cambios tan profundos en todo el ámbito cultural y ético. Lo que ocurría en el mundo de la información era reflejo de un proceso que abarcaba casi todos los aspectos de la vida social. La civilización del espectáculo había nacido y estaba allí para quedarse y revolucionar hasta la médula instituciones y costumbres de las sociedades libres.

¿A qué viene esta reflexión? A que desde hace cinco días no hallo manera de evitar darme de bruces, en periódico que abro o programa noticioso que oigo o veo, con el cuerpo desnudo de la señora Cecilia Bolocco de Menem. No tengo nada contra los desnudos, y menos contra los que parecen bellos y bien conservados, tal el de la señora Bolocco, pero sí contra la aviesa manera como esas fotografías han sido tomadas y divulgadas por el fotógrafo, a quien, según la prensa de esta mañana, su hazaña periodística le ha reportado ya 300.000 dólares de honorarios, sin contar la desconocida suma que, por lo visto, según la chismografía periodística, la señora Bolocco le pagó para que no divulgara otras imágenes todavía más comprometedoras. ¿Por qué tengo que estar yo enterado de estas vilezas y negociaciones sórdidas? Simplemente, porque para no enterarme de ellas tendría que dejar de leer periódicos y revistas y de ver y oír programas televisivos y radiales, donde no exagero si digo que los pechos y el trasero de la señora de Menem han enanizado todo, desde las degollinas de Irak y el Líbano, hasta la toma de Radio Caracas Televisión por el Gobierno de Hugo Chávez y el triunfo de Nicolas Sarkozy en las elecciones francesas.

Ésas son las consecuencias de aceptar que la primera obligación de los medios es entretener y que la importancia de la información está en relación directamente proporcional a las dosis de espectacularidad que pueda generar. Si ahora parece perfectamente aceptable que un fotógrafo viole la privacidad de cualquier persona conocida para exponerla en cueros o haciendo el amor con un amante ¿cuánto tiempo más hará falta para que la prensa regocije a los aburridos lectores o espectadores ávidos de escándalo mostrándoles violaciones, torturas y asesinatos en trance de ejecutarse? Lo más extraordinario, como índice del aletargamiento moral que ha resultado de concebir el periodismo en particular, y la cultura en general, como diversión y espectáculo, es que el paparazzi que se las arregló para llevar sus cámaras hasta la intimidad de la señora Bolocco, es considerado poco menos que un héroe debido a su soberbia performance, que, por lo demás, no es la primera de esa estirpe que perpetra ni será la última.

Protesto, pero es idiota de mi parte, porque sé que se trata de un problema sin solución. La alimaña que tomó aquellas fotos no es una rara avis, sino producto de un estado de cosas que induce al comunicador y al periodista a buscar, por encima de todo, la primicia, la ocurrencia audaz e insólita, que pueda romper más convenciones y escandalizar más que ninguna otra. (Y si no la encuentra, a fabricarla). Y como nada escandaliza ya en sociedades donde casi todo está permitido, hay que ir cada vez más lejos en la temeridad informativa, valiéndose de todo, aplastando cualquier escrúpulo, con tal de producir el scoop que dé que hablar. Dicen que, en su primera entrevista con Jean Cocteau, Sartre le rogó: «¡Escandalíceme, por favor!». Eso es lo que espera hoy día el gran público del periodismo. Y el periodismo, obediente, trata afanosamente de chocarlo y espan-

tarlo, porque ésta es la más codiciada diversión, el estremecimiento excitante de la hora.

No me refiero sólo a la prensa amarilla, a la que no leo. Pero esa prensa, por desgracia, desde hace tiempo contamina con su miasma a la llamada prensa seria, al extremo de que las fronteras entre una y otra resultan cada vez más porosas. Para no perder oyentes y lectores, la prensa seria se ve arrastrada a dar cuenta de los escándalos y chismografías de la prensa amarilla y de este modo contribuye a la degradación de los niveles culturales y éticos de la información. Por otra parte, la prensa seria no se atreve a condenar abiertamente las prácticas repelentes e inmorales del periodismo de cloaca porque teme -no sin razón- que cualquier iniciativa que se tome para frenarlas vaya en desmedro de la libertad de prensa y el derecho de crítica.

A ese disparate hemos llegado: a que una de las más importantes conquistas de la civilización, la libertad de expresión y el derecho de crítica, sirva de coartada y garantice la inmunidad para el libelo, la violación de la privacidad, la calumnia, el falso testimonio, la insidia y demás especialidades del amarillismo periodístico.

Se me replicará que en los países democráticos existen jueces y tribunales y leyes que amparan los derechos civiles a los que las víctimas de estos desaguisados pueden acudir. Eso es cierto en teoría, sí. En la práctica, es raro que un particular ose enfrentarse a esas publicaciones, algunas de las cuales son muy poderosas y cuentan con grandes recursos, abogados e influencias difíciles de derrotar, y que lo desanime a entablar acciones judiciales lo costosas que éstas resultan en ciertos países, y lo enredadas e interminables que son. Por otra parte, los jueces se sienten a menudo inhibidos de sancionar ese tipo de delitos porque temen crear precedentes que sirvan para recortar las libertades públicas y la libertad informativa. En verdad, el problema no se confina en el ámbito jurídico. Se trata de un problema cultural. La cultura de nuestro tiempo propicia y ampara todo lo que entretiene y divierte, en todos los dominios de la vida social, y por eso, las campañas políticas y las justas electorales son cada vez menos un cotejo de ideas y programas, y cada vez más eventos publicitarios, espectáculos en los que, en vez de persuadir, los candidatos y los partidos tratan de seducir y excitar, apelando, como los periodistas amarillos, a las bajas pasiones o los instintos más primitivos, a las pulsiones irracionales del ciudadano antes que a su inteligencia y su razón. Se ha visto esto no sólo en las elecciones de países subdesarrollados, donde aquello es la norma, también en las recientes elecciones de Francia y España, donde han abundado los insultos y las descalificaciones escabrosas.

La civilización del espectáculo tiene sus lados positivos, desde luego. No está mal promover el humor, la diversión, pues sin humor, goce, hedonismo y juego, la vida sería espantosamente aburrida. Pero si ella se reduce cada vez más a ser sólo eso, triunfan la frivolidad, el esnobismo y formas crecientes de idiotez y chabacanería por doquier. En eso estamos, o por lo menos están en ello sectores muy amplios de -vaya paradoja- las sociedades que gracias a la cultura de la libertad han alcanzado los más altos niveles de vida, de educación, de seguridad y de ocio del planeta.

Algo falló, pues, en algún momento. Y valdría la pena reaccionar, antes de que sea demasiado tarde. La civilización del espectáculo en que estamos inmersos acarrea una absoluta confusión de valores. Los iconos o modelos sociales -las figuras ejemplares- lo son, ahora, básicamente, por razones mediáticas, pues la apariencia ha reemplazado a la sustancia en la apreciación pública. No son las ideas, la conducta, las hazañas intelectuales y científicas, sociales o culturales, las que hacen que un individuo descuelle y gane el respeto y la admiración de sus contemporáneos y se convierta en un modelo para los jóvenes, sino las personas más aptas para ocupar las primeras planas de la información, así sea por los goles que mete, los millones que gasta en fiestas faraónicas o los escándalos que protagoniza. La información, en consecuencia, concede cada vez más espacio, tiempo, talento y entusiasmo a ese género de personajes y sucesos. Es verdad que siempre existió, en el pasado, un periodismo excremental, que explotaba la maledicencia y la impudicia en todas sus manifestaciones, pero solía estar al margen, en una semiclandestinidad donde lo mantenían, más que leyes y reglamentos, los valores y la cultura imperantes. Hoy ese periodismo ha ganado derecho de ciudad pues los valores vigentes lo han legitimado. Frivolidad, banalidad, estupidización acelerada del promedio es uno de los inesperados resultados de ser, hoy, más libres que nunca en el pasado.

Esto no es una requisitoria contra la libertad, sino contra una deriva perversa de ella, que puede, si no se le pone coto, suicidarla. Porque no sólo desaparece la libertad cuando la reprimen o la censuran los gobiernos despóticos. Otra manera de acabar con ella es vaciándola de sustancia, desnaturalizándola, escudándose en ella para justificar atropellos y tráficos indignos contra los derechos civiles.

La existencia de este fenómeno es un efecto lateral de dos conquistas básicas de la civilización: la libertad y el mercado. Ambas han contribuido extraordinariamente al progreso material y cultural de la humanidad, a la creación del individuo soberano y al reconocimiento de sus derechos, a la coexistencia, a hacer retroceder la pobreza, la ignorancia y la explotación. Al mismo tiempo, la libertad ha permitido que esa reorientación del periodismo hacia la meta primordial de divertir a lectores, oyentes y televidentes, fuera desarrollándose en proporciones cancerosas, atizada por la competencia que los mercados exigen. Si hay un público ávido de ese alimento, los medios se lo dan, y si ese público, educado (o maleducado, más bien) por ese producto periodístico, lo exige cada vez en mayores dosis, divertir será el motor y el combustible de los medios cada día más, al extremo de que en todas las secciones y formas del periodismo aquella predisposición va dejando su impronta, su marca distorsionadora. Hay, desde luego, quienes dicen que más bien ocurre lo opuesto: que la chismografía, el esnobismo, la frivolidad y el escándalo han prendido en el gran público por culpa de los medios, lo que sin duda también es cierto, pues una cosa y la otra no se excluyen, se complementan.

Cualquier intento de frenar legalmente el amarillismo periodístico equivaldría a establecer un sistema de censura y eso tendría consecuencias trágicas para el funcionamiento de la democracia. La idea de que el poder judicial puede, sancionando caso por caso, poner límite al libertinaje y violación sistemática de la privacidad y el derecho al honor de los ciudadanos, es una posibilidad abstracta totalmente desprovista de consecuencias, en términos realistas. Porque la raíz del mal es anterior a esos mecanismos: está en una cultura que ha hecho de la diversión el valor supremo de la existencia, al cual todos los viejos valores, la decencia, el cuidado de las formas, la ética, los derechos individuales, pueden ser sacrificados sin el menor cargo de conciencia. Estamos, pues, condenados, nosotros, ciudadanos de los países libres y privilegiados del planeta, a que las tetas y culos de los famosos y sus «bellaquerías» gongorinas, sigan siendo nuestro alimento cotidiano.

FIN