Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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14 de abril: a rey flaco todo son pulgas

A fuerza de mirar hacia arriba, a los elefantes, al rey Juan Carlos se le puede caer la corona.  Por su mala cabeza y la de su familia. Menos mal que el juez Castro imputó a la infanta Cristina. ¿Qué es peor: ser cómplice o tonta de remate?

 

El rey Juan Carlos posando ante un alefante abatido en Africa

El rey Juan Carlos posando ante un alefante abatido en Africa

Arsenio Escolar nos recuerda en su blog que «El rey está hoy más desnudo»El País publica la foto que conocimos hace un año -otro 14 de abril- de Juan Carlos de Borbón posando ante un elefante abatido a tiros en Africa.  Desde luego, parece que se cumple el refrán: «A perro flaco, todo son pulgas».

Y Manuel Vicent dedica su columna dominical de El País al 14 de abril de 1931, el sueño republicano. Un artículo excelente que copio y pego a conitnuación:

14 de abril

El grave problema político que atraviesa la monarquía consiste en que no teniendo el rey ninguna responsabilidad política, tiene la obligación moral de no permitirse la más mínima quiebra

Manuel Vicent

(El País, 14 de abril de 2013)

«La corrupción de lo mejor es la peor, decían los latinos. Corruptio optimi pessima. Si se da por supuesto que lo mejor en el orden social es un rey, un príncipe, una infanta, los yernos y demás parentela, se entenderá por qué en la opinión pública causa tanta alarma, no exenta de morbo, cualquier escándalo que se derive de la Casa Real. En nuestra monarquía parlamentaria el rey no tiene ningún poder político. Solo ejerce el papel simbólico de cohesionar la unidad del Estado cuya jefatura ostenta. Precisamente por ser un símbolo, el rey no tiene otra responsabilidad que la de ser ejemplar, la de moverse dentro de una esfera platónica, limpia y transparente, que dé un sentido mágico a ese residuo histórico e irracional que es la monarquía. Los reyes están ligados al propio azar ovárico-seminal.

 

Dentro de esa granja dorada de reproducción en la que viven estos privilegiados individuos, la primera labor de un monarca consiste en engendrar un príncipe y sucesivos vástagos que aseguren el futuro de la dinastía a capricho de la genética. El grave problema político que atraviesa la monarquía en este país consiste en que no teniendo el rey ninguna responsabilidad política, tiene la obligación moral de no permitirse oficialmente la más mínima quiebra, puesto que una esfera, si no es perfecta, deja de ser esfera.

 

Cuando esta figura platónica, que simboliza el Estado, se corrompe, la ficción política se convierte en una farsa y todo el tinglado del teatro se derrumba. En nuestro caso existe otro peligro añadido. En medio de los escándalos de la Casa Real se eleva un fantasma luminoso, que se aparece cada año en primavera, como una flor de acacia.

Saludo al rey en el Patio de los Leones con mi hija Andrea a cuestas (1986)

Saludo al rey en el Patio de los Leones con mi hija Andrea a cuestas (1986)

Hoy es 14 de abril. Puede que la Segunda República, ahogada desde el principio por sus enemigos, fuera un desastre, pero todavía hoy constituye un paradigma de racionalidad, modernidad y regeneración idealista cuya fuerza estriba en que muchos ciudadanos sin haberla vivido la han convertido en un sueño. Monarquía o república no es todavía el dilema.Antes de cambiar de caballo en mitad del río turbulento de la crisis la opinión pública exige primero que se limpien las caballerizas del monarca para que la esfera del Estado sea un espejo en el que los ciudadanos se reflejen sin avergonzarse.» (FIN)

——

Foto por foto. Con todas las emociones familiares (e históricas) contenidas en la fecha de hoy («Salud y República«), debo reconocer que, por miedo o agradecimiento, me apunté en la lista de juancarlistas el 23 de febrero de 1981, cuando el rey utilizó su uniforme castrense para abortar el Golpe de Estado militar que amenazó con regresarnos a las cavernas de nuestra historia.

En aquel momento, hice un acto de fe en favor de esta monarquía parlamentaria. (Ya sabemos que recurrimos a la fe para creernos todo aquello que sabemos que no es verdad).

Pensamientos y petunias. (14 de abril de 2013).

Pensamientos y petunias. (14 de abril de 2013).

Contra todo razonamiento, he procurado defender emocionalmente a esta monarquía hereditaria («La razón de la sinrazón…») que facilitó la transición liderada por Adolfo Suárez desde la Dictadura a la Democracia y frenó el 23-F.

A medida que iba conociendo los escándalos de la realeza, el crédito emocional que yo había concedido al rey Juan Carlos se fue esfumando poco a poco. La razón, implacable, me pasó factura.

Hace hoy justamente un año -el 14 de abril de 2012- vi esta foto del cazador de elefantes y me di de baja de la lista de juancarlistas.

Ese día descolgué de la pared de mi casa una simpática foto que tenía con el rey y con mi hija Andrea en La Alhambra y la bajé al sótano.

En su lugar, voy a colgar esta foto tricolor, recién florecida, de mis «pensamientos»: «llevas sangre , llevas oro y, por tu penas, morada.»

Del sótano al salón...

Del sótano al salón…

¡Ay! 14 de abril…

Oído en la calle:

«Juan Carlos acelera…

… que viene al Tercera»

 

 

El 14 de abril en Almería, que es mi tierra.

 

 

 

Escámez, un banquero contra el 23-F

 

Ha muerto un banquero que apoyó la Democracia.

“Estamos contra el Golpe. Llame Vd. a Termes para que represente a la banca en la manifestación por la Democracia”.

Este fue el mensaje que recibí de Alfonso Escámez, presidente del Banco Central, entonces el nº 1 de España, que falleció anteayer a los 94 años.  Tras el fracasado golpe militar del 23 de febrero de 1981, pude localizarle de viaje por Nueva York gracias a su mano derecha, Luis Blázquez.

Rafael Termes era, a la sazón, el presidente de la patronal bancaria AEB (Asociación de la Banca Española).

También pude localizar, en un pueblo de Segovia, a Luis Valls Taberner, presidente del Banco Popular, el último de los siete grandes, para recabar su opinión sobre el golpe militar. Me confirmó por teléfono lo mismo que me había transmitido Escámez.  

No me hicieron falta más llamadas desde mi mesa de redactor-jefe de Economía del diaro El País. Quería saber cual era la reacción de los siete gandes de la banca tras el golpe de Estado del 23-F. Allí podía haber una historia, si no de primera sí de última página: yo buscaba el lado político (incluso humano, si lo hubiera) de nuestros banqueros.

Llamé, pues, a Rafael Termes, de parte de Alfonso Escámez y de Luis Valls. El Golpe militar había fracasado ya y los partidos políticos, sindicatos, etc. convocaron inmediatamente una manifestación contra los golpistas y por la Democracia para el domingo siguiente al golpe: el 27 de febrero de 1981. Aún no estaban las cosas totalmente claras.

Le pedí por teléfono a Rafael Termes que asistiera a esa manifestación, en nombre de toda la banca, para que pudiéramos hacerle allí mismo una foto y desmentir así algunos rumores que habían circulado sobre el apoyo (¿financiero?) de algunos banqueros a los golpistas de la extrema derecha franquista y de altos mandos del Ejército y la Guardia Civil. Teníamos algo más que rumores y… mucho miedo en el cuerpo.

El domingo 27-F por la tarde le recogí personalmente y le dejé en la cabecera de la gran manifestación contra el golpe de Estado,  junto a los líderes políticos, sindicales, etc.  Nunca se había visto el presidente de la patronal bancaria en una situación semejante. El País publicó la foto de Termes en la mani con el titular deseado de «La banca con la Democracia» o algo así. Este es el texto que acabo de encontrar en la hemeroteca de El País:

—–

El presidente de la patronal bancaria, en la marcha

Poco después se incorporó a la cabeza de la manifestación el alto staff de la banca privada en pleno, y entre ellos, su presidente, Rafael Termes. Antonio Garrigues Walker, presidente de la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) acudió acompañado de su familia. «Me manifiesto, no con mentalidad de reacción frente a los sucesos de días pasados, sino porque es la oportunidad de mirar al futuro». También, en cabeza, los directores de diarios madrileños. Pasadas las siete de la tarde, la manifestación se puso en marcha. Las aceras, ante las que había de pasar la multitud estaban abarrotadas. Arboles, edificios en construcción, (…)

—-

Quien no estuvo allí, bajo la lluvia fina de aquel domingo de febrero,  no podrá recordar el miedo que todos los manifestantes teníamos en el cuerpo, a los seis días del fracasado golpe de Estado de la extrema derecha y de altos mandos del Ejército, que estuvo a punto de acabar a tiros con la flamante Democracia española. Nunca había escrito esta anécdota. Sin embargo, ahora, al conocer la muerte de Escámez, me ha parecido justo recordarla. Es la hora triste de las alabanzas. Personalmente, siempre agradecí a Escámez, en público y en privado, su decidido apoyo a  la Democracia, apoyo que no era tan claro en otras instancias de la banca española.     

Copio y pego a la izquierda el obituario de Escámez que publica hoy El País, escrito por José Luis Leal, ministro de Economía en el Gobierno Suarez-Abril, que dirigió la transición política de la Dictadura a la Democracia.

En otros países, donde admiran a los emprendedores dignos de ser imitados, a las personas hechas a sí mismas que, desde abajo, llegan a lo más alto, Alfonso Escámez –de botones a presidente- tendría circulando su biografía por todas las  escuelas. Aquí, a los dos días de su fallecimiento, apenas se le conoce salvo en  Águilas (Murcia), su pueblo natal, en cuyo cementerio ha recibido sepultura como un marqués.

El Rey pudo, en vida, mostrarle su agradecimiento, no sólo por sus eventuales servicios bancarios cuando él sólo era príncipe y no tenía donde caerse muerto, sino por sus servicios prestados a la Democracia y a la Corona. Don Juan Carlos I le nombró senador real y, más tarde, le otorgó el título nobiliario –merecido más que muchos rancios grandes de España– de marqués de Águilas.   

Su gran envergadura física, sus modales nada afectados y su trato afable y pueblerino eran lo más lejano que podemos imaginar de un estirado aristócrata. Don Alfonso apenas había ido a la escuela. Comenzó a trabajar desde niño como botones en Águilas y llegó a presidente del Banco Central, que él convirtió pronto en el primero de España. Era un autodidacta y tenía una vastísima cultura de la que apenas presumía y con la que solía sorprender a cualquier listillo que se le acercara con pretensiones clasistas.     

Tuve el privilegio de conocerle en 1971, cuando fundamos el semanario  Cambio 16, crítico con el franquismo –dentro de lo que cabía. Desde entonces hasta su jubilación en 1992, he mantenido con él una relación cordial no exenta de debates, críticas y discusiones de carácter profesional o político.

 Era Escámez un hombretón recio, de pueblo, bastante socarrón, con  finísimo sentido del humor –que disimulaba en público-,  una mirada escrutadora, directa y, a veces, desconfiada y un extraordinario amor a la música y a la literatura.

Con una menta rápida y abierta, admiraba las artes y las ciencias e investigaba con gran curiosidad cuestiones de la naturaleza o la industria -como las piritas, por ejemplo- muy alejadas del típico quehacer bancario.   Había comenzado su carrera como botones, estudió por su cuenta y alcanzó el doctorado honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid cuyo Consejo Social presidió. 

Te sorprendía, intelectualmente, pues subía los escalones del razonamiento de tres en tres y era difícil seguir su paso. En eso, se parecía mucho a Fernando Abril Martorell, ex vicepresidente del Gobierno, a quien más tarde  Escámez nombró vicepresidente del Banco Central. Me consta que ambos se profesaron siempre admiración y afecto mutuos.

Don Alfonso era –eso sí- más listo y pillo que el hambre. Para debilitar al contrario, practicaba el dudoso arte del halago con una maestría que yo trato de imitar sin éxito. Era buen vendedor.

“Dádivas quebrantan piedras”, me respondió un día cuando critiqué los regalos absurdos (incluso los sobres con “dietas”) que algunas empresas y bancos solían repartir entre ciertos periodistas “sobrecogedores” (porque cogían tales sobres) con motivo de las Juntas Generales.

En reuniones o almuerzos con la prensa, el primer banquero de España me halagaba llamándome “paisano”, lo que me obligaba –por mi juventud e inseguridad- a ser mucho más crítico con él en mis intervenciones públicas para acentuar, naturalmente, mi independencia profesional. Pero, en privado, siempre tuvo conmigo un trato de afecto correspondido, no exento, por supuesto, de debates, discusiones y críticas leales.  En verdad, por los caprichos de la costa levantina, desde mi pueblo almeriense se ve su pueblo murciano. De ahí que me hubiera adoptado como “paisano”.

Pasados los años, no hace mucho tiempo, le vimos de lejos y por casualidad en la acera de la calle principal de Águilas, sentado en un gran sillón –que muy bien podría haber pertenecido a algún marqués arruinado, rodeado de una pequeña corte local, esperando el paso de una procesión de Semana Santa.  Entre la muchedumbre, vimos pasar a los penitentes, a los pasos religiosos y, al fin, a la banda municipal. Al desfilar junto al marqués de Águilas, los músicos se pararon en seco y, sin interrumpir su partitura, giraron 45 grados para, cara a cara con él, rendirle pleitesía al unísono con una leve inclinación de cabeza y… de instrumento.  A continuación, se fueron con la música a otra parte siguiendo a la Virgen y a los santos.

Mi chica –que es de Boston, la pobre- preguntó extrañada por qué le hacían tal reverencia a Escámez. Le respondieron los vecinos con igual extrañeza por su pregunta:

“¿Cómo no van a saludar los músicos a don Alfonso? Si no fuera por su donativos, la banda no tendría ni para pagar los instrumentos”.

Ojalá conocieran –y quisieran- a don Alfonso Escámez en toda España como le conocen , le quieren y admiran –con razón- en su pueblo (y casi el mío) de Águilas.

Descanse en paz el banquero que apoyó la Democracia.

Calvo Sotelo, un burgués ilustrado

Ha muerto el ex presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo y Bustelo. Me acabo de enterar hace un rato por los mensajes urgentes de 20 minutos, a través de número de telefono 7520 (al que cualquiera se puede apuntar si quiere estar al tanto de lo que pasa, antes que nadie). La noticia era bastante escueta. En la portada de 20minutos.es hay más información.

Impresionado por tantos recuerdos compartidos con don Leopoldo, desde sus tiempos de Explosivos Rio Tinto hasta que dejó la política, he pasado por Google y he tecleado el nombre del político fallecido. Antes de entrar en nuestra web, he reconocido, de pronto, por el título, un reportaje publicado por mi en El País el día antes del Golpe de Estado del 23-F. Creo que el reportaje iba encabezado por una gran foto de Calvo Sotelo tocando el piano. El recuerdo de aquella fecha tan negra para la historia de España aún me produce escalofríos.

Copio y pego, a continuación, el largo perfil que yo publiqué en la vispera del Golpe del 23-F sobre aquel candidato a la Presidencia del Gobierno :

Leopoldo Calvo Sotelo, candidato inédito de la burguesía ilustrada

El aspirante a la presidencia del Gobierno ha evolucionado políticamente desde la intransigencia a la tolerancia

J. A. MARTINEZ SOLER

en El País 22/02/1981

El candidato de UCD a la presidencia del Gobierno es un varón de 54 años, con perfiles bastante inéditos y, cuando menos, controvertidos. Leopoldo Calvo Sotelo es, según la versión más generalizada de sus censores, altanero, distante, frío, profundamente reaccionario, ignorante, aburrido e ineficaz.

Para sus apologistas, sin embargo, es tímido, ingenioso, culto, tolerante, pragmático, posibilista, inteligente y desprendido. Para unos será Leopoldo el breve, mientras que para sus leales «habrá Leopoldo para rato».

No es posible recoger opiniones moderadas sobre el candidato: o son blancas, para los amigos, o muy negras, para los enemigos e indiferentes. Sin embargo, hay indicios que permiten proyectar al personaje como un notable representante de la burguesía ilustrada y un entronque con la Monarquía constitucional de la restauración a partir de su sorprendente evolución, desde la intransigencia de los jóvenes vírgenes del nacional catolicismo a la tolerancia de los políticos posibilistas. En todo caso, nos enfrentamos a una personalidad, desde todos los puntos de vista, complejísima. Y gallega.

Leopoldo Calvo Sotelo, candidato inédito de la burguesía ilustrada

Entronque con las familias de la restauración

La impresión que causa el candidato Calvo Sotelo a los mortales que le conocen por primera vez suele ser habitualmente negativa. Tiende la mano, desde arriba, estira el brazo, marca una clara distancia física, crea un campo impenetrable, eleva la barbilla, entorna los ojos y, después de saludar secamente, frunce el ceño y olfatea dos veces al adversario.

A partir de ese momento, la personalidad de Calvo Sotelo se humaniza con un diálogo educado y amable, siempre frío. Es un hombre de grandes silencios, que unos atribuyen a su enorme sabiduría y prudencia y otros a su tremenda ignorancia.

Guarda las sonrisas como oro en paño y las reparte a escondidas sólo entre sus amigos. Pueden considerarse amigos de «primo Poldo» aquellos que han tenido el privilegio de verle reír. Por eso son tan pocos.

Sus críticos le consideran aburrido y timorato. Sus valedores le tienen por hombre divertidísimo y lanzado, con un finísimo humor tan sólo explicable por su retranca gallega. A Leopoldo se atribuyen preguntas como la siguiente:

«¿Está don Landelino en su despacho o está ya expuesto?»

.

Se divierte con la regla de cálculo o contemplando el firmamento con su telescopio de 2,5 pulgadas, aunque también monta en bicicleta y pasea con su esposa, cogidos de la mano.

Todos estos contrastes, recogidos entre personas solventes de la vida política y económica española, muestran la complejidad del personaje y, muy especialmente, su carácter realmente inédito. Por ello es un hombre cargado de sorpresas, capaz de marcar un estilo político distinto para la nueva época de los gestores de la cosa pública que puede comenzar tras la votación de investidura: la burguesía ilustrada.

Por sus obras no le conoceréis

Lo más destacable de su ya dilatada vida pública es la imposibilidad de definirle políticamente por sus obras o por sus gestos. Siempre actuó de mediador, de moderador, de contemporizador, de puente, sin comprometerse con ningún partido, familia, tendencia o líder político. Pasó por el franquismo sin pertenecer a ninguna de sus tribus. Y, curiosamente, siempre trató de situarse en el ala más progresista del poder constituido. Nunca fuera del orden establecido.

Que es un hombre singular lo demuestra el hecho de haber evolucionado al revés que la mayoría de los ciudadanos.

Con el tiempo ha pasado de la derecha intransigente a la derecha civilizada. Su personalidad política se fraguó en la adolescencia y juventud dentro del nacionalcatolicismo como miembro de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas y de las Juventudes Monárquicas, en las que ingresó en 1942.

A «primo Poldo» le atribuyen, entre otras gamberradas de aquellos grupos llamados «jóvenes vírgenes», el haber participado en la protesta activa -con asalto a pedradas incluido- contra la exhibición en Madrid, en los tristes años de posguerra, de la atrevida película Gilda, en la que Rita Hayworth lucía pecaminosos trajes ajustados de fulana elegante. Oscuros biógrafos aseguran que Miguel Sánchez Mazas y José María Ruiz Gallardón eran agitadores de aquellos «comandos moralizantes» que secretamente alentaba Federico Silva Muñoz como líder.

A partir de estos antecedentes «ultras», el joven Poldo fue moderándose con el tiempo y haciéndose menos reaccionario y más progresista. La necesidad de ganar pronto un sueldo para mantener a su madre y cuatro hermanas (su padre murió en 1933) le obligó a aplicarse en los estudios de ingeniero de Caminos y a colocarse en 1951, durante el último curso de la carrera, en el Servicio de Estudios del Banco Urquijo de la mano de su tío Francisco Bustelo (que estaba ligado al Urquijo por Industrias Aragonesas) y del padre de los diputados socialistas Javier y Luis Solana.

Para ganarse la vida, Leopoldo fue perdiendo dogmatismo doctrinal y ganando pragmatismo empresarial. En el banco destacó pronto como un joven notable y un buen partido. Casó con Pilar Ibáñez, hija del que fue ministro de Educación con Franco, y a la que conoció mientras discutía la rebeldía universitaria de su escuela con el entonces ministro y después suegro, señor Ibáñez Martín.

«…un cierto hartazgo de capitalismo»

Desde 1951 a 1967, en que aparece por primera vez en la vida pública, bajo la tutela del ministro de Obras Públicas, Federico Silva Muñoz, se dedicó a sus actividades de gestión empresarial, primero, en Perlofil, empresa del grupo Urquijo dedicada al nailon, y más tarde, en Unión Española de Explosivos, del mismo grupo.

Su incorporación a la política del franquismo fue un salto a la fama en 1967 como presidente de la Renfe, un feudo del Cuerpo de Caminos. El propio Calvo Sotelo lo explicó así en 1974 en una entrevista publicada en el libro Los lucenses:

«Fue la insistencia de mi amigo el ministro (Silva Muñoz) y también un claro y antiguo deseo mío de prestar un servicio público. Tal vez una cierta vocación política, que yo he creído tener desde pequeño, me hace preferir el servicio directo, como el que se puede prestar desde un ministerio o en una empresa nacional, y no digamos en la Renfe. De manera que un deseo de servicio público, más un cierto hartazgo de iniciativa privada y de capitalismo, más la presión amistosa de un ministro, me llevaron a tomar una decisión importante a mediados de 1967, que fue la de aceptar la presidencia de Renfe».

Desde luego, un hijo de la oligarquía no pronuncia estas palabras ni en broma, ha comentado uno de sus colaboradores.

Silva pretendía ser entonces un oasis de eficacia en el desierto, el ala progresista -con perdón- del franquismo que se atrevía a enfrentarse al todopoderoso Opus Dei. Y allí estuvo Calvo Sotelo. Poco después dimitió por discrepancias con su amigo Silva. Desde 1968 colaboró en la elaboración del II y III Plan de Desarrollo como empresario del sector químico, al que regresó como consejero delegado de Explosivos, y en 1971 se presentó a procurador sindical representando a su patronal.

Leopoldo Calvo Sotelo, candidato inédito de la burguesía ilustrada

(Viene de página 16)

Desde ese momento participó más activamente en la vida oficial del régimen franquista como presidente de la Comisión de Obras Públicas y miembro de la Comisión de Leyes Fundamentales en las Cortes. Sin embargo, mantuvo siempre su devoción monárquica de toda la vida y pasó de puntillas, procurando no hacer ruido a través de las adhesiones inquebrantables y las condecoraciones que imponía la dictadura.Una de sus virtudes para llegar sin desgaste a donde está es, según algunos de los que han trabajado con él, su capacidad para no comprometerse en solitario en decisión alguna. Leopoldo, pese a su larga vida política, se mantiene inédito.

«Nunca toma decisiones equivocadas, porque nunca toma decisiones», nos ha comentado uno de sus antiguos colaboradores.

«No tiene prisa y da la impresión de que, hasta en los detalles más insignificantes, se reserva para cuando llegue su oportunidad». De esta manera, pasó por Fedisa, por Reforma Democrática y pasará por Unión de Centro Democrático.

Más administrador que reformador

El mes pasado preguntaron a Calvo Sotelo, como vicepresidente económico del Gobierno, si pensaba autorizar la subida de las tarifas eléctricas. Leopoldo contestó con una precisión de filigrana:

«Creo que en una próxima Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos, que será presidida por Adolfo Suárez, el ministro de Industria y Energía, Ignació Bayón, tiene la intención de presentar la propuesta de subida de tarifas eléctricas».

Aunque, como monárquico, reconoce desde antaño tener un solo jefe, sus padrinos políticos han sido Silva, Fraga, Arias Navarro (con quien fue ministro de Comercio) y Suárez (como ministro de Obras Públicas, portavoz de UCD en el Congreso, ministro para las Relaciones con la CEE y vicepresidente Económico).

En todos los casos ha pasado por los diversos ministerios y otros cargos como el rayo de luz a través del cristal, sin romperlo ni mancharlo. Le acusan de confundir el «dejar hacer» por el «dejar de hacer». No se le recuerdan decretos, reformas, órdenes ni discursos hasta que llegó a la vicepresidencia.

Ha tenido bastantes oportunidades para iniciar reformas que sugirieran al público las características de su modelo de sociedad y de Estado, si los tiene, pero hasta ahora sigue siendo políticamente indefinible, casi apolítico; todo un gestor.Para Leopoldo gobernar no es promover reformas en la sociedad o en el Estado que alumbren el futuro -aunque sea a gorrazos, como pretendía Abril Martorell-, sino más bien administrar honesta y eficazmente los recursos que la sociedad pone en manos del Estado. Por ello, Calvo Sotelo es más administrador que reformador, más conservador que progresista. Es la hora de la nueva tecnocracia, ya que para reformár hay que asumir riesgos, a los que el candidato no parece estar acostumbrado ni dispuesto.

Su personalidad encaja cómodamente en la imagen de jefe de Gobierno a la italiana, político florentino, complicado y posibilista, algo gris y nada brillante o ruidoso. No es hombre de salones ni fiestas ni risas. Desinteresado por la publicidad, no trata de agradar a toda costa, y tampoco le importa desagradar, sin cambiar, eso sí, el timbre educado y amable de su voz.

A veces su enorme timidez le hace violento en privado. Sin embargo, en público muestra cierta soberbia contenida. «Siempre se comporta como un caballero», según señoras de buena familia. En ocasiones no puede ocultar, a pesar suyo, un cierto calor humano, simpatía y generosidad. Su pasión por las matemáticas y la astronomía -ciencias tan poco exactas- garantiza su carácter posibilista y especulativo.

Calvo Sotelo es todo menos un progresista, pero también es todo menos un dogmático. Mirar al cielo por la noches, sin las urgencias del día a día, para identificar estrellas y medir constelaciones, calcular con telescopio o regla de cálculo distancias galácticas, o incrementos ínfinitesimales, pensar en términos de años-luz, es una diversión que nunca agradeceremos suficientemente los españoles a este sabio «barón». El ritmo de gobierno de Calvo Sotelo no tiene el nervio rápido del segundero de un reloj, sino el equilibrio de los astros, la serenidad del firmamento. Leopoldo, según él mismo asegura pausada y lentamente, «no se merienda la cena».

Es un corredor de fondo que se acerca a una meta para la que se estuvo preparando secretamente y sin ninguna prisa desde pequeño. Ni advenedizo ni oligarca. Vive como un buen burgués -sin ostentación de advenedizo ni decrepitud de oligarca-, en un chalé de Somosaguas– próximo a la Casa de Campo de Madrid, en el número 1 de la calle del Búho. Leopoldo es un gran observador y un gran curioso. Habla poco, pero se fija mucho. Es un interiorizador. Disfruta de la vida familiar e, incluso, conversa a menudo con sus ocho hijos.

En familia luce la sencillez y normalidad de la burguesía de toda la vida. «En su casa se come modestamente, porque vive sólo de su sueldo y su mujer debe medir bien la cesta de la compra», nos ha declarado uno de sus colaboradores más próximos. Sus inclinaciones matemáticas y físicas le hacen riguroso contra la improvisación, perfeccionista enfermizo.

Es metódico y ordenado y trabaja «cada cosa a su tiempo». También suele decir que «cada día tiene su afán». Utiliza el lenguaje con precisión logarítmica, lo que prueba que ha leído a los clásicos. Cita a menudo a Cervantes, y en sus moderadas reprimendas trata siempre de buscar zonas de convergencia y de consenso como buen erasmista.

Una gran parte de los 15.000 libros que posee están leídos o, al menos, manoseados. Ha recorrido medio mundo y habla tres lenguas. Sorprende por su cultura enciclopédica y conoce detalles científicos inútiles para el resto de los mortales. Como los campesinos gallegos, sabe, por ejemplo, cuándo va a llover y entiende inclusive como pocos las isóbaras y los anticiclones del mapa del tiempo.

Leopoldo Calvo Sotelo y Bustelo es, en fin, más ordenado que brillante, más eficaz que imaginativo, más coherente que espectacular, más temeroso que audaz, más administrador que reformador, más de derechas que de izquierdas, más conservador que liberal y, como ha dicho recientemente en Le Monde un francés envidioso, «es demasiado lógico para ser español».

FIN

Por aquellas fechas, cuando yo era redactor-jefe de Economía de El Pais, recuerdo haber publicado una historieta sobre la famosa «tia Carlota«, faro de la «burguesía republicana«, que luego identificamos como «beautiful people» y que tanto encandiló al entonces provinciano Felipe González. La «tía Carlota» era hemana de Mercedes Bustelo, madre de Leopoldo. Era, por tanto, tía del candidato a presidente del Gobierno y de muchísimos otros sobrinos propios y adoptivos.

El nombre de «beautiful people» lo puso un colaborador y amigo de Cambio 16 que hoy trabaja para un gran banco. Y no digo más.

No encontré mi historia sobre la «tía Carlota» y los bustélidos, pero sí he localizado, gracias a San Google, un excelente artículo de mi compadre Joaquín Estefanía sobre «la tía Carlota» que no tiene desperdicio.

Es una joya para los curiosos de la doble transición española (política) de la dictadura a la democracia y (económica) del tercer mundo al primer mundo.

Después de comer, encontré este despiece del mismo día 22-F de 1981, publicado por mi en El País con las iniciales de JAMS:

Entronque con las familias de la Restauración

J. A. M. S.

en El País, 22/02/1981

Un genuino representante de la que hubiera sido la clase dirigente española, de no haberse producido la guerra civil, está a punto de convertirse mañana en presidente del Gobierno. Leopoldo Calvo Sotelo y Bustelo entronca con las familias conservadoras del pasado constitucional, por parte de padre, y con las familias liberales de la misma burguesía emergente, por parte de madre.

Gallego por parte de padre y de madre, primo Poldo sintetiza en estos momentos a las familias de la restauración monárquica canovista. Los Calvo Sotelo, como los Cánovas, abogados del Estado y miembros destacados de la «mesocracia» de principios de siglo, representan la tradición conservadora, pero constitucional y no fascista.

El apellido Calvo Sotelo -inundando como «protomártir de la cruzada» calles y plazas- podría haber dejado en la personalidad del joven Poldo una profunda huella durante el franquismo. Pero no parece haber sido así.

Los Bustelo, como los Sagasta, también altos funcionarios no terratenientes ni financieros, pero con gemelos de oro, buena casa, bibliotecas y sirvientes, representan en el candidato la tradición liberal, culta, no clerical, humanista y avanzada. Son familias ligadas a la imagen de la Institución Libre de Enseñanza y al Estado laico y sus hijos hubieran dirigido también la sociedad española de no haber mediado la guerra civil.

Ambas familias no tienen grandes fortunas. Pero son miembros de una burguesía ascendente que nunca hizo en España su revolución. No pertenecen a la oligarquía decadente, aunque mantienen con ella ciertos lazos por recibir ocasionalmente su mecenazgo y apoyo. Tampoco tienen grandes fincas porque no accedieron a tiempo a la acumulación de riqueza en la propiedad agraria.

Son abogados, catedráticos, médicos, profesionales de la «mesocracia» que brillan desde finales del siglo pasado en un país de analfabetos, gañanes, harapientos, clérigos y militares. Los hijos de esta burguesía urbana viajaron al extranjero, aprendieron lenguas, heredaron bibliotecas y pianos. Muchos de ellos apagaron su brillo social, profesional o académico durante la dictadura, mientras otros optaron por el exilio.

En todos los casos, perdieron el protagonismo reformador de una clase dinámica y emprendedora. Con la democracia, esta burguesía civil da muestras de un cierto renacimiento, comienza a desperezarse y a salir a la luz. E, incluso, a presumir en público.

Leopoldo Calvo Sotelo y Bustelo fue a institutos públicos y al Colegio Estudio, no a otros colegios de pago; aprendió lenguas, apreció la lectura, la música y las humanidades. Tuvo «malas compañías» en la adolescencia y juventud entre los «comandos moralizantes» del nacionalcatolicismo de Silva Muñoz y los propagandistas católicos –de los que sólo le ha quedado la costumbre de usar misal-, pero el peso de su historia y de su familia le recuperó de la intransigencia y le devolvió a un camino de mayor tolerancia y de cultura.

FIN

«Los culpables no dan el perfil», según su periodista defensor

En esta página de El Mundo de hoy tenemos, una vez más, la prueba del 9 de la mayoría de las teorías conspiratorias que en el mundo han sido.

Tanto Fernando Múgica, autor de la información, como Pedro Jota Ramírez, responsable de sus titulares, están siguiendo al pie de la letra los manuales más elementales para construir una teoría de la conspiración, verderamente verosímil pero completamente falsa.

Titular de manual:

Cuando los culpables no dan el perfil

Subtítulo para mejorar la nota:

Parecen carecer de formación para cometer un gran atentado

Con estos ingredientes, muchos seres humanos, incluso nobles y sinceros, se pueden tragar de buena fe cualquier patraña por extravagante que sea.

Como decía hace un par de días en este mismo blog, las teorías conspiratorias se autoalimentan y no tienen fin. También dije, redordando el 11-S, la muerte de Kennedy o la de Lady Di, que a un gran efecto debería corresponderle, en toda teoría conspiratoria, una causa de magnitud equiparable. En efecto, científicos de postín, cuyos datos no tengo ahora a mano (creo haberlos publicado aquí hablando del 11-S), relacionan el núcleo de toda teoría conspiratoria con la dificultad natural que tienen muchas personas, incluso cultas, para aceptar que una gran tragedia pueda tener una causa insignificante, y mucho menos el azar.

¿Cómo es posible que unos «moritos» «sin formación para cometer un gran atentado», sin organización, sin entrenamiento, sin medios, sin alguien malvado y poderoso detrás de ellos, etc, etc, puedan haber causado la masacre de Atocha?

Luego si, como dice hoy El Mundo, ellos no están preparados para tal atentado, la siguiente pregunta puede ser: ¿quién hay detrás de ellos? ¿Quién mueve sus hilos?

Podríamos ir más lejos, como hacen los más extremistas del PP, El Mundo o la COPE y hacernos la siguiente pregunta:

¿A quién beneficia la tragedia del 11-M?

Hasta ahora, la construcción de la teoría conspiratoria que trata de relacionar al 11-m con ETA, con las fuerzas de la Seguridad del Estado, con el Gobierno Zapatero, y con el «sursuncorda», están siguiendo las normas de manual.

Por eso, me están empezando a dar miedo estos aprendices de Mussolini.

A veces, me aburre el tema, pero no puedo ni debo mirar para otro lado, mientras a nuestro alrededor se alimenta un embrión que puede amenazar nuestra libertad, conquistada despues de tantos años de dictadura fascista. ¿Acaso estoy exagerando?

El camino que llevan algunos líderes de la derecha española (himnos, banderas, «rebeliones», brazos en alto…) me empieza a dar miedo.

Quien mire ahora para otro lado, lo puede lamentar en el futuro.

La libertad es como el oxígeno. La aprecias más, y en todo su valor, cuando te falta.

No se si se puede leer bien en el recorte, junto a Acebes. Por eso, copio aquí una frase que, para mí, es más que una anécdota:

«Un señor levantó el brazo en alto, pero sus amigos le hicieron bajarlo para que no saliera en la foto.»

Para colmo, tal como está el patio, se me ha caído de El País una portada histórica del 23-F que hoy regalan a sus lectores.

Al verla, se me han puesto los pelos de punta. Aquel día yo estuve allí (como redactor-jefe del diario) estudiando qué hacer con esa portada y como distribuir inmediatamente esa edición urgente y arriesgada de El País , antes de que llegaran a nuestra redacción los militares golpistas que ya venían de camino…

Algún día, con más tiempo, reconstruiré mis recuerdos de aquella tarde-noche no tan lejana. Ni, por lo que veo, tan irrepetible. ¡Jo! como estoy hoy…

Mejor, lo dejo.

Ahí va un artículo de Javier Marías que no tiene desperdicio:

blockquote>Creencias, intuiciones y embustes

Javier Marías en El País semanal

25/02/2007

Tan rápido va todo que cuando estas líneas vean la luz, dentro de dos semanas, casi todo el mundo habrá opinado sobre las palabras en Pozuelo del ex-Presidente Aznar (“el mejor de la democracia”, según unos cuantos), y las habrá olvidado. Me disculpo, pues, por la probable superfluidad de este artículo, y me permito recordarlas: “Todo el mundo pensaba que en Irak había armas de destrucción masiva”, dijo Aznar (conservo sus habilidades sintácticas y gramaticales pero los subrayados son míos), “y no había armas de destrucción masiva. Eso lo sabe todo el mundo y yo también lo sé. Ahora. Yo lo sé ahora. Mm. Tengo la ? problema de no haber sido tan listo de haberlo sabido, mm, antes. Pero es que, cuando yo no lo sabía, pues nadie lo sabía. Todo el mundo creía que las había, ¿sabes? Entonces es un problema, porque las decisiones hay que tomarlas no a toro pasado, sino cuando está el toro sobre el terreno, y es ahí cuando hay que torear. Torear con cinco años de retraso, esa es tarea de los historiadores”.

Vale la pena detenerse no ya en lo que dijo el ex-Presidente, sino también en lo que vino a decir. Y lo que vino a decir fue esto: 1) Que en 2003 se guió sólo por creencias, intuiciones, tal vez rumores. 2) Que eso, sin embargo, no le impidió declarar en febrero de aquel año: “Todos sabemos que Sadam Husein tiene armas de destrucción masiva”, o “El régimen iraquí tiene armas de destrucción masiva. Puede estar usted seguro. Y pueden estar seguros, todas las personas que nos ven, que les estoy diciendo la verdad. 3) Que, por tanto, en 2003 mintió a todos los españoles, puesto que ni sabía ni estaba seguro ni decía la verdad que dijo decir, sino que pensaba que había armas y de hecho no lo sabía. 4) Que, en consecuencia, tomó una decisión tan grave como impulsar, propugnar, respaldar, semideclarar (¿qué otra cosa sino una semideclaración de guerra fue la reunión de las Azores en la que figuró destacado?) y participar en una guerra de invasión guiado sólo por sospechas, creencias e intuiciones (a las que tan dado es, por cierto, también su sucesor Rajoy). 5) Que semejante decisión la tomó pese a la opinión contraria de casi todos los demás partidos políticos y del 89% de la población española, que se manifestó masivamente con el fin de disuadirlo; y que la tomó sin certeza alguna de aquello sobre lo que aseguraba tenerla, sino porque “todo el mundo pensaba ?” y él igual. 6) Que para él “todo el mundo” todavía significa Bush y Blair y alguno más, porque lo cierto es que gran parte del verdadero mundo (incluyendo a Francia, Alemania, Rusia, despachadas entonces despectivamente como “la vieja Europa”, caduca y cobarde) no pensaba eso, o, si lo hacía, no con la ligereza suficiente para emprender la guerra que él sí emprendió; y así lo hizo saber, para irritación y despecho de Bush y del propio Aznar. 7) Que él creía que había un toro suelto sobre el terreno, cuando los espadas Bush, Blair y Aznar no es que se lo hubieran encontrado corneando en medio del campo, sino que lo sacaron ellos al ruedo para lucirse con sus faenas: el toro no estaba allí, sino que ellos se lo inventaron. 8) Que las muertes de más de tres mil americanos y centenares de miles de iraquíes ?y las que se añadirán?, producidas durante de la Guerra de Irak o como consecuencia del desbarajuste que ha causado, se deben en parte a que él tiene “la problema de no haber sido tan listo” para haber sabido “antes” lo que sin embargo antes dijo que sí sabía a ciencia cierta. Y 9) Que sus embustes, su frivolidad, su chulería con sus compatriotas, su servilismo con los más poderosos, su desdén por las opiniones discrepantes, su ciega y sorda confianza en Bush y Rumsfeld (que tal vez lo engañaron, pero él no se lo tiene en cuenta), su corresponsabilidad en el desastre iraquí y ?por imprudencia e imprevisión? en lo que pasó luego en Casablanca y Madrid, no son suficiente carga sobre su conciencia como para pedir disculpas y abstenerse de opinar de política lo más que pueda, tras tan mayúscula y catastrófica metedura de pata.

Otro tanto cabría decir sobre el actual Partido Popular en pleno, que secundó con entusiasmo sus intuiciones, creencias y conjeturas y además tuvo el pésimo gusto de prorrumpir en una ovación alborozada tras la votación en el Congreso que aprobaba aquella guerra. Allí estaban Rajoy, Zaplana y Acebes y demás. Lo que el PP no comprende es que hay muchos ciudadanos, no especialmente partidistas, que no lo volverán a votar mientras estén a su frente los mismos que decidieron y aplaudieron el inicio de la escabechina. De la misma manera que muchos no estuvieron dispuestos a votar al PSOE mientras a su frente siguieran los mismos que habían amparado los crímenes del GAL, o que algunos no lo han estado (ay, no los bastantes) a votar al PNV tras su Pacto de Lizarra con ETA. No es que al PP se lo quiera “arrinconar” ni “expulsar del sistema”, como se quejan hoy sus dirigentes y sus esbirros radiofónicos (¿o serán sus amos?), sino que él mismo se enajenó a buena parte de la ciudadanía el día en que llevó sus mentiras demasiado lejos y nos involucró, para nuestra vergüenza y desolación, en una guerra injusta e ilegal. Y la gente es olvidadiza, desde luego. Pero quizá no tanto. Y además ahí está Aznar, por fortuna, para refrescarnos la memoria de vez en cuando.

FIN