De niño a tiarrón (con autismo)

Jaime tiene autismo, que en su caso es severo, por lo que apenas pronuncia unas pocas palabras a su manera y necesita ayuda para casi todo: ducharse, lavarse los dientes, vestirse (si queremos que vaya con la ropa al derecho)…

Jaime tiene 14 años y ya pesa y mide más que yo. De hecho, además de superarme en tamaño también tiene más fuerza y lo sabe. A veces se para frente a mí, muy cerca, con nuestros rostros casi tocándose, y se ríe. No hace falta que diga nada, bien sé lo que está pensando: «¡Qué pequeña se me ha quedado mi madre!».

No tenía ninguna prisa porque pasara de niño a tiarrón. Intuía que íbamos a encontrarnos con nuevas dificultades y así ha sido.
Tiene buen carácter y suele ser obediente, pero cuando se rebela es más complicado controlarlo y esta primavera hemos tenido que recurrir por vez primera a la medicación. Los abuelos hace tiempo que no pueden echarnos una mano en su cuidado, es preciso ser joven, fuerte y con recursos, para evitar que un simple paseo por la calle suponga un riesgo si decide pisar la carretera. Su afán por hacer nudismo en casa ya no resulta gracioso sin más a las visitas. Trabajar la intimidad es una prioridad que tal vez hubiéramos tenido que iniciar antes.

Siempre hay retos, siempre estamos aprendiendo siendo sus padres. Tenemos asumido que, al contrario que su hermana que es cada vez más autónoma, Jaime va a requerir toda su vida que estemos volcados en él, cuidándole y procurando su bienestar.

Pero ser madre de un Jaime adolescente también tiene sus ventajas. Por ejemplo, no voy a tener que preocuparme porque una noche no haya vuelto a casa a la hora del toque de queda; jamás pisará la cárcel o será cruel y hará sufrir a otras personas; es feliz y tiene mucho más fácil que muchos el seguir siéndolo. Y volando a ras de suelo, lleva las camisetas que a mí me gustan sin rechistar y va de mi mano encantado de la vida.

Cuando Jaime tenía dos años y me dieron el diagnóstico de autismo, rompiendo nuestra imaginaria foto de familia y pintando nuestro futuro de incertidumbre, me ayudó escribir todos los días una pequeña buena noticia, un pasito adelante, un avance mínimo, momentos del día que habían merecido la pena.

Ya no necesito hacerlo. Nuestra vida no es ningún drama como parecen creer muchos cuando saben del alto grado de dependencia de Jaime. Simplemente es nuestra y única, como la de cualquier otro. Hay que aprender a apreciarla. Nada más. Nada menos.

2 comentarios

  1. Dice ser Safrika

    Mi hijo tiene ocho añazos y pesa 56 kilos!! Talla 37 de pie. Y eso si, lleva unas camisetas QUE FLIPAS. 🙂

    27 septiembre 2020 | 15:42

  2. Dice ser lacestitadelbebe

    Los niñ@s crecen muy rápido y cuando queremos darnos cuenta ya no son aquellos peques ni nosotros aquellos jóvenes.. yo la mía ya tiene 7 años y es que el tiempo pasa muy rápido… Bueno a disfrutar y educar, que ahora con el coronavirus tenemos que ser expertos de higiene y mascarillas…

    Un beso!

    05 octubre 2020 | 11:27

Los comentarios están cerrados.