Esta tortuguita nos enseña el secreto para vivir muchos años

El hombre más viejo del mundo fue también uno de sus mayores farsantes. Li Ching-Yuen aseguró haber vivido 256 años gracias a seguir el consejo que le dio un ermitaño chino que a su vez tenía 500 años. Olvida esas edades imposibles, pero quédate con la inspiración que recibió:

“Mantenga un corazón tranquilo, siéntese como una tortuga, camine alegremente como una paloma y duerma como un perro”.

Sentirte tortuga. Paseando por el Parque Nacional de La Maddalena, un pequeño archipiélago al norte de Cerdeña (Italia), me he encontrado un precioso ejemplar juvenil de tortuga mediterránea. Viéndola he descubierto el secreto de su longevidad, que coincide con las enseñanzas del curioso boticario taoísta. No te pierdas el vídeo de este encuentro tan hermoso:

Larga vida sin botox

Ya os he contado que las aves esconden el secreto de la eterna juventud, esa legendaria fuente que supuestamente llevaría a nuestra época más lozana a quien beba de sus aguas o se bañe en ellas. Los conquistadores de América la buscaron infructuosamente. Siglos antes, los alquimistas se obsesionaron por lograr el elixir de la vida, poción mágica que garantizaba la juventud, complemento perfecto a las riquezas obtenidas con la mítica piedra filosofal. Algunos incluso vendieron su alma al diablo para lograrlo.

Pero seguimos aferrados al sueño de no envejecer jamás: cremas, dietas milagro, productos exóticos, cirugía, botox,… Olvidamos que una larga vida no consiste en consumir muchos años, sino en acumular en el recuerdo muchos momentos de felicidad, de cariño, de tranquilidad.

Todas esas cosas me las enseñó el otro día esta pequeña tortuga terrestre. Lo que más me ha impresionado es su ritmito tranquilo, esos pasos pausados, sosegados que da, tan alejados de nuestro mundo lleno de prisas y urgencias. Ellas no la tienen y así pueden vivir tanto tiempo, cerca de 100 años, gracias a ese envidiable bajo metabolismo que les permite afrontar los problemas a baja velocidad.

Una tortuguita confiada con la protección de su duro caparazón, porque es verdad, también en la vida, para no sufrir demasiado, hay que tener una piel dura. ¿No te parece?

Tortugas en Cerdeña (y España)

Aprovecho también para contarte algo respecto a esta tortuguita tan mona de Cerdeña.

Para empezar, no se ha escapado de ninguna tienda o casa. Es una especie silvestre y autóctona. En esta gran isla y sus islotes abundan las tortugas salvajes de varias especies: tortuga mediterránea (Testudo hermanni), tortuga griega (Testudo marginata), tortuga mora (Testudo graeca) y el galápago europeo (Emys orbicularis).

Todas están protegidas y amenazadas.

¿A qué especie pertenece la que me he encontrado?

Casi seguro es un juvenil de tortuga mediterránea. Pero no lo sé con total seguridad y te explico la razón. La tortuga mora es muy semejante, pero se diferencia de la mediterránea por tener en la punta de la cola una especie de uña. También tiene diferencias en la división del escudo por encima de la cola, una coloración algo más oscura y presenta espolones a los lados de los muslos traseros. Para confirmarlo es necesario coger al animal, voltearlo y manipularlo, algo que sin duda le provoca un estrés innecesario. Para un paseante naturalista, la duda es hermosa, pero mucho más bello es no molestar a los animales.

Por cierto. Todas estas tortugas están estrictamente protegidas. Además de en Cerdeña, su área de distribución natural también incluye toda la franja mediterránea española. Te las puedes encontrar igualmente paseando por el campo, pero mucho ojo: ¡Ni se te ocurra llevarte una a casa! Se te puede caer el pelo, y con toda la razón del mundo.

Por cierto, no te pierdas la historia de otra tortuga famosa, la que Darwin se llevó como mascota desde Las Galápagos a Inglaterra. Perdida y redescubierta en el Museo de Historia Natural de Londres. , en su caso aguantará mucho tiempo, pero no me mola tanto: está disecada.

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